La razón por tanto de la realización de este trabajo investigativo está el querer vislumbrar en un primer momento los aspectos fundamentales de la virtud de la esperanza presentes en las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio actual. En un segundo apartado, como la esperanza abarca la totalidad del hombre y a todos los hombres se quiere hacer una descripción general de la realidad venezolana actual que afecta al creyente como no creyente, de los vicios u errores que se corren en la enseñanza y aplicación en la vivencia de la misma y por últimos exponer orientaciones prácticas en la promoción de la esperanza en la Iglesia venezolana bajo la óptica de los documentos magisteriales latinoamericanos. La razón del trabajo investigativo radica en que es necesario el acompañamiento de los cristianos en Venezuela sobre todo bajo la luz de esta virtud que aun los momentos de sufrimiento y dolor puede alentar el alma del venezolano creyente como el no creyente que puede esperar decididamente en Dios, tal argumento abarca y aplica a todos los hombres en su totalidad porque su existencia esta iluminada en la persona de Jesús, esperanza definitiva de la humanidad. Por eso, desde un desarrollo descriptivo hermenéutico tratare de explicar tales aspectos de la esperanza cristiana, y su necesaria promoción.
DEDICATORIA
A mis Padres, hermanos, familiares, amigos y a quienes me han acompa ñ ado en este camino ú nico para m í .
AGRADECIMIENTO
A Dios Padre, por el don de la vida, A Jesucristo mi Se ñ or por su infinito amor.
A mi Madre, Mar í a del Carmen, por ser para m í lo m á s hermoso que Dios me ha dado, por su amor y entrega.
A mi Padre, Marcos Tulio, mi amigo y consejero
A mis hermanos: Janoy y Alexander, por estar siempre a mi lado. A mi P á rroco Pbro. Luis Chamberlain por ser el instrumento que Dios utiliz ó en esta aventura hermosa.
A los sacerdotes que me han acompa ñ ado en mi proceso de formaci ó n, en especial al Pbro. Jim Alexander Gil, Odilio Miranda y Á ngel Fern á ndez A Juan Espinoza, por su hermandad en este camino del Seminario. A Solangela Mendoza, Jos é Ram ó n D í az, Daysi Z á rraga, Ana Gonz á lez, Yenner AlfredoMoreno, Yusmira D í az, y Jessy a quien agradezco su apoyo
incondicional
A mis familiares y dem á s amigos por su oraci ó n, generosidad y cercan í a.
“ No, la esperanza no es in ú til, no es alienaci ó n, no es imposible, si el hombre la desea, la busca, se la pide aunque sea a los ni ñ os. La esperanza es indispensable para seguir viviendo … tienen necesidad de esperanza los santos y los miserables, los sabios y los analfabetos. La desesperaci ó n es el infierno. Sin embargo, esperar significa creer que la esperanza es m á s fuerte que la desesperaci ó n. La verdadera esperanza
no est á nunca en una cosa, sino en “ alguien ”
JUAN ARIAS
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
Las sociedades en todas las épocas han estado marcadas considerablemente por sucesos dantescos y desastrosos que sin duda alguna han lacerado la vida del hombre. Son contables las acciones en contra de la misma humanidad que entre el siglo XIX y XX son evidentes su poder devastador, y ejemplo de ellos ha sido la lucha entre corrientes ideológicas como el marxismo y el capitalismo, que han dejado su estela de pobreza y desigualdad, la primera y segunda guerra mundial, la guerra fría, que aún hoy algunos países mantienen, la carrera armamentista y la lucha de poder. Es notorio que la conciencia del hombre oscurecida y apartada del plan divino lo ha introducido en un estado de pecado profundo que como se ha indicado no solo afecta el momento presente sino que deja secuelas en los años por venir.
Ahora las luchas ideológicas no es algo nuevo, pero en los dos últimos siglos tanto el marxismo como el capitalismo han hecho visible su poca sustentabilidad, siendo prueba de ellos los estragos que dichas ideologías generaron; un ejemplo de ellos ha sido la desaparecida Unión Soviética, el comunismo Ruso, el que imperó en la Alemania del Sur, o en el comunismo de China y de Cuba, estos últimos que permanecen en la actualidad.
Bajo este aspecto, en América Latina, se puede hablar es de una adecuación del Marxismo; por Ejemplo, K. H. Hillmann lo define como Socialismo en tres niveles: teorías e ideas destinadas a superar las situaciones de desigualdad política y social creadas por la industrialización capitalista, movimientos políticos que aspiran a un orden económico - social y un orden al que aspiran las ideas socialistas. Mientras que para Ortiz, es un programa sociopolítico provisional a corto plazo con programas económicos en la misma medida para satisfacer lo prometido por la revolución socialista y proyectos a largo plazo para la eliminación de instituciones tradicionales burguesas consideradas fracasadas1. En definitiva, el marxismo hoy es el producto de adecuaciones propias de las realidades del momento que como se dijo anteriormente no son más que corrientes filosóficas llegadas del viejo continente, que en el nuevo continente sufrieron algunas transformaciones.
En Venezuela, estas ideas izquierdistas marxistas ya se notaban a finales de los años 60 pero tuvieron un impulso a mediados de 1998 cuando el entonces Hugo Chávez Frías la disfrazara bajo el llamado Proyecto Pa í s, y que solo a mediados del 2005 la definiría como Socialismos de Siglo XXI. Fueron grandes las trasformaciones que vivió el país en medio de este modelo que se comenzaba a implementar, pero atrás dejaba también grandes acciones en deploro de la equidad, igualdad y la dignidad del venezolano, así lo hacía referencia la Conferencia Episcopal Venezolana a mediados del mes de febrero de 2014, en el cual se lee:
«Con seria preocupación, estamos observando los últimos sucesos acontecidos en el país. Sobre todo, por la carga de violencia que han supuesto, con sus lamentables consecuencias de muertes, heridos y destrozos de patrimonios familiares e institucionales…»2.
Tal manifestación no quedó allí, en menos de dos años y a raíz de la muerte del Presidente Hugo Chávez, la situación venezolana se intensificó como más fuerza. Sobre ello, los Obispos venezolanos reunidos manifestaron una vez más su preocupación a través de un comunicado del 24 de abril de 2016 en el que indicaban:
«Nunca antes habíamos sufrido los venezolanos la extrema carencia de bienes y productos básicos para la alimentación y la salud, junto con otros males como el recrudecimiento de la delincuencia asesina e inhumana, el racionamiento inestable de la luz y el agua y la profunda corrupción en todos los niveles del Gobierno y la sociedad. La ideologización y el pragmatismo manipulador agudizan esta situación[…] el Poder Ejecutivo y la Asamblea Nacional, a más de respetarse y actuar según su respectiva autonomía, reconociendo el papel que a cada uno le corresponde, están llamados a dar al pueblo ejemplo de "encuentro y diálogo" en favor de la convivencia nacional»3.
El 2017 no ha sido si quiera el mejor de los años, la situación se ha agudizado, el anarquismo de un modo u otro reina, y no hay gobierno que actúe en pro de la sociedad venezolana, la escases de alimentos y de medicamentos, la hiperinflación galopante y la caristia de los productos mantienen en constantes desesperación y agobio al venezolano al punto de perder ya toda esperanza que se ve de manifiesto, por citar un ejemplo, en el éxodo hacia otros destinos. He aquí entonces preguntas importantes, ¿es posible alentar al venezolano? ¿Hay esperanza en medio de todo esto? ¿Podemos los católicos hacer algo?
Todo cristiano sabe que nuestra esperanza no está fundada en el mundo terreno, si bien, Dios nos ha creado para gobernar el mundo, no nos ha colocado solo en medio de el sin propósito o cometido, más allá de ello nos ha dado vida para vivir junto a Él, justificados por su gracia (Tt 3,7).4 Esta esperanza por demás está fundada en la Resurrección de Cristo que vino al mundo a sacar al hombre sumergido en las tinieblas del Pecado, para una vida nueva, así el Evangelista San Juan los explica al decir: « Que tanto ha sido el amor de Dios, que nos dio a su Hijo para quien crea no se pierda » 5. De este modo Dios a querido cargar el peso de nuestras culpas junto al sufrimiento y las aflicciones que los poderosos en medio de este mundo imponen al hombre, haciéndolas llevaderas y confiándola en el único que ha venido a favor de nuestra salvación, su Hijo, Jesucristo el Señor.
Ciertamente la esperanza es una virtud teologal que nos impulsa hacia la patria eterna, ella abarca el deseo definitivo de todo cristiano: el encuentro con el Señor. Esta esperanza es una “expectación” que refiere a un bien futuro que no podemos alcanzar sin ayuda ajena, es decir, un bien altísimo que no podemos alcanzar con nuestras propias fuerzas sino solo con la ayuda y la gracia de Dios,6 y esto es lo que conocemos como la Esperanza Cristiana. De este modo la esperanza del hombre radica en el gozo expectante del encuentro definitivo con el Señor, sanador de las heridas y restaurador de la existencia, en el día del “escatón”, día último, en el que todo cristiano ha de esperar.
Bajo esta idea, la esperanza entonces está inmersa en la historia del hombre y en su realidad concreta que exige un análisis de la existencia humana y la comprensión misma en cuanto a su propio existir, por ello, ha de tenerse en cuenta su conciencia, su libertad, su temporalidad y sus historicidad, así como su relación con el mundo y los otros. La esperanza por otro lado no solo se hace presente en la historia personal sino comunitaria del hombre en el que el futuro de la humanidad afecta la existencia también de cada uno personalmente.7
Para el converso al catolicismo, el protestante Jürgen Moltmann a través de su Teología de la Esperanza, el cristianismo es escatología de principio a fin; es esperanza, orientación, movimiento hacia adelante, y por ello, revolución y transformación del presente. La fe cristiana vive de la Resurrección de Cristo que se proyecta hacia la promesa del futuro universal, por ende que la predicación cristiana y la Iglesia entera están caracterizadas por su orientación escatológica.8 Por tanto, este movimiento, esta orientación que transforma el presente dicen mucho a la esperanza cristiana, porque en ella el hombre en medio de su historia puede ver cada día de su vida como si fuera el último de su existencia pudiendo colocar allí sus agobios, sus tristezas, sus penurias y contrariedades en el Jesús que viene continuamente a su encuentro y que lo estará en el último día en que sea arrebatado de esta morada terrenal.
Por tal motivo, expongo inicialmente que el hombre en esta espera final puede apoyar su esperanza día a día en aquel que todo lo puede. Por tanto, en mi trabajo investigativo vale la pena preguntarse ¿es posible construir la esperanza cristiana en la realidad venezolana mediante los aportes de los documentos del Consejo Episcopal latinoamericano?
JUSTIFICACIÓN
La esperanza, presente en la vida cristiana lanza a todo hombre cristiano en la espera gozosa del mismo Salvador. Bien es cierto que el mundo secularizado y el creciente relativismo que impide al ser humano su encuentro que la verdad, hace que su día a día se vea sumergido en la desesperanza perdiendo incluso el sentido de la vida. La Iglesia que ha estado presente en la historia del hombre ratifico en el Concilio Vaticano II la necesidad de permanecer y acompañar a los cristianos en sus realidades concretas en medio de un mundo golpeado por las vanidades que en mucha forma le aquejan y lastiman haciendo suya los gozos y esperanza, las tristezas y las angustias, de especial manera la de los pobres, los que sufren, es decir, todos los avatares de los discípulos del Señor. La esperanza cristiana enseñada por la Iglesia tiene su relación directa y definitiva con el gozo expectante del encuentro definitivo con el rey de este mundo, Jesucristo, por quien fueron creadas todas las Cosas (Cfr. Flp 1,1ss). Ahora el deseo de tocar este punto radica en ver si tal esperanza que bien tiende al fin último de la existencia de todo hombre puede ser radicalmente vivida en el presente, en el día a día, en medio de la realidad concreta del ser humano.
La razón por tanto de la realización de este trabajo investigativo está el querer vislumbrar en un primer momento los aspectos fundamentales de la virtud de la esperanza presentes en las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio actual. En un segundo apartado, como la esperanza abarca la totalidad del hombre y a todos los hombres se quiere hacer una descripción general de la realidad venezolana actual que afecta al creyente como no creyente, de los vicios u errores que se corren en la enseñanza y aplicación en la vivencia de la misma y por últimos exponer orientaciones prácticas en la promoción de la esperanza en la Iglesia venezolana bajo la óptica de los documentos magisteriales latinoamericanos. La razón del trabajo investigativo radica en que es necesario el acompañamiento de los cristianos en Venezuela sobre todo bajo la luz de esta virtud que aun los momentos de sufrimiento y dolor puede alentar el alma del venezolano creyente como el no creyente que puede esperar decididamente en Dios, tal argumento abarca y aplica a todos los hombres en su totalidad porque su existencia esta iluminada en la persona de Jesús, esperanza definitiva de la humanidad. Por eso, desde un desarrollo descriptivo hermenéutico tratare de explicar tales aspectos de la esperanza cristiana, y su necesaria promoción.
OBJETIVOS GENERALES
La esperanza cristiana en la realidad venezolana bajo la óptica de los documentos magisteriales latinoamericanos del CELAM.
OBJETIOS ESPECÍFICOS
1. Vislumbra los aspectos fundamentales de la esperanza cristiana
2. Describir la visión de la esperanza cristiana presente en las Sagradas Escrituras, en los Padres de la Iglesia y en el Magisterio actual de la Iglesia.
3. Detallar los aportes a la esperanza cristiana presente en los documentos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
INTRODUCCIÓN
El mundo actual vive sumergido en un proceso acelerado de desarrollo que obliga a los hombres de los pueblos y naciones a aceptarlos para no quedar relegados a estos cambios que entre comillas proyectan un mejor porvenir. Sin embargo, es lamentable observar como la apuesta por el tecno-cientificismo, la producción en masa, la carrera informativa como otros avances globales tergiversan, por su mal uso, la realidad que afecta de su muchas maneras la dignidad humana, los valores y principios, individuales como sociales y el sentido propio de la vida, haciendo que el hombre de hoy coloque sus seguridades en aspectos humanos definitivamente efímeros que no terminan de colmar sus expectativas.
En un mundo tan contradictorio, que crece en medio de bienestar para algunos, pero de pobreza para otros, de exacerbada injusticia, de desigualdades sociales, creando desorden y caos, incluso desesperanza encuentra por otro lado en la esperanza cristiana un punto de partida en la que el ser humano puede abandonarse, apostando por algo más, es decir, poniendo su seguridad en aquello que no le puedan arrebatar incluso en las situaciones más difíciles porque esta esperanza no reposa en poseer lo que no se tiene sino en poseer en plenitud lo que se le ha dado, lo que se le ha revelado. Es así como la humanidad a través del cristianismo ha recibido de su Señor su amor y de su Hijo la salvación, y con él todo el cumplimiento de las promesas divinas que se verán cumplidas en el último día, de aquí que la escatología cristina ilumine todos los elementos de la fe con la luz del futuro, de modo que la fe cristiana quede impregnada de esperanza. Por eso, el hombre que cree en ello puede orientar toda su realidad hacia el futuro apostando por aquello que Dios promete.
En este sentido, las promesas divinas pueden brindar al hombre una posibilidad de esperar contra toda esperanza, más cuando parte de ella entretejen un enramado de seguridad por lo que ha hecho Cristo en el mundo. La Iglesia tiene mucho por hacer, y para ello es necesario que se aboque, como lo ha hecho en todos los tiempos: proclamar el Reino y la vida nueva en Jesucristo. Porque quien acoge con libertad este proyecto de salvación, ve cambiar el sentido de toda su existencia.
Por consiguiente, el presente trabajo de investigación se desarrollará en tres capítulos, así, en un primer momento se vislumbran los aspectos fundamentales de la esperanza a partir de la doctrina cristiana, de modo que en este apartado se buscará definir la esperanza en cuanto a lo que significa, las nociones generales, las tres clases de esperanza, la necesidad que todo cristiano tiene de ella, y sus aspectos constitutivos hasta llegar a su propia teología. En segundo momento, se hará una visión panorámica de la esperanza cristiana desde diversas fuentes: las Sagradas Escrituras, los Padres de la Iglesia y el Magisterio actual. De esta manera, se desea poder encontrar la razón de ser de esta esperanza y el objeto de la misma, así como los aportes que a lo largo de la historia se ha hecho sobre ella. En el último apartado se desarrollará las aportaciones que el Consejo Episcopal Latinoamericano hiciera sobre la esperanza en las cinco conferencias celebradas por tal consejo desde 1955 de modo que pueda iluminar la realidad venezolana.
Finalmente, considero que esta investigación puede ayudar a los creyentes como a todos los hombre de buena voluntad a aceptar el desafío de cambiar el mundo aún en medio de las fatigas, angustias y tristezas, hasta el punto de convertir su propia realidad histórica en el Reino de Dios aquí en la tierra, entendiendo que mientras se peregrina en esta mundo y se trabaja por el Reino, será esta esperanza la que mantendrán con firmeza las expectativas que se tenga de la vida y de lo que representa, lanzando al hombre a hacer siempre el bien y amando a sus hermanos como lo había establecido Dios desde el principio.
CAPÍTULO I ASPECTOS GENERALES DE LA ESPERANZA CRISTIANA
Al adentrarnos en el aspecto argumentativo de la esperanza es necesario tener en consideración la existencia humana como su compresión misma, es decir, la realidad del hombre en el acto mismo de su vida, y cómo desde su historia ve tal relación con aquello que espera.
1. La esperanza: Definición
Según el diccionario de la Real Academia Española define la esperanza de manera general como un estado de á nimo que surge cuando se presenta como algo alcanzable lo que desea, pero también haciendo referencia al aspecto religioso la define como una virtud teologal por la que se espera que Dios otorgue los bienes que ha prometido 1. Así, la esperanza entonces pasa a ser más que un deseo para convertirse en la convicción de esperar aquello que se anhela porque hay seguridad de recibirlo.
La esperanza en sentido neotestamentario confluye en su punto de intersección en dos elementos: el primero, en la disposición divina sobre el destino del hombre fundamentado en el amor de Dios, mientras que el segundo, responde a la conducta del hombre frente a su disposición de creer con certeza sobre el decreto salvífico establecido esperando confiadamente la consumación definitiva del plan divino salvífico en la venida de Jesucristo.2 Bajo esta segunda propuesta la esperanza asume un sentido mucho más amplio que no se limita solo a la espera de algo por parte del hombre sino que también ya tiene un condicionamiento primario positivo: Dios que por amor tiene un plan de salvación para el mismo hombre.
2. Noción y Clases de Esperanza
2.1 Noci ó n
La palabra esperanza aunque etimológicamente definida como la espera de la promesas divina parece tener afinidad íntima con espera y expectación, esta última como mayor aceptación en el leguaje cristiano. Ambos términos no son sinónimos y tienen una clara diferencia, pues bien si espera se refiere a algo que puede conseguir fácilmente el hombre, la expectaci ó n, en cambio, refiere a un bien futuro y difícil cuya consecución no podemos alcanzar por si solo sino mediante una ayuda ajena. Así lo expone Santo Tomás de Aquino, al hacer la distinción entre esperar y expectar citado por Royo Marín, A: « la esperanza mira al bien posible en un doble movimiento que surge en el hombre [ … ] por sus propias fuerzas o por ayuda ajena [ … ] la primera refiere a solo “ espera ” mientras que la segunda a “ expectaci ó n ”» 3.
2.2 Clases de Esperanza
Existen tres clases de esperanza, entre ellas la sensitiva o pasional, la racional o moral y la teológica o sobrenatural, las primeras dos pertenecen al orden natural mientras que la última al orden sobrenatural. Santo Tomás citado por Royo Marín así los explica: la primera de ella, la sensitiva o pasional respecto al objeto de la esperanza tiene en cuenta cuatro condiciones, que sea un bien, porque ella no puede tender sino al bien; que sea futuro, porque espera algo que no está en el presente inmediato, de arduo y difícil adquision y que ese objeto arduo sea posible de obtener, estas últimas en cuanto a que nadie espera algo que puede tener rápidamente o que por sí solo puede conseguir. Así pues, también esta esperanza sensitiva es el movimiento de la potencia apetitiva que resulta de la aprehensión del futuro, una pasión, porque es un instinto dado por el creador que permite prever las cosas futuras, que se opone a la desesperación en cuanto a que la experiencia es causa de la esperanza. Aquí la esperanza también es causa del amor y viceversa, en cuanto que la esperanza mira al bien que espera causada por el amor ya que no hay esperanza sin el bien deseado o amado, por tanto, el que alguien nos ame hace que esperemos por él. De este modo, la esperanza ayuda a la operación humana porque el hombre obra a causa de ella que a su vez causa un deleite.4
La esperanza racional o moral, es aquella cuyo objeto siempre arduo o difícil de encontrar pero posible, no supera las fuerzas humanas, es decir, aunque el bien esté al alcance de las propias fuerzas o alcanzable con la ayuda de algún agente puramente natural, nada tiene que ver con la esperanza teologal o sobrenatural que supera las fuerzas naturales.5 De esta manera, puede decirse que este tipo de esperanza aunque este distante de la esperanza cristiana puede sin embargo servir de gran ayuda a la humanidad peregrinante. La esperanza teologal o sobrenatural, por su parte, como virtud teologal es una virtud infundida por Dios a la voluntad del hombre, el cual confía con plena certeza en alcanzar la vida eterna y los medios necesarios para llegar a ella apoyado del auxilio divino. El objeto material primario de la esperanza es la bienaventuranza eterna mientras que el secundario los medios que conducen a ella siendo así el objeto formal el mismo Dios y el motivo su omnipotencia auxiliadora. De este modo, la esperanza reside en la voluntad del hombre ya que su acto propio es cierto movimiento del apetito racional hacia el bien6, ya que la misma esperanza tiende con absoluta certeza a su bien, que es el mismo Dios, dejando por tanto a un lado los bienes de este mundo (objeto secundario de la esperanza). Esta clase de esperanza es imposible en aquellos que están apartados de Dios (porque lo han rechazado o han sido infieles a Él). Por lo que ella, la esperanza se encuentra propiamente en los justos de la tierra y en las almas del purgatorio.
3. Necesidad de la Esperanza
El mundo actual vive profundamente enfermo pues la filosofía existencialista con su angustia vital, el ateísmo sembrando por todas partes su fría indiferencia han dejado al mundo sin horizontes, por lo que el hombre esta inexorablemente abocado a la nada convirtiéndose en un caminante hacia el no ser, por lo que detrás de todo esto, aparece un constante vacío, una soledad infinita y eterna en la que la esperanza aparece como una palabra utópica. Quizás hoy como nunca el mundo está necesitado de la ayuda de la virtud de la esperanza pues solo la esperanza cristiana puede levantarle de su postración moral (la del hombre) y ponerlo en marcha hacia su destino inmortal7 recordando así que Dios no ha constituido al hombre para la muerte, pues lo hizo a su imagen y semejanza8.
4. La Esperanza Cristiana
Habiendo establecido estos elementos propios de la esperanza es necesario que adentremos rápidamente y de manera somera en el conocimiento de los fundamentos y aspectos constitutivos de la misma y lo que ella representa para el cristiano, y esto es lo que conocemos como la esperanza cristiana.
4.1 Fundamentos de la Esperanza cristiana
El Nuevo Testamento, especialmente los textos de San Pablo nos presentan la vida cristina desarrollada y vivida desde la fe, la esperanza y la caridad. Para el Apóstol su fe se encuentra fundamentada en la resurrección de Cristo, quien ha sido constituido por Dios como salvador del hombre, esperanza de la salvación futura, revelación definitiva de la gloria de Dios, participación del hombre y del mundo en ella, amor de Cristo cumplido en el amor y el servicio de los hombres. De este modo, Fe, esperanza y caridad, distintas entre sí están unidad por la realidad esencial de Dios, que es amor.
De las cartas escrita por San Pablo, será su carta dirigida a los romanos en la que hace una referencia concreta de la esperanza cristiana, de este modo escribe:
«Y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto cuando todavía estábamos sin fuerzas en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos […] más la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores murió por nosotros»9.
Para el Apóstol, en razón a lo que escribe a esta comunidad, se revela el amor que Dios tiene por nosotros que se traduce en el amor de un Dios para con los hombres en Cristo, pues en la entrega del Hijo por parte del Padre celestial se ve cumplido el supremo amor que Dios tiene por sus criaturas. El acontecimiento por tanto de la muerte y resurrección de Cristo se funda una esperanza sin límite, San Pablo ve por tanto en la encarnación, muerte y resurrección de Jesús todo el plan salvífico trazado por Dios desde antiguo. De este modo la promesa hecha Dios a su pueblo en el pasado se ven cumplidas en Jesús. Este acontecimiento permanece para siempre en la mediación de Cristo resucitado por el Padre a favor de los hombres, así el teólogo Juan Alfaro lo señala:
«En el misterio de Cristo, está garantizada no solo la salvación del hombre, sino también del mundo y de la historia. El mundo a través del hombre está llamado a participar de la gloria de Cristo, el dominio salvífico de Cristo se extiende a toda la creación y llegara a su plenitud cuando todo sea recapitulado en Él»10.
Cristo por tanto, es lo último y definitivo para la existencia humana su presencia en el mundo representa el comienzo y la plenitud de la misma historia en la que la humanidad está llamada a participar de la vida gloriosa que va más allá de nuestra temporalidad.
[...]
1 Cfr. L. MARTÍNEZ, Violencia y Religi ó n en la Cultura Venezolana. Una Interpretaci ó n Teo-pol í tica a partir de Rene Girar, 23.
2 Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana ante los ú ltimos sucesos en el pa í s, 2014, 1.
3 Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana ante la grav í sima situaci ó n del pa í s, 2016, 1.
4 “…para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna”.
5 Cfr. Jn 3,16
6 M. A. ROLLO, Teolog í a de la Esperanza, 46- 47.
7 Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL COLOMBIANA, Cuestiones de Teolog í a, 196. 199.
8 Cfr. MONDIN. B, La Teolog í a de la Esperanza, hoy, 3.
1 DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Documento en línea.
2 K. RAHNER - H. VORGRIMLER, Diccionario Teol ó gico, 216.
3 Cfr. M. A. ROLLO, Teolog í a de la Esperanza, 46-47.
4 Cfr. M. A. ROLLO, Teolog í a de la Esperanza, 48-52.
5 Ib í d., 52.
6. Ib í d., 56-57.
7 Cfr. M. A. ROYO, 59-60.
8 Sab 2,23
9 Rm 5,5-11
10 J. ALFARO, Esperanza Cristiana y liberaci ó n del hombre, 36.
- Citar trabajo
- Tulio Sánchez (Autor), 2018, La Esperanza Cristiana En La Realidad Venezolana Bajo La Óptica De Los Documentos Del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/433171
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