Hoy en día, el matrimonio es, más que en otras épocas, un tema de actualidad. Quizá porque en nuestra sociedad no haya una definición generalmente aceptada sobre lo que es el matrimonio, y se haya abierto un debate acerca de lo que debe o no considerarse matrimonio.
Desde muchos ámbitos se pretende equiparar el matrimonio a la unión entre dos hombres o dos mujeres, o a las parejas que conviven de hecho. Además, en ocasiones parece poco probable que un matrimonio llegue a buen fin, debido a la facilidad con la que se pueden divorciar, o al ambiente reinante que no favorece la perseverancia en el amor conyugal e infravalora la capacidad del ser humano para resolver las dificultades que aparecen durante la convivencia. A todo esto hay que sumar que muchas parejas no consideran conveniente casarse, sino que prefieren experimentar un tiempo de prueba en el que conviven y llevan un estilo de vida semejante a la conyugal pero sin comprometerse con la otra persona.
Ante este escenario negativo y pesimista de la realidad matrimonial en la sociedad actual, nuestro propósito es retornar a los orígenes del matrimonio a la luz de las Sagradas Escrituras y de la enseñanza de Cristo. Para ello hemos realizado una revisión bibliográfica, consultando libros y escritos de autores que gozan de plena autoridad en la materia que nos ocupa, con la finalidad de describir las visiones de la ética sexual y matrimonial que se dieron en el cristianismo de los siglos II y III.
El motivo de este estudio es ahondar en las raíces del matrimonio cristiano y proporcionar al lector una visión histórica de la unión conyugal en la Iglesia antigua, a través de los primeros documentos cristianos y de los escritos de los Padres de la Iglesia, en los que descubrimos las sólidas bases que sustentan la realidad matrimonial. En ellos quedará iluminada la realidad antropológica, ética, moral y sacramental del matrimonio, siempre sujeta a las limitaciones propias de la época. A partir de aquí será más fácil redescubrir la belleza, la grandeza y la verdad del matrimonio cristiano, unión estable entre varón y mujer como sacramento.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I. LA ENSEÑANZA DE LA SAGRADA ESCRITURA ACERCA DEL MATRIMONIO
I.1 El matrimonio en la revelación del Antiguo Testamento
I.1.1 El proyecto originario de Dios sobre el matrimonio
I.1.2 La enseñanza matrimonial de los profetas
I.1.3 Valores del matrimonio y la familia en la literatura sapiencial
I.2 El matrimonio en los Evangelios
I.2.1 La indisolubilidad del matrimonio
I.2.2 Los incisos de Mateo
I.2.3 El matrimonio y las bodas del Cordero
I.3 El matrimonio en las cartas de San Pablo
I.3.1 Capítulo 7 de la 1ª carta a los corintios
I.3.2 Efesios 5, 21-
CAPÍTULO II. EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA EN LA CULTURA GRECORROMANA
II.1 El matrimonio en la cultura grecorromana
II.1.1 Finalidad del matrimonio en la cultura grecorromana
II.1.2 Condiciones para la validez del matrimonio
II.1.3 Efectos del matrimonio
II.1.4 Modos de disolución del matrimonio
II.1.5 Otras uniones lícitas
II.2 La familia en la cultura grecorromana
CAPÍTULO III. EL MATRIMONIO Y LA ÉTICA SEXUAL EN LOS PRIMEROS ESCRITOS CRISTIANOS Y EN LOS PADRES DE LA IGLESIA
III.1 Consideraciones previas al estudio de la doctrina de los Padres
III.1.1 Contexto histórico
III.1.2 Errores combatidos
III.1.3 Aspectos generales de la doctrina de los Padres
III.2 Valor moral y finalidad del matrimonio
III.2.1 Los Padres de los dos primeros siglos
III.2.2 Los Padres y escritores eclesiásticos del siglo III
III.3 Indisolubilidad del matrimonio
III.3.1 Los Padres y escritores eclesiásticos de los tres primeros siglos
III.4 Segundas nupcias
III.4.1 Los Padres latinos
III.4.2 Los Padres griegos
III.5 Carácter sacramental del matrimonio
III.5.1 Sacramentalidad del matrimonio en los primeros escritos cristianos y en los Padres
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
Hoy en día, el matrimonio es, más que en otras épocas, un tema de actualidad. Quizá porque en nuestra sociedad no haya una definición generalmente aceptada sobre lo que es el matrimonio, y se haya abierto un debate acerca de lo que debe o no considerarse matrimonio.
Desde muchos ámbitos se pretende equiparar el matrimonio a la unión entre dos hombres o dos mujeres, o a las parejas que conviven de hecho. Además, en ocasiones parece poco probable que un matrimonio llegue a buen fin, debido a la facilidad con la que se pueden divorciar, o al ambiente reinante que no favorece la perseverancia en el amor conyugal e infravalora la capacidad del ser humano para resolver las dificultades que aparecen durante la convivencia. A todo esto hay que sumar que muchas parejas no consideran conveniente casarse, sino que prefieren experimentar un tiempo de prueba en el que conviven y llevan un estilo de vida semejante a la conyugal pero sin comprometerse con la otra persona.
Ante este escenario negativo y pesimista de la realidad matrimonial en la sociedad actual, nuestro propósito es retornar a los orígenes del matrimonio a la luz de las Sagradas Escrituras y de la enseñanza de Cristo. Para ello hemos realizado una revisión bibliográfica, consultando libros y escritos de autores que gozan de plena autoridad en la materia que nos ocupa, con la finalidad de describir las visiones de la ética sexual y matrimonial que se dieron en el cristianismo de los siglos II y III.
El motivo de este estudio es ahondar en las raíces del matrimonio cristiano y proporcionar al lector una visión histórica de la unión conyugal en la Iglesia antigua, a través de los primeros documentos cristianos y de los escritos de los Padres de la Iglesia, en los que descubrimos las sólidas bases que sustentan la realidad matrimonial. En ellos quedará iluminada la realidad antropológica, ética, moral y sacramental del matrimonio, siempre sujeta a las limitaciones propias de la época. A partir de aquí será más fácil redescubrir la belleza, la grandeza y la verdad del matrimonio cristiano, unión estable entre varón y mujer como sacramento.
El estudio comienza, exponiendo en primer lugar la enseñanza que nos ofrece la Sagrada Escritura sobre el matrimonio, designio de Dios sobre el varón y la mujer desde el principio de la creación. A continuación, muestra unas pinceladas del valor que el matrimonio y la familia atesoraban en la cultura grecorromana. Por último, fundamenta la visión sobre el matrimonio y la ética sexual en los primeros escritos cristianos y los Padres de la Iglesia, que aportan reveladores enfoques sobre la indisolubilidad del matrimonio, las segundas nupcias o la sacramentalidad de la unión matrimonial, entre otras cosas.
La metodología que hemos utilizado ha consistido, primero, en seleccionar la mejor bibliografía a nuestro alcance sobre el objeto de nuestro estudio; posteriormente, hacerse cargo de la misma a través de una atenta lectura, de la cual han surgido una serie de notas o fichas que hemos agrupado por temas, para, finalmente, con la combinación de las notas referentes a un mismo tema procedentes de diversas obras, y el aporte de nuestra reflexión personal, elaborar el presente trabajo.
CAPÍTULO I. LA ENSEÑANZA DE LA SAGRADA ESCRITURA ACERCA DEL MATRIMONIO
El Catecismo de la Iglesia Católica inicia el artículo 7, sobre el sacramento del matrimonio, con unas palabras que perfectamente pueden sintetizar lo que veremos en este capítulo:
“La Sagrada Escritura se abre con el relato de la Creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios y se cierra con la visión de las «bodas del Cordero» 1 . De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su «misterio», de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación «en el Señor» 2 , todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de su Iglesia” 3
Para explicar a la luz de la fe la realidad del matrimonio, debemos en primera instancia escuchar lo que la Palabra de Dios nos ha comunicado4 Partiendo del Génesis hasta el Apocalipsis, descubrimos como la Escritura posee una gran riqueza y variedad en cuanto a enseñanzas sobre el matrimonio. En ella se habla del designio providencial de Dios sobre el hombre y la mujer, llamados a la entrega en el amor. Pero también se pone de manifiesto la historia de las deformaciones que el hombre, herido por el pecado, ha infligido a la idea de matrimonio, y de cómo Cristo restaura y sana la unión conyugal, devolviendo el matrimonio a su proyecto originario5
Nuestra intención será, pues, desarrollar, a la luz de la fe, las intenciones salvíficas que Dios ha previsto para el matrimonio, escuchando la revelación del Antiguo Testamento, acogiendo la buena nueva que Cristo nos proporciona en la nueva alianza y descubriendo la concepción de matrimonio que San Pablo tiene en sus cartas.
I.1 El matrimonio en la revelación del Antiguo Testamento
El presente apartado hace presente la revelación sobre la realidad matrimonial en la revelación del Antiguo Testamento: el proyecto originario de Dios sobre el matrimonio, la enseñanza conyugal de los profetas y los valores del matrimonio y la familia en la literatura sapiencial serán los temas desarrollados.
I.1.1 El proyecto originario de Dios sobre el matrimonio
Los primeros capítulos del Génesis constituyen un lugar privilegiado, en el conjunto de la Sagrada Escritura, para conocer la revelación de Dios sobre el hombre: sobre su ser y su situación en el mundo6 Además, en ellos se encuentra el fundamento de la dignidad de la persona y del matrimonio. Según León-Dufour, ambos relatos terminan con una escena que funda la institución del matrimonio7
I.1.1.1 El relato de Génesis 2, 18-24. Tradición Yahvista
Este relato de la tradición yahvista8 da testimonio de cómo durante mucho tiempo se reflexionó en Israel sobre el sentido de la sexualidad y la fuerza con la que hombre y mujer se sienten atraídos mutuamente.
Yahveh Dios, después de crear al hombre se da cuenta de la soledad en la que éste se encuentra, y lo llama a salir de ella: “No es bueno que el hombre esté solo; le daré una ayuda adecuada” 9 Pero los animales que Dios crea no son una ayuda apropiada. “Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un sueño profundo, y mientras dormía le quitó una de sus costillas, poniendo carne en su lugar. De la costilla tomada del hombre, el Señor Dios formó a la mujer y se la presentó al hombre” 10 Este relato no intenta narrar un acontecimiento histórico, sino llevarnos a concluir que la mujer, no es extraña al hombre, sino más bien una parte de él. Por eso afirmamos que hombre y mujer poseen la misma dignidad y capacidad de amar11 ambos como afirma García Paredes: “forman una polaridad, están en mutua relación” 12 Ante la mujer, Adán afirma que ella es carne de su carne y hueso de sus huesos13 Carne significa debilidad; huesos significa fuerza. Ambos se necesitan mutuamente en la enfermedad y en la salud, en la abundancia y en la escasez14 Es el primer “canto nupcial” de la humanidad15 En el versículo 24, “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y son los dos una sola carne”. La expresión “una sola carne” designa la unidad de hombre y mujer en toda su amplitud; no solamente la unidad de dos cuerpos, sino también de dos espíritus. A esta unidad la llamamos alianza 16
I.1.1.2 El relato de Génesis 1, 26-28. Tradición sacerdotal
El primer relato de la creación, perteneciente a la tradición sacerdotal17 expresa eficazmente la unidad del hombre y la mujer, dentro de la diferenciación de los sexos. Esa diferenciación sexual y de género fue querida por Dios.
Como culmen de la creación, Dios crea al “hombre”, constituido en macho y hembra. “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las fieras del campo y los reptiles de la tierra. Dios creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Dios los bendijo y les dijo: «Sed fecundos y multiplicaos, poblad la tierra…»” 18 En relación al tema del matrimonio podemos poner en evidencia dos aspectos: En primer lugar, que el hombre es imagen de Dios, en la dualidad de “macho y hembra”: ni el varón ni la mujer por separado son imagen de Dios. Este carácter de diálogo que se da entre los distintos sexos abre al don, al amor, a la fecundidad, reproduciendo la “imagen de Dios”, que es amor que se da. En segundo lugar, aparece la orden de tener hijos: “Sed fecundos y multiplicaos …” Esto indica que la finalidad específica de la sexualidad es la procreación, es decir, la transmisión de la vida, pero sin excluir la finalidad afectiva, que se ve en la tradición yahvista: “y son los dos una sola carne”. Es el equilibrio entre el elemento unitivo y procreativo lo que debe darse en el matrimonio, tal y como Dios lo ha pensado desde el principio19
I.1.1.3 El pecado original y el matrimonio
El libro del Génesis nos presenta el amor y el matrimonio como una obra de Dios, a través de la cual, hombre y mujer son llamados a cumplir una misión sagrada. Esta unión forma parte de lo que Dios ha querido en su creación, en orden a la perfección de la misma pareja y a la fecundidad de la familia humana20 Pero, según el Génesis, el pecado de Adán y Eva hirió profundamente la unión entre el hombre y la mujer21 El relato yahvista refiere de manera particular a las dificultades de la vida de la pareja: los dolores de parto en la mujer y las fatigas del hombre para alcanzar el sustento de la familia22
I.1.2 La enseñanza matrimonial de los profetas
La relación entre Dios y el pueblo elegido, se expresa en Israel por medio de los profetas en palabras y conceptos sacados de una situación humana concreta: la experiencia del amor conyugal23 La vida del matrimonio, con sus luces y sus sombras24 constituye el espejo donde los profetas ven la alianza de Dios con su pueblo, y así tratan de hacerlo ver a los demás. El matrimonio es el medio por el que la alianza se revela a la humanidad a través de los profetas. Por tanto, los profetas ofrecen una aportación decisiva, presentando la alegoría nupcial como expresión de las relaciones de amor y fidelidad que establece Dios con Israel25
El profeta Oseas es el primero que utiliza la realidad del matrimonio para explicar la relación entre Dios y el pueblo escogido. Habla de Dios a partir de su experiencia matrimonial. Estaba profundamente enamorado de su esposa Gomer, que le es infiel y le abandona, entregándose a la prostitución. La “prostitución” de su mujer se convierte en símbolo de la infidelidad de Israel, que llega incluso a entregarse a Baal, el dios cananeo. Pero Dios, siempre fiel, no se rinde y prevé un nuevo noviazgo con su pueblo26: “Pero yo la atraeré y la guiaré al desierto, donde hablaré a su corazón” 27
La imagen del “desierto” nos hace rememorar el periodo de enamoramiento, cuando Israel seguía más de cerca a su Dios. Este nuevo noviazgo no debe romperse por nuevas infidelidades28: “Entonces me casaré contigo para siempre, me casaré contigo en justicia y el derecho, en la ternura y en el amor; me casaré contigo en la fidelidad, y tú conocerás al Señor” 29
Jeremías aborda el tema de Dios como esposo, al igual que Oseas, pero de una forma más tierna, recordando las efusiones del primer amor: “Me he acordado de ti, en los tiempos de tu juventud, de tu amor de novia, cuando me seguías en el desierto, en una tierra sin cultivar” 30 Precisamente por esto es más intenso el reproche dirigido al pueblo infiel31 Sin embargo, la misericordia todopoderosa de Dios hace que a la infidelidad siga un encuentro definitivo32 Ni Jeremías, ni Dios, buscan hacer justicia tomando el acta de repudio. Ambos esperan que la esposa vuelva33
El profeta Ezequiel presenta a Israel bajo la imagen de una muchacha abandonada, de la que Dios se enamora y la lleva junto a él, haciéndola suya: “Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento, hice alianza contigo y tú fuiste mía” 34 Ella, sin embargo, se entregó a toda clase de traiciones; el esposo traicionado no la repudia, sino que le ofrece una Alianza eterna, indestructible. Tanto amor confunde a la esposa que se deja seducir35
En palabras de Isaías, Dios es para Israel el esposo que no puede abandonar a la mujer de su juventud36: “No se dirá de ti jamás ‘abandonada’, ni de tu tierra se dirá jamás ‘desolada’, sino que a ti se te llamará ‘mi complacencia’, y a tu tierra, ‘desposada’. Porque Yahveh se complacerá en ti, y tu tierra será desposada.” 37
Estas profecías no solamente revelan el gran amor que Dios tiene con su pueblo, que se muestra generoso en perdonar el adulterio o la prostitución, además del abandono religioso y la idolatría; sino también están llenas de enseñanzas para la vida conyugal. La bondad, la ternura y la misericordia de Dios para con su pueblo son el ejemplo divino del amor del hombre a la mujer, además queda patente lo que debe ser la fidelidad amorosa del esposo y de la esposa en el matrimonio38
I.1.3 Valores del matrimonio y la familia en la literatura sapiencial
La literatura sapiencial hebrea destaca la bondad de una unión matrimonial feliz y advierte de los peligros que amenazan la felicidad del matrimonio. En este ideal o modelo bíblico del matrimonio, reflejado en los libros sapienciales, se hacen notar los valores humanos, morales y espirituales de la vida conyugal, que está basada en un amor recíproco sincero, en las virtudes conyugales y en una conducta sincera y fiel a la voluntad de Dios39 El libro de los Proverbios, que se trata de la recopilación más antigua40 invita al esposo a disfrutar de la compañía de la mujer, evitando relaciones con mujeres extrañas41 Destaca muchas de las ventajas que asegura al esposo una “mujer fuerte”, es decir, virtuosa, trabajadora, buena ama de casa, que cumple sus deberes de madre y esposa con inteligencia y valor42 “Es mucho más preciosa que las perlas” 43
El libro del Eclesiástico44 (Sirácida), ve en el matrimonio feliz una de las cosas más destacables de la vida. Exalta la felicidad del hombre que ha encontrado una mujer virtuosa, aunque al mismo tiempo condena de forma severa el adulterio, tanto si proviene del hombre como de la mujer. “El hombre infiel al lecho conyugal que dice para sí: ‘¿Quién me ve? La oscuridad me envuelve y las paredes me ocultan; ¿Qué tengo que temer? De mis pecados no se acordará el Altísimo’, sólo teme los ojos de los hombres, pero no advierte que los ojos del Señor son mil veces más claros que el sol, ven todos los pasos de los hombres y penetran los rincones más secretos” 45
El libro de la Sabiduría es quizá el más reciente46 entre los libros sapienciales. Condena duramente las uniones extramatrimoniales. “Los hijos que nacen de relaciones prohibidas serán prueba de la perversidad de sus padres, cuando Dios llame a éstos a juicio” 47
Mención aparte merece el Cantar de los Cantares, un libro dedicado por completo al amor humano, al impulso del deseo que desembocará después en el matrimonio48 No existe entre los exégetas unanimidad acerca de cómo interpretar este poema, que proyecta en él un continuo diálogo entre dos enamorados que se buscan mutuamente. ¿Lo interpretamos como una exaltación al amor humano o como una alegoría del amor de Dios a Israel? Jiménez Hernández interpreta que se trata de ambas cosas a la vez. Por una parte lo considera un canto de amor: “El Cantar de los cantares es un canto sublime al amor del hombre y la mujer, como reflejo, imagen y signo del amor de Dios a los hombres… Lo que canta no es ciertamente el amor erótico de un encuentro ocasional, sino el amor permanente, ‘más fuerte que la muerte’, el amor matrimonial con todos sus encantos y todas las pericias cotidianas de un amor para siempre y sin vuelta atrás posible” 49 . Por otra parte, una alegoría: “El Cantar es un Midrás alegórico que prolonga los textos nupciales de los profetas para conducirlos hacia el cumplimiento de la alianza y de la plenitud del amor: el día en que Dios será conocido por Israel y será verdaderamente amado, como anuncia el profeta Oseas” 50 .
Otro de los textos importantes es el libro de Tobías. Nos ofrece una visión altamente espiritual de un hogar que ha sido preparado por Dios, fundado bajo su mirada en la fe y en la oración51 Habla de una joven hebrea muy bella, llamada Sarra, que se había casado siete veces, pero un demonio, enemigo de la unión conyugal, mataba al marido la misma noche de bodas, antes de que se consumase el matrimonio. Lejos de dónde se encontraba esta joven vivía Tobías. Mandó Tobías a su hijo, llamado también Tobías, con un encargo para la familia de Sarra. Tobías se puso de camino acompañado de un ángel (Rafael, que significa medicina de Dios) en figura humana, que se ofreció a acompañarle. Al pasar por un río, Tobías metió los pies en el agua y un gran pez amenazaba con arrancárselos. El ángel le gritó que lo agarrara, lo sacara fuera y que le extrajese el corazón y lo guardase. Cuando llegan al lugar de destino, el ángel consigue que los padres de Sarra se la den a Tobías en matrimonio. Por indicación del ángel, Tobías la noche de bodas, puso el corazón del pez sobre el brasero de los perfumes, de forma que el demonio al olor de este aroma tuvo que huir para siempre52 Esta narración cuenta la historia de un hombre y una mujer, destinados por el cielo, desde el principio, el uno para el otro. El texto de la Vulgata, más largo que la versión griega, insiste sobre la procreación como fin asignado por Dios a la unión del hombre y la mujer. En cambio, la versión griega recalca sobre todo el papel de auxilio y apoyo, de “ayuda semejante”, asignado por Dios al hombre y a la mujer en el matrimonio53
I.2 El matrimonio en los Evangelios
Cristo, como plenitud de la revelación, hecho hombre para nuestra salvación, intenta situar de nuevo el matrimonio dentro del proyecto originario de Dios. Jesús vino como Mesías y liberador, por eso también vino para liberar al matrimonio y la familia.
I.2.1 La indisolubilidad del matrimonio
Uno de los aspectos más importantes de la enseñanza de Jesús con respecto al matrimonio, por ser una novedad respecto a la ley antigua, es su enseñanza sobre la indisolubilidad del matrimonio. Esta enseñanza se observa en los Evangelios en cuatro pasajes54
I.2.1.1 El texto de Mateo 19 y el de Marcos 10
En estos pasajes del Evangelio, Jesús discute con los fariseos a propósito del divorcio. Durante su viaje a Jerusalén, un grupo de fariseos le pregunta si le está permitido al hombre repudiar a su mujer “por cualquier motivo” 55 La malicia de la pregunta estaba en la intención de querer situar a Jesús a favor de una de las dos escuelas enfrentadas acerca de la interpretación de la ley sobre el divorcio56 Pero Jesús volviendo “al principio” afirma que no es lícita ninguna forma de divorcio: “«¿No habéis leído que el Creador desde el principio los hizo macho y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne? De tal manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés ordenó darle el acta de divorcio cuando se separa de ella?» Les dijo: «Moisés permitió separaros de vuestras mujeres por la dureza de vuestro corazón, pero al principio no era así. Por tanto, os digo que el que se separe de su mujer, excepto en el caso de concubinato, y se case con otra, comete adulterio.»” 57
Según Flórez, la respuesta de Jesús a los fariseos: “pone de relieve la contradicción que existe entre el texto del Génesis y la práctica judía del divorcio” 58
Las conclusiones que podemos entresacar del texto de Mateo son tres59: En primer lugar, al estar el matrimonio inscrito en la misma naturaleza del hombre y de la mujer en cuanto a ser complementarios, y formando parte del plan originario de Dios, no se prevé ninguna excepción a la indisolubilidad. En segundo lugar, la ley de Moisés sobre el divorcio tenía un valor transitorio debido a la cerrazón de corazón de los hebreos que estaban cerrados a la verdadera voluntad de Dios para el matrimonio. Por último, volverse a casar, es considerado adulterio por Jesús, significando lo mismo si es el hombre el que toma la decisión como la mujer.
I.2.1.2 El texto del capítulo 5 de Mateo
Este texto aparece en el contexto del Sermón de la montaña: “También se dijo: cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio” 60 Estas palabras de Jesús implican claramente que el vínculo que une a la mujer repudiada con su marido no se ha roto por el hecho del repudio. Por lo tanto sigue siendo esposa del que la ha repudiado. El vínculo conyugal es más fuerte que la propia voluntad del hombre61
I.2.1.3 El “logion” del capítulo 16 de Lucas
Se trata de una frase aislada que aparece en Lc 16, 18: “Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, es adúltero: y el que se casa con la repudiada por su marido, es adúltero.” Es un logion62 compuesto, cuya primera parte reproduce a Mt 19, 9 y la segunda Mt 5, 31. Vuelve a mostrar la idea de que el matrimonio es totalmente indisoluble. El vínculo de unión entre el marido que repudia y la mujer repudiada sigue intacto.
I.2.2 Los incisos de Mateo
Estas palabras de Jesús, en primer lugar transmitidas por Marcos, en su Evangelio, fueron retocadas más tarde en el Evangelio de Mateo, se pregunta Bauer si quizás por el mismo evangelista63: “ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer – no por “porneia” – y se case con otra, comete adulterio” 64 Según García Paredes, la palabra “porneia” posee distintos significados: unas veces prostitución, otras, relación sexual extraconyugal. Pero con mucha probabilidad el término griego “porneia” traduce un término utilizado en el lenguaje judeo-rabínico en tiempos de Jesús para hablar del matrimonio entre parientes próximos. La comunidad de Mateo consideraba incestuoso este tipo de matrimonio, aunque en otros ambientes fuera considerado legítimo y válido65 A pesar de esta excepción introducida por Mateo, en una época en la que el hombre puede anular el matrimonio por cosas insignificantes, la indisolubilidad significa una novedad inaudita, que se puede comprender exclusivamente a partir del mensaje del Reino de Dios66
I.2.3 El matrimonio y las bodas del Cordero
Resulta realmente novedoso que Jesús se auto presente en los Evangelios como el Esposo. Si ya fue un atrevimiento que los profetas presentaran a Dios como el esposo de Israel, no lo es menos que Jesús se auto presente como el Esposo del nuevo pueblo de Dios.
Los sinópticos muestran una parábola sobre la fiesta de las bodas, en el que el esposo representa a Jesús. La parábola se encuentra en el contexto de una pregunta que los fariseos formulan a Jesús acerca de que sus discípulos no hagan ayuno, como lo hacían los discípulos de Juan o los propios fariseos. Jesús responde: “¿ Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día” 67
En otra parábola de disputa con los judíos, Jesús establece una comparación entre el Reino de Dios y un rey que preparó el banquete de bodas de su hijo. Una vez preparada la boda, el rey mandó llamar a todos los invitados; pero ellos rechazaron la invitación, mostrándose indignos de ella. Dice la parábola, que el rey enfadado ordenó a sus criados que invitaran a la boda a todos los que encontraran. Jesús es el Esposo, el hijo del rey68
Una tercera parábola nos habla de la espera del esposo por parte de diez jóvenes vírgenes invitadas a la boda. Cinco de ellas, prudentes, tenían suficiente aceite para la espera; pero las otras cinco, necias, se quedaron sin aceite en las alcuzas cuando llegó el novio y fueron excluidas del banquete. Una vez más Jesús es el Esposo que puede llegar a cualquier hora de la noche y por eso es necesario permanecer preparados y expectantes69
Para Flórez: “A través de la imagen de las bodas, se expresa el mensaje central de los evangelios: la llegada de aquel en quien se cumplen las divinas promesas, que viene a sellar con su propia sangre la alianza de Dios con su pueblo, que trae la paz y la reconciliación para todos los pueblos, que convoca a todos al banquete celestial” 70
I.3 El matrimonio en las cartas de San Pablo
En San Pablo encontramos mucho a propósito del matrimonio. A pesar de esto su enseñanza no es sistemática, ya que en ninguna parte trata el matrimonio de manera general y completa71 Los pasajes principales en los que trata el tema con más profundidad son 1 Cor 7 y Ef 5, 22-32.
I.3.1 Capítulo 7 de la 1ª carta a los corintios
San Pablo habla del matrimonio al responder a una pregunta efectuada por los cristianos de Corinto, entre los que había una tendencia a despreciar el matrimonio, además se habría querido obligar a los fieles a la castidad perfecta, prohibiéndoles casarse o realizar el acto conyugal a los que ya lo estaban.
I.3.1.1 La dignidad del matrimonio
En 1 Co 7 remite a la enseñanza de Jesucristo sobre el matrimonio y anima a los casados a vivirlo en plenitud, mientras que a los jóvenes les exhorta a acoger el don de la parthenía (virginidad o celibato) si Dios se lo ha concedido72 El matrimonio se presenta como un remedio contra la concupiscencia: “No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido. Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo al marido. No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia” 73 En esta cita podemos ver cómo el matrimonio es, para san Pablo, la unión del hombre y la mujer, unión querida por Dios, que los libra de la concupiscencia y los preserva de ser tentados por el diablo74 Además, refiere a que tanto marido como mujer tienen los mismos derechos y obligaciones, por lo tanto, la misma dignidad. Es así como deben sentirse el uno parte del otro; no son ya dos seres, sino un solo ser75
En otro versículo, San Pablo se refiere a una orden dada directamente por el Señor: “En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, más en el caso de separarse que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer” 76 Recalca con estas palabras su rechazo y condena del divorcio, y su afirmación de la indisolubilidad del matrimonio. En caso de separación, la meta final debe ser la reconciliación.
I.3.1.2 Los matrimonios mixtos. “Privilegio paulino”
En una ciudad como Corinto no sería difícil encontrar un matrimonio de un cristiano con una pagana o viceversa, es decir, un matrimonio mixto; lo que era considerado por san Pablo como un caso especial: “En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no la despida. Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente. De otro modo, vuestros hijos serían impuros, mas ahora son santos. Pero si la parte no creyente quiere separarse, que se separe, en ese caso el hermano o la hermana no están ligados: para vivir en paz os llamó el Señor” 77 Queda patente que san Pablo admite este matrimonio y admite en él una cierta sacralidad, sin descartar sus riesgos. Pero en el caso de que la parte pagana no quiera ya convivir con la parte cristiana, se pueden separar. La iniciativa siempre tiene que partir del cónyuge no cristiano. Es el llamado “privilegio paulino”, que todavía sigue vigente en el derecho canónico78 Puede parecer una excepción a la ley de la indisolubilidad del matrimonio, pero realmente se trataría de una situación tan anormal que la parte cristiana no se encuentre en condiciones de vivir su propio matrimonio. En tal caso, el matrimonio se hace como nulo al carecer de significado cristiano. Es evidente que la fe es un hecho determinante también en el matrimonio79 Al respecto, afirma Adnés: “No se trata, sin embargo, de matrimonios mixtos, que se vayan a contraer en el futuro, sino de matrimonios ya existentes en que uno de los cónyuges se ha convertido y recibido el bautismo, mientras que el otro sigue infiel o no creyente” 80
I.3.1.3 Matrimonio y virginidad
El apóstol Pablo pone en relación la virginidad con el matrimonio, no para contraponerlo, sino con la intención de mostrarla como una superación: “Acerca de la virginidad no tengo precepto del Señor. Doy, no obstante, un consejo, como quien, por la misericordia de Dios, es digno de crédito. Por tanto, pienso que es cosa buena, a causa de la necesidad presente, quedarse el hombre así. ¿Estás unido con una mujer? No busques la separación. ¿No estás unido a mujer? No la busques. Mas, si te casas, no pecas. Y, si la joven se casa, no peca. Pero todos ellos tendrán su tribulación en la carne que yo quisiera evitaros” 81 San Pablo no trata así de despreciar el matrimonio. Considera el matrimonio como un “don” de Dios, pero siéndolo mucho más la virginidad, que permite ampliar los espacios del amor y trabajar, “sin estar dividido”, por el reino de los cielos. Para Lothar Coenen et alii, san Pablo: “considera el matrimonio como algo secundario a la fe. Va tan lejos que llega a recomendar el celibato como un don especial ante la inminencia del fin” 82 Es importante observar que el matrimonio y la virginidad se deben vivir en la línea del amor, aun cuando la virginidad, como ofrenda total a Dios, y también a los hermanos, se abre a un amor “más grande”83 La continencia es sólo para los que han recibido ese don.
La presencia sacramental del Señor resucitado y la inminente llegada de la Parusía84 permite sentir a Pablo y a sus contemporáneos lo fugaz que es todo, que rápidamente pasa este mundo, y lo importante que es dedicarse sólo al Señor. En este contexto, la virginidad se presenta como el estado de vida que prepara de una manera especial para acoger esa presencia. Así es como quién está unido en matrimonio, lo tendrá más difícil. San Pablo no infravalora el matrimonio, ni muchísimo menos, pero no consigue explicar la razón de ser del matrimonio en cuanto experiencia auténticamente cristiana, expuesto al impacto de Cristo resucitado85
I.3.2 Efesios 5, 21-33
El presente texto ofrece la más profunda manifestación de la sacramentalidad del matrimonio. Según Johannes B. Bauer: “el matrimonio no es sólo imagen de la unión de Cristo con su esposa la Iglesia, sino que en esta imagen se expresa su constitución esencial” 86
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1 Ap 19, 9.
2 1 Cor 7, 39.
3 Catecismo de la Iglesia católica, Librería Editrice Vaticana, Vaticano 2005, 446-447.
4 Como afirma E. SCHILLEBEECKX, El matrimonio. Realidad terrena y misterio de salvación, Sígueme, Salamanca 1970, 31.
5 Cfr. P. ADNÉS, El matrimonio, Herder, Barcelona 1973, 26-27.
6 Cfr. P. VILADRICH – J. ESCRIVÁ-IVARS (editado por), Teología del cuerpo y de la sexualidad, Rialp, Madrid 1991, 19.
7 Cfr. X. LEÓN-DUFOUR, Vocabulario de teología bíblica, Herder, Barcelona 1993, 515.
8 S. X a. C.
9 Gn 2, 18.
10 Gn 2, 21-22.
11 Cfr. P. ROSSANO – G. RAVASI – A. GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, Paulinas, Madrid 1990, 1162.
12 J. C. R. GARCÍA PAREDES, Lo que Dios ha unido. Teología de la vida matrimonial y familiar, San Pablo, Madrid 2006, 244.
13 Cfr. Gn 2, 23.
14 Cfr. GARCÍA PAREDES, Lo que Dios ha unido, cit., 245.
15 Cfr. ROSSANO – RAVASI – GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1162.
16 Cfr. GARCÍA PAREDES, Lo que Dios ha unido, cit., 247.
17 S. VI a. C.
18 Gn 1, 26-28.
19 ROSSANO – RAVASI – GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1163.
20 G. FLÓREZ, Matrimonio y familia, BAC, Madrid 1995, 74-75.
21 Cfr. ADNÉS, El matrimonio, cit., 31.
22 Cfr. FLÓREZ, Matrimonio y familia, cit., 75.
23 Cfr. E. SCHILLEBEECKX, El matrimonio. Realidad terrena y misterio de salvación, Sígueme, Salamanca 1970.
24 Encontramos que en la Sagrada Escritura no siempre se cumple el proyecto de Dios sobre el matrimonio, pero a su vez, a través de los errores y abusos de personajes incluso de relieve, Dios quiere enseñar a los creyentes el verdadero sentido del matrimonio y de la familia, hasta llegar al altísimo mensaje del NT: ROSSANO – RAVASI – GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1158-1159.
25 Cfr. ROSSANO – RAVASI – GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1159.
26 Cfr. GARCÍA PAREDES, Lo que Dios ha unido, cit., 247.
27 Os 2, 16.
28 Cfr. ROSSANO – RAVASI – GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1160.
29 Os 2, 21-22.
30 Jer 2, 2.
31 Cfr. ROSSANO – RAVASI – GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1160.
32 Cfr. SCHILLEBEECKX, El matrimonio. Realidad terrena y misterio de salvación, cit., 64.
33 Cfr. GARCÍA PAREDES, Lo que Dios ha unido, cit., 258.
34 Ez 16, 8.
35 Cfr. GARCÍA PAREDES, Lo que Dios ha unido, cit., 258.
36 Cfr. FLÓREZ, Matrimonio y familia, cit., 75.
37 Is 62, 4-5. La misma imagen aparece en Isaías 54, 5-6.
38 Cfr. ADNÉS, El matrimonio, Herder, Barcelona 1973.
39 Cfr. G. FLÓREZ, Matrimonio y familia, BAC, Madrid 1995.
40 Su origen se hace remontar al siglo VIII a. C. e incluso a los tiempos de Salomón.
41 Pr 5, 1-20; 18, 22; 19, 14.
42 Cfr. P. ADNÉS, El matrimonio, cit., 36.
43 Pr 31, 10-31.
44 Data del siglo II a. C.
45 Si 23, 18-19.
46 Puede ser ya de época cristiana, al menos en alguna de sus partes. Claramente bajo el influjo helenístico, este libro nace en la ciudad de mayor población judía, Alejandría de Egipto, y, por tanto, se dirige a una comunidad que debe vivir en un ambiente pagano, rodeada de lujo y del atractivo de las doctrinas filosóficas paganas, que habían llevado al mundo occidental al poderío intelectual y militar. El autor se ve obligado a entrar en discusión con esas doctrinas, pero lo hace en modo tal de no herir demasiado a sus adeptos: más bien, aprovecha para resaltar la doctrina tradicional hebrea y mostrar su superioridad: P. VILADRICH – J. ESCRIVÁ-IVARS (editado por), Teología del cuerpo y de la sexualidad, cit., 126-127.
47 Sb 4, 6.
48 Cfr. ROSSANO – RAVASI – GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1161.
49 E. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, Cantar de los cantares. Resonancias bíblicas, Grafite, Bilbao 2002, 9.
50 JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, Cantar de los cantares, cit., 15.
51 Cfr. LEÓN-DUFOUR, Vocabulario de teología bíblica, cit., 517.
52 Ver en Tobías 5,1-22; 6,1-19.
53 Cfr. P. ADNÉS, El matrimonio, cit., 35.
54 Cfr. P. ADNÉS, El matrimonio, Herder, Barcelona 1973.
55 Cfr. Mt 19, 3.
56 Ver Deuteronomio 24, 1.
57 Mt 19, 4-9.
58 FLÓREZ, Matrimonio y familia, cit., 193.
59 Cfr. P. ROSSANO – G. RAVASI – A. GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1165.
60 Mt 5, 31-32.
61 Cfr. P. ADNÉS, El matrimonio, cit., 42.
62 En opinión de ADNÉS, El matrimonio, cit., 43.
63 J. BAUER, Diccionario de teología bíblica, Herder, Barcelona 1967, 618.
64 Mt 19, 9.
65 Cfr. GARCÍA PAREDES, Lo que Dios ha unido, cit., 269.
66 Cfr. L. COENEN – E. BEYREUTHER – H. BIETENHARD, Diccionario teológico del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1986, 49.
67 Mc 2, 18-20.
68 Leer parábola del banquete nupcial en Mt 22, 1-14.
69 Leer la parábola completa en Mt 25, 1-13.
70 FLÓREZ, Matrimonio y familia, cit., 102.
71 Cfr. P. ADNÉS, El matrimonio, cit., 51.
72 Cfr. J. C. R. GARCÍA PAREDES, Teología de las formas de vida cristiana. I. Perspectiva histórico-teológica, Claretianas, Madrid 1996, 74-79.
73 1 Cor 7, 2-5.
74 Cfr. J. BAUER, Diccionario de teología bíblica, Herder, Barcelona 1967, 619.
75 Cfr. P. ROSSANO – G. RAVASI – A. GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1166.
76 1 Cor 7, 10-11.
77 1 Cor 7, 12-15.
78 Can. 1143.
79 Cfr. P. ROSSANO – G. RAVASI – A. GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, cit., 1167.
80 ADNÉS, El matrimonio, cit., 55.
81 1 Cor 7, 25-28.
82 COENEN – BEYREUTHER – BIETENHARD, Diccionario teológico del Nuevo Testamento, cit., 47.
83 Cfr. P. ROSSANO – G. RAVASI – A. GIRLANDA, Nuevo diccionario de teología bíblica, Paulinas, Madrid 1990.
84 La palabra “Parusía” procede del griego, y hace referencia a la segunda venida del Señor.
85 Cfr. J. C. R. GARCÍA PAREDES, Lo que Dios ha unido, cit., 279.
86 BAUER, Diccionario de teología bíblica, cit., 620.
- Citar trabajo
- Ángel Gerónimo Llopis (Autor), 2015, Situación de la Ética Matrimonial y Sexual en el Cristianismo de los siglos II y III, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/436063
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