1. Teresa de la Parra y María Eugenia (Introducción)
La primera de las dos novelas de Teresa de la Parra1, Ifigenia, publicada en 1924, no alcanzó el éxito de la siguiente obra, Las Memorias de Mamá Blanca, de 1929; sin embargo, no es en nada inferior a esta última. Comienza en forma de una carta de aproximadamente ochenta páginas, escrita por la protagonista y dirigida a su mejor amiga Cristina, a cuyo fin la narradora decide
continuar la recapitulación del pasado, poniendo por escrito los recuerdos de su juventud en Venezuela a modo de diario. Va a tratarse, pues, de una ficticia autobiografía parcial que documenta una fase crucial en la vida de la yo-narradora. La joven venezolana María Eugenia Alonso, que tiene cerca de dieciocho años, invita al lector a hacerse testigo de las alegrías, pensamientos, temores y ansiedades que la acompañaron durante un período decisivo de su vida y que por lo tanto la marcarán a lo largo de la misma.
Por supuesto, Ifigenia tiene más que ofrecer que únicamente unos relatos cotidianos de una muchacha caraqueña. La novela manifiesta todo un mundo experimentado y comprendido desde un punto de vista femenino, cosa que en la América Latina de los 1920 no era nada cotidiano. Se considera a Teresa de la Parra una de las primeras novelistas hispanoamericanas y, además, una mujer inteligente y leída, ya que a pesar de su muerte prematura logró acumular muchas
experiencias, habiendo vivido en culturas bastante diferentes entre sí. He aquí por lo menos un aspecto de la experiencia vital de Teresa de la Parra que vamos a reencontrar al tratar la biografía de María Eugenia Alonso. Ésta también oscila entre dos mundos: el de Francia, por un lado, y, por otro, el de Venezuela.
Índice
1. Teresa de la Parra y María Eugenia
2. Dos mundos confrontados
3. El paso atrás
4. María Eugenia e Ifigenia
5. Influencias estilísticas
6. El mérito de Ifigenia
7. Literatura
1. Teresa de la Parra y María Eugenia (Introducción)
La primera de las dos novelas de Teresa de la Parra [1] , Ifigenia, publicada en 1924, no alcanzó el éxito de la siguiente obra, Las Memorias de Mamá Blanca, de 1929; sin embargo, no es en nada inferior a esta última. Comienza en forma de una carta de aproximadamente ochenta páginas, escrita por la protagonista y dirigida a su mejor amiga Cristina, a cuyo fin la narradora decide continuar la recapitulación del pasado, poniendo por escrito los recuerdos de su juventud en Venezuela a modo de diario. Va a tratarse, pues, de una ficticia autobiografía parcial que documenta una fase crucial en la vida de la yo-narradora. La joven venezolana María Eugenia Alonso, que tiene cerca de dieciocho años, invita al lector a hacerse testigo de las alegrías, pensamientos, temores y ansiedades que la acompañaron durante un período decisivo de su vida y que por lo tanto la marcarán a lo largo de la misma.
Por supuesto, Ifigenia tiene más que ofrecer que únicamente unos relatos cotidianos de una muchacha caraqueña. La novela manifiesta todo un mundo experimentado y comprendido desde un punto de vista femenino, cosa que en la América Latina de los 1920 no era nada cotidiano. Se considera a Teresa de la Parra una de las primeras novelistas hispanoamericanas y, además, una mujer inteligente y leída, ya que a pesar de su muerte prematura logró acumular muchas experiencias, habiendo vivido en culturas bastante diferentes entre sí. He aquí por lo menos un aspecto de la experiencia vital de Teresa de la Parra que vamos a reencontrar al tratar la biografía de María Eugenia Alonso. Ésta también oscila entre dos mundos: el de Francia, por un lado, y, por otro, el de Venezuela.
Como la cantidad de investigaciones realizadas hasta la actualidad acerca de esta novela es muy escasa, los resultados del siguiente análisis se basarán casi exclusivamente en mis propias observaciones. La intención principal de este trabajo consistirá en averiguar si, después de todo, la protagonista resulta la heroína de su propia historia, esto es, una precursora para la emancipación femenia en su entorno socio-cultural, o bien si personifica un llamamiento desapercibido para más tolerancia en una sociedad y una época en las que la libertad de la mujer no era nada natural sino más bien una cosa por la que había que lidiar.
Teniendo presente a lo largo del trabajo esta cuestión principal, se presentarán primero esos dos mundos que, a base del fuerte contraste que se da entre ellos, formarán el fundamento del progresismo de la protagonista. A continuación me dedicaré a un cambio importantísimo y sorprendente en la postura un tanto rígida de María Eugenia, para, después, cotejar la joven caraqueña con el personaje legendario de la mitología griega que daba título a la novela de Teresa de la Parra. Como colofón al presente tratado procuraré localizar la novela dentro de su contexto artístico contemporáneo.
2. Dos mundos confrontados
Después de su estancia de unos meses en París, María Eugenia vuelve a Caracas para vivir allá con su abuela y su tía Clara. Si bien la parte de su vida documentada en su diario tiene lugar en Venezuela, sigue omnipresente la impresión que en la narradora ha dejado (o fomentado) la estancia en Europa. María Eugenia, así, vuelve a su patria con el fuerte afán de aplicar lo que acaba de ver y aprender en Francia, lo cual no es nada menos que la liberación de los apremios sociales y convicciones atrasadas de su época y ámbito cultural. Ha tenido contacto, en una de las metrópolis mundialmente más avanzadas de su tiempo, París, con un grado de lujo, libre circulación e igualdad de posibilidades que hasta entonces había ignorado. De esta manera, aparte del gusto por la moda francesa, trae nuevos puntos de vista y modos de pensar al mundo predominantemente tradicional y conservador de Venezuela. Este conservadurismo venezolano adquiere forma física en tía Clara y la abuela maternal de María Eugenia que defienden enérgicamente todas las leyes, convenciones y normas sociales y morales imprescindibles, según ellas, para hacerse una mujer honrada y respetada. La joven, al contrario, las encuentra no sólo anticuadas, sino que sobre todo las considera unos serios obstáculos para la mujer moderna a la hora de deshacerse de las trabas impuestas por la sociedad. La protagonista, pues, tiene una voz crítica y no escatima su uso en público. A consecuencia de ese permanente y creciente enfrentamiento de los diferentes conceptos, María Eugenia comienza a alejarse más y más de las dos mujeres y de casi toda su familia; y retirándose de ellas va buscando refugio en personas de las que se siente bien comprendida y aceptada con las ideas innovadoras recogidas en Europa. Estas personas son, por un lado, su tío Pancho, que también tiende a chocar de vez en cuando con las opiniones desfasadas de la abuela y de Clara, y, por otro, Mercedes Galindo que tampoco goza de mucho respeto por parte de las dos encargadas de la educación de María Eugenia. De ese modo, poco a poco, va estableciéndose una rivalidad entre estos dos grupos. [2] Pero a pesar de la evidencia en cuanto a las simpatías de María Eugenia por Pancho y Mercedes, y de la ira y el desprecio que de cuando en cuando se ponen de manifiesto en el tratamiento ante las dos mujeres con las que convive, no les niega una cierta inteligencia, sobre todo en lo que se refiere a la abuela. Ésta, a veces, recuerda a María Eugenia que también los conocimientos y valores tradicionales y establecidos siguen siendo válidos y que, hasta cierto punto, son dignos de ser tomados en consideración. [3] Además queda bien claro que todos – tengan la simpatía de la chica de su parte o no – están permanentemente interesados en el bienestar de ella, sólo que lo piensan realizar y asegurar cada uno según su criterio. Mientras que Clara y Abuelita se figuran para ella una vida bien regulada, lo cual para ellas supone una vida “casera”, su amiga adulta Mercedes Galindo representa precisamente el modo de pensar liberal tal cual lo conoció María Eugenia en París, y que se ha propuesto como modelo de referencia para su vida futura. Esa vida, claro está, contrasta fuertemente con el concepto de vivir que tienen Clara y Abuelita, que a su vez no se pueden conformar con la idea de que la pequeña María viva una vida voluble, inestable y por lo tanto insegura. Chocan aquí dos conceptos aparentemente incompatibles que reclaman, cada uno por sí mismo, la veracidad única.
Resulta fácil de comprender que las intenciones en sentidos contrarios de parte de las personas emocionalmente más próximas a María, le causan cierta confusión que ahora mismo se encuentra en una fase de su vida bastante frágil e inestable por estar a punto de explorarse a sí misma y de averiguar qué es lo que de veras quiere para su vida actual y futura. Abstrayéndonos a grandes rasgos, puede decirse que en esos cuatro personajes, a saber, Clara, Abuelita, Pancho y Mercedes, se espeja la sociedad venezolana y su polarización interna en cuanto a los divergentes conceptos morales entre los cuales, tarde o temprano, tendrá que decidirse la protagonista. Hasta hoy día no ha sido posible decir con total certeza si Teresa de la Parra denuncia en Ifigenia esas circunstancias sociales, o si sólo quiso describirlas en cuanto fenómeno cultural. Seguro es, no obstante, que en su novela, da un bosquejo de cómo hay que figurarse la vida en la Caracas de los años veinte del siglo XX.
La protagnista entonces, encontrándose entre estos dos polos de opiniones y posturas, empieza a escribir su diario que va a hacer de liberador de presión para sus diarios conflictos interiores. Se da cuenta al redactar la carta para Cristina de que el poner por escrito lo que le preocupa e importa cumple una función equilibradora, de forma que descubre así la fuerza propia de la escritura – y así de la literatura en general. Viene, en consecuencia, a hallar refugio en la participación activa y el desempeño de la escritura redactando un diario en forma de obra literaria, más concretamente, de una novela. Desahogándose y, además, siguiendo de tal manera su predilección por las novelas, María Eugenia va abriéndose paso al mundo literario, “relatándote [a Cristina] minuciosamente y como en las auténticas novelas todo cuanto me ha occurido” [4] . También le guía a semejante conclusión el simple fastidio que, sobre todo durante las primeras semanas de su estancia en casa de Abuelita, la agobia profundamente. [5] Sin poder contener más la presión del aburrimiento, se pone a redactar la carta a Cristina: “éste [el fastidio] que me ha obligado a coger la pluma y abrirme el alma con la pluma” [6] . Redescubre así su cuarto en cuanto refugio de las continuas luchas contra la ignorancia social y como un lugar idílico y plena y exclusivamente suyo.
[...]
[1] Nació el año 1889 en París y murió en 1936 en Madrid de tuberculosis. A pesar de su lugar de nacimiento y el de su muerte, Ana Teresa Parra Sanojo – así su nombre natural – pasó la mayor parte de su vida en Venezuela y ha sido siempre considerada venezolana.
[2] María Eugenia califica, por ejemplo, a su tía Clara como una “contrincante” que la “animó muchísimo” a seguir con su controversia (De la Parra, Ifigenia, 105).
[3] Íbidem, 87: “...contemplé en silencio la nevada cabeza de Abuelita, que como el arca de la alianza encerraba las claves de muchísimos misterios”.
[4] De la Parra, Ifigenia, 10.
[5] Tengamos además en cuenta el subtítulo de la novela: Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba.
[6] Íbidem, 39.
- Arbeit zitieren
- Alexander Zuckschwerdt (Autor:in), 2007, Ifigenia - Rebeldía juvenil o levantamiento feminino?, München, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/74746
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