La siguiente investigación tiene como objeto dar a conocer un análisis de la vivencia de la sexualidad en la vida cotidiana de las personas mayores desde la mirada de la terapia ocupacional. Se analizan los significados que las personas mayores atribuyen a la sexualidad, identificando los patrones socioculturales presentes e indagando en la percepción del cuerpo y su influencia en esta vivencia. Se planteó una mirada desde el enfoque cualitativo, a partir del paradigma fenomenológico, con un alcance de tipo descriptivo. La estrategia de muestreo fue no probabilística de tipo intencional, la recolección de datos se efectuó a través de entrevistas semiestructuradas y el método de análisis de información se realizó mediante una aproximación a la teoría fundamentada. La muestra estuvo compuesta por 15 personas (13 mujeres y 2 hombres).
Los resultados muestran que la sexualidad tiene un sentido relativo a la genitalidad y otro a la afectividad, mediados por la historia personal y el contexto de la persona. En cuanto a patrones culturales influyentes en la sexualidad, el rol de género tradicional y las concepciones sociales acerca de la vejez surgieron como los aspectos más relevantes. En relación a la corporalidad, en las mujeres hay presión por mantener su cuerpo acorde al canon estético juvenil de la feminidad esperada y en los hombres la mantención del vigor físico y sexual como muestra de masculinidad. Como conclusión, la exploración y expresión de la sexualidad puede verse limitada por factores culturales y este proceso, puede gatillar situaciones de privación e injusticia ocupacional.
Tabla de contenidos
Agradecimientos
Resumen
Capítulo 1: Formulación del problema y Objetivos
Formulación del problema
Objetivo general
Objetivos específicos
Capítulo 2: Marco teórico
1. Envejecimiento y sexualidad
2. Vida cotidiana y sexualidad en las personas mayores
3. Vivencia sexual: La corporalidad como elemento subjetivante:
4. Género, sexualidad y sus manifestaciones en las personas mayores
5. Terapia ocupacional y sexualidad: La sexualidad como ocupación con sentido
6. La sexualidad y el abordaje desde la terapia ocupacional
Capítulo 3: Marco Metodológico
1. Diseño metodológico
2. Diseño muestral
3. Técnicas de producción de información
4. Técnica y procedimientos de análisis de la información
5. Aspectos éticos de la investigación
Capítulo 4: Presentación de resultados
Capítulo 5: Discusión, conclusiones y recomendaciones
Discusión
Conclusiones
Recomendaciones
BIBLIOGRAFIA
Agradecimientos
Me gustaría expresar mi profundo y sincero agradecimiento a todas aquellas personas mayores que inspiraron y formaron parte de esta tesis, dándonos la confianza para entrar a conocer una parte de sus vidas de manera abierta y generosa.
A los profesores Rodolfo Morrison e Iván torres, por compartir su conocimiento y experiencia. Su paciencia y sus críticas siempre constructivas y asertivas, fueron las que nos motivaron siempre a seguir.
A Pamela, porque sin el trabajo de equipo que formamos no habría sido posible llegar a nuestra meta. Las reuniones constantes que hacían que nos perdiéramos una serie de cosas, ¡¡Han dado sus frutos!!
A mi familia y amigos, por el apoyo incondicional y por soportar mi mal humor ante la tensión. Gracias por todos los consejos, abrazos y tacitas de té reconfortantes en momentos difíciles.
Y por último a Fede por entender mis ausencias, y los momentos de histeria. Tu contención y cariño fue vital para no desfallecer en el intento
¡Gracias a todos!
Tamara
Resumen
La siguiente investigación tiene como objeto dar a conocer un análisis de la vivencia de la sexualidad en la vida cotidiana de las personas mayores desde la mirada de la terapia ocupacional. Se analizan los significados que las personas mayores atribuyen a la sexualidad, identificando los patrones socioculturales presentes e indagando en la percepción del cuerpo y su influencia en esta vivencia. Se planteó una mirada desde el enfoque cualitativo, a partir del paradigma fenomenológico, con un alcance de tipo descriptivo. La estrategia de muestreo fue no probabilística de tipo intencional, la recolección de datos se efectuó a través de entrevistas semiestructuradas y el método de análisis de información se realizó mediante una aproximación a la teoría fundamentada. La muestra estuvo compuesta por 15 personas (13 mujeres y 2 hombres).
Los resultados muestran que la sexualidad tiene un sentido relativo a la genitalidad y otro a la afectividad, mediados por la historia personal y el contexto de la persona. En cuanto a patrones culturales influyentes en la sexualidad, el rol de género tradicional y las concepciones sociales acerca de la vejez surgieron como los aspectos más relevantes. En relación a la corporalidad, en las mujeres hay presión por mantener su cuerpo acorde al canon estético juvenil de la feminidad esperada y en los hombres la mantención del vigor físico y sexual como muestra de masculinidad. Como conclusión, la exploración y expresión de la sexualidad puede verse limitada por factores culturales y este proceso, puede gatillar situaciones de privación e injusticia ocupacional.
Palabras claves: sexualidad, personas mayores, vida cotidiana, terapia ocupacional, género.
Capítulo 1: Formulación del problema y Objetivos
Formulación del problema
Según el último censo realizado en Chile, en julio de 2012, de los 17.402.630 habitantes que tiene nuestro país, 1.659.670 corresponden a una población de 65 años o más, donde las mujeres representan el 56,9% (944.732 personas) y los hombres 43,1% (714.938 personas) (INE, 2012). Además, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2004) la esperanza de vida en el país es de 79 años, alcanzando la población femenina los 82 años y la masculina los 76 años. El país está envejeciendo rápidamente y debemos considerar aspectos como los constantes avances tecnológicos y biomédicos, que se llevan a cabo en distintas partes del mundo, lo que permite vislumbrar una prolongación aún más considerable de la vida a nivel global en un futuro próximo.
Según el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA, 2010) se considera como adulto mayor a las personas de 60 años y más; esta entidad promueve el concepto de persona mayor, “en reemplazo de tercera edad, anciano, abuelo, viejo, senescente, que pueden ser entendidos en un sentido peyorativo y que se asocian a una imagen negativa, discriminatoria y sesgada de la vejez” (p. 2). Por otra parte el proceso de envejecimiento, ha sido favorecido por los avances tecnológicos que han permitido prolongar la vida de las personas, aumentando así la esperanza de vida. Este proceso es comúnmente se ha entendido como “cambios graduales, irreversibles en la estructura y función de un organismo que ocurren como consecuencia de diversos factores y que se extiende por toda la vida, englobando una serie de cambios que comienzan en el momento de la concepción, los cuales se hacen más evidentes después de la madurez (SENAMA, 2010, p. 14).
Desde esta visión biológica, centrada en el funcionamiento y enfocada desde el ciclo vital, se define la vejez, como la etapa del desarrollo que señala un estado al cual se llega después de un largo proceso (envejecimiento), y que es el resultado de una compleja interacción de procesos biológicos, psicológicos y sociales. Últimamente, han aparecido otras visiones más holísticas sobre los conceptos anteriores como lo son el envejecimiento activo y el envejecimiento exitoso. Según la OMS (2001) el envejecimiento activo es el proceso de aprovechar al máximo las oportunidades para tener un bienestar físico, psíquico y social durante toda la vida. El objetivo es extender la calidad y esperanza de vida a edades avanzadas.
Por su parte, el concepto de envejecimiento exitoso (Sarabia, 2009) cuestiona la progresión irreversible y la pérdida funcional en la vejez y se consideran importantes, no solo lo biológico, sino factores psicosociales que influyen en el objetivo de alcanzar el bienestar subjetivo, la satisfacción con la vida y el sentimiento de plenitud al llegar a la vejez.
Uno de los factores que ha sido descrito como un hecho fundamental de la existencia humana y que influye en los sentimientos de plenitud y satisfacción, y que es parte de esta investigación, es la sexualidad. La sexualidad es y se ha relacionado con la calidad de vida y puede ser expresada en la cotidianidad a través de muchas actividades como coqueteo, citas, cocinar para la pareja o tener relaciones sexuales (Sakellariou y Simó, 2006). Según Kaplan (citado en Dae-hyuk y Miller, 2000) la sexualidad de los adultos mayores puede llegar a ser una expresión muy importante en la vida y una fuente potencialmente perdurable de bienestar emocional.
La sexualidad humana es un fenómeno multidimensional, que se inicia con la vida de la persona, se desarrolla a lo largo de la infancia y la adolescencia, y alcanza su madurez durante la vida adulta y edades avanzadas (Corregidor, 2010). Abarcando mucho más que un acto físico, incluye el amor, el cuidado, el compartir momentos y la calidez entre individuos, formando parte de sus vivencias personales y cotidianas. Pero, la influencia del sistema biomédico hace que muchas veces la sexualidad sea tratada desde la patogenia, obviando la valoración de una vivencia de una sexualidad no solo funcional, sino que placentera. Para Muñoz “[l]a sexualidad es observada, en muchas ocasiones, desde una perspectiva únicamente heterosexual, o ligada únicamente a la reproducción, negando con esta actitud la vivencia de una sexualidad a muchos de nuestros pacientes” (2013, p. 1).
Ahora bien, desde la terapia ocupacional, la sexualidad se ha definido como la participación en actividades sexuales y ser parte de una relación sexual (Sakellariou y Algado, 2006). Couldrick (2005) utiliza el término expresión sexual para abarcar la salud sexual, la sexualidad y el funcionamiento sexual. La Asociación Americana de Terapia Ocupacional (AOTA, por su sigla en Inglés) considera la actividad sexual como una actividad de la vida diaria y la define como "la participación en actividades que producen en la satisfacción sexual” (p. 10). Esto implica que estaría dentro de las áreas de práctica de terapia ocupacional.
Por su parte, la AOTA establece que el propósito central de la terapia ocupacional es fomentar el compromiso de las personas en todas las actividades “que ellos quieran y necesitan hacer de forma que apoyen la salud y la participación” (2010, p. 4). Los terapeutas ocupacionales ven a las personas como seres ocupacionales, integrando la promoción de la salud y el valorando el bienestar a través de la participación en ocupaciones significativas, dentro de las cuales, se encuentra la sexualidad.
A pesar de esto, las evaluaciones e intervenciones de terapia ocupacional, que intentan incluir todos los intereses e inquietudes posibles para realizar intervenciones satisfactorias, comúnmente no incluyen la temática sexual (Hattjar, 2012.) y si el tema emerge, en ocasiones termina siendo un dilema para el profesional, ya que socialmente está matizado con cuestiones valóricas y de una serie de prejuicios, que nos hacen eludir como el sujeto se siente con su cuerpo, como interactúa con otras personas y como vive su afectividad (McKenna, 2005), más aún, cuando los usuarios son personas mayores quienes en la sociedad actual de mercado no aparecen como seres deseables y deseantes[1], debido a la excesiva centralización de la sexualidad en lo genital y la medicalización de este aspecto de la vida, lo cual limita su práctica (Pedraza, 2014).
Los y las terapeutas se consideran a sí mismos como proveedores de atención integral que facilitan la participación en ocupaciones significativas, por ello, la actividad sexual no puede ser excluida de la práctica. Couldrick (2005) considera que la actividad sexual debe mantener la misma importancia en el ejercicio de la terapia ocupacional como el cuidado personal, el trabajo y el ocio, ya que en ocasiones puede ser más valorada para un individuo que los aspectos que son comúnmente evaluados y preguntados. Aun así, se encuentra poca literatura disponible que sistematice alguna experiencia o describa las intervenciones del profesional en este ámbito[2], sobretodo en cuanto a investigaciones y desarrollo teórico, en Latinoamérica, siendo encontrado mayoritariamente material en inglés.
Del material encontrado, los estudios señalan que las y los terapeutas ocupacionales presentan dificultades al momento de enfrentar la temática sexual en la práctica, registrándose estereotipos, incomodidad y actitudes negativas de parte de los profesionales (Goot, 2004; Jones, 2005; Tanner, 2012). Además, sentían que no sabían cómo vivenciaban los usuarios su sexualidad y que tampoco esto estaba cubierto en su programa formativo por lo que quedaban sin herramientas teórico-prácticas para la intervención (Jones, 2005).
Así, parece necesario ampliar nuestra perspectiva y facilitar otras áreas ocupacionales de las personas, lo que podría darnos una posibilidad para realizar prácticas desde una perspectiva realmente holística, logrando captar y fomentar otra fuente de bienestar y desarrollo personal. Así, a partir del resultado de los antecedentes anteriores y en relación a la temática a investigar, se plantea la siguiente pregunta de investigación:
¿Cuál es la vivencia de la sexualidad en la vida cotidiana de la persona mayor desde la perspectiva de la terapia ocupacional?
De este modo, el propósito de este estudio es identificar la vivencia que la persona mayor presenta de su sexualidad, indagando en sus testimonios y recopilando información que sirva para el desarrollo en profundidad de otras investigaciones que aborden la temática de la sexualidad desde la perspectiva de la terapia ocupacional, posibilitando el desarrollo de estrategias de promoción e intervención, donde se incluyan las experiencias y realidades de esta población. También se espera contribuir a las investigaciones sobre el tema, aportando a las conceptualizaciones y metodologías empleadas en futuros estudios.
PREGUNTA DE LA INVESTIGACIÓN
¿Cuál es la vivencia de la sexualidad en la vida cotidiana de la persona mayor desde la perspectiva de la terapia ocupacional?
OBJETIVOS
Objetivo general
- Analizar la vivencia de la sexualidad en la vida cotidiana de las personas mayores, desde la perspectiva de la terapia ocupacional.
Objetivos específicos
- Describir los sentidos de la sexualidad de la personas mayores en su vida cotidiana.
- Identificar patrones culturales y de género en la vivencia sexual de las personas mayores.
- Indagar en la percepción del cuerpo y su influencia en la vivencia sexual de las personas mayores.
- Explicar las vivencias recogidas desde la terapia ocupacional y proponer acciones concretas para la intervención profesional.
Capítulo 2: Marco teórico
En el siguiente apartado se expondrá la relación desde aspectos teóricos, entre el envejecimiento y la sexualidad, poniendo énfasis en su vivencia en la vida cotidiana y como se relaciona con la corporalidad como elemento subjetivo y el abordaje desde la Terapia Ocupacional.
1. Envejecimiento y sexualidad
En el transcurso de la historia, las definiciones y concepciones de la sexualidad han variado mucho, siendo un tema de debate, polémica e incluso regulación. Distintas miradas han convivido en diversos momentos, pero cualquier definición específica de la sexualidad sería arbitraria y limitante, por lo tanto, en este apartado solo intentaremos describir una aproximación para la comprensión del término y su complejidad, y no una definición absoluta. A continuación se presentan puntos clave para la conceptualización y discusión acerca de la sexualidad en las personas mayores.
Para encontrar indicios de lo que hoy entendemos por sexualidad en la vejez, podemos hacer mención a la cultura judía antigua, donde el ser mayor involucraba la posibilidad de acceder a la sabiduría y la posibilidad de ser jefes de su comunidad, llevando en sus hombros la misión sagrada de guiar al pueblo y aunque este cometido acarreaba renunciar a prácticas consideradas como pecaminosas, dentro de estas no se contaba el abandono de las prácticas sexuales, las que a pesar de no tener necesariamente un fin reproductivo, eran consideradas una bendición (Iacub, 2006). El goce no tenía una edad de término, de lo que puede expresarse en el relato bíblico del origen de los judíos a partir de una pareja mayor (Sara y Abraham).
Esta idea cambió con la influencia de los primeros cristianos, idea que se extiende hasta nuestros días, donde comienza a considerarse al envejecimiento como una consecuencia del pecado original y al sexo como pecaminoso, si se escapa de ciertas reglamentaciones. Bajo esta concepción, la persona mayor debía prepararse para la muerte y purificar su alma a través del alejamiento de los placeres (Iacub, 2008).
En la cultura grecolatina, se empieza a asociar potentemente la vejez con la fealdad, el dolor y la enfermedad mientras que la juventud es vista como la edad donde se cultivaba la belleza, el vigor físico, los placeres y el amor. El cuerpo viejo era asociado a la cercanía con la muerte, la fealdad, el cultivo de la mente más que a las vivencias físicas, por lo que a pesar de que no había una prohibición explícita de la actividad sexual en el adulto mayor, si era apuntada como algo antiestético (Iacub, 2008).
Otra mirada sobre la sexualidad, es la idea del esencialismo, que ha tenido gran expansión e influencia hasta nuestros días. Estamos acostumbrados a pensar, y sentir, que nuestra sexualidad es el recordatorio de nuestra condición biológica, aferrada y expresada en el cuerpo y que está determinada por formas de actuar para resolver una necesidad física como ocurre con el hambre y el sueño (Brigeiro, 2006).
La satisfacción de dicha necesidad se articularía con la función reproductora de los seres humanos. Esta conceptualización se basa en una mirada biologicista de la sexualidad, se caracteriza por entender el comportamiento sexual como determinado por motivaciones innatas, asociadas principalmente al servicio de la procreación y, muchas veces, autónomo respecto a la voluntad de la persona. El sexo es, según este enfoque, un producto de impulsos fisiológicos y pulsiones psicológicas de los individuos que, a su vez, orientan la forma, la frecuencia y el objeto del comportamiento sexual. Otra característica del discurso esencialista arguye que la sexualidad define la identidad genérica de la persona. El sentirse, comportarse y pensarse como hombre o como mujer también sería “natural” y estaría basado en la genitalidad. Entonces, si la sexualidad reproductiva es lo natural, los hombres por naturaleza desearían a las mujeres y las mujeres a los hombres (Brigeiro, 2006), dando pie a una matriz heterosexual que edifica nuestra sociedad (Butler, 2007).
En su significado más simplificado, el esencialismo se basa en la creencia de que las personas y/o fenómenos tienen una “esencia” subyacente, universal e inmutable. Quienes que toman esta posición a menudo utilizan la biología para argumentar que la diferencia y/o comportamiento particular es inmutable.
Para la comprensión contemporánea del envejecimiento representando por la visión esencialista de la sexualidad tenemos la influencia fundamental de la “lente biomédica”. Desde finales del siglo XIX, aparecen estudios científicos, por lo general centrados en la biología y fisiología humana, donde se establecen criterios estrictos para la sexualidad apropiada. Manifestaciones “anormales” de la sexualidad, son juzgados en forma patológica como “perversiones” y sus autores como “pervertidos”. Esto es evidente en el texto fundamental de Richard Von Krafft-Ebing “Psychopathia Sexualis” (1894), por ejemplo, escribe que: “C on ocasión de la satisfacción natural del instinto sexual, toda expresión de la misma que no se corresponde con el propósito de la naturaleza -es decir, la propagación- debe considerarse como perversa” (p. 56). Los primeros sexólogos comenzaron a transformar el sexo no reproductivo de algo que debe ser desaprobado como moralmente sospechoso y visto como una enfermedad o trastorno.
Posteriormente, emergen textos que buscan estandarizar la respuesta sexual, proponiendo comportamientos normales y generando intervenciones para quienes no cumplen con estos criterios, se habla específicamente de los primeros textos que aparecen de esta índole como por ejemplo: Respuesta Sexual Humana de Masters y Johnson (1987), la cual fue publicada originalmente en 1966, en donde se explica gráficamente cuales son paso a paso los momentos que implican una respuesta sexual adecuada mencionando fases como excitación, meseta, orgasmo y resolución dándole a cada uno de estos términos tiempos esperados considerados como normales y volviendo patológicos todos los comportamientos que se salgan de esta media. En sus estudios, se identifica un lento y gradual declive físico del estímulo sexual en las personas mayores, con aumento del tiempo refractario, erecciones lentas, en el hombre y una disminución de la lubricación y coito doloroso en la mujer.
La sexología, hasta nuestros días, ha ejercido una gran influencia en la definición y la demarcación de los límites y características de la sexualidad humana (Amuchástegui y Rodríguez, 2003).
La geriatría también ha ayudado a fomentar esta imagen por informar constantemente y con énfasis de una vejez caracterizada por declive, ya sea físico, psicológico o social. De hecho, nuestras actitudes hacia de las personas mayores han avanzado poco desde uno de los primeros libros de texto de medicina Geriátrica, publicado en 1914, donde aparece la siguiente descripción del cuerpo de una persona mayor, centrándose en la decadencia física: “el pelo fino, uñas quebradizas, piel seca y suelta, músculo desigual textura, mandíbula aflojada, pérdida de los dientes y la postura agachada” (Katz 1996, citado en Gott, 2005, p .10).
Parece que se da por sentado por los académicos, profesionales de la salud y la sociedad en general que “ser viejo” es ser poco saludable con el consecuente proceso de deserotización o desexualización. Para Ledón este hecho “pudiera responder a dos formas de concebir la sexualidad en el contexto de la enfermedad: como inevitablemente ausente, deshecha o disfuncional debido a la enfermedad, o como no lo suficientemente importante como para explorarla y mejorarla” (2005, p. 496).
Es evidente que los juicios sobre la sexualidad normal y anormal se siguen realizando a partir de la norma reproductiva nacida dentro de la tradición cristiana occidental y cimentada por los escritos de los primeros sexólogos desde perspectivas biomédicas. En las prácticas sexuales contemporáneas todavía existe primacía y legitimidad de los aquellos que al menos tienen el potencial de dar lugar a la reproducción –a saber, las relaciones heterosexuales y entre las personas más jóvenes.
Longstaff Mackay (2001 citado en Gott, 2005) refiere que incluso dentro de la sociedad contemporánea, a pesar del “desacoplamiento de la reproducción de las relaciones sexuales a través de bebés de probeta, las madres de alquiler, y la clonación” (p.15), los comportamientos sexuales potencialmente reproductivos son vistos como lo “natural” así, la piedra de tope para la “normalidad” y la aprobación de la sociedad en general, por lo que según los criterios esencialistas las personas mayores quedarían fuera de toda expresión valida y normal de la sexualidad al no tener necesariamente actividad sexual con fines reproductivos y al tener un cuerpo en declive con enlentecimiento de la respuesta y potencia sexual, que lo hace un organismo no apto para la vivencia de este tipo de experiencias.
La imagen de sexualidad que construyen los sujetos y que refuerza la perspectiva biomédica más tradicional, continúa partiendo de un enfoque normativo, fragmentado (en fases, aspectos, disfunciones), despojado de sus vínculos con lo biopsicosocial y que eclipsa la gran relevancia de los aspectos vinculares y de intercambio humano presentes en cada expresión sexual. En palabras de Ledón el resultado de lo anterior es un saber restringido sobre las sexualidades de personas, y procesos de intervención en salud poco coherentes con las necesidades de los usuarios (2011, p 496).
Por otro lado, habría que señalar la existencia de un enfoque de la sexualidad desde el construccionismo (Amuchástegui y Rodríguez, 2005; Córdova, 2003), donde existe un reconocimiento del contexto histórico específico, las variantes sociales y culturales. No se trata de pensar que la sexualidad es un hecho dado en forma natural, sino que más bien debemos cobrar conciencia de que la sexualidad es algo que la sociedad produce de manera compleja. Es un resultado de distintas prácticas sociales que dan significado a las actividades humanas.
Si hacemos caso de todo lo anterior, en realidad la sexualidad es la parte más culturizada de los humanos en el sentido de que el cuerpo por sí mismo, como organismo biológico y fisiológico, no significa nada. Es la cultura la que le otorga significado y a partir de él se organizan estructuras sociales, como por ejemplo, la del género. Como podemos constatar, no queda nada de naturaleza en esa definición.
En esta línea, Foucault (1977) de forma sistemática aplicó un paradigma construccionista a la sexualidad humana. Sostuvo que la sexualidad no es una esencia, tampoco una calidad biológica o la unidad interna natural cuyo carácter es el mismo a través del tiempo y del espacio. Es una construcción cultural. Su significado se deriva de la lengua o el discurso; cada institución en la sociedad tiene un discurso sobre el sexo, una forma de pensar y hablar acerca de la amplia gama de comportamientos y de los actores que participan en la expresión sexual. Para Foucault y el construccionismo, la sexualidad como naturaleza no existe. Más bien es una invención histórica. Los diversos placeres, las prácticas y las fantasías han existido siempre, así como los cuerpos y sus posibilidades, pero no poseen significados intrínsecos.
Lo sexual se construiría a partir de la práctica social por lo que no sería posible comprender lo sexual en términos netamente biológicos ya que el análisis sería sesgado e incompleto. Si hablamos de genitales, cuerpo, relaciones afectivas, nada podemos pensarlo sin evocar los significados culturales inherentes al momento histórico y social en el que nos encontramos. Según su análisis, en el siglo XVIII, la creciente preocupación de los estados con el manejo de la población debido al aumento de la urbanización y de la industrialización, lleva al desarrollo de regulaciones específicas en torno al manejo de los cuerpos: fertilidad y salud reproductiva, salud pública, higiene, sanidad, bienestar familiar y lo sexual; todos temas claves en la vida personal y que el estado tenía interés en regular. Una población ordenada y saludable era, después de todo, fundamental para mantener una mano de obra productiva (Foucault, 1977).
Cada una de estas preocupaciones produjo discursos relacionados a la conducta personal, así nacería el dispositivo de la sexualidad y sus prácticas, conocimiento y discursos contra los cuales los individuos llegaron a evaluar y categorizarse a sí mismos en función de actos de auto-vigilancia y auto-disciplina. De acuerdo a Foucault (1977), lo sexual no ha sido reprimido, sino más bien administrado y ese poder es ejercido sobre los cuerpos y las subjetividades de los individuos por medio de los discursos autoritarios que regulan la conducta sexual. Así, la sexualidad sería una invención moderna, aunque las prácticas y deseos sexuales siempre han estado ahí, lo que varía es el significado que cada cultura y sociedad le atribuye.
En la actual cultura de consumo, la sexualidad se construye con la idea central del éxito, donde para conseguirlo se promueve la imagen de eterna juventud, asociada a la fuerza y vitalidad. De esta manera, el cuerpo se convierte en un proyecto para ser trabajado para el consumo. Vivir en una sociedad que promueve hasta la saciedad un modelo corporal juvenil, puede favorecer que los cambios asociados al envejecimiento se vivan con una cierta angustia (García, 2005).
En el ámbito sexual, desde esta perspectiva, para ser seres deseables y deseantes hay que ser joven y vigoroso, con un cuerpo bello, por lo que la sexualidad se asocia directamente al coito y la apariencia estética dejando otros aspectos fuera del análisis. Para Rodríguez “la sexualidad de la persona anciana, puesta en referencia con esa sexualidad centrada en la genitalidad y el coito, aparece desde luego, como devaluada o inexistente” (2009b, p. 122).
El cuerpo contemporáneo está sujeto a un auto-examen de una manera que no era el caso en el pasado. Las tecnologías para el auto-control y la vigilancia, tales como fotografías, espejos, o cuartos de baño, donde todo el cuerpo se puede observar desnudo, permiten una nueva forma de auto-examen reflexivo en el que el cuerpo y sus cambios se convierten en el foco de atención aguda.
Conforme transcurre el siglo XX, se inicia la posmodernidad y la edad como medio normativo comienza a perder relevancia surgiendo un nuevo discurso social. La edad, en términos numéricos, por sí sola no es un elemento que organice la vida de las personas (Dulcey y Uribe, 2002), pasando a un primer plano las vivencias transcurridas en ese tiempo. No es relevante cuantos años tengo, sino que hago y experimento en aquel tiempo. Acá el orden etario y las expectativas sociales en torno a la edad se flexibilizan, Iacub (2006) define así la situación:
La sociedad se habituó al estudiante de 70 años, al director de universidad de 30, al intendente de 25 años, a la abuela de 35, al jubilado de 50 y al padre de 65 que tiene un hijo en el jardín de infantes. Las normas y restricciones concernientes a la edad pierden importancia (p. 48).
Esta flexibilización de la temporalidad de las edades produce una extensión de la adultez en dos direcciones: hacia atrás (la desaparición de la infancia) y hacia delante (de la tercera edad), lo que lleva al ser humano a vivir como adulto joven, edad que sintetiza las ideas de responsabilidad, autonomía y consumo diversificado (Iacub, 2006). Por otro lado, al cambiar los estilos de vida en la posmodernidad, los mayores pueden tomar al erotismo como un desafío y no como un límite, viviendo su sexualidad con autonomía y privacidad.
Esta representación de la sexualidad, aunque cada día más común, no es algo masificado, aunque quizás, en algunos años más, cuando los jóvenes y adultos de hoy sean personas mayores, esta sea la postura imperante.
El afecto y la necesidad de un otro que esté a nuestro lado son aspectos importantes en cualquier edad. Esta necesidad no se debilita con la edad; lo que sucede es que la expresión sexual es situacional en tiempo y lugar y, por lo tanto, varía de una cultura a otra. De hecho, lo que cuenta como “sexual” en una sociedad o período histórico podría variar en la siguiente. Además, este trabajo propone que la sexualidad no es estática, sino una categoría que, evidentemente, no se puede aislar fuera de las influencias históricas y culturales.
2. Vida cotidiana y sexualidad en las personas mayores
En este apartado pretendemos realizar una breve exploración de posibles líneas conceptuales y teóricas para comprender y explicar el ejercicio de la sexualidad en el marco de la vida cotidiana. La reflexión sobre la conceptualización de la vida cotidiana, nos ayudará a construir la relación entre la construcción social-cultural de la sexualidad, las prácticas que realizan las personas y las potenciales transformaciones que, conforme con esta relación, pueden darse en el campo de expresión de la sexualidad.
Los seres humanos son seres sexuados, y este rasgo básico influirá toda su vida. Cada acto del sujeto estará influido por las conductas y significaciones que les han sido transmitidas desde la infancia y según el género asignado. Pero este proceso, no se realiza en aislamiento. Las personas nacen y se desarrollan en sociedad, comparten con otros, de tal forma que el ser sexuado individual es también un ser social sexual. Así, lo sexual en los seres humanos no se circunscribe a variables únicamente biológicas (como se ha explicado), sino que también se trata de una forma personal y social de moverse y ser dentro de ese cuerpo sexuado (Martínez, 2005). Esta construcción social de la sexualidad no se interrumpe en ningún momento o lugar, es constante y cotidiana.
Para dar sustento a la anterior descripción de la formación como seres sexuales, existen diversos planteamientos teóricos que intentan esclarecer cómo los seres son moldeados por su contexto y momento histórico, pero al mismo tiempo de qué manera el sujeto le da forma a ese entorno y es en este enlace en el que las diversas posturas sobre la vida cotidiana nos pueden ayudar.
Al pensar la vida cotidiana como el punto de encuentro entre los sujetos y la estructura social, podemos reflexionar que dicha cotidianidad no es inamovible y que sería ese espacio donde se desarrollarían las personas como seres sexuales. La vida cotidiana sería el punto en que la historia individual (la micro historia) se relaciona con el tiempo histórico (la macro historia) (Martínez, 2005).
La sexualidad es uno de los múltiples factores que dejan ver la dualidad que construye lo cotidiano: el individuo y la sociedad, ya que siendo una práctica personal, es delineada por una serie de métodos y parámetros de conducta que el sujeto aprende en la comunidad. Desde su nacimiento, las personas socializan de acuerdo con las pautas que ya han sido trazadas de antemano, asimiladas en una especie de “inconsciente colectivo” (Martínez, 2005).
Para Schutz (1974, citado en carrizo, 2001), la vida cotidiana sería esa la parte de la existencia que no requiere verificación adicional más allá de su simple presencia. Es simplemente allí, como evidente y convincente. A esto Schutz lo denomina como epojé de la actitud natural. Esto no significa que las formas de la vida cotidiana son inevitables o inmutables. El punto es, sin embargo, que este tipo de actuaciones son para la mayoría automática, realizada con una vigilancia constante, pero semi-consciente. El sujeto podría dudar eventualmente de su realidad pero para poder ser funcional dentro de la vida cotidiana, suspende toda duda (Carrizo, 2001)
La interpretación del mundo se realizaría a partir de las experiencias previas que han sido trasmitidas a través de proceso de socialización. En este marco los sujetos presuponen que otros también tienen las mismas ideas de la realidad en lo que denomina “reciprocidad de perspectivas” , lo que sería una condición para una realidad compartida y la generación de experiencias significativas personales y sociales, para así favorecer la cohesión social y cultural (Carrizo, 2001).
A menos que un problema específico emerja para exigir nuestra atención, rara vez se produce una pausa para reflexionar sobre las prácticas ritualizadas y mundanas, alrededor de la cual gran parte de nuestra vida cotidiana se organiza. Cuando eso pasa, y surge una disrupción en esta interpretación compartida, podría desequilibrarse la confiabilidad del diario vivir (Carrizo, 2001).
Así, el sistema de sexualidad, con sus principios organizadores, tiene como objetivo mantener el orden. Pero en la vida cotidiana hay veces que ese orden es trastocado, hay cuestionamientos y desafíos que ponen en “peligro” a la comunidad. El sistema sexual está minado por sus propias contradicciones: por una parte, las tensiones entre el deseo individual, y, por otra, las necesidades colectivas (Carrizo, 2001).
En lo que compete a la sexualidad de las personas mayores, podemos encontrar problemáticas que surgen a partir de la no reciprocidad respecto a la idea compartida (o generalizada) de la sexualidad o a la necesidad de encajar en la perspectiva social para favorecer el orden y la cohesión. En nuestra sociedad actual, con la animadversión al cuerpo viejo, donde la sexualidad queda excluida por no tener un fin reproductivo o por estar dificultada biológicamente, la expresión sexual puede ser vista como un hecho pervertido e indecente, esto lo podemos graficar en términos tan despectivos como el viejo verde" y la "viuda alegre" que forman parte del imaginario colectivo y que grafican los estereotipos sociales que castigan a la persona mayor, privándole de su derecho de mantener su actividad sexual satisfactoria (Herrera, 2003). Otro ejemplo afín se da ante el establecimiento de relaciones afectivas en esta etapa de la vida, las que son vistas con recelo, burla e infantilización, situación más compleja cuando es una experiencia luego de la viudez y más aún, si es una mujer, quien es culturalmente más castigadas (Echenique, 2006).
Para Hernando las ideas asociadas al concepto de vejez son “demasiado significativas y los propios adultos mayores de ven en “¨‘la obligación’ de corresponder y asumir el rol asignado puesto que también participan de estos estereotipos culturales” (2005, p. 63), así hay personas que debido a su edad, asumen un rol de enfermo y asexuado negando la posibilidad de cualquier expresión sexual. Ante este escenario, de desajuste de los marcos habituales de referencia, los sujetos se introducen en un arduo, angustiante y más o menos extenso proceso de elaboración y reelaboración, hasta intentar conseguir un esquema nuevamente más o menos integrado y coherente (Faretta, 2013).
Para De Certeau (2000, citado en Martínez, 2005) la vida cotidiana va más allá de la idea de reproducción o continuidad de la estructura social, en el sentido de que las prácticas de los individuos pueden ser variables y diversas, además considera a los sujetos como seres activos en la formación de simbolismos, lo que llevaría a que la continuidad de lo socialmente impuesto por la estructura, mostrará diversificaciones de acuerdo con las reinterpretaciones de los sujetos. Siguiendo la misma idea, para Sherry Ortner (1990, citada en Martínez, 2005), los sujetos si bien actúan bajo representaciones de acción culturalmente trazadas, estas pautas no necesariamente tienen un significado profundo. Los sujetos invocan el esquema cultural cuando lo creen necesario, pero también actúan conforme con sus reflexiones y libre albedrío (Martínez, 2005). La vida cotidiana puede ser “espejo” de lo que ocurre en un periodo histórico, y también puede ser semilla para la historia futura, al realizarse o cultivarse en la vida cotidiana los cambios que luego serán perceptibles.
En este sentido, tal vez podríamos reflexionar que, aunque actualmente se observa más variabilidad de formas de vivir la sexualidad, esto se puede advertir más en personas jóvenes y adultas, en cambio las personas que actualmente son mayores aún vivencian su sexualidad bajo un marco de referencia culturalmente trazado, buscando el orden social para no verse expuestos a ser juzgados. Quizá las nuevas generaciones de personas mayores tendrán vivencias sexuales cotidianas más acordes a reflexiones individuales libres (Iacub, 2006).
3. Vivencia sexual: La corporalidad como elemento subjetivante:
En los apartados anteriores hemos revisado las ideas en cuanto al concepto de sexualidad, luego como estas ideas son transmitidas y reproducidas socialmente sin cuestionamiento, formando parte del entramado de la vida cotidiana y por último (aunque ya dimos algunos atisbos en la sección anterior) esclareceremos como estas ideas son encarnadas por los sujetos.
La vivencia es un fenómeno que expresa nuestra realidad somática. Los cuerpos que somos, en su interacción con el entorno, generan incesantemente vivencias. Y en el acto de vivenciar, el tiempo de la vivencia es el aquí y ahora donde espacio y tiempo se hacen uno. El pasado y el futuro solo existen en tanto que son proyecciones, ya que no tienen espacio, configuran un espacio virtual. Nadie puede decir que “está” en el pasado, ni menos en el futuro, que es proyección pura. Solo vivimos en el espacio-tiempo que llamamos presente y ese espacio-tiempo no es otra cosa que cuerpo (García, 2013).
La vivencia es siempre somática. Lo que vivimos pasa en el cuerpo o a través de él. La experiencia, al contrario, es siempre un fenómeno cognitivo, predominantemente abstracto, que re-crea y re-presenta lo vivido en forma de pasado, es decir, historia. Con el tiempo el cumulo de vivencia de transforma en experiencia.
Si la vivencia es un fenómeno corporal, para analizar la vivencia de la sexualidad debemos conocer el concepto de cuerpo, pero siempre teniendo presente que hablamos desde el cuerpo envejecido. Para esta tesis tomaremos el concepto desde Pierre Bourdieu, para quien el cuerpo es un producto social en el que se ven reflejados la posición social, las condiciones de trabajo, la cultura, entre otros aspectos (Bourdieu, 1986).
Bourdieu enfatiza el concepto de habitus, para luego entender el cuerpo. El habitus son las estructuras mentales que se forman desde la Infancia en términos de prácticas culturales de clase. Es un sistema de disposiciones encarnadas, tendencias que organizan las maneras en que los individuos perciben el mundo social a su alrededor y cómo reaccionan ante él. Estas disposiciones son comúnmente compartidas por personas similares (en términos de clase social, religión, nacionalidad, etnia, educación, profesión, etc.), ya que el habitus se adquiere a través de la mimesis y refleja la realidad vivida en la que los individuos son socializados, su experiencia individual y sus oportunidades. Estas ideas sociales compartidas conducen a la formación de la identidad individual y es en el cuerpo donde se construyen y reconstruyen estas imágenes culturales (Barrera, 2011).
La sexualidad se encuentra íntimamente relacionada con el cuerpo, ya que a través de este la persona vive y se relaciona con su contexto y la cultura en la cual se encuentra inmerso, pero conociendo que el cuerpo es moldeado por lo social ¿Cómo se vive la sexualidad desde un cuerpo envejecido? Pensando que es a través de nuestros cuerpos que experimentamos más inmediatamente las realidades sociales y físicas de envejecimiento, la representación social del cuerpo envejecido influye profundamente en cómo nos sentimos con respecto a la vejez, a las personas mayores y a su sexualidad.
Los cuerpos que envejecen casi siempre se describen de manera desfavorable, a través de la medicalización del envejecimiento, el cuerpo es visto como una máquina que funciona mal, un cuerpo en decadencia, tachado utilizando un vocabulario de descenso con términos tales como “defectuoso”, “perjudicial”, “anormal” y “en desequilibrio” (Tulle, 2008). Esta asociación del cuerpo envejecido con un declive biológico y social inevitable ha dado lugar a lo que se ha denominado el discurso de la caída y la narrativa de decadencia (Gullette 2003, citado en Guilleard, 2014, p. 115). Este discurso se ha sido ampliado para abarcar no sólo los procesos biológicos, sino también culturales, con el declive aprehendido como una propiedad de los cuerpos de envejecimiento y, por extensión, de las propias personas mayores. Mensajes de refuerzo de esta asociación están en todas partes a nuestro alrededor. El desgaste en capital físico y funcional del cuerpo envejecido se utiliza para legitimar la marginación social y económica que sufren las personas mayores, lo anterior ha dado forma a la gestión del envejecimiento. Las personas mayores, o las personas que se ven muy envejecidas, están ausentes de la opinión pública, excluidas del mercado de trabajo, alejadas de espacios públicos y rara vez representados en los medios de comunicación visual (Sibilia, 2012).
En nuestra actual sociedad de consumo los signos de envejecimiento tienen significado simbólico más allá de los signos visibles sobre el cuerpo, siendo reconocidos cada vez más como marcadores de fracaso individual por mantener el cuerpo al estándar de un ideal juvenil. Arrugas en la piel y el pelo gris se encuentran entre la gran cantidad de cambios físicos que acompañan el envejecimiento que, las mujeres en particular, temen porque desafía las nociones aceptables de belleza y femineidad. De hecho, tanto para hombres y mujeres, el cuerpo viejo es la antítesis del cuerpo hermoso, caracterizado por ser delgado y saludable, sin arrugas y, lo más importante, joven conforme a lo que ser sexual representa dentro de nuestra sociedad y que sólo puede lograrse a través de la resistencia a la transición a la vejez. Por ello se comprende el éxito comercial de los productos anti-envejecimiento, las cremas, píldoras y pociones que personas de todas las edades compran cada vez más como un medio aplazar la perspectiva temida de ser reconocido como alguien viejo (Aafjes, 2005).
Estas situaciones cotidianas pueden verse también reflejadas en las políticas públicas, como los programas de salud sexual, donde las personas mayores no representan el público objetivo, el cual está compuesto principalmente por jóvenes y adultos jóvenes, en los que se abordan temáticas, como la anticoncepción y prevención de infecciones de transmisión sexual (Echeñique, 2006). En el caso de las personas mayores, al estar su sexualidad invisibilizada “se les niega el acceso a una vida sexual segura, satisfactoria, plena y el derecho a una educación sexual que responda a sus problemáticas e inquietudes” (Pedraza, 2014, p. 252).
Un reflejo de lo anterior es el aumento en los casos de contagio de VIH en la población mayor de 50 años (Stuardo y Gajardo, 2016). Este aumento de casos ha sido acompañado por una feminización del diagnóstico, sobre lo que Echenique (2006) reflexiona que las pocas políticas públicas de salud sexual en los que se considera a personas mayores, están centradas en la salud femenina, permitiendo a las mujeres una mayor facilidad para explicitar sus necesidades y tener diagnósticos de manera oportuna, lo que no sucedería con los hombres, a quienes la idea de masculinidad, fuerza y juventud hegemónica puede contribuir a la subutilización de los recursos sanitarios (Cameron y Bernardes, 1998).
Estos esquemas culturales, al ser naturalizados y asimilados, son reproducidos en la sociedad y reforzados por los medios de comunicación y socialización y tendrán directas repercusiones sobre la autopercepción y la expresión de la sexualidad de las persona mayores, ya que se carece de una imagen positiva que permita que se configuren como seres sexuados, siendo deslegitimados ante la hegemonía del cuerpo joven.
4. Género, sexualidad y sus manifestaciones en las personas mayores
En las anteriores secciones, se ha vislumbrado que existen ideas sociales que ahondan las diferencias entre géneros y que luego repercuten en la concepción de cuerpo y en la expresión de la sexualidad, por lo que parece relevante realizar un apartado para analizar como el género repercute en la expresión de la sexualidad.
En el siguiente apartado, se presentan diversas definiciones de género, además se incluyen diferentes construcciones socioculturales relacionadas al ser hombre y ser mujer, definiendo los roles y/o responsabilidades esperadas para cada sexo y la relación que se establece, a partir de las representaciones de género, para la sexualidad de las personas mayores.
En primera instancia, nos enfocaremos en describir algunas definiciones de género. La primera cita identificada en 1955, es referida en 1709, por M. W. Montagu a la señora Wortley, “del bello sexo, mi único consuelo por ser de ese género ha sido la seguridad que me ha dado de que no me casare nunca con alguien de él” (Money, 1994, citado en García, 2003). Acá el término de género se concibe como igual al sexo biológico.
Al contrario, para Scott (1990, p. 44), “[e]l género es un elemento constitutivo de las relaciones sexuales basadas en las diferencias que distingue a los sexos, es una forma primaria de relaciones significativas de poder”. Por tanto, la identidad y roles de género no pueden considerarse como transmitidos por un medio natural o fijo, sino que cercanamente imbricados en el escenario cultural en que se vive. Citando a De Beauvoir (1949, p. 109), la autora comienza con la frase “[n]o se nace mujer: se llega a serlo”, es decir, el género es una construcción cultural que se inicia desde la infancia y que se ha edificado sobre el sexo; no existe una esencia femenina ni una esencia masculina. Por lo que el género no estaría ligado al sexo biológico, sino que sería una construcción social.
Ahora bien, podemos hablar de la historia del género como a una transformación continua sobre lo que se considera como masculino y la femenino, con una marcada prevalencia por la diferenciación y segregación sexual, que ha sido base para la dominación de los hombres sobre las mujeres.
Situar la devaluación de lo femenino y el rol de la mujer en un tiempo histórico es altamente complejo, por lo cual citaremos diferentes momentos históricos, logrando visualizar las transiciones del género en diferentes épocas, logrando identificar como se ha desvalorizado la imagen de la mujer y se le ha dado la superioridad al hombre.
Para comenzar, en un tiempo prehistórico previo al neolítico (8000 a.C.) donde la vida y la reproducción biológica eran fundamentales para la conservación del grupo a la vez que constituían un misterio, la maternidad y la tierra -identificadas entre sí con la fertilidad- despertaron la veneración hacia la figura de la diosa madre asimilada a la madre tierra (Caudet, 1994, citado en Rodríguez, 2009a). Pero, en las sociedades que conceptualizaban el poder supremo del universo como una Diosa, reverenciada como sabia y justa fuente de todas nuestras dádivas materiales y espirituales, las mujeres se inclinarían a internalizar una auto-imagen bien diferente. Con un modelo tan poderoso, ellas tenderían a considerar su derecho a tener participación activa y asumir el liderazgo en el desarrollo y uso de las tecnologías materiales y espirituales. (Eisler, 2008 , p. 13 ), por lo cual, se gestó una línea de orden social enfocado desde lo femenino.
Meier-Seethaler (citado en Rullmall & Schlegel, 2000, p. 13) concluye, a partir de esto, que incluso es posible admitir para la prehistoria una orientación predominantemente matricéntrica, ya que “solo una mitad de la humanidad genera vida ostensiblemente, y por eso en los comienzos de la cultura humana existe la veneración de lo femenino, como lo numinoso que encierra el misterio de la vida”. A su vez, se distinguirá diferentes conceptos relacionados al orden social mencionado; en primera instancia se define como “Matricéntrico, significa que el reparto del poder se hacía en forma mucho más igualitaria que hoy” (Rullmall & Schlegel, 2000, p. 19). Lerner (1986, p. 32) también define otro concepto el matriarcado “cuando las mujeres tienen un poder sobre los hombres y no a su lado, cuando ese poder incluye la esfera pública y las relaciones con el exterior, y cuando las mujeres toman decisiones importantes no sólo dentro de su grupo de parentesco sino también en el de su comunidad”, con las características mencionadas esta definición se podría homologar al patriarcado. Por tanto, se da énfasis que el poder femenino en esta época, estaba orientado hacia lo matricéntrico, sin rigidizar el orden social, pero jerarquizando el poder de la mujer.
Durante el período Neolítico, a causa de la revolución agrícola, desde el punto de vista de Hernando (2005) se considera el comienzo de la “sociedad patriarcal” por una variación en las actividades asignadas a ambos sexos, estableciendo a las mujeres al ámbito doméstico y los hombres las de producción agrícola, ganadera o artesanal. A continuación, en la Ilustración, se marcó una nueva etapa en la que la razón trataba de imponerse sobre el mito y la religión. En la búsqueda de un conocimiento sistemático de los fenómenos naturales y sociales surgió la consideración de la mujer y de su papel en la sociedad, pero a pesar de las transformaciones en el ámbito ideológico, político y económico prevaleció la creencia de que las mujeres no eran aptas para la creación de conocimiento, en tanto que eran seres delicados y emocionales. La educación de la mujer era un asunto privado y se desarrollaba en el ámbito doméstico, donde la madre enseñaba a sus hijas los saberes esenciales para desarrollar las funciones “propias del sexo femenino” en el espacio físico y social que le había asignado la sociedad patriarcal, el hogar, en su calidad de madre, hija o esposa; al mismo tiempo le transmitía los valores y las pautas de conducta que debían orientar su vida personal y de relación en el medio social de procedencia” (Benso, 2006, p. 4).
Ahora bien desde visión del catolicismo, a partir de los escritos sobre los inicios y origen de la vida, se describe lo siguiente “(…) El que Eva fue creada después y a partir de Adán (el hombre) ha justificado veinte siglos el hecho de que la mujer debieses obedecer al varón y sentirse inferior a él pues había sido a imagen suya y él lo había sido a imagen de Dios”. (Génesis 1 y 2, cit. Sau, 2000, p. 109). A su vez, la imagen de La virgen María y Eva, se contraponen, una siendo referente de pureza, virginidad y erotismo negado y la otra como cita Lagarde (2005, p. 569), “Eva, la incestuosa, la tentadora, quien llevo a todas las perdidas, es a la vez la madre universal”, pero que nos permite relacionar que ella, es la madre de todas y todos.
Por otra parte, en la Edad Contemporánea el patriarcado se instaura en la llegada de la industrialización, y se caracteriza por la opresión femenina por parte del hombre, manteniendo un control sobre sus esposas e hijas. Walby (1990, citado en McDowell, 2000) afirma que las sociedades patriarcales en las sociedades industriales avanzadas se construyen y se mantienen gracias a seis estructuras analíticas separables, en las que los hombres dominan y explotan a las mujeres: (a) la producción doméstica (los hombres se apropian del valor domestico no remunerado); (b) las relaciones patriarcales en el trabajo remunerado (las mujeres quedan relegadas a las tareas peor pagadas); (c) las relaciones patriarcales en el plano del estado; (d) la violencia machista; (e) las relaciones patriarcales en el terreno de la sexualidad (el hombre controla el cuerpo femenino); y (f) las relaciones patriarcales en las instituciones culturales.
Con esta última representación, podemos manifestar que las mujeres han vivido históricamente situaciones de privación ocupacional, según Whiteford (2004 citada en Moruno & Fernández, p. 49) es definida como: “[u]n estado de exclusión de la participación en actividades necesarias y/o significativas debido a factores que están fuera del control inmediato del individuo”, por lo tanto, en relación a la educación formal, se puede visualizar la exclusión de la mujer, frente a las elecciones ocupacionales durante este periodo, donde estaban excluidas y destinadas a permanecer en el hogar, donde se les prohibían la participación activa, plasmando la naturalización del papel femenino, con lo doméstico y a su vez, la inferioridad de género, esto perduro por muchos años, pero actualmente se vivenció como un cambio radical, a favor de la libre elección de las mujeres y en este caso específicamente en el ingreso a la educación formal como un derecho universal, tanto en nivel primario y como superior.
Ahora bien, para contextualizar los sucesos antes mencionados describiremos la cultura. Según Dyck (1998, citado en Iwama y Simó 2008) la cultura es el: “sistema compartido de significados que abarca ideas, conceptos y conocimientos, e incluye creencias, valores y normas que forman los estándares y las reglas de comportamiento que realizan las personas en su vida cotidiana”, por otra parte, desde la AOTA, se define el contexto cultural, como “Costumbres, creencias, patrones de actividad, estándares de comportamientos y expectativas aceptadas por la sociedad a la cual pertenece el cliente .Incluye el origen étnico y los valores así como los aspectos políticos, tales como las leyes que impiden la accesibilidad a determinados recursos y que confirman los derechos de la persona. Además, incluye oportunidades para la educación, empleo y el apoyo económico” (2010, p. 64), Por tanto, la reproducción cultural solo es posible por la transmisión intergeneracional de ideas en la vida cotidiana de las personas, hombres y mujeres, quienes transmite a otros las concepciones de género y sus roles (Katchadourian, 1997).
Debido a lo antes mencionado, desde pequeños aprendemos y conocemos lo que se considera por la realidad que se impone desde lo masculino y lo femenino, por ejemplo, en el caso de los hombres, las expectativas que se transmiten a ellos son, en palabras de Ramírez (2000, citado en Campos, 2007, p. 25), “prepararnos para ser el hombre-dueño-jefe-padre que tomará algún día el papel del hombre adulto”, lo cual inconscientemente va configurando en su vida para ser proveedores y/o protectores, con una llamativa imagen de poder. Ahora bien, se configura un concepto que destaca una relevancia cultural y que determina por qué (basado sobre supuestos) los hombres se comportan de determinada forma, según Benjamin (1988, citado en Bonino, 2002, p. 9) “la masculinidad homogénea, es la configuración normativizante de prácticas sociales para los varones predominante en nuestra cultura patriarcal, con variaciones pero persistente. No es intrínseca al sujeto sino que lo preexiste, y la identidad masculina se construye determinada por ella, que opera a nivel subjetivo y corporal dando las pautas conformadoras para el llamado proceso de masculinización o socialización de género.
Por su parte, a las mujeres se les transmite que su vida debe transcurrir preferentemente al interior del hogar, donde la maternidad las norma y construye para el cuidado de otros, además de administrar los recursos de la casa, la limpieza del hogar y la reproducción social y cultural de la prole. Lo anterior, conlleva a desarrollar rutinas rígidas, vidas monótonas con ausencia de proyectos propios, debido a la dedicación hacia los demás, provocando así una insatisfacción individual y/o social. Por el contrario, la ausencia de domesticidad ha permitido disfrutar a los hombres de un espacio social más extenso que el de las mujeres (Rivera, 1996).
Las normas sociales y las expectativas en torno al género, repercute directamente en la forma de expresión sexual, jugando un rol respecto a lo que se considera o no adecuado, sobretodo en el caso de las mujeres (Arancibia, 2002). Para Hornstein (1951) la sexualidad no estaría en la naturaleza femenina, así que la mantención de relaciones sexuales y otros contactos físicos, no serían importantes, ya que las mujeres podrían expresar su femineidad de otras maneras, siendo una muestra de la negación de la sexualidad femenina y relegando a la mujer a otras actividades que serían más adecuadas de acuerdo a su género. Por su parte Capellá (1997, citado en Rodríguez, 2009a p. 216), afirma que “[e]s así que la sexualidad masculina queda rigurosamente enmarcada por su órgano genital, vetándose otras posibilidades de placer; mientras la femenina es vetada en su genitalidad y propiciada en su vertiente extragenital”. Esta visión de la sexualidad femenina como inexistente, donde la mujer debe reflejar el ser virgen, pura y abnegada, más aun en su rol de madre y esposa está ligada a esa necesidad de controlar la sexualidad y expresa la posesión del cuerpo por un hombre. Los cuerpos de las mujeres, fundamentales para el placer masculino y para la reproducción, no han pertenecido a las mujeres, sino a los compañeros, a los hijos, a las iglesias, a los Estados (Rivera, 1996).
Ahora bien, respecto a las uniones entre hombres y mujeres, en el pasado histórico éstas raramente se construían sobre el amor, siendo este un “sentimiento” relativamente nuevo en la historia de la humanidad. Al contrario, una amplia gama de posibilidades han unido a las personas, desde las más pacíficas como el intercambio hasta las más violentas como el rapto o la captura, pasando por las alianzas estratégicas para la pacificación o unión de territorios, y en el pasado histórico, desconocido el amor, las parejas se unían tras el acuerdo y la autorización paterna; la entrega del padre al marido “cosificaba” a las mujeres y las equiparaba a un mero un bien intercambiable (Lerner, 1990, citado en Rodríguez 2009a, p. 217)
En cuanto al matrimonio, podría haber surgido como una vía de pacificación en la apropiación de las mujeres, que se funda sobre un pacto entre los hombres sobre el cuerpo de las mujeres por el que un padre entrega de una hija a otro hombre. Un pacto que Rivera (1996, p. 39), retomando el concepto de Pateman (1995) denomina “contrato sexual”, realizado entre hombres y mujer. Por consiguiente, el marido ha sido la figura central del matrimonio, destinatario y usufructuario de todos los valores que se proponen a los cónyuges, de la dedicación del sujeto femenino a la cobertura de sus necesidades y las de la familia). Así, “El hombre no debe amar a la mujer, a ninguna mujer -la madre es una excepción, funesta en tanto que excepción- porque amar al inferior, al subordinado, equivale a hacerse su igual y debilitarse” (Sau, 2000, p. 191).
En relación al género y sexualidad en las personas mayores de hoy, ellos nacieron alrededor de los años 40 y 50 y fueron culturizados en una sociedad donde el sistema patriarcal, estaba fuertemente arraigado en sus costumbres, marcado por el control del hombre sobre la mujer y la sexualidad vista como un tema tabú. Aún así, los estudios muestran que los roles de género tienden a ser más flexibles durante la vejez, así las mujeres tienden a participar en actividades fuera de casa (como juntas de vecinos, grupos de personas mayores y talleres) y los hombres, luego de la jubilación, pueden desarrollar algunas actividades dentro del ámbito doméstico, como realizar compras para el hogar, dedicarse a la jardinería y apoyar en el cuidado de los nietos (Wilson, 1996; Iacub, 2006). Aunque, igualmente prevalece el rol de cuidadora de la mujer, ahora a cargo del cuidado de su pareja (Wilson, 1996).
En cuanto a la sexualidad, según un estudio realizado por Brigeiro (2002, p. 85) “[l]os hombres mayores son referidos como especialmente más limitados en su concepción de sexualidad, en comparación con las mujeres, tendiendo a concentrar sus intereses en la región genital y en el recurso de la penetración”, por lo que aún, durante la vejez, los hombres centrarían su sexualidad en lo genital, como expresión de masculinidad. En las mujeres hay investigaciones donde se percibe una mayor libertad en cuanto a la sexualidad a medida que esta envejece, ligada a la pérdida del temor al embarazo y la aceptación del cuerpo, aun así se observa que la institución del matrimonio, sigue teniendo una influencia importante, donde las mujeres sienten que deben cumplir con las labores dedicadas a su rol de esposa (mantenerse al lado de su pareja, cuidarlo y estar dispuesta a las relaciones sexuales).
Lo más probable es que las nuevas generaciones de personas mayores, varíen su interpretación, con la masificación de ideologías que buscan la igualdad de género y los estudios realizados desde perspectiva de género, donde el análisis social parte de la idea que las diferencias entre hombres y mujeres son de raíz cultural y no ligada a su sexo biológico, por lo que eventualmente podría lograrse una igualdad si se hacen acciones que se dirijan hacia cambio de estas miradas tradicionales.
5. Terapia ocupacional y sexualidad: La sexualidad como ocupación con sentido
Dentro de la literatura de terapia ocupacional existen puntos de vista diversos acerca de cómo conceptualizar la sexualidad. A partir de una revisión de la bibliografía podemos encontrar que ha sido concebida como una actividad, ocupación o simplemente como un tema fuera del dominio de disciplinar.
La AOTA en su Marco de trabajo para la práctica de terapia ocupacional (2010) conceptualiza la actividad sexual como una actividad de la vida diaria (AVD) definiéndola como “la participación en actividades que producen en la satisfacción sexual” (p. 10), a pesar de lo breve de la definición es valorable que aparezca en el documento, ya que valida a la sexualidad como un área para la práctica.
Por su parte una figura principal en la terapia ocupacional, Gary Kielhofner dice que: “[l]as narrativas por fuera del dominio ocupacional –es decir fuera del dominio disciplinar- pueden ser aquellas asociadas con sexualidad/intimidad o espiritualidad” (2004, p 163). Kielhofner cree que la actividad sexual tiene sus raíces en la función biológica, que es algo que estamos haciendo para asegurar la reproducción y la supervivencia de nuestros propios genes y la especie humana, y por lo tanto, desde su perspectiva, se trata de una actividad que se basa en los instintos biológicos y no de una ocupación significativa.
Se reconoce que los terapeutas ocupacionales trabajan con sus usuarios para tratar de encontrar soluciones a las situaciones que interfieren con la posibilidad de desempeñar ocupaciones significativas. Las ocupaciones de este sentido son más que puestos de trabajo o simples tareas ya que ayudan a definir lo que somos y cómo nos sentimos acerca de nosotros mismos y nuestras vidas (Henderson, 1996; Polatajko, 1997).
Para el propósito de esta tesis, consideraremos aquí la sexualidad como una ocupación, ya que por lo que hemos revisado anteriormente, hay más en la sexualidad que simplemente el acto sexual. Para Weeks (2003, citado en Sakellariou y Simó, 2006), la naturaleza ocupacional de la sexualidad se expresa a través de muchas actividades y es parte integral de la naturaleza humana, impregnando todo lo que las personas hacen. La sexualidad es un reflejo de la cultura y puede tener un efecto sobre la formación de la identidad y el mantenimiento de la salud, la funcionalidad y la autoestima. Ser capaz de tener una vida sexual plena, está estrechamente ligada a la propia identidad y el sentimiento de satisfacción con la vida.
La ocupación es un proceso dinámico de relaciones entre la persona y sus contextos y es a través de la participación que se construye y se transforma su subjetividad (Rubio y Sanabria, 2011). Para Guajardo (2012) “[l]a ocupación no está separada de las personas, no es un elemento mediador con el ambiente, no es un método de intervención” (p. 24), por lo tanto la ocupación no se halla escindida de las personas asimismo sólo obtiene significado y pueden ser entendida estando en relación con otros.
Para la terapia ocupacional uno de sus propósitos es facilitar el acceso a ocupaciones valiosas para cada persona conforme a sus motivaciones e intereses. Sin embargo, debido a lo controvertido que puede llegar a la sexualidad, esta queda eclipsada ante otras ocupaciones más habituales en la práctica, haciendo que la sexualidad permanezca como un área de intervención relegada por los terapeutas ocupacionales (Pedraza, 2014).
En el caso de las personas mayores, sucede que además la sociedad pretende separar a la persona de su sexualidad en un intento de ocultar aquello que se considera como incomodo e inadecuado, siendo cubierto de inocencia y burlas que van revalidando las ideas estereotipadas al respecto, siendo importante considerar las ideas alrededor de este grupo que influyen en su sexualidad y cuyo cambio es un propósito sustancial si se quiere proponer la sexualidad como motivo de bienestar, puesto que de continuar naturalizando el patrón de sexualidad ajustado a la sociedad de mercado (limitada a la juventud, belleza física y genitalidad) pueden verse anulada su expresión y exploración. Este menoscabo en el sentido de eficacia y las dificultades en el acceso y disfrute nos aproxima al concepto de privación ocupacional. Para Wilcock (citada en Moruno, 2012, p. 48) estas circunstancias pueden ser “(…) la pobreza o el poder adquisitivo, los valores culturales, las normas o regulaciones legales locales y las limitaciones impuestas por los sistemas educativos o de servicios sociales, así como la enfermedad y la discapacidad”, las cuales pueden restringir el acceso a ocupaciones significativas y al desarrollo de habilidades. Estas barreras en el acceso pueden llevar a una situación de injusticia ocupacional, que se define como la injusticia que ocurre cuando “la participación en las ocupaciones es prohibida, confinada, restringida, segregada, prohibida, subdesarrollada, perturbada, alienada, marginada, explotada, excluida o restringida de otra manera” (Townsend y Wilcock 2004, p. 77) Además, se cree que esto se debe a razones que no están dentro del control inmediato del individuo. De hecho, en su exploración del concepto de injusticia, Cohen (2004, citado en Sakellariou y Simó) afirmó que la pregunta fundamental que debe hacerse es si un individuo tiene un nivel de satisfacción inferior debido a razones fuera de su control.
Así, las influencias culturales en las ocupaciones se reconocen como componentes del sentido y significado (Yerxa 1991; Christiansen 1994), por lo que desde la terapia ocupacional podemos desenvolvernos como agentes de cambio al analizar las razones que subyacen a esta injusticia a partir de un estudio de las condiciones socio-históricas subyacentes y las referencias directas de los involucrados.
6. La sexualidad y el abordaje desde la terapia ocupacional
Si bien los terapeutas se consideran a sí mismos como proveedores de atención integrales que permiten la participación en ocupaciones con significado, la literatura pone en relieve la brecha entre la ideología y la práctica, donde los terapeutas ocupacionales creen que abordar la sexualidad está dentro de su función, sin embargo no muchos suelen incorporarlo en la práctica diaria. Couldrick (1998) cree que un componente clave de la terapia ocupacional es el holismo, y holismo unifica todas las facetas de una persona, incluyendo su sexualidad y su expresión. La misma autora considera que la actividad sexual debe mantener la misma importancia en el ejercicio de la terapia ocupacional como el cuidado personal, trabajo y ocio, ya que en ocasiones puede ser más valorada para un individuo que los aspectos que son comúnmente evaluados y preguntados (Couldrick, 2005).
Hay pocos textos donde se ahonde en el rol del terapeuta ocupacional en esta área. Un ejemplo interesante es el texto de Torices (1995) quien pone énfasis en la formación que debería tener el profesional previamente a la intervención y luego propone acciones que cotidianamente se realizan en la práctica, pero llevándolas al campo de la sexualidad, como la mantención y/o rehabilitación de habilidades (motoras y cognitivas), modificaciones de la actividad y del entorno que faciliten la expresión de la sexualidad. En el texto de MacRae (2013), destacan las acciones de promoción, como la educación a los usuarios, pero también a familia y cuidadores, en distintos contextos (casa, hospital, centro de rehabilitación), con el fin de informar, apoyar el reconocimiento de la sexualidad en las personas mayores y la favorecer la privacidad en lugares compartidos. Por su parte Pedraza (2014) considera que todas las acciones realizadas en la intervención en este ámbito no solo deben tener un fin rehabilitador o informativo, sino que deberían tener como objetivos el empoderamiento, la validación de los sujetos, así como un aumento en la calidad de vida.
A pesar de lo anterior, diversas barreras para hacer frente a la sexualidad se han identificado en la literatura, siendo numerosos los estudios encontrados sobre este punto. Jones (2005) investigó que elementos causaban más incomodidad a estudiantes de terapia ocupacional cuando se enfrentaban al tema de la sexualidad con sus usuarios y que sentían que faltaba para superar esa sensación. Las temáticas que más causaban incomodidad eran los usuarios que preguntaban por la masturbación y cómo hacerlo bajo ciertas condiciones de salud y cuando alguien les hacía abiertamente un comentario acerca de su vida sexual. Por otro lado, sentían que no sabían cómo vivenciaban los usuarios su sexualidad y que tampoco esto estaba cubierto en su programa formativo universitario por lo que quedaban sin herramientas teórico-prácticas para la intervención. La investigación de Tanner (2012), mostró que aunque los terapeutas consideraban que la sexualidad era una parte fundamental en la vida de una persona, la mayoría no iniciaba el tema en una entrevista, ni hacia preguntas respecto y además sentían que sus competencias y conocimientos en el área no eran suficientes como para abordarlo de manera efectiva. Por su parte Penna y Sheehy (2000) encontraron que los terapeutas con mayor experiencia eran más propensos a considerar que la sexualidad se encuentra dentro del dominio de la terapia ocupacional en comparación con sus pares con menos práctica. En resumen, las barreras identificadas incluyen principalmente el nivel de confort, la actitud personal, conocimientos, recursos y la experiencia previa. Aunque esto no es exclusivo de los terapeutas ocupacionales y parece ser transversal a otros profesionales de salud y la incomodidad parece ahondarse cuando los consultantes son personas mayores.
Una investigación llevada a cabo por Goot (2004) demostró la presencia de estereotipos y actitudes negativas de profesionales sanitarios referidas a la sexualidad en las personas mayores. Los participantes reconocían que tendían a pensar en el sexo como algo menos importante y relevante que otras cuestiones. Con anterioridad, Steinke (1997) en un estudio realizado con personal de enfermería que trabajaba en varias residencias de personas mayores, dejo manifiesto el profundo desconocimiento de la sexualidad en la vejez, así como de cuáles deberían ser sus actuaciones como profesionales.
Mientras que la mayoría de los estudios existentes en el área de la terapia ocupacional y la sexualidad han mostrado que los terapeutas ocupacionales se sienten preparados de manera inadecuada para su abordaje, existe también consenso en que la intervención del terapeuta ocupacional en el ámbito sexual puede ser ampliamente beneficiosa para los usuarios (Penna y Sheehy, 2000, MacRae, 2013, Pedraza, 2014).
Los terapeutas ocupacionales tienen la capacidad de analizar las barreras para fomentar la realización de una ocupación y la capacidad de seleccionar técnicas, adaptaciones y otras intervenciones para apoyar el desempeño. Cuando una lesión, enfermedad, barreras sociales u otro problema limita la capacidad de una persona para participar en sus actividades de expresión sexual, un terapeuta ocupacional puede apoyar a las personas a encontrar formas de búsqueda, reconocimiento y potencialización de las capacidades de las persona, informando y siempre teniendo en consideración que como fin último, no es sino el aumento en la calidad de vida.
Capítulo 3: Marco Metodológico
1. Diseño metodológico
El fenómeno de estudio que se pretende investigar, nos conduce al empleo del enfoque cualitativo, pues su referente metodológico nos permitirá una mejor comprensión de lo que se espera lograr a través de esta investigación. La investigación cualitativa produce hallazgos a los que no se llega por medio de procedimientos estadísticos y suele tratarse de investigaciones sobre las experiencias vividas de la gente, emociones y sentimientos (Strauss y Corbin, 2002).
El enfoque cualitativo pretende desarrollar un análisis profundo que facilite la comprensión de los fenómenos. Éste es inductivo ya que a partir de la información obtenida y su interpretación, se pueden desarrollar conceptos y/o teorías, para así entender la complejidad de la realidad, de manera que interprete la conducta humana desde el propio marco de referencia de quien actúa, de manera que interprete la conducta humana desde el propio marco de referencia de quien actúa (Taylor y Bogdan, 2000). Éste permite explorar sustancialmente la experiencia, el conocimiento y la visión de mundo de las personas. Además, identifica la manera en cómo incide la ideología o discurso social dominante en sus vidas, de manera que se comprenda la resistencia, adaptación o complicidad de las personas con las estructuras sociales y relaciones de poder (Profitt, 2003).
Se puede afirmar además que la investigación cualitativa “es un intento de obtener una comprensión profunda de los significados y definiciones de la situación tal como la presentan las/os sujetos, más que la producción de una medida cuantitativa de sus características o conducta” (Jiménez, 2000, p. 5). Teniendo en consideración éstas y otras definiciones, la perspectiva cualitativa presenta características que hacen coherente su elección a la presente investigación; desde cuáles son sus intereses hasta la posición que las investigadoras deben adoptar.
El paradigma de la presente investigación será de tipo fenomenológico, el cual pone en énfasis en la experiencia y la interpretación. En la conducción de un estudio fenomenológico, el foco estará en la esencia o estructura de una experiencia (fenómeno) explorando sistemáticamente el sentido de lo que acontece y la forma en la que acontece, “el enfoque fenomenológico tiene como foco entender el significado que tienen los eventos [experiencias, actos...] para las personas que serán estudiadas. Los sujetos y su manera de ver el mundo, el significado que éstos atribuyen a los fenómenos de estudio, es lo que constituye la realidad y lo que es importante estudiar” (Maykut y Morehouse, 1994, p. 3).
De acuerdo al nivel de profundidad con que se aborda el fenómeno de estudio el alcance de la investigación es de tipo descriptivo. Los estudios descriptivos buscan especificar las propiedades más relevantes de personas, grupos, comunidades, organizaciones o cualquier otro fenómeno que sea sometido a un proceso de análisis (Dankhe, 1989). Según Méndez (2001): “el estudio descriptivo identifica características del universo de investigación, señala formas de conducta y actitudes, establece comportamientos concretos, descubre, comprueba y analiza las variables de investigación” (p. 137).
Este tipo de investigación se caracteriza por generar datos acudiendo a técnicas específicas de recolección de información, como la observación y la entrevista. Para después realizar un análisis general, tanto de la información de fuente primaria, fuente secundaria, así como de los hallazgos teóricos encontrados en la revisión bibliográfica y presentar un panorama del general del problema.
2. Diseño muestral
a. Criterios de selección de participantes
El acceso a los participantes se realiza en un Centro de Salud Familiar de San Bernardo y una organización social de voluntariado, con los que las investigadoras tienen contacto directo. Con el fin de alcanzar los objetivos de esta investigación y los criterios propuestos para la muestra son los siguientes:
Criterios de inclusión
- Hombres y mujeres, rango etario desde los 65 a 75 años, que presenten habilidades cognitivas indemnes, dado por la capacidad de responder adecuadamente la entrevista (se argumenta este criterio por la presencia de estados avanzados de deterioro cognitivo, que presenta una prevalencia de 20% sobre los 80 años, por lo cual delimita la muestra, estipulando la edad antes mencionada, para dar un rango de variabilidad de 10 años, donde prevalece algún deterioro cognitivo.
- Personas con cualquier estado civil ya que se considera que las prácticas sexuales pueden estar presentes en forma independiente de una pareja.
- Personas que acepten voluntariamente participar en el estudio, respetando el principio de autonomía.
Criterios de exclusión
- Que la persona mayor presente algún deterioro cognitivo u otra condición que dificulte la obtención de información.
La muestra quedo compuesta finalmente por 15 personas, 13 mujeres y 2 hombres, entre 65 y 84 años. Es posible revisar el detalle en el anexo n°2: Caracterización de la muestra.
b. Estrategia de muestreo
La investigación utilizará el tipo de muestreo de tipo intencional, ya que nos permitirá identificar de mejor manera las unidades de observación a entrevistar, siguiendo criterios de conveniencia para el estudio. Respecto al valor de la muestra, esta nos proporcionará información de primera fuente sobre la temática a investigar, con la cual la investigación se irá enriqueciendo durante el proceso.
Cabe señalar, que una vez que se logre la saturación teórica -es decir que los datos obtenidos comienzan a repetirse y dejen de aportar información novedosa- se interrumpirá la búsqueda de información.
3. Técnicas de producción de información
El desarrollo de la investigación y la obtención de la información se recopilarán, a través de entrevistas semiestructuradas, debido a lo íntimo y complejo del tema y por la importancia de cada comentario que pueda expresar la persona al responder al momento de su aplicación. Taylor y Bodgan (2000), entienden las entrevistas en profundidad como aquellos encuentros cara a cara que se dan entre el entrevistador y los participantes, dirigidos hacia la comprensión de las perspectivas que tienen los informantes respecto a sus vidas y vivencias. Desde tal perspectiva, la entrevista en profundidad es una aceptable sustitución de la observación participante cuando no es fácil el acceso a los espacios privados como en el caso de la sexualidad y su expresión. Para comprender la vivencia sexual actual de las personas mayores y su impacto, es necesario enriquecer la información con la compresión de la formación y el contexto en que se ha construido esa vivencia y no solo recopilar datos del momento actual. El guión de entrevista de esta investigación es revisarlo verlo en el anexo n°3.
4. Técnica y procedimientos de análisis de la información
El método de análisis de información, será realizado a través de una aproximación a la teoría fundamentada. Para Hernández (2011) la teoría fundamentada propone construir conceptos que se deriven de la información emanada por “las personas que viven las experiencias que se investigan, así, la conceptualización llega a ser una perspectiva abstracta y simplificada del conocimiento que ellos tienen del mundo y que por cualquier razón se quiere representar” (p. 7). Esta técnica propone la construcción de teorías y/o conceptos a partir del análisis de la información obtenida y no desde un supuesto preestablecido que se quiere verificar.
La información obtenida se trabajará a través de los procedimientos de codificación abierta y codificación axial. A través del procedimiento de codificación abierta se busca la identificación de categorías clave del texto (en este caso entrevista), en diferentes áreas, una forma de hacerlo es el análisis línea por línea otra forma es analizando una oración o párrafo. Al realizar este análisis el investigador puede formularse la siguiente pregunta: ¿cuál es la idea principal que tiene este párrafo u oración? Posteriormente se le debe asignar un nombre y realizar un análisis más detallado de dicho concepto (Hernández, 2011)
Por su parte, el propósito de la codificación axial es el de identificar posibles relaciones entre las dimensiones de las propiedades de las categorías obtenidas La codificación axial procura ejecutar un profundo análisis sobre una categoría y descubrir las interacciones y relaciones entre ellas y otras categorías o subcategorías y propiedades (Hernández, 2011).
Coherente con el resto de la metodología presentada y con los objetivos de esta investigación, el paradigma fenomenológico en conjunto con la teoría fundamentada como técnica de análisis, resulta ser bastante útil para los profesionales de salud para “cuestionar su propio modelo de atención, así como el abordaje terapéutico que realizan y que los conduce a adoptar una nueva perspectiva basada en las percepciones y valores de los pacientes” (Icart, Pulpón, Garrido, y Delgado, 2012, p.1).
5. Aspectos éticos de la investigación
Profundizando en cuestiones éticas en relación a la información y datos personales recogidos durante las entrevistas, estos serán de manejo y conocimiento solo por parte de las investigadoras, manteniendo la confidencialidad de las identidades (asignando nombres ficticios o iniciales) e historia de vida de cada uno de los participantes, los cuales previamente serán informados de los alcances y objetivos de la investigación y luego deberán declarar su intención a través de la firma de una carta de consentimiento informado (ver anexo N°1). Esta investigación se regirá por los principios éticos básicos como son la beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia, logrando así proteger a las personas involucradas.
El principio de beneficencia en esta investigación estará al momento de resguardar la identidad e información brindada por parte de los entrevistados, siendo utilizada por parte de las investigadoras solo con fines de desarrollo de esta investigación, sin exponer los datos recabados en algún otro contexto.
La no maleficencia enfatiza la obligación ética de no hacer daño, es decir omitir actos que puedan causar un daño o perjuicio (Gómez y Maldonado, 2005). No herir susceptibilidades frente a las respuestas brindadas por los personas mayores ni juzgar sus actos.
El principio de autonomía se verá reflejado al momento de considerar las decisiones sobre su participación en el estudio en primer lugar acceder voluntariamente a esta investigación (Roa, 1998), aprobando la grabación de su voz y en segundo lugar se respetará el hecho de que los entrevistaron se expresaran libremente al momento de contestar o rechazar las preguntas de la entrevista.
Por último consecuente con el principio de justicia, se dará oportunidad de participar en la investigación todos quienes lo deseen y expresen su intención y se brindará toda la información que solicite pertinente.
Capítulo 4: Presentación de resultados
A partir de las respuestas obtenidas en las entrevistas se ha construido un cuerpo conceptual basado en elementos emergentes en relación a los objetivos planteados, las definiciones se han configurado desde la opinión de los entrevistados. Este conjunto teórico está conformado por las categorías centrales, dichas categorías están alimentadas de las diversas subcategorías con sus respectivas dimensiones y subdimensiones, las que hicieron más manejable la gran cantidad de información recogida durante la investigación y presentar los resultados en función de los objetivos propuestos. Las definiciones que se exponen en cada nivel, corresponden a definiciones de carácter operativo, a partir de lo referido por los entrevistados/as.
La matriz descriptiva con el desglose completo y detallado (categorías, subcategorías, dimensiones, subdimensiones, saturación y códigos) está disponible para su consulta en el anexo N°5: Tabla con saturaciones por nivel.
Por otro lado para la lectura de los resultados se ha utilizado esta sencilla codificación que ayudará a resguardar la información del participante y facilitará la identificación de la cita en el texto en el caso de necesitar consultar la entrevista
E: Entrevista
R: Respuesta
Ejemplo “le mentiría si a veces no me imagino alguna que otra cosa” (E14R2). La cita ha sido extraída de la entrevista número 14, específicamente de la respuesta número 2.
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I. Categoría 1: Sentidos de la sexualidad
En este apartado se alude a los valores simbólicos que las personas mayores tienen acerca de la sexualidad. A partir del discurso de los/as entrevistado/as la sexualidad es mirada desde posiciones simbólicas, no excluyentes pero agrupadas en dos grandes tendencias que conforman las subcategorías: una que representa a la sexualidad en sentido genital/físico y otro que se relaciona con lo Afectivo corporal.
1. Afectivo corporal
La visión afectiva/física de la sexualidad se ve reflejada en los entrevistados a través de manifestaciones tales como el amor, el afecto, el sentimiento de compañerismo, la valoración hacia la figura de pareja como parte importante y necesaria para la vivencia sexual plena. La manifestación física de los aspectos anteriores, se expresa a través de abrazos, caricias y besos. Desde esta concepción de la sexualidad se desprenden dos dimensiones: vínculo afectivo y estabilidad emocional.
1.1. Vínculo afectivo
Para los/as entrevistados/as el vínculo afectivo es una asociación fuerte, profunda o cercana, entre dos o más personas que puede basarse en el amor, la solidaridad, o algún otro tipo de compromiso social. Las personas mayores entrevistadas pueden encontrar que la conexión emocional con el ser querido se convierte en una parte importante de la expresión sexual al punto de que la comunicación verbal y el contacto físico pueden tomar un lugar preponderante (pero no excluyente) por encima de la actividad sexual genital. De esta dimensión se desprenden dos subdimensiones: demostración afectiva/física y manifestación emocional.
a. Demostración afectiva física
El contacto físico es para los/as entrevistados/as, una forma de comunicación no verbal a través de la cual expresan sentimientos (incluyendo amistad cercana, amor romántico o atracción sexual) por medio de la proximidad física entre personas. Ejemplos de intimidad física incluyen estar dentro del espacio personal de alguien, tomarse de las manos, abrazarse, besarse, acariciar y actividad sexual. Dentro de las manifestaciones físicas más frecuentes referidas por los entrevistados se encuentran los besos, caricias, abrazos. Las relaciones sexuales también aparecen como una demostración física, sin embargo será analizada en un apartado posterior.
“yo siempre le tomo la mano o los pies para dormir, tocar los pies ahora con el calor uno encima por el lado del otro, pero siempre el cariño lo demostramos así (E11R11).
“claro po, si pucha, uno igual de repente abraza a la señora, le da unos besos, es que tiene que ser así. …” (E10R18).
“De hecho, siempre tratamos de dormir unidos, con las manos, que me toque la espalda…” (E15R19).
Las personas que manifestaron esta forma de expresión tienen parejas con quienes la búsqueda de contacto es recíproca y espontánea, tienen buena comunicación, manifiestan abiertamente sentimientos positivos hacia sus parejas y existe una relación de confianza. Adicionalmente, encontramos que en algunas mujeres, una manifestación física de la sexualidad está representada por actividades básicas de la vida diaria, preferentemente aquellas relacionadas con la presentación personal, como lo son el vestirse, la higiene y arreglo personal.
“¿Cómo expresa su sexualidad?”
“En cosas como abrazar, acariciar, besar, hacer el amor, pero también poniéndome linda, me arreglo, me peino, comprándome ropita un poco más atractiva…” (E1R3).
“…hasta en cosas tan pequeñitas como arreglarse, siendo coqueta, abrazando a mi pareja, así expreso lo que soy como mujer” (E3R2).
En las anteriores citas, las actividades que refieren las entrevistadas están dirigidas a la búsqueda de contacto físico a través de aumentar el interés del otro y mostrar el interés propio por la pareja.
Las personas que no hablaron sobre las demostraciones físicas, por lo general, no tienen pareja o tienen relaciones conflictivas, donde muchas emociones son contenidas, existe mala comunicación y se evita cualquier forma de interacción intima.
b. Manifestación emocional
Para los/as entrevistados/as la manifestación emocional involucra expresiones verbales y no verbales, pero observables que comunican un estado interno afectivo y que no necesitan un contacto físico íntimo. La manifestación emocional queda reflejada a través de las referencias a conceptos tales como cariño, amor comprensión, respeto y compañerismo ligados a otro con el que se tiene un lazo afectivo.
“Mire, para mí la sexualidad como uno expresa cariño, amor, emociones a otro con quien tiene una relación puede ser la pareja, el esposo, el pinche, pero todo dentro del respeto mutuo en una relación de pareja, es algo importante para uno, sin eso no se es feliz.” (E1P1R1).
“Para mí, sexualidad es lo que uno hace para expresar su interior, sus sentimientos y emociones hacia otro que uno quiere.” (E3P1R1).
Estas emociones pueden verse reflejadas no necesariamente en un contacto físico íntimo como los revisados en la sección anterior, sino que a través de acciones como la expresión verbal de sentimientos, la preocupación y cuidado hacia el otro.
“Mi marido es re-cariñoso…me dice que me ama mucho, siempre, es muy tierno. Ayer me decía estábamos afuera, te quiero tener tantas comodidades, porque te amo mucho” (E8R35).
Cuando hablamos de que las manifestaciones emocionales están ligados con los lazos afectivos con el otro, no necesariamente hablamos de un vínculo amoroso, ya que en los/as entrevistados/as, que están separados de hecho o con relaciones conyugales difíciles, también es posible ver estas manifestaciones como una forma de manifestar agradecimiento o respeto por el otro y no como una muestra de amor y cariño. Manifestando que el compromiso y/o la unión, persiste simbólicamente.
1.2. Estabilidad emocional
La estabilidad emocional se refiere a la capacidad de permanecer calmados y relajados en situaciones estresantes, desconocidas, de pánico o irritantes. En el caso de los entrevistados, la figura de la pareja parece importante para mantener esta estabilidad, ya que hay una influencia mutua en las emociones del otro miembro de la pareja. La presencia de un compañero en momentos críticos brinda seguridad, la posibilidad de compartir experiencias, oportunidades, etc. A partir de esta dimensión, se desprenden las subdimensiones de Pareja como apoyo y expresión sexual permitida en pareja.
a. Pareja como apoyo
La disposición de otro ante momentos adversos como enfermedades y crisis familiares es valorada, tanto por hombres como mujeres, quienes aprecian la dedicación y la ayuda como una muestra de amor y voluntad.
“…me siento feliz, porque mi marido no me da quehacer, ahora me está apoyando, ahora que estoy así, está pendiente de mí. Se queda conmigo, cuando ella (hija) sale, dice; yo cuido a la vieja. Al final es bonito, uno pelea con él, alega, sino no sería pareja” (E4R16).
“mi marido cuando me acompaña al doctor, prepara la comida todas esas son muestras de afecto que para mí es más que meterse a la cama y listo” (E13R1).
Aquellas personas que manifestaban tener una pareja que les brindaba apoyo en actividades cotidianas, está íntimamente relacionado con la afectividad, donde además se manifiesta un intercambio de roles hacia los hombres, visualizado desde una cultura patriarcal, donde la mujer está ligada a lo domestico, lo cual trasciende los roles de género. La pareja no solo es relevante al validar las preocupaciones y deseos, sino que muchas veces también cada compañero puede influir en el comportamiento del otro de manera positiva, aumentando la seguridad en sí mismos.
“…eso va a tener también un hombre al lado que la quiera como uno es, porque él me quiere como yo soy me acepta, con los rollitos con todo, si no igual yo me sentiría mal con mi cuerpo” (E13R10).
Es relevante destacar que el apoyo mutuo, genera relaciones más sólidas y que finalmente se acompaña de una actividad sexual plena y en una mirada positiva sobre sí mismas.
b. Expresión sexual permitida en pareja
Para los entrevistados la sexualidad es concebida no como experiencia individual sino que compartida, por lo que la presencia de otra persona con la que exista un lazo afectivo es fundamental para expresarse en forma plena. La presencia de una pareja es relevante no solo por el placer físico, sino que por la conexión y soporte emocional con otro.
“si no hay cariño, no hay afectividad, no hay sexo po, con mi pareja po” (E8R33).
“Cuando era joven me veía desesperada a veces (se ríe), me desesperaba porque quería tener relaciones y no podía (ríe) porque no tenía pareja (Como tenía 28 años), pero cuando tuve pareja, ahí tenia sensualidad, cariños y amor” (E4R17).
“¡Lo otro es leseo no más! La sexualidad es en pareja, lo otro ya sería solo sexo por hacerlo no más, sin conexión emocional, si eso es lo más lindo de esto” (E1R2).
A diferencia de la última entrevistada, por lo general los participantes no hacen diferenciación entre los conceptos de sexualidad y sexo. Para ella el sexo corresponde a un acto físico y la sexualidad a una experiencia que involucra sentimientos y conexión con otro.
A pesar que el resto de los/as entrevistados/as se refieren a la sexualidad y sexo en forma indistinta, comparten la idea de que sus manifestaciones deben estar enmarcadas bajo un lazo afectivo que involucre sentimientos hacia otro. Sin embargo vemos que algunas personas tienen conocimiento acerca de la existencia de un discurso social más liberal, que acepta las expresiones sexuales fuera de una pareja, relaciones ocasionales sin compromiso, sin lazo afectivo y le otorga importancia al placer sexual como un derecho legítimo, sin embargo, a pesar de conocerlo, no lo consideran como una opción válida para sus vidas personales.
“Haber yo no concebiría una relación sin sentimientos, ehh vuelvo atrás fui criada a la antigua, y tiene que haber un sentimiento para poder tener relaciones sexuales, ahora las relaciones sexuales que tienen los cabros hoy en día, se ven y van a la cama al tiro, puede ser lujuria, nada más, de sentimiento y afectividad nada”(E15R16).
“…tiene que haber cariño para hacer el amor, porque si no, no es llegar, ya vamos no más y chao, no se puede, tiene que haber afecto para hacer el amor y placer como debe ser” (E7R13).
De las personas entrevistadas, aquellas que no tenían pareja, catalogaban su vida sexual como mala inexistente, debido a que su expresión estaba truncada al no tener un compañero.
“¿Cómo calificaría la sexualidad en la actualidad? ¿Por qué?”
“Mala (ríe), llevo cuatro años, que no tengo la pareja” (E7R4).
“no hay nada, o sea nada que lo facilite, puesto que yo no tengo pareja, no tengo, eso pasa hace 20 años y paso, paso” (E9R5).
Los resultados aquí expuestos se contraponen con lo que planteamos durante la definición de la muestra, donde expusimos la posibilidad de entrevistar a personas sin importar su estado civil, ya que se especuló que sin la presencia de una pareja, también encontraríamos prácticas sexuales independientes de esta figura.
En otras investigaciones (Cayo 2003; Mullo, 2015) se ha visto diferencias entre la percepción de hombres y mujeres acerca de la importancia del vínculo de pareja en la sexualidad, muchos de ellos relacionan a las mujeres con expresiones sexuales más ligadas a los sentimiento y a los hombres solo con manifestaciones sexuales como fuentes de placer. En el caso de nuestro estudio no existieron diferencias entre los relatos de hombres y mujeres, aunque no podríamos ser categóricos debido a la cantidad de hombres en la muestra (2 personas de un total de 15 entrevistados).
Tampoco existieron referencias a manifestaciones en solitario de la sexualidad, como la masturbación, visualización de imágenes eróticas (videos, revistas).
2. Subcategoría 2: Corporal genital
En el apartado anterior quedo manifiesto que para muchos de los entrevistados, el término sexualidad significaba contacto físico y otras manifestaciones físicas a las que se suma un valor afectivo.
En este apartado se analizarán los discursos de las personas mayores, donde el valor simbólico de la sexualidad es predominantemente asociado a la genitalidad, el coito, el funcionamiento sexual y el goce físico.
A partir de esta subcategoría, aparecen dos dimensiones: Satisfacción sexual y Funcionamiento sexual
2.1. Satisfacción sexual
La satisfacción sexual se puede definir como tener vivencias sexuales positivas y placenteras. La valoración que realizan los entrevistados por lo general se hace en relación al goce físico, la manifestación y concreción de los deseos sexuales y los sentimientos que esta vivencia les provoca. De esta dimensión se desprenden las siguientes subdimensiones: Disfrute de las relaciones sexuales y deseo sexual.
a. Disfrute de las relaciones sexuales
En este apartado se hace alusión al placer que las personas experimentan durante la vivencia sexual coital. Los entrevistados dan a conocer su satisfacción a partir de conceptos positivos que van relacionando en el relato con sus vivencias físicas.
“Bonito como pareja, agradable, porque cuando uno se junta con un hombre, lo tiene que pasar bien, lo que tiene pasar agradable, contenta…” (E3R4).
“Para mí es algo rico y bonito, uno lo pasa bien en ese momento cuando está ahí teniendo relaciones con la persona que se quiere” (E14R1).
Algunos de los entrevistados muestran su satisfacción en las relaciones sexuales nombrando los beneficios tanto físicos como afectivos que sienten.
“Yo creo que es parte importante de la vida, si uno tiene derecho a pasarlo bien a sentir cosas, es algo que relaja, que es bueno para mantenerse bien para la salud, algo que te conecta emocionalmente con tu pareja yo no le veo nada malo, la maldad esta en los ojos de los otros” (E1R6).
“…es una actividad bonita y cuando es viejo le puede sacar harto provecho para mantener la salud, para generar lazos de afecto” (E13R13).
El sentido de disfrute con la vida sexual varía, dado que la satisfacción sexual puede estar relacionada con experiencias sexuales anteriores y expectativas mostrando que la satisfacción sexual está positivamente asociada en los entrevistados con la satisfacción de la relación de pareja en general, así como la comunicación y otros aspectos afectivos. Por el contrario, la insatisfacción sexual se ha relacionado con la infidelidad, problemas de comunicación y ausencia de pareja.
Por lo tanto, a pesar de que inicialmente los entrevistados lo relacionan y nombran como algo netamente físico, la satisfacción dentro de la relación puede ser influenciada por la importancia del afecto, pero no por la de la actividad coital por sí misma.
b. Deseo
El deseo ha sido conceptualizado por los entrevistados como un sentimiento que incluye querer tener una experiencia sexual, sentirse receptivo a la iniciación sexual de un compañero y pensar o fantasear sobre tener relaciones sexuales.
“… a veces me sueño en lo más lindo y precioso con él.” (E4R7).
“le mentiría si a veces no me imagino alguna que otra cosa” (E14R2).
Algunas entrevistaras plantearon diferencias entre el deseo sexual de hombres y mujeres
“no es que yo no lo disfrute, pero las mujeres tenemos otro pensar, sobre todo después de una edad ya baja el deseo, al hombre parece que no se le acaba nunca (risas). Es bonito igual, tener sexualidad es lindo, pero no tengo tanto deseo como mi marido”
“Él siempre está con las pilas prendidas, pero yo no” (E5R21).
“una mujer puede vivir sin sexo” (E5R9).
“¿Y el hombre no?”
“No, el hombre no, el hombre no. Yo pienso que el hombre no…el hombre es como un animalito” (E5R10).
En la cita anterior, la entrevistada resalta la sexualidad exacerbada en el hombre, donde manifestado por un carácter más instintivo en relación a la mujer, conducta influida por el contexto socio-cultural, donde se espera que la mujer sea más recatada en relación a la manifestación de sus deseos sexuales.
Además, aquellas entrevistadas con actitudes menos convencionales sobre el papel de las mujeres son más proclives a ser sexualmente activas y manifestar sus deseos. Por el contrario, los entrevistados que manifestaron una disminución o ausencia de deseo, eran aquellos que mantenían relaciones sin un lazo afectivo, historia de infidelidades, mala comunicación con sus parejas y enfermedades presentes en algunos entrevistados.
“Nula, o sea él la busca, pero yo no, o sea dijéramos si yo siento algo, algún deseo alguna atracción, no, ojalá pasaran los días y que nunca me hablara de nada, de nada sexual” (E2R12).
“Ahh mi sexualidad, bueno a esta altura ya no se expresa, no hay nada que a esta altura me excite, me imagino que por ahí sería, porque es algo tan pasivo, tan alejado, que se va poco a poco por lo menos en mi caso perdiéndose” (E11R10).
Además de perder el deseo, pierden el interés en la búsqueda sobre las causas o soluciones, desviando su atención hacia algo (o alguien), como cuidar a los nietos o hacer otras actividades que consideran más relevantes y prioritarias, de acuerdo a lo esperado al rol de género.
“¿Cómo calificaría la sexualidad en la actualidad? ¿Por qué?”
“¿En mi actualidad? Para mí, la dejo en último plano, para mí hay otras cosas a mi edad como prioridad” (E5R7).
“Y ¿por qué ahora no es prioridad?”
“Porque ya no hay deseo, no me siento deseo. Para uno ya ahora es la vida, la... los nietos, hay tantas cosas” (E5R8).
Así, desde las entrevistadas, el deseo sexual depende de factores relacionados a la historia de vida, contexto y rol de género, en lo revisado por Capella (1997) este afirma que existe una diferencia entre el deseo sexual masculino y femenino, donde lo masculino estaría ligado a lo genital y lo femenino a lo extra genital, donde las mujeres dan prioridad a los afectos más que al deseo y experiencia sexual.
2.2. Funcionamiento sexual
La función sexual se define como la medida en que una persona es capaz de participar de una relación sexual. Al hablar de funcionamiento las personas mayores se centraron en la frecuencia sexual, el funcionamiento genital y los problemas biológicos asociados a esto últimos. A partir de esta dimensión de desprenden las subdimensiones de Frecuencia de encuentros y disfunción sexual.
a. Frecuencia de encuentros
La frecuencia sexual es definida por los entrevistados como en número de veces que mantienen actividad sexual coital. Los entrevistados manifestaron en su mayoría una disminución de la frecuencia, la cual podemos ejemplificar con las siguientes citas:
“…de joven era más seguido el amor, ahora no, no sería todos los días, sería diferente” (E7R9).
“Disminuyendo un poco pero por la misma enfermedad de él y la salud de uno, pero es que yo pienso que cuando llega a cierta edad la sexualidad es diferente a la de antes” (E12R7).
“… uno podría decir que uno tenía más ganas y ahora es más reposado, antes era más seguido y ahora no es tanto” (E15R5).
A pesar de lo anterior algunas de las personas que indicaron que su frecuencia había disminuido en comparación a cuando eran jóvenes, recalcaron un aumento en la calidad percibida de las relaciones sexuales.
“Creo que antes era más cantidad (risas), claaaro, tenía más intimidad, más veces, ahora es más regaloneo, no estoy diciendo que antes no existiera eso, pero ahora es más. También creo que estoy más tranquila, uno cuando joven tiene otras preocupaciones, yo vivo sola por lo que puedo estar tranquila en pareja, mis hijos ya están grandes, casados, tienen su vida y yo tengo la mía” (E3R6).
“El sexo ya empieza a disminuir, a la edad de uno ya va bajando, ya no es igual, pero cuando se hace se hace bien y con eso uno queda conforme para un año más (risas) ay señorita” (E10R14).
A pesar que todos los entrevistados que se refirieron a cantidad en general solo una persona hablo de un número estimado de relaciones sexuales.
“no tenemos sexo ehhh, toda la semana, es como, tampoco una cuestión que uno dice a voy a tener sexo mañana, no. Se da cada 15 días ponte tú, o cada 10 días.” (E8R12)
También encontramos un pequeño grupo el cual califica su actividad sexual como nula o inexistente.
“eh…, en cuento a nivel de, yo pienso que en estos momentos para mí no hay. Eh…pero yo la encontré buena en mis tiempos (risa).” (E9R4).
“Ahora nada, con la pura imaginación me conformo (risas)” (E14R3).
A partir de las respuestas anteriores, la frecuencia no es directamente proporcional a la satisfacción, no hay relación que entre más encuentros sexuales tenga una persona obtenga más satisfacción, los entrevistados que indicaron una mejora en la calidad de sus encuentros sexuales en muchos de los complementar con otros aspectos relativos a la afectividad.
En las personas que definieron su frecuencia sexual como nula, se desatacan como factores la ausencia de pareja y perdida del lazo afectivo, donde la mujer permanece en la relación principalmente por el cuidado de su cónyuge.
Por lo visto, la frecuencia de encuentros sexuales no es directamente proporcional a la satisfacción, de hecho los entrevistados afirmaron una mejor calidad en sus encuentros sexuales, relacionado a aspectos relativos a la afectividad y beneficios físicos.
b. Disfunción sexual
La disfunción sexual es definida por las personas cuando sus expectativas, creencias y visiones de cómo su cuerpo funcionará ante una vivencia sexual coital se intersecan con su experiencia real, existiendo una disminución en la capacidad física. Por lo general para valorar la disfunción como tal las personas realizan una comparación de su historia sexual anterior con lo que cree o espera que sea la experiencia. Dentro de las alteraciones que disminuyen esta capacidad, las personas mayores nombran la disfunción eréctil, falta lubricación vaginal y disminución del deseo sexual por causas médicas (cirugía y depresión).
“…pucha de repente como que uno ya empieza a pensar en los años y se empieza a complicar, para el hombre la cosa, así que obligado a comprar la capsulita po.” (E10R6).
El mismo entrevistados manifestaba en repetidas ocasiones el descontento y molestia estar disfunción que se acentuó luego de presentar un accidente cerebrovascular.
“Eso de repente, tomo caldo de cabeza, me pongo a pensar, pero bueno, qué puedo hacer, y no puedo hacer nada, hacer algo para solucionar ese problema, del sexo, no puedo, ni aunque quisiera tomar una pastilla, no po, me moriría altiro, me pararía el corazón. Entonces tengo que hacerme el leso no más…” (E10R24).
En este caso, el desempeño de su sexualidad, esta dificultado por su situación de salud, lo que impacta en el entrevistado en la autopercepción, manteniendo sentimientos negativos hacia sí mismo y provocando la anulación del deseo.
A su vez, de las mujeres entrevistadas que hicieron referencia al tema de las disfunciones, en gran parte hablaron de las deficiencias de sus parejas, más a que situaciones personales.
“…ahora es tan corta su sexualidad de él que como dice no lo alcanzaría ni a identificar…” (Refiriéndose a la erección de su pareja) (E11R12).
“¿Los cambios en su cuerpo han influenciado en su vida sexual?”
“Si, si se nota, es distinto, el cuerpo cambia, las cosas se caen, se secan, no sé si me entiende” (E13R11).
Cuando se les preguntó a las mujeres si algún cambio en su cuerpo había influido en su vida sexual, la gran mayoría hizo alusión a cambios físicos estéticos, en cambio en los hombres se centraron en aspectos de funcionalidad en actividades de la vida diaria y función genital.
II. Categoría 2: Patrones culturales
En esta sección se enfoca en las construcciones sociales en torno a la Identidad/sexualidad en relación con la experiencia subjetiva del envejecimiento. Desde acá emergen dos principales subcategorías rol de género y concepción de la vejez.
1. Subcategoría 1: Rol de género
Las expectativas sociales vinculadas al género influyen en cómo actúan las mujeres y los hombres y esto incluye su comportamiento, actitudes y sentimientos hacia la sexualidad. Durante las entrevistas emergen diversas e interesantes situaciones donde quedan manifiestas la variación en las normas y expectativas sociales de género relacionadas con la sexualidad y como las presiones para ajustarse a las normas de cualquier sociedad pueden tener consecuencias negativas tanto para los hombres como para mujeres.
1.1. Auto percepción física y corporal
Se entenderá por autopercepción las descripciones y valoraciones que hacen los entrevistados acerca de sus cuerpos y/o vivencias encarnadas. Estas representaciones de sí mismos varían de acuerdo a las expectativas de comportamiento en cuanto a género y finalmente tienen efectos sobre sus acciones y motivaciones.
De esta dimensión se desprenden 2 subdimensiones : cuerpo envejecido y cuerpo que no cumple con los cánones estéticos impuestos
a. Cuerpo envejecido
Es posible que los cambios físicos y la aparición de condiciones crónicas y que generan discapacidad desempeñen un papel importante que los cambios relacionados con la edad y en la generación de sentimientos negativos sobre los cuerpos de las personas mayores.
Estos sentimientos negativos pueden profundizar la idea de una vejez asexuada, ya que la sexualidad no se ve como un medio para mantener la salud, sino como una actividad propia de los sanos. La caracterización de las personas mayores como enfermas y dependientes, por lo tanto, los despoja del mundo sexualizado.
En el siguiente extracto la entrevistada siente que los cambios en el cuerpo influyen al punto de disminuir su capacidad para expresar sentimientos a su pareja.
“¿Cree que los cambios en su cuerpo han influido en su vida sexual? ¿Por qué?”
“Si, probablemente si no estuviera enferma, lo haría, ahora como estoy no, que gusto le podría encontrar, uno no lo va a poder hacer como lo hacía, porque como lo podría abrazar con mi brazo, cuando uno quiere abrazarlo, besarlo, no no, bueno sería (se queda pensando, silencio por unos segundos) no sé, no sabría explicarlo, sería como raro, porque no lo haría con el amor y cariño de antes” (E4R18).
Uno de los entrevistados se muestra profundamente afectado por el deterioro de su cuerpo luego de vivir complejas situaciones de salud.
“Empezando hace como 3 años, que me han dado los dos infartos y se me complicó, de ahí empecé a complicarme y ahora que me dio el infarto cerebral, más complicado, pero quisiera estar mejor, para poder sentirme bien” (E10R22).
¿Se va asumiendo este cambio?
Como asumiendo, si es que de repente, pucha sabe qué me complica, porque de repente no me puedo levantar, estoy sentado y no me puedo ni parar. Entonces, “ya le digo a la R, sabi R estoy cansado, voy pal centro, voy a ir a caminar” y voy pal centro, para despejarme, para poder decir, “pucha, si estoy un poquito mejor”, y no, igual llego más agotado que otro poco, llego muy cansado. Pero eso va a tener que pasar, hay un momento que va a tener que pasar, no sé cuándo, pero tiene que pasar, pero igual echo de menos estar bien, echo de menos porque no puedo correr, me da miedo correr, entonces, trabajar también, ya me está dando miedo, y eso me complica, y ahí ya me siento mal con eso, que digo yo “pucha, Dios sabe lo que hace, Dios sabe por qué hace las cosas” uno no puede determinar y decir “por qué a mí”, hay gente que está peor que uno” (E10R23).
El mismo entrevistado refiere las repercusiones ha tenido en su vida sexual.
“Claro, harto señorita P, sobre todo el infarto cerebral me dejó complicado, y bien complicado en todo caso, pero como nosotros no hacemos comentarios de eso del sexo con mi señora, no comentamos nada a nadie, para nosotros no más, para mí no me complica, porque no me dejo bien, entonces, eso igual conversamos, echamos la talla con mi señora, pero qué querí que le haga, si me complica igual, harto” (E10R24).
Otro entrevistado, ante la pregunta de cómo cree que lo percibe su entorno, responde de forma escueta, pero precisa
“Me ven como un viejo que anda a la rastra (risa melancólica)” (E7 R7).
En las anteriores citas se corrobora lo planteado por Gullette (2003), quien propone el discurso de la caída, donde la cultura relacionada a la decadencia con la vejez de manera inevitable. Esta decadencia no solo es física, sino que también social, quedando las personas mayores anuladas de cualquier intento de participación, siendo marginados social y económicamente.
También vemos que la disminución en el funcionamiento puede afectar a los hombres de una manera particularmente negativa, ya que la fuerza, la independencia y la capacidad física están íntimamente ligadas a la identidad masculina y, por lo tanto, a su autoestima . Esto ratifica lo propuesto por Charmaz (1994), quien mostró que las enfermedades y dificultades físicas en general generan en los hombres una erosión de su rol masculino, creándoles dilemas acerca de su identidad, poder y control de las situaciones.
Varias de las entrevistadas (aunque no fue la generalidad) hicieron énfasis en este tema aunque sin extenderse demasiado. Algunas de ellas, más que en los efectos negativos del cuerpo envejecido, comentaron las posibilidades de cambio y mejora de su situación.
“Es cierto que el cuerpo ya no es el mismo y que uno tiene enfermedades, pero no por eso vas a dejar de tener sexualidad, yo por ejemplo tengo diabetes y artritis y eso aunque no ha sido un impedimento hay días en que uno se siente mal, viejo y se echa a morir, pero si uno se queda en esa idea se muere, de ahí no lo saca nadie, uno tiene que tirar para arriba, es cierto que uno tiene dolores, pero más que el dolor, lo que afecta es sentirte viejo y creerte el cuento que uno no puede hacer nada.” (E3R8).
“No es que yo hago sentirme bien oiga, trato de yo sentirme bien y darme ánimo pero mi cuerpo a veces se agota mucho, agotada” (E12 R29).
“…uno se pone vieja, pero no estoy diciendo que mi cuerpo sea inservible pero para allá, va hacia abajo, va decayendo, no se siente como cuando uno era loca y uno se sentía bien vital, corría, saltaba salaba ahora el cuerpo no lo sigue, entonces, si, si afecta, sentirse como alguien mayor afecta…” (E13R11).
En las citas anteriores también aparece otro aspecto interesante que es la internalización de la idea de persona vieja como un factor que afecta directamente en la funcionalidad. La idea del “viejo acabado físicamente” al estar enraizada en la cognición tendría afectos en el comportamiento de las personas, pero al volverse patente podría ser eventualmente transformada. Esto es interesante ya que nos habla de una realidad dinámica, que puede ser cuestionada y modificada por los mismos actores, corroborando lo propuesto por Schutz (1974, citado en carrizo, 2001) y De Certeau (2000, citado en Martínez, 2005) quienes proponen que los sujetos pueden ser activos en el cuestionamiento de las ideas que apoyan la estructura social, formando diversidad de formas de vida cotidiana, que después podría ser adoptadas por la sociedad completa.
b. Cuerpo que no cumple con canon estético impuesto
La sociedad occidental exige que las mujeres sean siempre jóvenes y hermosas para garantizar un lugar en ella (Aafjes, 2005). Con el proceso de envejecimiento, las mujeres se alejan de características que tienden a ser más valoradas por la imposición patriarcal que las cosifica, como son la belleza y juventud, esto, genera la desvalorización de las mujeres mayores en nuestra cultura, impactando en sus propias formas de valorar sus cuerpos.
Al igual que en la literatura revisada (Aafjes, 2005; Iacub, 2008), encontramos que las mujeres estudiadas en su amplia mayoría, al ser consultadas por la percepción de sus cuerpos, responden inmediatamente con opiniones referentes a su imagen corporal. Las ideas que más aparecieron de manera espontánea son las relativas al aumento de peso, la presencia de arrugas, la flacidez de la piel, las que son configuradas como el símbolo indicativo de la vejez.
“Las últimas preguntas son 3 y tienen relación con el cuerpo, ¿Cómo se siente usted con su cuerpo hoy?”
“Mal muy mal porque siento que cuelgo por todos lados, una vez leí que cuando uno ya se considerara vieja era cuando se le arrugaran las piernas y yo me veo las piernas arrugadas, ya estoy vieja, si po uno lo piensa y si yo hubiese sido más gordita quizá no estaría tan pellejuda” (E11R27).
“Mi cuerpo esta pa la historia, ¡ pal gato! Antes tiraba pinta, era toda una chica bonita, ahora noo, ya se me cayó todo (Risas), tengo más carne y la cremita para las arrugas ya no le hace efecto a una, a veces quiero hacer el intento de ponerme bonita y coqueta pero después me miro y ya yo creo que no hay arreglo (risas)” (E14R12).
En nuestro estudio varias de las entrevistadas se refrieron a su apariencia física en forma despectiva y consideraban que una mujer mayor no podía ser atractiva para otros
“Uno ya no es muy atractiva para el resto, a quien le va a gustar una mujer arrugada, con los brazos sueltos, las piernas con celulitis, eso no gusta” (E1R12).
“yo le digo, como te puede atraer una mujer vieja, flácida, me dice porque tú eres bonita todavía, todavía tienes bonitas piernas tienes bonito aquí y le digo yo, como puedes decir que tengo buenas pechugas le digo yo” (E2R23).
Ratificando lo propuesto por Iacub, (2008), socialmente el cuerpo viejo se ha asociado a la fealdad y la cercanía a la muerte, cuestiones con las que generalmente las personas no se quieren encontrar, por considerarse indeseadas, además de incompatibles con la sexualidad, que ha sido relacionada con la reproducción y la vida.
Algunas entrevistadas identifican que estas ideas negativas en torno al cuerpo han afectado directamente su expresión de su sexualidad:
“¿Cree que los cambios en su cuerpo han influido en su vida sexual?”
“Harto, harto, a veces me gustaría hacer las cosas como antes y no se puede, a veces me da un poco de vergüenza mostrar, ¡por pura vanidad! Entonces no le puedo expresar mi cariño como antes, le hago cariño tenemos relaciones, pero no me siento tan libre, no sé si me explico, uno esta como prisionero de este cuerpo medio venido a menos, quizá le podría expresar cosas de otra manera pero no sé cómo y como a uno le da pena y rabia en verdad deja de hacerlo no más” (E1R13).
Aunque ambos se miden frente a los estándares físicos de la juventud, los hombres mayores son más frecuentemente excusados por no vivir los ideales del cuerpo joven masculino. Durante el presente estudio, ninguno de los hombres consultados hizo alusión a la estética ante las preguntas relacionadas a la percepción de su cuerpo. Quizá esto si lo podremos ver en generaciones posteriores, cuando los jóvenes de hoy sean mayores considerando que actualmente las ideas relativas a la estética ideal han permeado también en los hombres a través del modelo ideal masculino, representado por un cuerpo delgado y atlético. Por ende, se refuerza la idea de cosificación de la mujer, al imponer unos estándares de belleza que deben mantener a lo largo de su vida, esto opera como un marcador de femineidad.
Algunas mujeres son conscientes de la carga que tienen sobre la de los hombres
“…fíjese lo que le contaba con el cuerpo que uno tiene ya no llama la atención, aunque igual los hombres a esta edad tampoco son unos jóvenes pero a una le toca estar más más mejor arreglada uno siempre es la preocupada, los hombres son más exigentes ni que fueran los más bonitos ellos (risas)” (E14R14).
“Por esto los hombres no les pasan, pueden ser guatones y pelados y ¡nadie les dice nada! (Risas). Las mujeres siempre tenemos que andar más arregladitas, además somos más detallistas con la apariencia, que el arito, que la pulserita” (E3R13).
Por último, dos de las entrevistadas hicieron mención a la presión por mantener una buena apariencia física con el fin de iniciar o mantener una relación de pareja.
“…con la vejez, también el cuerpo cambia y si, uno se siente menos linda para el otro, pero ahora que estoy emparejada he intentado ponerme más bonita, arreglarme más, uno se preocupa más, que un poquito de brillito en los labios, que peinarse bien. Porque si, uno a veces se siente menos atractiva y hay tanta mujer linda por ahí que le haga competencia (risas). Para el hombre sobretodo le importa harto que su mujer sea linda y uno tiene que preocuparse, sino se mandan a cambiar, aunque digan que no les importa, ¡eso es mentira!” (E3R1).
¿Cómo se siente con su cuerpo?
“…no le voy a mentir que me gustaría estar mejor y ser más linda, quizá así podría tener algún pololo, estando más bonita” (E14R13).
1.2. Estereotipos
Los estereotipos son las creencias compartidas acerca de características que se atribuirían a determinado colectivo de personas. Estas representaciones generalizan de manera injustificada y muchas veces negativa a un grupo y tienden a distorsionar la realidad. En el caso de las entrevistas realizadas, se aprecian discursos acerca de creencias sobre los comportamientos y características que se esperarían según género. De esta dimensión, se desprenden las subdimensiones de mujer sumisa y mujer recatada-hombre dominante.
a. Mujer Sumisa
La imagen estereotipada de mujer sumisa, puede manifestarse a través diversos actos en que una mujer abandona el control personal a otro, no pudiendo manifestar sus deseos, debido al miedo o vergüenza hacia aquel que tiene el poder. En los discursos de algunas entrevistadas encontramos muchas veces actos como el callar para evitar cualquier confrontación con sus parejas.
“No sabe que ahora hablo en las noches y tengo miedo de hablar de decir algo que no debo (risas)” (E11R14).
“No, nunca, o sea lo deje pasar no más, siempre he dejado pasar las cosas” (E2R5).
Las citas anteriores, representa situaciones donde las mujeres prefieren callar antes que afrontar, frente situaciones que generen conflicto, por ejemplo situaciones de violencia con sus parejas. El resultado de lo anterior, se expresa en la falta de autonomía y expectativas que no fueron cumplidas en torno a vida de pareja, presentando dificultad para de expresar sus necesidades.
“A lo mejor me hizo falta el haberme sentido querida, haberme sentido amada, deseada, pero en otro aspecto digamos como de cariño, de ese sentido, cosa que no, nunca fue, menos ahora, ya a estas alturas ya no pasa nada” (E2R19).
Encontramos que las mujeres entrevistadas que asumían y manifestaban características sumisas, tienen vínculos negativos en cuanto a su propia satisfacción sexual, manifestando menor proximidad con sus parejas y menor satisfacción con la relación propiamente tal.
El control de las principales instituciones sociales por parte de los hombres ha dejado a las mujeres pocos medios para su expresión. Las mujeres han carecido históricamente de oportunidades económicas y sociales iguales, lo que plantea De Beauvoir (1949), “No se nace mujer, se llega a serlo”, es decir, culturalmente se imponen deberes/obligaciones, que predisponen a las mujeres a ser recatadas y pasivas, con el fin de mantener una adecuada armonía en el hogar , el único espacio donde tiene influencia.
b. Mujer recatada /Hombre dominante
Se observa que las personas entrevistadas hacen una clara diferenciación entre lo que consideran como sexualidad femenina y masculina, caracterizando ambas con diferencias marcadas . Estas diferencias se construyen socialmente y encuentran su base en relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres.
“¿Cómo expresa su sexualidad?”
“Creo que de una forma femenina, delicada. Obviamente hay diferencias entre lo que hace un hombre y una mujer en la sexualidad, a las mujeres nos enseñaron a ser más señoritas, más recatadas, pero igualmente tenemos sexualidad” (E3R2).
“A los hombres les enseñan a ser más libres, la mujer tiene que tener una pareja, al hombre se le permiten varias, la mujer tiene que ser recatada, los hombres se “cachiporrean” con los amigos, para las mujeres es algo más privado que no se comparte” (E3R3).
“él se siente orgulloso y dice “yo sé que mi mujer nunca me ha engañado” (E6R39).
El género conduce a la construcción social de la sexualidad, donde la sexualidad masculina tradicional, se concibe como una fuerza insaciable, agresiva, competitiva e instintiva, que se muestra ante los demás. En cambio, las mujeres deben mantener sus deseos reprimidos y actuar de acuerdo con el ideal de una esposa/madre respetable y de “buena” reputación. Las mujeres que transgreden este mandato social pueden ser estigmatizadas o etiquetadas como desviadas. Si las mujeres muestran conocimiento y toman el control de su sexualidad, podrían amenazar y desafiar su aspecto de modestia, lo que podría conducir a una mala reputación. Según Bourdieu (2005), la diferenciación sexual se da por la somatización del arbitrario cultural, de la feminización y masculinización, que a través del traspaso intergeneracional se nos va entregando, encasillando los diferentes tipos de comportamientos para cada sexo.
1.3. Prejuicios
Los prejuicios, a diferencia de los estereotipos, no solo involucran ideas sino que también sentimientos y actitudes ante un determinado grupo. Durante las entrevistas, podemos identificar algunos prejuicios en torno a las mujeres y sus roles de esposas/parejas, donde se visualiza una actitud negativa, con una idea marcada de inferioridad de estas.
Por tanto, de esta dimensión, se desprenden las subdimensiones mantener relaciones de pareja y sexo por obligación.
a. Mantener relaciones de pareja
Según lo revisado previamente existen ciertas tareas y expectativas que se crean alrededor del rol de género. Por un lado, los hombres desde la visión tradicional, están ligados a labores en el mundo público, fuera del hogar, como la política y el trabajo remunerado. Por su parte, las tareas relacionadas el rol tradicional de la mujer, comprenden por ejemplo labores dentro del mundo privado, el hogar, como lo son el cuidado de otros, labores de crianza y mantención de la estabilidad familiar.
Como parte de las tareas de estabilidad familiar, dentro de los relatos analizados, encontramos personas en cuyas relaciones de pareja se han vivido episodios de infidelidad, alcoholismo, perdida del lazo afectivo, sin embargo se mantienen a partir de la idea de salvaguardar la integridad de la familia y/o cuidar del conyugue.
En el relato de las siguientes entrevistadas vemos que durante sus relaciones existieron episodios de alcoholismo e infidelidad, a pesar de lo antes mencionado, deciden mantener la relación por cuidar de su pareja y/o mantener la estabilidad emocional y socioeconómica de sus hijos.
“...llego un momento en que había que decidir o dejaba a mi marido que en esos años tenía un problema de alcoholismo muy severo, y muy poco responsable y era yo la que afirmaba esto entonces, pero mi hijo el papá de la A, el único que tuve, porque los otros que tuve fueron niños que adopte, pero la verdad es que fue bonito y que eso viví fue una etapa de otro amor de otro cariño….Pero eso si fue una etapa que tuve que decidirlo pero yo pensé en mi hijo…” (E11R14).
“Cuando recién llegamos a este hogar, antes que llegáramos aquí, el G. se metía con mujeres cochinas, me pego una infección “la gailla” “con pájaro” con la parte intima, entonces me empezó a dar cosa, uno que es limpia, y uno que se compromete con su pareja y que su pajera le venga a dejar eso, esa burrada no me la podía sacar, sabe lo que tuve que saber, tuve que depilarme, como sacarle el pelo a los pollos, me dio tanta rabia cuando me paso eso; un día llego curado (se ríe) y le corte los pelos, le eche hasta parafina (se ríe) y cuando despertó, me dijo M. que me hicisteeee!!(Gritando) por cochino y inmundo... yo tuve que hacerme lo mismo, después de eso empezó a pedir perdón, disculpa por lo que había hecho, entonces ahora le dije yo no hay disculpas. Pero después cuando nos vinimos aquí, tome no muy bien, yo estaba viviendo aquí, y él iba para el centro y él en el centro antes era picaron, no porque sea el papá de la L., era muy picaron, él tenía su mujer allá, así que tampoco, me daba recelo, por lo que me había pasado, entonces dije no” (E4R7).
La labor femenina del cuidado hace que las mujeres antepongan las necesidades y preocupaciones de otros por sobre las propias, anulando sus deseos y expectativas de la vida, encontrando momentos de felicidad a través de los frutos de su labor.
“…ahora que todo lo terrible que fue él tuvo la culpa se portó demasiado mal conmigo entonces ahora yo digo si yo lo hubiera dejado yo estaría sola y es el hombre más bueno, a mí las vecinas me dicen ¿cómo se hace para encontrar un marido así? Y yo les digo, ay, bastante que me costó amansarlo como broma (risas)” (E11R30).
Asimismo vemos casos de personas que a pesar de haber disuelto su relación de pareja, y dormir en camas separadas aceptando que no existe lazo afectivo, se definen a sí mismas como en pareja, lo que conlleva a entregarle un grado significativo el “tener pareja”, a pesar de las circunstancias, manteniendo una imagen de pareja frente a la sociedad.
“¿Y usted se siente soltera?”
“No, porque yo tengo, igual tengo el apoyo de mi marido, solo que no tenemos (pausa), no dormimos juntos” (E6R38).
Otro caso similar se presenta a continuación, la pareja sigue viviendo juntos a pesar de infidelidades constantes, pero se mantiene principalmente un tema económico, por no tener por ejemplo: el dinero suficiente para arrendar un departamento o casa. A pesar de no estar casados legalmente, la mujer se refiere a su compañero de casa como marido.
“…tantos años separada, pero viviendo en el mismo hogar, porque yo con el G. imagínese de antes que naciera el V (hace 5 años), pero en estos años, unas 4 o 5 veces tuve relación con mi marido, después ya no nada más” (E4R6).
En estos casos hay un sentimiento de pertenencia hacia el esposo, a pesar del debilitamiento del lazo afectivo. En la noción de género tradicional, el vínculo matrimonial confería un poder al hombre por sobre la mujer, que pasaba a ser de su propiedad, lo que puede ser un factor para la ocurrencia de estas situaciones, el mantener el contacto diario y compartir la vivienda, pueden sentir aún el compromiso adquirido del matrimonio, además este sentido de responsabilidad frente al otro ha sido transmitido según Benso (2006) a partir las primeras instrucciones educativas, que tenían como finalidad entregar el modelo de mujer-esposa-madre, instruida, eficaz, buena consejera de su esposo, buena gestora de su hogar y defensora del honor de la familia.
Otro factor que influye en la mantención de relaciones de pareja, es el intercambio de roles durante la vejez, donde el hombre luego de la jubilación se vuelca al espacio típicamente femenino, la casa, por lo que pasa a ser un apoyo en las labores domésticas. Sin embargo, la mujer a pesar de tener mayor participación en el espacio público, una de sus labores principales sigue siendo el cuidado, ahora de su pareja, a quien apoya ante adversidades de salud y económicas.
b. Sexo como obligación
Asignados como cabeza de familia al momento del matrimonio, los hombres se sienten a cargo de sus esposas y de toda la familia. Esto también se aplica en términos de relaciones sexuales, donde se espera que las mujeres sean sexualmente pasivas y sumisas para cumplir los deseos sexuales de los hombres. Así, en las relaciones sexuales, el esposo cree que merece ser cumplido sexualmente, porque en el matrimonio se entiende que se proporciona acceso completo al cuerpo de la esposa cuando él lo desea. Esta idea da a los hombres el poder de decidir cuándo y cómo tener relaciones sexuales. La mayor parte del tiempo, el sexo conyugal se trata de satisfacer el deseo sexual del marido, no el de la esposa. Él decide el tiempo y la posición y su esposa tiene que estar lista, ya sea que esté dispuesta o no. Esto se puede ver de las expresiones de las esposas como las siguientes:
“yo siempre como que me sentí como obligada y lo único que quería era que pasara rápido, listo ya pasó se acabó, como por cumplir, por supuesto, por cumplir, cumplir el deber y chao” (E2R7).
“A lo lejos tiene una sexualidad que yo tengo que cumplir, digo yo cumplir porque en verdad no la siento. Yo me recuerdo que tenía una sexualidad no plena mía, a veces hasta fingía para que él se sintiera bien” (E11R13).
“También tenemos sexualidad de vez en cuando, relaciones sexuales porque lo quiero tener contento. Usted sabe que el hombre es más ganoso, la mujer no mucho, más que nada una lo hace por complacer al marido” (E13R4).
Debido al deseo sexual masculino, la dominación está conectada con los hombres y la masculinidad, y la sumisión está conectada con las mujeres y el atractivo femenino. Por lo tanto, la pasividad y la mansedumbre son características que clasificamos como “femeninas” en la sociedad y son características que facilitan a los hombres tener relaciones sexuales con diferentes mujeres y dominarlas. Muchas participantes mostraban una preferencia por el deseo y satisfacción sexual de su esposo, dejando de lado el propio. En otras palabras, ignoraban o subestimaban la importancia de sus propios deseos sexuales. La mayoría de las participantes adoptó el enfoque del “sacrificio sexual” y trató de cumplir “su papel” como cónyuge y satisfacer los deseos sexuales de sus maridos e ignorar sus propios deseos y derechos sexuales.
Dentro de estos guiones influyentes, las mujeres desarrollan su ser sexual como agentes inferiores/sumisas, cuyo placer no es importante en comparación con el servicio que deben proporcionar a sus maridos. En este contexto, el placer sexual masculino está privilegiado y jerarquizado como algo superior en el matrimonio o en la relación de pareja. Las mujeres internalizan estos guiones que luego encarnan en sus relaciones.
Esta postura se encontró en aquellas mujeres en cuyas relaciones han tenido antecedentes de infidelidad o alcoholismo de parte de sus parejas y han continuado con la relación, por lo que la actitud de sacrificio, es un patrón que se repite en otros aspectos.
Lo anterior está relacionado con lo expresado por Walby (1990, citado en McDowell, 2000) quien expone que una de las reglas en las que se sustenta el sistema patriarcal, es el control y pertenencia sobre el cuerpo de la mujer, el cual termina siendo configurado como un objeto para su satisfacción.
2. Subcategoría 2: Concepción de vejez
La vejez es un concepto formado por la cultura y en esta sección se explorará como las ideas y simbolismos en torno a ella han influido el comportamiento de las personas mayores. En el discurso de los entrevistados lo anterior se ve reflejado en ideas internalizadas en el comportamiento y las influencias del entorno.
2.1. Ideas internalizadas
Las ideas internalizadas representan creencias y/o patrones de comportamiento que enmarcan un modo de vida, estas ideas internalizadas a menudo pueden no ser fácilmente visibles para una persona por lo que rara vez pueden ser cuestionadas. En los relatos de los entrevistados, podemos dar cuenta de ideas internalizadas a través de ciertos comportamientos y pensamientos que influyen en relación a su sexualidad y que están fuertemente arraigados e incorporados a su conducta. Desde aquí se desprenden las subdimensiones de sexo como tema tabú y auto restricción de las personas mayores por edad.
a. Sexo como tema tabú
En las personas mayores entrevistadas existe un sentimiento de vergüenza y prohibición hacia la sexualidad. La mayor parte de estas restricciones nace a partir de normas sociales, las que debemos analizar dentro de un momento histórico y cultural determinado. En este caso debemos remontarnos a la época en que las personas de nuestra muestra eran niños/jóvenes. Las normas aceptadas y la actitud, con respecto a la sexualidad y el comportamiento sexual son relativamente conservadoras, por lo que hablar del tema es moralmente desagradable o inapropiado.
En nuestro estudio, a diferencia de otras investigaciones, no surgieron (explícitamente o de forma notoria) temas relacionados a la religión como influencia en la sexualidad, pero sí, muchos de los/las entrevistados(as) evidenciaban que habían sido influenciados por los valores predominantes en la sociedad, reflejados principalmente en la información obtenida desde sus padres y la escuela.
“¡No! Con mi papi no, menos, mi papi eran chapados a la antigua, entonces ellos el hecho de hablar de sexualidad era como un tabú” (E2R18).
“Yo con mi mami, mi papi cuando yo era jovencita, yo no hablaba de estas cosas, era algo que a uno le enseñaba la vida, cuando te llegaba la regla, por ejemplo, ahí la mamá te hablaba algo, que decía te cuidaras que ya eras una mujercita, que…pero más que eso, después uno iba teniendo hijos, iba aprendiendo ahí en el momento. En el colegio tampoco se hablaba…” (E13R6).
“La primera persona con la que hable fue con mi mamita la primera vez que me enferme ahí me conto que con mi papá nada, los hombre por lo general no hablan de eso con las hijas, la mujer le enseña a la niña y el hombre al varoncito” (E1R9).
Gran parte de participantes informó conversar sobre cuestiones sexuales con otras personas, principalmente con sus parejas o amigos cercanos, aunque algunos no en profundidad ya que consideraban la sexualidad como un asunto personal y privado, incluso dentro de una relación.
“¿Ha hablado sobre sexualidad en algún momento de tu vida? Y ¿Con quién?”
“Si, con mi marido no más, pero tampoco tanto, una es un poco vergonzoso el tema de la sexualidad es tabú más para nosotros los mayores “(E4R10).
“No, no hablo con nadie yo de esto, con mi señora de repente conversamos un poco, porque a mi señora tampoco le gusta, entonces conversamos poco, no es mucho lo que conversamos, y con gente de afuera tampoco, no converso yo, no y no converso este tema, porque esto es privado” (E10R15).
Las personas mayores de hoy pertenecen a las generaciones que crecieron bajo una crianza y educación restrictiva y represiva. Estas generaciones piensan en el sexo como un tema que debe ser ocultado y no se debe hablar, porque sólo tiene sentido en términos de procreación, de lo contrario puede ser social y moralmente inadecuado. Esto contribuye a la invisibilidad de la sexualidad en la vejez en general, donde los tabúes sociales asociados con la sexualidad en la edad avanzada predominan, haciendo que muchas personas se vean atrapadas entre su propios deseos de intimidad y la necesidad de cumplir con las expectativas de la sociedad.
b. Auto restricción de las personas mayores por edad
En este apartado se profundizará en la idea de la edad definida como un problema u obstáculo para la expresión sexual. Muchos entrevistados/as solo por el hecho de considerarse a sí mismos como personas mayores, restringen o anulan su sexualidad y esto es el reflejo internalizado de ideas que luego son reproducidas por los mismos involucrados/as a través de sus discursos tal como podemos ver en las siguientes citas:
“A veces me dice M. me puedes dar para la “puntita” (se ríe, carcajada) no, como se te ocurre, ya no estamos en la época le digo yo” (E4R7).
¿Cómo calificaría usted la sexualidad que tiene ahora?
“Mala po, nosotros tenemos camas separadas, camas separadas tenemos nosotros, gueno que estamos los dos de edad también po” (E6R7).
Vivimos en una cultura que ensalza a la sexualidad como un campo habilitado solo para personas jóvenes, donde características relacionadas a la belleza y vitalidad son valoradas de manera positiva, quedando la vejez relegada al ser concebida como un momento de la vida dedicado al recogimiento y la contemplación y no al desarrollo de actividades mundanas, como sería catalogada la sexualidad.
Así que los jóvenes se posicionan como los actores sociales a quienes si se les permite tener sexualidad activa, ya que cumplen con los requisitos de belleza y vigor. Por su parte las personas mayores acatan esta norma ante la idea de una amenaza como castigo social (ridiculización, negación) internalizando las normas de comportamiento como legítimas e identificándose con las expectativas del otro. Sólo a este nivel la norma realmente comienza a formar parte de los sujetos llegando a conformar parte de su identidad . Muchas de las personas entrevistadas que negaban su sexualidad (presentar deseos sexual) por motivos etarios, manifestaban tener deseos los cuales ocultaban con vergüenza, mostrando que en sí mismo la edad no determina el término de la sexualidad.
“¿Cómo calificaría la sexualidad en la actualidad? Y ¿Por qué?”
“Ahora no me gustaría, sabe porque, porque estoy vieja, sería bonito, pero a los 72 años que tengo, me daría vergüenza, pero hay veces que me vienen las ganas, como mujer, pero no. Quizás con el tiempo más adelante, no sé” (E4R5).
“… Ahora igual he conocido gente, pero a veces siento que ya no estoy en edad de para tener pareja y hay otros días en que pienso en lo lindo que sería tener alguien al lado… pero digo pucha que ya no estoy na joven pa andar pensando en novios” (E14R2).
Tal como lo revisado en la investigación de García (2005) y Rodríguez (2009b), la perspectiva juvenil no da cabida y hace impensado que quien no cumpla con el requisito de la edad, pueda expresarse sexualmente, dando pie a la ansiedad, culpa, angustia. Asimismo en los relatos de los participantes de nuestra tesis, se puede apreciar una incomodidad al estar entre el deseo personal y lo que socialmente han aprendido que es correcto y esperado para una persona mayor. En relación a lo anterior, un pequeño grupo de participantes manifestó ser consciente y crítico de las restricciones sociales hacia la sexualidad del adulto mayor debido a la edad.
“¡Es la sociedad es la que nos dice que no! Pero los viejos tenemos sexualidad. Claro que es bueno, si es placentero para los jóvenes ¿Por qué para uno no?, además hace bien para la salud, se te pasan todos los dolores (risas). Para el sexo no hay edad tope, ¡No hay! La sexualidad es algo tan bonito que uno no debería perderlo, porque si no te cortarían algo importante, ahora me imagino sin sexualidad y me cortarían una parte de mí”. (E3R7).
“…siempre a nosotros nos han metido que los viejos no podemos hacer cosas, que no servimos, que es malo tener sexo, además que uno aprendió así, a la antigua, a uno le enseñaron a tener un poquito de vergüenza acerca del sexo, que era para tener hijos no más”. (E13R13).
Las respuestas anteriores representan a personas de mayor nivel educativo y menor edad dentro del grupo (65 y 66 años respectivamente), además de tener una idea de la sexualidad holística no centrada en la genitalidad, razones que podrían explicar un nivel de crítica social mayor al resto de la muestra.
La crítica de las citas anteriores anterior da pie a lo propuesto por Iacub (2006) quien plantea una próxima flexibilización del concepto de edad, donde no exista un límite impuesto por el rango etario para tener vivencias y realizar proyectos, donde la edad solo será una referencia numérica sin mayor importancia y no un organizador de la cotidianidad. Esto se hará más patente en las generaciones venideras, pero puede que ya exista una semilla en algunas de las personas mayores de hoy.
2.2. Concepto social
En este apartado se agruparan las ideas del entorno social que se ven reflejadas en actitudes que influencian la sexualidad de las personas mayores. A partir de esta dimensión emergen dos subdimensiones: Influencia de la Familia, donde analizaremos las acciones del entorno más cercano de los entrevistados y Necesidad de información sobre sexualidad, donde se ven las actitudes de profesionales de salud en relación a la atención de preocupaciones de esta índole.
a. Influencia familia
Durante las entrevistas se identificaron dos situaciones comunes donde la familia adquiere un papel importante en la expresión sexual de la persona mayor, una es la obstaculización en la formación de una nueva pareja y otra la falta de privacidad por compartir el espacio físico.
En algunos entrevistados/as sin pareja, los hijos pueden plantear obstáculos al establecer una nueva relación, mostrando una desaprobación o intentando controlar el comportamiento de sus padres, fueron las situaciones más comunes relatadas por los participantes.
Es el caso de estas entrevistadas, una soltera y otra que se ha vuelto a formar una relación de pareja, luego de la viudez.
“¡Mis hijos cuando conocieron a mi pinche estaban furiosos!. Ahora lo conocen y lo aceptan pero al principio me decían “mamá a su edad como va a tener pololo”. Uno a veces se bajonea, se siente viejo con esos comentarios y yo misma pensaba si quizá era malo lo que estaba haciendo. Los comentarios afectan…”. (E3R8).
“¿Cómo cree que lo ven en esta etapa?, ¿Que cree que piensan las personas que la rodean, con respecto a su sexualidad o relaciones afectivas”
“Supongo que mis hijos no se imaginaran nada de mi vida sexual y no sé cómo se lo tomarían si es que me vuelvo a emparejar, quizá yo creo que no se lo van a tomar bien de buenas a primeras, me imaginaran vieja pa’ eso. Tengo un hijo de 30 y otro de 25 y supongo que ya me verán como fuera de eso, no me lo han dicho pero me lo han insinuado” (E14R7).
“¿Cómo se lo han insinuado?”
“Me han dicho que estoy bien sola, que para que voy a tener un cacho de hombre. Yo no les he dicho que me gustaría conocer a alguien, quizá que irían a decirme ahí”. (E14R8)
En la siguiente situación se ve una actitud de infantilización hacia la entrevistada, donde la hija mantiene el control sobre la participación social de su madre, limitando la autonomía en las decisiones de volver a formar una relación, salir, divertirse y mantener contacto con otros.
“¿Cómo cree que lo ven en esta etapa?”, “¿Que cree que piensan las personas que la rodean, con respecto a su sexualidad o relaciones afectivas?”.
Eh… bueno, yo creo que me ven, como, no sé, mi hija, por ejemplo, eh… mi hija me limita mucho (risa), me limita, porque mamá no haga eso, mama no puedes hacer estos otro. Entonces yo deje de trabajar eh... me jubile para estar en la casa con mis nietos, y salir y divertirme, pero mi hija. Bueno, en eso, a todo esto, falleció mi pareja digamos, y ya me, no, no tuve más deseo de salir, ni nada de eso, salgo muy poco, pero, no sé, no sé. Me tratan como niña chica, incluyo me dicen margarita, el otro día me caí, ando toda (risa). Entonces, margarita te dicen que no vayas para allá, mi hija, te dije que no salieras mamá. Como no voy a salir a tres cuadras de aquí, caí, mala suerte, me pude haber caído en la casa po, me ven, no sé, como algo, demasiado (sobreprotectora su hija), mi viejita es igual. Así, es que, ahí estoy, mayormente no salgo. Salí ese día, porque iba al teletón a buscar mi nieto, así que, bueno. Yo creo que no, mi hija es muy egoísta (risa), no, estoy segura que me diría que no (risa), porque a veces suena el teléfono, me llaman, ¿y con quien estás hablando?, ¿Quién era?, entonces, eh… ya po, de hecho, había, después de todo esto, tenía un amigo, pero amigo no más, no, no era pareja, y me llamo una vez por teléfono a la casa, y… ¡te están llamando, contesta!, po, ¿quién es?, y ella pará al lado mío, entonces no po, no puede ser, que yo estoy vieja (risa)”. (E9R7).
Otra de las situaciones donde se ve involucrada la familia, es la limitación de la privacidad muchos de los entrevistados comparten el hogar con sus hijos y/o nietos.
“Es como un obstáculo (ríe) más o menos complicado, porque también si, pucha de repente los nietos te ven, van para la pieza, y uno está ocupado es complicado también, no se puede, entonces hay que tratar de hacerlo, o si no, la única solución al problema, habría que ir a quedarse afuera no más po, a un hotel (risas)” (E10R7).
“…uno espera el momento de estar solo. Obstaculizaría, que hayan personas en la casa…” (E15PR).
“pero cuando hay niños chicos, es como medio problemático, porque pueden escuchar, porque pueden parar la oreja, porque los niños ya a los 10 años ya como que paran las antenas” (E819).
En la gran mayoría, en las familias de las personas entrevistadas, era recurrente que sus hijos y nietos vivieran con ellos, por lo tanto, el espacio privado, se veía interrumpido, por otra familia (además de sus respectivos integrantes), esto otorgaba a una disminución de la frecuencia e interrumpía y condicionaba la fluidez normal de un encuentro sexual.
En las citas anteriormente revisadas en este apartado, se refleja una actitud de infantilización hacia las personas mayores, donde la familia anula la posibilidad de elección y decisión con respecto a la vida sexual, social y afectiva. Además está presente el prejuicio social relativo a que a su edad, no tienen actividad sexual, por lo que no necesitan momentos de privacidad.
Necesidad de información sobre sexualidad
Durante la presentación de resultados, ha quedado en evidencia que una parte de la expresión de la sexualidad de las personas mayores se manifiesta a través de las relaciones sexuales. Sin embargo, en este grupo existe poca información sobre cómo las actividades sexuales cambian durante el proceso de envejecimiento y en situaciones de salud particulares, asimismo sobre sexo seguro. A pesar de que muchos de ellos tienen deseo y manifestaciones sexuales en forma activa, la falta de conocimiento sobre el envejecimiento y el sexo significaba que los participantes carecían de medios para la toma de decisiones informadas.
En particular, los/as participantes querían información sobre cómo hacer frente a los efectos de diversas situaciones de salud, tratamientos y la disminución de la funcionalidad sobre la actividad sexual: Los/as entrevistados/as comentaron que esta falta de información hacía difícil predecir cómo los cambios e intervenciones médicas los afectarían, y les impidió tomar medidas para minimizar o prevenir problemas posteriores.
“A veces uno por desconocimiento no hace cosas o deja de hacer otras, por ejemplo hay remedios que a veces afectan en ese tema y uno no sabe o si son normales o no algunos cambios en el cuerpo y a que ponerle atención, porque a veces uno se pilla algo o le pasa algo y la primera explicación que le da es que es porque uno ya está viejo y se queda con eso” (E1R10).
“Quizás, uno siempre a veces tiene dudas y no sabe cómo tocar el tema. En mi caso me gustaría saber cómo mis enfermedades me pueden afectar o si tengo que tener algún cuidado especial. Aunque uno igual se va adaptando a los cambios, pero sería mejor si lo pueden guiar a uno” (E3R11).
Los/as participantes también señalaron la falta de discusión abierta y de información proporcionada por los proveedores de atención médica. La renuencia de los proveedores de atención de salud para discutir temas relacionados con la sexualidad con las personas mayores ha sido bien documentada en la investigación existente y se ve reflejada en las siguientes citas.
“…uno a veces vive esos cambios sola, a medida que le van pasando uno los va aceptando no más, pero a uno no lo preparan para lo que le pasa a uno, no le informan, lo mismo cuando antes iba a la matrona a uno lo atienden cuando está más joven pero después ya no importa tanto, una vez a las quinientas uno tendrá una visita y tampoco te dan mucha información si uno tiene que fijarse en algo cuando esta viejo o no “(E13R7).
Varias investigaciones revisadas dan cuenta de que una proporción significativa de los profesionales de salud evita discutir sobre sexualidad por considerarse moralmente controvertido e incómodo de abordar (Goot, 2004; Jones, 2005; Tanner, 2012). Si los profesionales no creen que es correcto que las personas mayores sean sexualmente activas o sienten vergüenza del tema, entonces los problemas pueden no ser discutidos en absoluto por lo que se perpetúa el mito penetrante de la vejez asexuada acentuando las barreras que limitan el acceso a las personas mayores a información tan relevante como aquella relaciones sexuales de manera segura.
Por último, las siguientes citas dan cuenta de la necesidad de información verídica acerca del sexo seguro. La falta de asesoramiento limitó la capacidad de algunos entrevistados para participar de manera satisfactoria en actividades de expresión sexual.
“Es que haber (silencio) uno que ya no tengo pareja y no voy a andar por ahí, eso cuestión no me gusta, uno puede pegarse una enfermedad y trato de no pensar (tose) en el sexo” (E7R5).
“Y ahora no hacimos la cuestión de pareja”, porque la sencilla razón que tiene la psoriasis, que me da cosa, es como que yo me voy a pegar eso en mi cuerpo” (E4R7).
Si bien hay una amplia bibliografía acerca de las actitudes y conocimiento del personal de salud, en relación a la sexualidad de sus usuarios (Goot, 2004; Jones 2005; Tanner, 2012) no existe un número significativo de investigaciones en torno a la información y recursos con los que cuentan las personas mayores (García, 2005). Estos resultados son el reflejo de otras investigaciones (Schiappacasse, 2003, Echeñique, 2006; Pedraza, 2014;) donde ha quedado en evidencia el déficit de las políticas públicas, en cuanto a educación y salud sexual en este grupo etario, las cuales no llegan al estar centradas en el prevención de embarazos no deseados, además como se piensa que las personas mayores no tienen relaciones sexuales, tampoco se refuerza y se educa en la prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS), así se reafirma que los esfuerzos han sido insuficientes por facilitar el derecho a una sexualidad abierta y sana, por lo que no ha de sorprendernos cual el aumento en las cifras de contagios de VIH en el grupo de mayores de 50 años.
Una participante expresó la necesidad de información que le permitiera explorar nuevas formas para el placer sexual de una manera que se adapte a los cambios en sus cuerpos.
“(Risas) mmm... cuando hablamos con amigas, innovar en posturas, eso sí que yo ahí no me atrevo mucho po, pero esta amiga es mucho más joven que yo po, y yo le digo uhh y ella me dice: ahí tenemos que conversar (risa)” (E8R31).
Al tener un nivel de información limitado, muchos de los entrevistados vieron limitado su desempeño, incluso llegando a anular cualquier acción ligada a la sexualidad. En consecuencia, a lo antes mencionado, podemos decir que la renuencia de los profesionales de la salud a indagar y facilitar información con relativa a la sexualidad, puede ser un factor que propicie situaciones de privación ocupacional hacia las personas mayores, siendo un factor externo , fuera de su control, que impide el la participación activa y el disfrute pleno.
Todas las citas anteriores dan cuenta de una necesidad que no ha sido satisfecha y que nos llama como profesionales acoger una necesidad sentida por los usuarios, que no es ajeno al ejercicio de la terapia ocupacional. Así, según MacRae (2013) uno de los roles del terapeuta ocupacional en este ámbito es la promoción y educación de los usuarios y de otras personas significativas de su entorno con el objetivo de informar, fomentar el desempeño en actividades relativas a la sexualidad, apoyar el reconocimiento de la sexualidad en las personas mayores como una ocupación significativa y favorecer la privacidad en lugares compartidos. Por otra parte, Pedraza (2014) considera la educación, no solo con un objetivo informativo, sino que como un punto de inicio para realizar acciones que favorezcan el empoderamiento, la validación de los sujetos y un aumento en la calidad de vida.
Capítulo 5: Discusión, conclusiones y recomendaciones
Discusión
El propósito de esta investigación fue analizar la vivencia de la sexualidad en la vida cotidiana de las personas mayores, desde la perspectiva de la terapia ocupacional, además de describir los sentidos de la sexualidad e identificar patrones culturales intervinientes y como la corporalidad influye en la expresión de su sexualidad.
Los resultados indican, al igual que lo planteado en otras investigaciones que la sexualidad es concebida como una actividad significativa, la cual está presente y tiene manifestaciones variadas dependiendo del sentido que le atribuye cada persona (Cayo Ríos, 2003; Quiros 2005; Molina, 2015). Desde la perspectiva de los entrevistados, los sentidos de la sexualidad, se agrupan en 2 conjuntos, unos que asocian la sexualidad con la afectividad y otro grupo la relaciona con los genitales y el coito. Estas perspectivas no necesariamente son excluyentes entre sí, para muchas personas es complementario, sin embargo se puede identificar una tendencia en cada persona, donde, al igual que en el trabajo de Cayo Ríos (2003) el nivel educativo y la calidad de las relaciones de afectivas, aparecen como factores que predisponen hacia una u otra. Las personas con mayor escolaridad y/o que describen buenas relaciones de pareja, tienden a ver a la sexualidad como una experiencia holística, donde la afectividad juega un papel preponderante en comparación a personas con menor nivel educativo y/o relaciones de pareja conflictivas. Mismo resultado que lo encontrado por Cayo Ríos (2003) y Molina (2015), quien, sin embargo, encontró que, además de la perspectiva física y afectiva, los entrevistados atribuyeron a la sexualidad un sentido espiritual, no encontrado en las personas que conformaban nuestra investigación.
El significado afectivo se manifiesta en la vida cotidiana a través del contacto físico (abrazos, caricias) y manifestaciones emocionales (apoyo, respeto, amor). Las manifestaciones emocionales se ven reflejadas en actos como el cuidado y preocupación y pueden encontrarse tanto en parejas donde permanece el lazo afectivo importante, como muestra de amor y cariño, como en parejas donde este se ha debilitado, a modo de demostración de compromiso y agradecimiento.
En relación a la pareja, esta figura cobra especial relevancia para los entrevistados, igual a lo encontrado en otras las investigaciones (Murillo y Rapso, 2007; Zegers, 2005; Cayo 2003; Mullo, 2015) ya que para ellos, la sexualidad solo puede ser expresada en conjunto y no como un hecho individual además valoran la presencia del otro por entregar apoyo en momentos de crisis. Lo anterior puede entenderse, por la crianza recibida, donde en la época en que eran niños/jóvenes, la sexualidad era configurada como válida en el contexto del amor romántico, dentro de una pareja estable, exclusiva y monogámica (Cayo Ríos, 2003, Mullo, 2015)
Por su parte el sentido genital se hace patente por medio del contacto físico íntimo y las relaciones sexuales, siendo más patentes en parejas donde permanece un vínculo afectivo importante y tienen buena comunicación. Buena parte de los entrevistados muestra disfrute de las relaciones sexuales, basando su valoración no solo en el placer físico, sino en los beneficios que sienten que entrega la práctica sexual, tales como relajación, conexión emocional, bienestar físico, que incluso influyen en que las personas refieran un aumento en la calidad de estas. Por su parte, el deseo sexual en algunas de las entrevistadas se ve disminuido, no así en los entrevistados hombres, los que no refieren mayores cambios, esta diferencia se puede explicar mayoritariamente a factores relativos a la historia personal (infidelidades, alcoholismo de la pareja, perdida del lazo afectivo, tabúes sexuales) y solo en parte a factores físicos, y patológicos, igual resultado que lo propuesto por Cayo Ríos (2003), quien concluyo que en aquellas mujeres en las que había sentimientos de resentimiento hacia su pareja, disminuía el deseo sexual. Lo anterior está relacionado con la construcción social del deseo sexual, el cual según lo propuesto por Salinas (1994) y Mayobre (2007) en las mujeres se ha configurado como ligado al afecto y la pareja y en los hombres como una necesidad incontenible.
Las relaciones sexuales si bien disminuyen su frecuencia, forman parte importante de las manifestaciones de muchos de los/as entrevistados/as, destacando en algunos un aumento en la calidad y satisfacción, que comentamos anteriormente.
Las disfunciones sexuales aparecieron fuertemente en el relato de solo un entrevistado, por otra parte, solo una mujer entrevistada insinuó presentar una disfunción sexual, mientras que el resto comentó acerca de las dificultades de sus parejas al momento de tener relaciones sexuales, pero sin ser estas catalogadas como un problema. Esto puede ser explicado por las expectativas en torno a los hombres, de los que se espera que mantengan la potencia física y sexual para validar su masculinidad y que las mujeres no comenten acerca de situaciones personales puede guardar relación con el recato que se espera de ellas, además que de por su parte no existe la presión por la mantención del vigor físico, lo que reafirma lo propuesto por Quiros (2005) y Mullo (2015), quienes indican que los hombres se enfocan en la eficacia en el acto sexual coital para cumplir con la idea de masculinidad y virilidad que reafirmaría su condición de macho según el estereotipo de hombre patriarcal y cuando esta expectativa no es cumplida, afecta en su autoestima e identidad, lo que finalmente repercute en su desempeño ocupacional, el cual se ve limitado debido a la pérdida del sentido de eficacia.
En relación al objetivo de identificar patrones culturales en la vivencia sexual de las personas mayores, los hallazgos que más destacan son la fuerte influencia de los conceptos de género y vejez sobre la participación sexual. En cuanto a lo anterior se observó un vínculo entre el desempeño de la sexualidad y la producción y reproducción de expectativas en torno al género y el envejecimiento quedando manifiesto que las ocupaciones que estiman como significativas los hombres y mujeres mayores, el acceso a la participación y como estas se manifiestan, se ajustan a ciertas expectativas sociales. Así la concepción tradicional de los roles de género, evidenciando que la concepción dicotómica, es decir, la diferenciación y oposición entre los atributos que se consideran inherentes al hombre y a la mujer y la idea de vejez asexuada, donde estas expresiones estarían limitadas a la juventud, entendiendo su expresión en otro momento de la vida como inapropiado, siguen estando vigentes en los relatos de los participantes.
Las oportunidades para participar en ocupaciones significativas no son las mismas para todas las personas debido a numerosas desigualdades sociales, dentro de las que se encuentran las expectativas en cuanto género. La conceptualización dual de este concepto, ha favorecido que se reconozca algunas ocupaciones como propias de los hombres y otras como adecuadas para mujeres. Esto favorece que las personas vean limitada y dificultada su posibilidad de elección y participación en ocupaciones significativas conforme a sus particularidades y preferencias, definiendo los roles y espacios sociales donde se desarrollen, lo que influye en las elecciones ocupacionales, su desempeño y puede finalmente terminar en situaciones de privación e injusticia ocupacional (Moruno y Fernández, 2012). De esta forma se restringe la búsqueda y descubrimiento de las capacidades de las personas, así como el desarrollo pleno de su identidad. Al igual que lo propuesto por Urrutia, Schliebener y Torrico (2008) y Cantero et al . (2012), En este estudio en particular se detectó que las entrevistadas identificaban diversas ocupaciones y actividades en correspondencia a su género y las características que consideraban representativas de la femineidad, observándose en sus discursos la relación entre el rol de cuidadora, la figura de la mujer sumisa y sus elecciones ocupacionales.
Las imposiciones sociales favorecieron que muchas de las mujeres entrevistadas quedasen confinadas en el ámbito del hogar y el cuidado de la familia, lo cual conduce para ellas, en concordancia con lo propuesto por Sakellariou y Simó (2006) a una injusticia ocupacional pues manteniéndose en sus hogares se limitaba su libertad de elección de participación en ocupaciones y desarrollo personal autónomo. Además, estas podrían ver trastocado su equilibrio ocupacional al priorizar su tiempo para dedicárselo al cuidado de la familia, los hijos y el hogar, olvidando otras ocupaciones significativas. En el caso de nuestras entrevistadas, en muchas de ellas las labores destinadas al cuidado de sus conyugues e hijos hacían que el desarrollo y disfrute de su sexualidad quedara olvidado en un segundo plano en pro de los deseos y necesidades de otros, a pesar de manifestar interés por una participación activa. Esta posición secundaria da sentido a otras situaciones reportadas por las entrevistadas, tales como el sexo por obligación y la mantención de relaciones de pareja por necesidad o costumbre. Al igual que lo expresado por Walby (1990, citado en McDowell, 2000), podemos ver que el hombre tiene el control del cuerpo femenino, la mujer es vista como un objeto de su pareja, el cual es su dueño, al que tiene que complacer porque el compromiso entre ambos así lo dispone, anulando cualquier expresión propia como muestra de sacrificio y entrega total a sus labores de madre y pareja.
Por el lado de los hombres, podemos observar que la idea de la mantención de la masculinidad, mostrada a través de la mantención del vigor sexual, la capacidad de erección, y la funcionalidad en actividades de la vida diaria como el trabajo, tiene impacto en la autoimagen masculina, reflejada en los sentimientos de descontento y molestia y disminución en el desempeño de los entrevistados cuando sentían no cumplir con las expectativa, privándose su derecho a expresar su sexualidad y ocultarla, por no sentirse aptos con su desempeño. Resultado concordante con lo expuesto por Bravo, Carreño y Martínez (2002), quien en su investigación sobre género y disfunciones sexuales, observaron que aquellos participantes que no manifestaban disfunciones sexuales, tenían una mejor autoimagen del rol masculino en comparación a aquellos que si manifestaban problemáticas.
Las ideas sociales en torno a la vejez, también son otro patrón que influencia las elecciones ocupacionales que los individuos pueden hacer en torno a la sexualidad y en el que podemos aprecia situaciones de injusticia ocupacional. Así, dentro de las relaciones sociales cotidianas, la pertenencia a la categoría de viejo puede conducir a experiencias de estigma y exclusión social. A nivel individual, estas ideas pueden ser internalizadas por las personas mayores y pueden configurar cómo piensan acerca de lo que son capaces de hacer y cómo deben actuar. A nivel social e institucional, la edad puede ser configurada de tal forma que se segregue a los que son catalogados como viejos viéndose esto reflejado en las entrevistas a través de situaciones de sobreprotección, negación de información e infantilización que anulan la capacidad de decisión de la persona mayor, por parte de las familias y profesionales de la salud (Herrera, 2003; MacRae, 2013; Pedraza, 2014).
Así, aquellos/as participantes que conviven con hijos, nietos u otros miembros de su familia tienen menos oportunidades de privacidad necesaria para la intimidad física, además muchas de estas personas plantean obstáculos a las manifestaciones sexuales, tales como citas o el establecimiento de una nueva pareja. Por lo que nuestros resultados son concordantes por lo planteado por otras investigaciones (Herrera, 2003; Pérez, 2008; MacRae, 2013; Pedraza, 2014) donde se considera que los miembros del entorno cercano pueden ejercer una fuerte influencia sobre las conductas sexuales y las expresiones de los miembros mayores, al invalidar la capacidad de tomar sus propias decisiones sobre cómo quieren vivir al tener que responder ante las ideas, expectativas y criticas de estos, por lo que la atención en una intervención también debe apuntar hacia la familia, brindando información y validando sus sentimientos en torno a una situación que puede resultar incómoda para ellos, pero siempre considerando que toda acción favorezca la autonomía, la calidad de vida, disminuya la perdida de privacidad y vigilancia de la persona mayor, dando valor a su capacidad de decidir y sus derechos.
Lo anterior también nos hace pensar que esta tesis deja una puerta abierta para plantear investigaciones e intervenciones en el campo de la sexualidad con personas que viven en contextos no ambulatorios y/o presentan una disminución en su capacidad cognitiva, donde la vigilancia de la vida privada y la anulación de la voluntad por parte de terceros se da con más fuerza.
Otro hallazgo relativo a las ideas sociales en torno a la vejez y la sexualidad, fue la restricción de información por parte de profesionales de la salud, cuando claramente los participantes mostraron la necesidad de datos, educación y capacitación sobre cómo adaptar su sexualidad en edades avanzadas. Ya otros autores detectaron numerosas circunstancias en los que los estereotipos y la concepción tradicional de género se veían inmersos e influenciaban intervenciones terapéuticas (Goot, 2004; Jones 2005; Tanner, 2012), y en este estudio fue evidente que nuestros participantes destacaron la falta de información y discusión sobre el placer sexual. Existieron participantes que pensaban que no necesitaban información acerca de la sexualidad, al considerar que solo era necesario en la juventud y otros que necesitando la información refirieron que los profesionales no estaban dispuestos a responder sus preguntas debido a su edad. Esta percepción de la sexualidad como un privilegio juvenil, inapropiado para alguien de mayor edad, no sólo es falsa, sino que al igual que lo propuesto por García (2005), logra reforzar la imagen de las personas mayores como asexuales, lo que puede ser debilitante para las percepciones de sí mismos y provocar aislamiento, sentimientos de vergüenza y que por ultimo oculten o anulen la expresión de su sexualidad.
Lo anterior hace imperativo que los/as terapeutas reconozcan la diversidad en los deseos y prácticas sexuales evitando imponer puntos de vista normativos acerca de cómo deberían ser las vidas sexuales de las personas mayores, permitiendo que estos den sus propios significados a los deseos y prácticas posibilitando una atención libre de juicio y prejuicio. Esta amplitud proporciona autonomía a los sujetos y crea espacios para discusiones sobre placer, afectividad, salud sexual y la prevención de infecciones de transmisión sexual. Es problemático asumir que sólo la educación y la información abrirán las opciones sexuales disponibles para las personas mayores si estos recursos simplemente refuerzan las comprensiones limitadas acerca de la sexualidad y sus expresiones.
Con respecto a la corporalidad y su influencia en la sexualidad, este resulto ser otro aspecto mediado fuertemente por el género. Durante las entrevistas las personas mostraron énfasis en distintos aspectos dependiendo de si eran hombres o mujeres. Así, la vivencia del cuerpo afecta más a las mujeres en cuanta estética, ya que sienten la presión social de mantenerse bellas de acuerdo al canon estético imperante, el cual también consideran como un factor para mantener o entablar nuevas relaciones amorosas y expresar su sexualidad. Al igual que en la literatura revisada, (Quiros, 2004; Aafjes, 2005; Iacub, 2008,) encontramos que las mujeres estudiadas en su amplia mayoría al ser consultadas por la percepción de sus cuerpos, responden inmediatamente con opiniones referentes a su imagen corporal, considerándose a sí mismas poco atractivas para otros debido al aumento de peso, arrugas y otras características que relacionan con el envejecimiento. Además, en el relato de varias entrevistadas aparecen actividades de la vida diaria como la preocupación por el vestuario, peinado, y otros aspectos del cuidado personal a modo de acciones netamente femeninas. Por otro lado, los hombres de la muestra relacionaron la corporalidad en cuanto funcionalidad, manifestando preocupaciones relativas a su capacidad física y sexual lo que Charmaz (1994) explica debido a la percepción de pérdida de la masculinidad relacionada con la disminución de esta capacidad. Ambas concepciones corresponden a una manifestación de los estereotipos internalizados y expectativas en cuanto género que son reproducidas a través de sus actos y discursos.
Ratificando lo propuesto por Iacub (2008), socialmente el cuerpo viejo se ha asociado a la fealdad, la incapacidad física y la cercanía a la muerte, cuestiones con las que generalmente las personas no se quieren encontrar, por considerarse indeseadas, además de incompatibles con la sexualidad, que ha sido relacionada con la reproducción y la vida. Debido a lo anterior, las mujeres, al querer expresar su sexualidad se enfrentan una doble discriminación, debido a su género y su edad, ya que por una parte, sus posibilidades de expresarse sexualmente son menores al tener que cumplir con la ideal social de mujer recatada, debiendo ocultar sus deseos y por otra, la vejez en ellas se asocia a un declive en la belleza física y atractivo sexual, a diferencia de los hombres, quienes al envejecer se les atribuye madurez y experiencia.
Dado el compromiso de la terapia ocupacional con la libre elección y la participación activa en ocupaciones, se hace necesario que la investigación y la práctica cuestionen críticamente y trabajen contra creencias, relaciones, prácticas y estructuras que restringen el desempeño e invisibilizan las necesidades de las personas mayores para lograr que las condiciones contextuales les permitan participan en una multiplicidad de actividades que les permitan vivir una vida digna y significativa.
Una característica común de este trabajo ha sido exponer cómo una elección ocupacional, está limitada por aspectos del contexto donde se está inmerso derribando la presunción de que las elecciones ocupacionales son un fenómeno individual, como lo propuesto por Kielhofner (2004) en el modelo de ocupación humana. Al conectar esto con la práctica de la terapia ocupacional que busque la transformación, tal como lo propuesto por Barros, Ghirardi y Lopes, R (2002). Malfitano, (2005) este elemento apoya aún más el llamado creciente para desarrollar y difundir enfoques de práctica con una orientación menos individual y que consideren a las personas y comunidades para comprender y cambiar las relaciones de poder que restringen sus oportunidades ocupacionales.
Por lo anterior, la Terapia Ocupacional podría verse beneficiada al adoptar prácticas desde una perspectiva de género (Arcos et al., 2007,Testa y Spampinato, 2010). Primero que todo parece substancial que como terapeutas ocupacionales se ahonde en la relación del género y la ocupación y que este conocimiento se desarrolle y utilice en la práctica cotidiana y en futuras investigaciones de manera que no se perpetúen diferencias y concepciones limitadas, que podrían afectar a los usuarios con los se trabaja. Además, una perspectiva de género en investigación aporta a que las experiencias particulares de mujeres y hombres se hagan más visibles y contribuye a dejar de manifiesto las actitudes sexistas y presunciones de género que ocupan el saber tradicional, implantando una nueva manera de comprensión.
Sin embargo estas representaciones están naturalizadas en la sociedad, enraizadas en nuestra cognición, por lo que frecuentemente pasan inadvertidas y desde la terapia ocupacional nos encontremos con prácticas y modelos de acción que al no considerar aspectos sociales y centrarse solo en el sujeto, muchas veces se invisibiliza las relaciones de poder y la desigualdad existente entre hombres y mujeres, y por tanto, fomenta la reproducción de esta desigualdad, y facilitan la disparidad en el acceso a la ocupación, por ello es trascendental ser críticos sobre las categorizaciones de masculino y femenino ya que solo desde su análisis exhaustivo podría ser viable trabajar hacia el cambio y la construcción participativa de una realidad igualitaria y equitativa. Sin embargo, para alcanzar lo anterior resulta preciso comprender que la ocupación es un medio de cambio, crecimiento y desarrollo personal, empoderamiento y justicia que puede suceder tanto a nivel personal como a nivel social y debido a esto es relevante, como disciplina, tener conciencia de la forma en que el género provoca injusticas ocupacionales y realizar acciones que apoyen un cambio.
Conclusiones
Los datos presentados en esta investigación indican que la sexualidad es relevante para todos los participantes en este estudio: los/as entrevistados/as refieren que la sexualidad es un ámbito importante para la calidad de sus vidas, sin embargo existen diversos factores, principalmente sociales y afectivos, que pueden favorecer o inhibir su expresión.
En relación al objetivo relativo a describir los sentidos de la sexualidad, para los/as entrevistados/as esta tiene un sentido relativo a la genitalidad y otro a la afectividad, ambos ligados fuertemente a la expresión corporal. Tales sentidos dependen de la historia de cada persona, su contexto y nivel educativo, sin embargo para casi todos los entrevistados, para su expresión es necesario la existencia y relación con un otro ya que no se concibe a la sexualidad como un fenómeno individual, por lo que la figura de la pareja y las expresiones ligadas a esta (abrazos, caricias, besos, compartir momentos y cuidados) fue un aspecto ampliamente valorado por encima de las relaciones sexuales coitales (sin embargo estas prácticas no son excluyentes).
En cuanto a identificar patrones culturales que influyen en la sexualidad, el rol de género y las concepciones sociales acerca de la vejez surgieron como los aspectos más relevantes para los entrevistados. El rol de género fue uno de los hallazgos más trascendentales por su marcada presencia e influencia en la corporalidad y la autopercepción física, prejuicios, estereotipos.
Los estereotipos y prejuicios en torno al género, como la visión recatada de la mujer versus el macho que la domina, la mantención de relaciones por necesidad o costumbre, el sexo como obligación por complacer al otro, y otras situaciones de sumisión, fueron las circunstancias relatadas por las entrevistadas que son el reflejo de la internalización de la visión tradicional de los roles de género, que ha facilitado el machismo imperante en las relaciones de pareja y sexuales en este grupo. Lo anterior repercute en las decisiones en torno a la sexualidad que realizan hombres y mujeres, donde podemos observar que ellas, ante las expectativas en torno al ser mujer, priorizan el cuidado del hogar y la familia, por lo que el desarrollo de aspectos personales como la sexualidad queda relegada en un segundo plano en relación a las necesidades de otros.
Por su parte la concepción social de vejez, resulto ser otro patrón que también interviene en las elecciones que las personas pueden hacer en torno a la sexualidad. Actitudes como la negación, e infantilización por parte de familiares, quienes ponen obstáculos a cualquier manifestación de la sexualidad de la persona mayor, como tener citas, formar nuevas relaciones o tener privacidad dentro del hogar y la negación de información por parte de los profesionales de la salud, dejan de manifiesto la creencia arraigada de la persona mayor asexuada, cuyos deseos son inapropiados debido a su edad, lo que es claramente incorrecto a la luz de las declaraciones dadas por los entrevistados.
Con respecto al objetivo sobre indagar en la percepción del cuerpo y su influencia en la vivencia sexual de las personas mayores., en las mujeres, puedo apreciarse una gran presión por mantener su cuerpo acorde al canon estético juvenil y sentimientos de vergüenza e inhibición al no cumplirlo. Por otro lado la concepción del cuerpo envejecido como decadente, aunque afecta a ambos sexos, en los hombres hay mayor repercusión ya que la fuerza y la destreza física se asocia a la masculinidad la que se vería afectada por estos cambios. Hubo un pequeño grupo de personas que identificó la internalización de la idea de persona vieja como decadente e inservible, como un factor importante que repercutía en la funcionalidad general y sexual. Por lo anterior, podemos decir que la configuración del cuerpo y las experiencias encarnadas pueden verse afectada por el conocimiento, actitud y el entorno que los rodea teniendo una significativa influencia en la sexualidad de las personas mayores.
Los resultados obtenidos dan cuenta de la naturaleza social de la ocupación y como factores del contexto pueden influir en las elecciones ocupacionales y su desempeño. En el caso de los/as entrevistados/as, existe una limitación social ante el ejercicio de la sexualidad debido al rango etario y aspectos ligados al género que representan, ya que la sexualidad estaría vinculada socialmente a personas quienes muestren cuerpos jóvenes y características estéticas correspondientes con el canon de belleza actual. Además, en el caso de las mujeres, se aprecia una mayor dificultad para desempeñarse sexualmente debido a las expectativas relativas a mantener la imagen de mujer bella, recatada y sumisa, ocultando sus deseos ante el resto. Asimismo, el rol principal de la mujer como cuidadora y madre, las relega al espacio del hogar, al cual dedica gran parte de su tiempo, disminuyendo los espacios para el desarrollo personal en otros aspectos, por lo que su equilibrio ocupacional, puede verse trastocado. Estas limitantes debido a aspectos culturales, pueden llevar a un caso de privación e injusticia ocupacional, donde este grupo de personas puede ver coartado su derecho a la participación activa en una ocupación significativa.
Como ha quedado patente en esta investigación, la sexualidad de las personas mayores es una ocupación significativa cuya forma de expresión no es única y esta mediada fuertemente por factores afectivos e influida principalmente por factores del contexto histórico cultural y del entorno social, los cuales en muchas ocasiones anula cualquier manifestación de esta ocupación quedando relegados sus intereses y motivaciones , por lo que se hace imperativo reivindicar en las personas mayores el derecho a ser sexuado y desde allí, abrir el campo social, incorporando en las intervenciones variables de género para deconstruir los discursos sobre la edad y teorizar la vejez de manera diferente. Esto Interpela a los terapeutas ocupacionales a considerar la perspectiva de género dentro de sus prácticas, haciendo visible las relaciones de poder a través de intervenciones tendientes al empoderamiento, evitando posicionarse como un ente normalizador, siendo críticos de la existencia de prácticas institucionalizadas, paradigmas y enfoques teóricos en uso, que limiten acciones transformadoras y refuercen la situación actual.
Sobre las limitaciones e implicancias de este estudio, unas de las primeras limitaciones al momento de comenzar la investigación fue la escasa bibliografía en español acerca de la temática sexual escritos desde la terapia ocupacional y que incluyeran las perspectivas de los usuarios. El tener que recurrir a numerosos textos en inglés, hizo más lento el proceso de búsqueda y lectura para el desarrollo del marco teórico, siendo necesario acudir a textos de otras disciplinas para complementar su desarrollo. Sin embargo, por ese mismo motivo consideramos como uno de los alcances de este estudio, es ser una valiosa contribución para la terapia ocupacional en Latinoamérica, ya que mucho material existente sobre la temática desde la perspectiva de la Terapia Ocupacional está disponible en inglés, por lo que se facilita la información a interesados de habla hispana en la comprensión de la sexualidad ofreciendo además la valiosa perspectiva de los usuarios para su entendimiento. Además, el pequeño tamaño de la muestra refuerza la necesidad de nuevas investigaciones relacionadas con las representaciones sociales de la sexualidad en este grupo, sobretodo indagar en la perspectiva de los hombres, los cuales principalmente por vergüenza y temor no fueron parte representativa de la muestra.
Esperamos que este texto sea un aporte a la reflexión de la perspectiva y las acciones que se realizan desde la profesión en el campo de la sexualidad con este grupo de personas y que estimule su incorporación en la práctica habitual
Recomendaciones
Con el fin de abordar mejor las cuestiones que rodean la sexualidad, es importante que el/la terapeuta ocupacional se tome el tiempo para reflexionar sobre su / sus propios prejuicios y creencias con respecto a la sexualidad. El reconocimiento de los prejuicios personales y el desarrollo de estrategias para abordar temas de sexualidad permitirán crear un entorno favorable y seguro para apoyar al usuario con sus necesidades.
Los/as profesionales de la rehabilitación también tienen que ser capaces de comunicarse de manera abierta y eficaz, tener conocimiento de la teoría y las vivencias sexuales, así como herramientas para ayudar en el proceso de intervención.
Se necesitan llevar a cabo más investigaciones sobre las intervenciones de sexualidad en el campo de la terapia ocupacional con el fin de promover la práctica basada en la evidencia y desarrollar confianza en el proceso de intervención, a pesar de lo anterior, a continuación se presentan recomendaciones para el abordaje practico de la sexualidad con personas mayores realizadas a partir del análisis de las entrevistas realizadas para esta investigación. En primer lugar consideraremos algunas estrategias para el abordaje inicial y la realización de entrevistas y luego recomendaciones e ideas sobre la intervención del terapeuta en esta área.
- Recomendaciones para la entrevista e inicio de abordaje
Tener un plan o estrategia para traer a colación el tema de la sexualidad con el usuario al inicio del proceso de terapia e intervención es necesario. Añadir algunas preguntas sobre sexualidad a una entrevista inicial podría ser una buena forma de empezar, aunque abordar la sexualidad durante el proceso de admisión puede no ser él un momento ideal para todas las personas. Sin embargo, la introducción del tema desde el principio del proceso preparará el terreno para una discusión posterior si es que se requiere y, finalmente, se podrían establecer estrategias de evaluación e intervención, dentro de una relación de confianza.
La entrevista debe empezar con los temas menos dificultosos adentrándose de a poco en las zonas más sensibles. Así se reduce la incomodidad para el profesional y el usuario, haciendo parecer los temas más difíciles como una progresión natural en la conversación.
Para poder realizar una entrevista completa, hay considerar la historia del sujeto, no solo evaluar aspectos médicos que influyan en la sexualidad, sino también buscar facilitadores y obstaculizadores sociales, cultuales, etc.
Hacer preguntas abiertas que permiten a las personas contar sus experiencias. Valide sus preocupaciones con el lenguaje verbal y físico. También se recomienda que el/la profesional evite sugerir respuestas y permita períodos adecuados de silencio, utilizar las palabras adecuadas, y evitar eufemismos. Además, se sugiere que el entrevistador reformule la información dada por el usuario para verificar la comprensión y para comprobar si hay inconsistencias.
La discusión debe terminar con un breve resumen del propósito de la entrevista, recalcar la confidencialidad de los datos compartidos, y debe dejar al usuario con la oportunidad de comunicarse con el profesional en el futuro y hacer cualquier pregunta adicional.
- Recomendaciones para la intervención
Al momento de la intervención, cuando se trata de preocupaciones en torno a la sexualidad hay que pensar las acciones a realizar adecuando al contexto donde nos encontramos y las características de las personas con las que trabajamos
Si se detecta la necesidad de abordar la sexualidad podemos recurrir a variadas formas e instancias, conocidas por los terapeutas ocupacionales, desde la intervención individual, hasta actividades en grupo, talleres, etc. Tener en cuenta que en ocasiones la intervención no será individual y habrá que contemplar a la pareja como otro participante activo de la intervención.
Los espacios de expresión e información como charlas y talleres son importantes para intervenir pero también para conocer las necesidades e inquietudes. En estas instancias favorezca un ambiente de confianza donde compartir vivencias, debatir ideas, validar conocimientos y sentimientos. Sea un facilitador más que un profesor.
Finalmente con los usuarios los objetivos e intervenciones pueden ser variados pero a partir de las entrevistas realizadas para esta investigación, podemos mencionar los siguientes a modo de ejemplo:
- Proporcionar información
En las entrevistas cualitativas, algunos participantes mostraron actitudes conservadoras hacia la sexualidad de las personas mayor y/o restricciones, de acuerdo con el pensamiento convencional acerca de la sexualidad. En relación a estos conceptos, se pueden poner en marcha programas de intervención, para disminuir los estereotipos existentes y alentar a las parejas de edad avanzada, a resignificar su sexualidad y considerarlo como un aspecto permanente de vida, además hay que hacer partícipe en el cónyuge o la pareja, para mantener una actitud abierta ante los cambios y nuevas experiencia dentro de la relación, ya que podrían ayudar a una persona mayor a mantener una vida sexual regular y poder explorar y validar otras formas de expresión de la sexualidad . Lo anterior nos podría proporcionar información general sobre aspectos de la sexualidad, para dar espacio a otras intervenciones más profundas.
- Explorar y validar otras formas de expresión de la sexualidad
Muchos usuarios pueden tener una visión restringida acerca de la sexualidad lo que puede reflejarse en la forma estructurada de pensar como el sexo debe hacerse o cuando se debe hacer, lo que a veces puede provocar mucha tensión por tratar de ajustarse al ideal que cada persona espera. Proporcionar información acerca de opciones en relación con la expresión sexual y las relaciones íntimas ayudará a reducir la ansiedad o incomodidad resultante de los cambios físicos, la reanudación de la actividad sexual después de una lesión o enfermedad, disfunciones sexuales, nuevas relaciones, etc. La confianza para discutir el tema puede ayudar en el proceso de comprensión del cuerpo y sus cambios, aumentar el conocimiento de las sensaciones del cuerpo a su / su propia y del compañero, aumentar la intimidad tanto emocional como físicamente y desarrollar una mayor satisfacción en la experiencia física en conjunto. Además, se debe pensar en aspectos como la diversidad sexual, ya que pensar que todos los usuarios son heterosexuales, podría tener el efecto contrario al esperado.
- Legitimar y validar el cuerpo envejecido:
Los cambios físicos del envejecimiento y situaciones de salud variadas pueden alterar el modo en que las personas vivencian y expresan su sexualidad ya que este se configura como un cuerpo indeseado y decadente anulando cualquier el potencial de expresión. Se pueden realizar acciones destinadas a concebir el cuerpo como fuente y receptor de sensaciones placenteras y acciones positivas, no solo como objeto de malestar, patologías y dolor, lograr aceptar este cuerpo con historia e incorporarlo en la vida cotidiana. El desarrollo de actividades grupales que motiven la participación, sentido de pertenencia, reconocimiento de otros, sus realidades y propicie la generación de lazos puede aportar a que se desprendan del dolor progresivamente. Los temas de sus discursos transitan el pasaje de la queja al placer, compartiendo lo que hacen y con quien lo hacen, quizás el padecimiento empieza a ocupar un lugar secundario ya que hay un nuevo organizador de su vida cotidiana.
- Contemplar adaptaciones a la actividad
Esto puede incluir la búsqueda de formas de lidiar con el dolor o la limitación de la movilidad, técnicas de relajación para ayudar con la ansiedad, técnicas de conservación de energía durante todo el día para tener más para el disfrute sexual. También puede ser útil pensar en cómo incorporar otras herramientas esenciales - como sillas de ruedas, bastones, bolsas urinarias u otros equipos- en una rutina sexual. Cuando hablamos de adaptaciones no hay que solo considerar las que aporten a mantener relaciones sexuales, sino también aquellas que se relacionen con el cuidado personal e higiene.
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[1] Término acuñado por Jacques Lacan (1962) y utilizado por Iacub (2006), para definir al sujeto que busca causar el deseo en el Otro.
[2] Se realizó una revisión de literatura mediante la búsqueda de artículos en las bases de datos Dialnet, Scielo, redalyc y researchgate, además de forma complementaria se utilizó Google académico. Las palabras claves usadas, fueron: terapia ocupacional, sexualidad, sexo, persona mayor, adulto mayor, vejez y sus variables en inglés: Occupational therapy, sexuality, sex, elder, Elderlife, elderly,old. Los artículos seleccionados fueron aquellos donde se encontró relación directa entre conceptos, siendo excluidos aquellos que no guardaban relación con los objetivos de la investigación.
- Citation du texte
- Tamara Pedraza (Auteur), Pamela Orellana Urzúa (Auteur), 2017, Análisis de la vivencia de la sexualidad en la vida cotidiana de las personas mayores. Una mirada desde la terapia ocupacional, Munich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/444265
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