Cuando alguien pierde a un ser querido sufre una fuerte conmoción y su primera reacción es la negación del hecho. No es fácil aceptar la pérdida de un afecto irrecuperable, sólo se logra tras un recurso de sanación psíquica, es decir, después de un proceso de duelo durante el cual se asume, poco a poco, la fatalidad. Hace más de una década que la barbarie se ha desatado en México, cobrando miles de vidas y causando pérdidas afectivas a otros miles que entran en estos procesos de duelo.
Con la exposición Duelo, Francisco Toledo elabora este proceso para curarse de las heridas que le producen los miles de muertos y desaparecidos de los años recientes en México, entre ellos, los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa. La muestra se compone con un centenar de piezas en cerámica de alta temperatura que refieren, sin concesiones, la bestialidad de los verdugos al sacrificar a sus víctimas. Mediante una estética de lo feo y lo siniestro, el artista revela el lado oscuro del mundo dominado por la pulsión destructiva y su apetito sanguinario; su arte nos confronta con la injusticia social, que es la causa principal de esta barbarie.
A lo largo de su carrera, Toledo ha desarrollado una obra plástica vital, con formas simbólicas que refieren la ambivalencia entre las pulsiones eróticas y las destructivas. Pero en esta exposición, el artista entierra a Eros y destaca la pulsión de muerte que impera en nuestro país. Para explicar esto, utilizo las teorías de la libido y del sacrificio, pues constituyen una base sólida para entender el predominio de la destructividad y la violencia en ciertos momentos del devenir civilizatorio.
Introducción
I. La fatalidad de la violencia en el proceso cultural
II. Los universos salvajes de Francisco Toledo
III. Símbolos de barbarie en Duelo
Es un poco difícil hacer estas piezas, porque imagino que lo que yo hago con el barro se lo hacen a los jóvenes o a los cientos de desaparecidos que hay por todas partes en México.[1]
Introducción
Cuando alguien pierde a un ser querido sufre una fuerte conmoción y su primera reacción es la negación del hecho. No es fácil aceptar la pérdida de un afecto irrecuperable, sólo se logra tras un recurso de sanación psíquica, es decir, después de un proceso de duelo durante el cual se asume, poco a poco, la fatalidad.[2] Hace más de una década que la barbarie se ha desatado en nuestro país cobrando miles de vidas y causando pérdidas afectivas a otros miles que entran en estos procesos de duelo.
Con la exposición Duelo, Francisco Toledo elabora este proceso para curarse de las heridas que le producen los miles de muertos y desaparecidos de los años recientes en México, entre ellos, los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa.[3] La muestra se compone con un centenar de piezas en cerámica de alta temperatura que refieren, sin concesiones, la bestialidad de los verdugos al sacrificar a sus víctimas. Mediante una estética de lo feo y lo siniestro, el artista revela el lado oscuro del mundo dominado por la pulsión destructiva y su apetito sanguinario; su arte nos confronta con la injusticia social, que es la causa principal de esta barbarie.
A lo largo de su carrera, Toledo ha desarrollado una obra plástica vital, con formas simbólicas que refieren la ambivalencia entre las pulsiones eróticas y las destructivas. Pero en esta exposición, el artista entierra a Eros y destaca la pulsión de muerte que impera en nuestro país. Para explicar esto, utilizo las teorías de la libido y del sacrificio, pues constituyen una base sólida para entender el predominio de la destructividad y la violencia en ciertos momentos del devenir civilizatorio.
I. La fatalidad de la violencia en el proceso cultural
El largo camino del desarrollo cultural ha sido un proceso de domesticación de las pulsiones bajo normas que regulan la conducta de los miembros de la sociedad. Sin embargo, las pulsiones no se extinguen: yacen en el fondo de la psique de cada individuo[4] e irrumpen cuando pierde el control o ignora la ley. Bajo estas condiciones, el ser humano no ha sido capaz de desarrollar una sociedad pacífica.
La fatalidad de la violencia es contrarrestada con acciones que promueven la concordia, la unión entre los individuos y la cohesión social. Fueron realizadas, desde tiempos ancestrales, por hordas primitivas que ofrecieron sacrificios a sus tótems con el fin de congraciarse con ellos, pedirles perdón y prometerles una buena conducta al interior de la horda. Y así desplazaron sus pulsiones destructivas hacia otros grupos. Con el desarrollo de la civilización las colectividades crecieron cada vez más, hasta que se conformaron ciudades Estado que combatieron entre sí.
Miles de años han transcurrido desde entonces; la cohesión se desarrolló cada vez más hasta formar los Estados nacionales y grandes bloques entre ellos. Sin embargo, las fuerzas de disgregación permanecen en estado latente; cuando se dejan sueltas liberan energías destructivas que fragmentan a la sociedad en pequeños grupos que combaten entre sí. Este es el proceso que se ha desatado en México desde hace más de una década y al que Francisco Toledo se refiere con la muestra Duelo.[5]
Los actos criminales también son sacrificios y cohesionan a los grupos que los ejecutan; su crueldad está en relación con la pretendida grandeza de su organización que también cuenta con ídolos: divinos, como en el caso de los templarios, o humanos, como los jefes ensalzados en corridos y relatos de barbarie. El sadismo corresponde a un proceso de embrutecimiento y degradación propio de la lucha despiadada entre los carteles criminales, el ejército, la marina, la DEA, los paramilitares y las policías en medio de la población civil que termina como la principal víctima. Toledo representa la violencia con el bestiario que lo caracteriza y simboliza, finalmente, las pulsiones más salvajes que yacen en el fondo del ser: corresponden a la herencia arcaica freudiana[6] y afloran durante un proceso de regresión psíquica de la civilización a la barbarie.
II. Los universos salvajes de Francisco Toledo
Durante más de sesenta años, Francisco Toledo ha desarrollado una prolífica obra plástica con múltiples medios y técnicas de expresión.[7] El artista se basa en fábulas y mitologías[8] donde abundan los vínculos entre animales y seres humanos en una vorágine donde conviven Eros y Tanatos.
Sapos, lagartos, murciélagos, insectos, peces, moluscos, iguanas, arañas, monstruos, animales fantásticos entre otros faunos y plantas salvajes pueblan la plástica de Toledo; su poética rebasa al imaginario zapoteca: se conecta con mitologías e imágenes universales de la vida primigenia. Se trata de representaciones de la naturaleza agreste, impulsada por energías dionisiacas que aglutinan a seres que se aman y se devoran en una corriente perpetua. En el arte de Toledo prevalecen las pulsiones de la naturaleza bruta: no hay moral, culpa ni pecado. Contiene todo lo que pudo ocurrir antes de que la civilización y su razón instrumental domesticara las pulsiones y ordenara el mundo de acuerdo a tabúes incestuosos y normas totémicas.[9] En sus mundos salvajes no existen reglas acordadas para la convivencia; la vorágine no tiene freno, se funde con el placer de la unión sexual en cualquier modalidad: todo está permitido en la naturaleza donde Dionisos despliega libremente sus energías con todo tipo de excesos, como en las orgías del Marques de Sade. En la representación de estas bacanales, el artista crea universos donde todo es necesario: nada falta ni sobra. Toledo es un demiurgo de mundos tan salvajes como redondos y ordenados, donde conviven Apolo y Dionisos en una relación perfecta.[10]
[...]
[1] Francisco Toledo, 2015.
[2] Alba Payás, 2010: 22-55.
[3] Sylvia Navarrete, 2015:13; Guillermo Santos, 2015:27.
[4] Las pulsiones son parte de la herencia arcaica que Sigmund Freud (1939: 127) atribuyó a nuestro pasado animal.
[5] Francisco Toledo, 2015; Guillermo Santos, 2015.
[6] Ver nota 5.
[7] Del dibujo a la pintura, del grabado al modelado y el cincelado; acuarela, oleo, tintas, arenas, ácidos, cerámica, bronce…
[8] Albino Álvarez, 2008; Erika Billeter, 1996; Teresa del Conde, 1981; Luis Carlos Emerich, 2001; Carlos Monsiváis, 2001; 2015.
[9] Estas ideas las desarrolló Freud, 1913; 1930, y las ampliaron Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, 2001.
[10] Sobre lo apolíneo y lo dionisiaco en el arte, ver Friedrich Nietzsche, 2000.
- Citar trabajo
- Doctor Darío González Gutiérrez (Autor), 2017, Sacrificio y violencia en "Duelo", de Francisco Toledo, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/437775
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