Adentrarnos en las marismas del Hipólito de Eurípides nos exige una disposición clara; la de aquel que se presta a vivir una de las más dolorosas tragedias. Una tragedia representada allá por el 428 a.C. en los escenarios áticos. Bien sabemos que Eurípides escribió dos Hipólitos ya que el primero fue un estrepitoso fracaso debido a que el personaje de Fedra en contraposición a como nos la presenta en el segundo, y como desvelaremos más tarde, era descarada, atrevida, así como desvergonzada. Ya con el segundo Hipólito consagró a ésta tragedia como una de sus más excelsas obras.
La identificación del tema principal de la obra es asunto controvertido, y tal controversia se testimonia en la diferente asignación del tema que es realizada por parte de diversos estudiosos y lectores del texto. Algunos se aventuran y no dudan en aseverar que: “La tragedia de Hipólito versa por entero sobre el poder de la palabra y sus invencibles contradicciones ”. Sin embargo otros no estarían de acuerdo en descargar todo el peso, o por lo menos el más fundamental, en el juego de los silencios que vehiculan la trama de la tragedia. Es más, con la poca modestia que hace falta para defender cualquier lectura comprometida, aquí no vamos a señalar aquel tema como el más fundamental sino más bien como el modo en que el tema que para nosotros, es el que de forma más clara se evidencia, se desarrolla y va tomando cuerpo. Este tema no es otro que el que uno de los muchos filólogos clásicos convienen en denominar: La pugna entre Afrodita y Artemis .
Como nos resulta evidente, el titulo exige haberse percatado y advertido previamente de la estrecha unión que entrelaza a los dos personajes de esta obra con las deidades, tanto a Hipólito con Artemis como a Fedra con Afrodita, uniones harto diferentes por la causa de las mismas, ya que mientras que en el caso de Hipólito es la más pura de las devociones la que lo unirá a la diosa cazadora, no es más que un influjo caprichoso lo que propiciará la locura amorosa en Fedra, tal y como atestiguan las palabras de la misma diosa: “Fedra, se sintió dominada por un tremendo amor en su corazón a causa de mis planes ”.
Índice
I. Introducción
II. Estructura de la tragedia
III. Una tragedia de contrarios mudos
IV. Conclusión
V. Bibliografía
I. Introducción
Adentrarnos en las marismas del Hipólito de Eurípides nos exige una disposición clara; la de aquel que se presta a vivir una de las más dolorosas tragedias. Una tragedia representada allá por el 428 a.C. en los escenarios áticos. Bien sabemos que Eurípides escribió dos Hipólitos ya que el primero fue un estrepitoso fracaso debido a que el personaje de Fedra en contraposición a como nos la presenta en el segundo, y como desvelaremos más tarde, era descarada, atrevida, así como desvergonzada. Ya con el segundo Hipólito consagró a ésta tragedia como una de sus más excelsas obras. La identificación del tema principal de la obra es asunto controvertido, y tal controversia se testimonia en la diferente asignación del tema que es realizada por parte de diversos estudiosos y lectores del texto. Algunos se aventuran y no dudan en aseverar que: “La tragedia de Hipólito versa por entero sobre el poder de la palabra y sus invencibles contradicciones[1] ”. Sin embargo otros no estarían de acuerdo en descargar todo el peso, o por lo menos el más fundamental, en el juego de los silencios que vehiculan la trama de la tragedia. Es más, con la poca modestia que hace falta para defender cualquier lectura comprometida, aquí no vamos a señalar aquel tema como el más fundamental sino más bien como el modo en que el tema que para nosotros,es el que de forma más clara se evidencia, se desarrolla y va tomando cuerpo. Este tema no es otro que el que uno de los muchos filólogos clásicos convienen en denominar: La pugna entre Afrodita y Artemis[2]. Como nos resulta evidente, el titulo exige haberse percatado y advertido previamente de la estrecha unión que entrelaza a los dos personajes de esta obra con las deidades, tanto a Hipólito con Artemis como a Fedra con Afrodita, uniones harto diferentes por la causa de las mismas, ya que mientras que en el caso de Hipólito es la más pura de las devociones la que lo unirá a la diosa cazadora, no es más que un influjo caprichoso lo que propiciará la locura amorosa en Fedra, tal y como atestiguan las palabras de la misma diosa: “Fedra, se sintió dominada por un tremendo amor en su corazón a causa de mis planes[3] ”.
Que el tema principal de la tragedia sea la pugna y enfrentamiento entre las posiciones de ambos personajes, de ambas diosas, no puede llevarnos a pensar que es a esta contraposición entre amor loco y castidad a lo que se reduce esta tragedia, teniendo por vencedor a alguno de los contendientes. Nada más lejos de la verdad que el texto va a querer compartir con nosotros. Aunque vayamos a desvelar un parte del mensaje final que Eurípides pudiera querer transmitirnos, diremos ahora que más bien esta tragedia va a aprovechar la pugna de dos formas aberradas para reivindicar la moral de la polis. Son dos formas aberradas de comportamiento, tanto la de Hipólito como la de Fedra, en la medida en que se extravían, se apartan y desvían del camino natural que sugiere la polis, sobre todo en el caso del casto Hipólito. En el mismo comienzo de la tragedia, a través del perspicaz consejo que da el sirviente de Hipólito a su señor, aparece perfectamente expuesta uno de estos vetustos principios que acrisolaron la costumbre entre los ciudadanos de la polis. Le pregunta su sirviente: ¿Conoces la ley que está vigente entre los mortales?...Odiar la arrogancia y lo que no es grato a todos[4] ”.
II. Estructura de la tragedia
Según la Poética de Aristóteles podemos reconocer en la tragedia diversas partes en las que éstas se subdividen. Estas son el prólogo, los episodios y el Éxodo. Luego destacaríamos las partes del coro: el párodo y el estásimo. Permitámonos señalar que el mismo Aristóteles le dedica unas palabras a Eurípides y a sus tragedias, no precisamente de elogio cuando de introducir al coro se trata: “Y al coro hay que concebirlo como a uno de los actores, y debe ser una parte del conjunto e intervenir en la acción, no como lo hacía para Eurípides, sino como lo hacía para Sófocles[5] ”.
El Prólogo de esta tragedia correspondería a la primera comparecencia de Afrodita en el que esta tiene un monólogo en el que manifiesta su molestia ante la indiferencia de Hipólito con respecto a su deidad, molesta por el hecho de que él no le de culto y prefiera a Artemis. Hipólito que es un vástago bastarde, hijo de una Amazona y que tiene la osadía de: “rechazar el lecho y no aceptar el matrimonio[6] ”. Ese que es acompaña de una comitiva que no es propia de humanos. Pero tarda poco en hacer notar que no es celosa de tal estado. El castigo que le quiere imponer a Hipólito lo justifica como una pena a la falta de culto a su deidad, a su persona. Lo que prepara Afrodita es que Hipólito muera, utilizando a Fedra. En este Prologo además del monólogo de Afrodita, acto seguido aparece por primera vez Hipólito, escena en la que se nos refiere su castidad además de su especial relación con Artemis. La siguiente parte de la tragedia que destaca Aristóteles es el Párodo que consiste en, tal y como el mismo dice: “la primera elocución completa del coro[7] ”. En el Hipólito, lo conforman quince mujeres, madres de la nobleza de Trecena. Han tenido noticia de que la reina Fedra está enferma y se preguntan el porqué. Algunas sugieren enfermedad, otras sin embargo celos, incluso algunas especulan sobre un posible embarazo o problemas familiares. La siguiente parte que destacaríamos en la estructura de la obra serían los episodios. En esta tragedia encontramos tres episodios principales. En el primer episodio encontramos a una Fedra desasosegada en su enfermedad, dominada por la soberbia, la ὕϐρις.Está consumida por la vergüenza, la vergüenza que siente ante el hecho de que sus pensamientos estén dirigidos a Hipólito. Ella manifiesta el deseo de muerte inminente. Su nodriza le pide moderación, le pregunta por su afección pero Fedra no se presenta fácilmente comunicativa, la toman por loca por sus expresiones metafóricas, todas ellas sabemos referidas a su amado, algunas de las más llamativas las referimos aquí: “Llevadme al monte…deseo azuzar a los perros, y lanzar por junto a mi rubia cabellera una jabalina tesalia, sosteniendo en mi mano el puntiagudo proyectil[8] ”. Se avergüenza de sus palabras, que para la nodriza solo son insensateces. Ésta le advierte a Fedra que con su muerte, su hijo será desplazado en la línea hereditaria por Hipólito, nombre que al escuchar Fedra se sobresalta. En este último arrebato de Fedra, la nodriza no aguanta más y adoptando la postura de suplicante le ruega comparta el origen de su mal, la verdad de su afección. Fedra acaba confesando, momento a partir del cual deja de proferir metáforas ininteligibles para la nodriza. La nodriza la incita a liberar su deseo y consumarlo, pero Fedra se mantiene integra y rechaza tal propuesta con manifiesta reprobación a las palabras de su nodriza. En el segundo episodio la nodriza se acercará a Hipólito, el que se verá terriblemente sorprendido. Hipólito amenaza con contarlo a Teseo pero lo ata la promesa hecha a la nodriza de no revelar nada. Cuando le es dada la noticia, comienza un brillante discurso contra la feminidad, lo femenino, en suma, contra la mujer. Más tarde Fedra se entera de que la nodriza ha acudido a él y de su reacción, por lo que decide matarse llevando a Hipólito con ella, urdiendo astutamente un plan. El último episodio comienza con el suicidio de Fedra. Acto seguido Teseo, el padre de Hipólito, aparece lamentando su infortunio y descubre una nota de suicidio. La nota acusa a Hipólito de violación. Teseo exige a Poseidón la concesión del deseo que éste le adeuda, su deseo no es otro que mate a Hipólito ese día. Cuando Hipólito comparece ignorante de la causa de la muerte de Fedra, Teseo lo llama corrupto, acusándole de que su culpa es doble. Hipólito defiende su propio carácter noble pero al haber hecho la promesa a la nodriza de no hablar, si revela la verdad estará faltando a una promesa con lo que su defensa de su buen carácter quedará deslegitimada; es una paradoja insuperable, una paradoja comunicativa, un desajuste de diálogos. Como dicen algunos de sus comentaristas: “cada personaje proclama por entero su propia verdad. El problema es otro: que estas verdades resultan ser incomunicables[9] ”. La propia nobleza de Hipólito es lo que lo conducirá hacia su fatal destino, Hipólito es un hombre cuyo carácter tendría como resultado el más injusto de los ostracismos. Un ostracismo por su excelencia moral, puesto que él no es un hijo natural de la polis, a él su huida a los montes, su rechazo de la integración social tendrán como consecuencia éste trágico destino. El episodio acaba con el destierro de Hipólito.
Otra de las partes que destaca Aristóteles en su capitulo XII de la Poética es el Estásimo. Esta parte es en la que el autor aprovecha para expresar sus ideas políticas, filosóficas, religiosas. En esta tragedia destacan tres estásimos. El primero señala que el poder de Eros es grandioso, ejemplo de ello lo tenemos en Heracles y Zeus, los cuáles fueron poseídos por él y violaron sus votos matrimoniales. En el segundo estásimo se aconseja que para solucionar la situación, lo que ha de hacerse es huir, con marcharse de allí se resolverían los problemas en los que Fedra se ve atrapada. El tercer y último estásimo nos dice que las calamidades y las penas inesperadas son parte de la existencia, de la vida. Finalmente la última parte de la tragedia es el Éxodo, parte que en el Hipólito se corresponde con el suceso que comienza con el anuncio de un amigo de Hipólito del accidente de su amigo. Teseo quiere ver el cuerpo muerto de su hijo. Sin embargo Artemis aparece repentinamente y le revela enteramente la historia a Teseo y lo critica por haber condenado al casto. Hipólito es conducido dentro del palacio y conversa con Artemis, solo conversa, no la ve. Lo consuela diciendo que algún día lo vengara matando a uno de los favoritos de Afrodita. Ella no puede quedarse a contemplar la muerte de Hipólito no sea que la manche. Padre e hijo se abrazan esperando el final cuando Hipólito perdona a su padre y acto seguido muere.
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[1] Longo. O. El universo de los griegos, Acantilado. Venecia, 2009, Pág.14.
[2] ADAMS, J.P. Eurípides, Hippolytus. California State University, 2012. Pág.4.
[3] EURIPIDES. Alcestis, Medea, Hipólito. Alianza. Madrid, 2009. Pág. 166.
[4] EURIPIDES. Alcestis, Medea, Hipólito. Alianza. Madrid, 2009. Pág. 168
[5] ARISTÓTELES. Poética. Istmo. Madrid, 2002. Pág. 79.
[6] EURIPIDES. Alcestis, Medea, Hipólito. Alianza. Madrid, 2009. Pág. 165
[7] ARISTÓTELES. Poética. Istmo. Madrid, 2002. Pág. 59
[8] EURIPIDES. Alcestis, Medea, Hipólito. Alianza. Madrid, 2009. Pág173.
[9] Longo. O. El universo de los griegos, Acantilado. Venecia, 2009, Pág.23
- Citar trabajo
- Bachelor Angel Guirao Navarro (Autor), 2010, Hipólito, la Utopía de la Castidad, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/338259
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