La presente tesis fue una investigación realizada en el pregrado de Historia, donde se rescata un carnaval realizado en la ciudad de Cali (colombia) a comienzos del siglo XX. Incialmente, se resaltan la mayoría de las festividades a nivel mundial en varios periodos de tiempo, posteriormente se hace un análisis de los procesos festivos desarrollados en América Latina y Colombia, y por último, se rescata el proceso del carnaval en Cali entre los 1922 a 1936.
Inhaltsverzeichnis
INTRODUCCION
1. FIESTA: FERIA Y CARNAVAL: MANIFESTACIONES LÚDICAS EN EUROPA Y AMÉRICA (XIV-XIX)
1.1 CELEBRACIÓN DEL FAUSTO EN EUROPA: MÁXIMO ESPLENDOR DEL MUNDO “AL REVÉS”
1.2 TRASLADO DE BUFONES, HÉROES Y MALVADOS A LA AMÉRICA ESPAÑOLA
1.3 DE LA INVERSIÓN A LA JERARQUIZACIÓN SOCIAL, LA LLEGADA DE UN NUEVO SISTEMA AL PODER
2. LAS CIUDADES COLOMBIANAS BAILAN AL RITMO DE CARNAVAL: FESTIVIDADES A FINALES DEL SIGLO XIX Y COMIENZOS DEL XX
2.1 TRANSFORMACIÓN DE LA VIDA FESTIVA
2.2 SIGLO XX: UN NUEVO ESPACIO PARA LA CULTURA Y LA POLÍTICA
3. GÉNESIS DEL CARNAVAL: EXPRESIÓN DE PODER Y PROGRESO EN CALI A COMIENZOS DEL SIGLO XX
3.1 NACIMIENTO DE UNA “NUEVA” ELITE
3.1.1 Un Espacio para los Negocios
3.2 CALI SE PONE A RITMO DE LAS DEMÁS CIUDADES COLOMBIANAS: NACE EL PRIMER CARNAVAL
3.3 EL PAPEL DE LAS MUJERES EN LOS FASTOS
3.4 LA ELITE NO COMPARTE CON EL “POPULACHO INCULTO”: EL TRÁGICO SUCESO DEL ´23
4. MUERTE AL CARNAVAL, ¡VIVA EL CARNAVAL!
4.1 LA FIESTA DEBE CONTINUAR
4.2 ESPACIOS RE-CREADOS PARA LA DIVERSIÓN
4.3 AÑOS 30’S
4.4 EL PODER DE CARNAVAL
5. CONCLUSIONES
6. BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
Las manifestaciones culturales han sido parte esencial en la vida del individuo a través de la historia, dentro de ellas, se encuentran inmersas las actividades lúdicas que lo han acompañado en su cotidianidad, manteniendo la expresión festiva como parte integral en sus diferentes acciones. En este sentido, las diversas expresiones culturales no son desarrolladas como meros actos individuales sino todo lo contrario, donde el ser humano entra en contacto con el resto de su comunidad. Es así, que el individuo logra desinhibir en palabras de Mijaíl Bajtin1, todas sus pasiones y sentimientos reprimidos, para entrar a formar una fuerza social festiva que fragmente los límites infranqueables impuestos en el día a día.
Es, en ese regocijo comunitario donde surgen los diferentes eventos festivos, como formas de poder dentro de la propia sociedad, entre ellos el carnaval, espacio creado y recreado por la comunidad en determinado momento histórico, conteniendo en sí mismo, una serie de elementos y manifestaciones que hacen de éste, uno de los pocos eventos festivos puros en su totalidad, pocas veces se ve una manifestación donde confluyan diversas representaciones e identidades de un grupo social tan claramente percibidas como en el carnaval. Así Mijaíl Bajtin, define al carnaval, como la “ otra vida de un pueblo en constante renovaci ó n ” 2, idea retomada por otros autores como Peter Burke,3 que analiza la vida cultural en la Edad Media y profundiza aún más esta idea de la constitución de la cultura popular, observando en ella, no sólo una masa homogénea de individuos organizados socialmente sino, diversas categorías que los hacen distinguirse unos de los otros. Sin embargo Mijaíl Bajtin, le atribuye a la comicidad y, a la comicidad dentro del carnaval, el elemento fundamental en la construcción social y cultural, idea que se retomará en el transcurso del presente trabajo.
Por tanto, el interés de este trabajo: “El Carnaval de poder, El poder del Carnaval” surge, por la necesidad de querer entender la manifestación cultural del carnaval, desarrollada en casi todas las sociedades del mundo, donde Cali no fue ajena en desarrollar a principios del siglo XX (1922-1936), un evento con las particularidades y elementos constitutivos de esta festividad. Debido a la poca información bibliográfica con la que se cuenta actualmente para la realización de este trabajo, se ha tratado de exponer un estudio que contribuya a mostrar un poco más de esta ciudad en ámbitos culturales, tan poco estudiados por académicos e intelectuales locales. El estudio del carnaval en Cali, abre las puertas para indagar diversos eventos festivos que se desarrollaron en la ciudad (anterior o posterior a este evento), comparándolos y observando las múltiples manifestaciones que se inscriben en diferentes investigaciones realizadas.
Se analizará el papel de los diferentes sectores de la sociedad caleña, (en especial la elite, por eso se remite al “Carnaval del Poder”), en la constitución de esta manifestación sustentada discontinuamente por varios años, como parte fundamental en la construcción de ciudad durante parte del siglo XIX y todo el XX. En esta temporalidad, se pueden observar cambios relevantes, que ayudaron a la transformación física de la región gracias a los proyectos que emprendieron las autoridades locales, y la incidencia en las nacientes clases medias y bajas de Cali, que como lo describe Jairo Henry Arroyo4, no tardaron en manifestar algunos desórdenes de relevancia en el sector urbano, primordialmente en los centros de comercio de la ciudad.
Así mismo, se entiende la importancia de la constitución del carnaval apoyados en la idea de destacar la región en materia cultural; el estudio de este evento festivo es relevante en el presente trabajo para demostrar un aspecto de la vida social, cultural política y hasta económica de la ciudad, representado en el papel que ejercían los notables caleños en el desarrollo de un evento, para los nacientes pobladores. El carnaval de Cali, más allá de considerarse como una mera expresión del “sentimiento ciudadano”, se configuraba como un proyecto propio de la modernidad. Con este panorama, se podría indagar, ¿si fue posible que gracias a la constitución de un carnaval en la ciudad, se pudiera liberar las tensiones sociales entre un lado y el otro de la sociedad? Ya que, como aparece en los cánones de la vida carnavalesca, la igualdad, la fraternidad y la tolerancia eran componentes necesarios e integradores al momento de celebrarse este evento, o por el contrario, mantenía una fuerte relación con los realizados en otras regiones del país, especialmente con Bogotá y Medellín, donde su poca inclusión era la parte central de la programación.
Igualmente, es importante resaltar el papel del sector popular dentro de las dinámicas que se establecían en la ciudad, sus diversiones y festividades en oposición de las realizadas oficialmente, pero también observar el significado de la constitución de un evento festivo para la población en general, en la región. El espectáculo se materializaba con el apoyo de las autoridades locales, las cuales definían el papel y las conductas que debían ser adoptadas por la población; con una serie de restricciones que limitaban el regocijo en general, en detrimento de la celebración adoptada por la fiesta universal materializada en rito, para dar rienda suelta a la diversi ó n mutua. ¨El poder del carnaval¨, se ha propuesto para designar el ¨despertar del pueblo¨, aquel que retomaba el papel central y dinámico en la constitución de la verdadera esencia carnavalera.
En el análisis de este trabajo se toma como punto de partida el texto de Mijaíl Bajtin, como hilo conductor en el aspecto teórico y metodológico; entendiendo la cosmovisión del rito de carnaval, el entramado y la puesta en escena en el período que este autor analiza. Por tanto, como se describe anteriormente, la idea de Peter Burke en su texto, amplía la visión de la vida cultural popular durante este período. Estos autores logran inicialmente, profundizar en el estudio de esta manifestación, que no es propia de la Europa medieval, pero que contiene en ella misma el renacer de un pueblo “cohibido” (en este momento histórico), por las autoridades eclesiásticas y civiles, a eso se debe su importancia, pues en ella se muestra la riqueza de un evento tan particular que pocas veces ha sido reemplazado en la historia.
Peter Burke, centra su objetivo en analizar las diversas expresiones “folclóricas” de la época, encontrando en la actividad popular o cultura baja una transformación de la vida cotidiana europea, rescatando los valores culturales que le dieron la importancia a un tema que no había sido tenido en cuenta por otros autores que se dedicaban generalmente a rescatar las grandes gestas de los reyes o de un sector importante de la sociedad. No sólo analiza las principales actividades festivas de la población, sino que escudriña y profundiza la forma en que los diferentes sectores de la cultura popular, mantenían sociabilidades para determinados objetivos. Intenta descifrar las diferentes labores realizadas por estas comunidades entre las que pueden encontrarse: zapateros, tejedores, artesanos, herreros, cómicos, juglares, entre otros.
Mijaíl Bajtin por otro lado, desde el ámbito de las corrientes dominantes de las ciencias sociales en su momento, como el estudio freudiano y las representaciones mentales (este último heredado por el historiador por Lucien Fevbre), construye culturalmente la población europea sin necesidad de establecerla en divisiones o categorías (aunque seguramente lo percibía), centrando su importancia en la vida festiva del carnaval. Este autor, realiza un trabajo relevante en el aspecto historiográfico, donde eleva cada elemento de la vida del carnaval de la Edad Media y del Renacimiento a un máximo grado: el licor y la comida, la plaza p ú blica, las im á genes populares, la risa, la renovaci ó n social, las ambig ü edades, las imprecaciones, el papel del actor que conforma la actividad5, son elementos imitados o retomados por la aristocracia europea en años posteriores, y por diferentes sectores de esa sociedad, los cuales a medida que se empezaba a explorar nuevos territorios la fueron incluyendo como formas de vida en diversas regiones conquistadas. La importancia de estos autores para el presente trabajo puede problematizarse indagándose, si la verdadera esencia del carnaval llegó en su estado puro a al continente americano, y si fue así ¿ cómo era celebraba una festividad que contenía en sí misma una mezcla de elementos sacro profanos, en una sociedad de ¨naturales¨, donde se buscaba cristianizar de cualquier manera a estos individuos? Además, entender, ¿de qué manera se fueron implantando estas actividades lúdicas distintas a las realizadas por los americanos?
Para un primer acercamiento a este problema resulta interesante el texto de Ángel López Cantos6, autor que analiza la sociedad amerindia dentro de las actividades lúdicas de los europeos, en un contexto diferente al momento de explorarse; o, como se complementa en la tesis de Javier Ocampo López7, las fiestas realizadas en Hispanoamérica, estaban cargadas de una mayor ideología religiosa, que reconfiguraba los procesos culturales de los pueblos indígenas y negros en la época colonial. La Investigación de Ángel López, se concentra en la llegada de diversas fiestas a tres ciudades americanas, donde demuestra las similitudes de las actividades lúdicas que se desarrollaban en cada una de ellas durante la colonia. Divide en dos partes las fiestas más importantes celebradas en América: las religiosas (o solemnes), con un alto grado de seriedad y de orden, y las cívicas (o repentinas), donde comúnmente finalizaban en algarabías, por la llegada del monarca al lugar del regocijo, por la celebración de su cumpleaños, por su muerte, y hasta por contraer matrimonio. Además, analiza los diferentes elementos construidos en los días de fiesta que pudieron llegar a tomar importancia, ya que eran reformados, tanto por los indígenas antes de su llegada como por los esclavos negros. La importancia de este trabajo igualmente se observa en el estudio que el autor hace a las fiestas en Cali realizadas durante la colonia, la particularidad que tiene esta ciudad respecto a las otras en las festividades desarrolladas, basándose en el estudio de académicos como Gustavo Arboleda8, autor que examina en este sentido las diversas celebraciones en la ciudad.
Es necesario igualmente, observar la manera en la cual se iba construyendo el territorio nacional en materia de fiestas, desde el período de la conquista hasta llegado el siglo XX, sin perder de vista los argumentos y conceptos descritos por Bajtin y Burke, en materia de celebración. Cabe destacar la multitud de celebraciones realizadas anualmente en el territorio nacional desde el período colonial, el legado heredado por los ibéricos que como se argumentó anteriormente, lograron implantar una serie de actividades festivas, heredando y transformando la forma de celebrar en siglos posteriores: la vacaloca, las carreras de caballos, los confetis, el lanzamiento de objetos a los transeúntes, la pólvora, los desfiles de jinetes, las calles de honor, la música9 y una interminable lista de actividades, lograron adherirse a la América española trasfigurando la mentalidad de la sociedad en la época colonial.
En ese orden, el texto de Edgar Gutiérrez y Elizabeth Cunin,10 reúne una serie de investigaciones realizadas por académicos de diversas corrientes historiográficas con el fin de profundizar en el proceso festivo en las diferentes regiones de Colombia. Este trabajo describe y analiza de forma concreta, las diferentes festividades desarrolladas básicamente en el siglo XIX y XX. Entre los autores de esta investigación se encuentra Marcos González Pérez, el cual analiza el papel del carnaval en Bogotá a principios de siglo XX, donde profundiza en este tema, construyendo elementos similares a los desarrollados en la ciudad de Cali. El estudio de este autor sirve como punto de comparación para analizar las actividades y programaciones desarrolladas durante los días de carnaval, no sólo en Cali sino en otras ciudades importantes del país. Así, se podría aceptar que el carnaval de Cali no era una actividad desarrollada de forma aislada, sino que era vista como una “particularidad” de regiones en constante crecimiento industrial; pero si es correcta esta afirmación, cabría preguntarse, ¿por qué no tuvo la importancia que debió haber tenido posteriormente? Es claro, que el ¨Carnaval del poder¨ se centra en demostrar que este evento no coincide con el que nos describe el propio Mijaíl Bajtin, sin embargo, puede resultar un poco confuso pues el descrito por este autor hace referencia a un tipo de espectáculo en un espacio y una temporalidad contraria, acompañado de otras condiciones.
Investigaciones retomadas de disciplinas complementarias, ayudarán a comprender el fenómeno del carnaval, su incidencia en las diferentes ciudades colombianas y latinoamericanas desde diversos puntos de vista, para comprender ampliamente este fenómeno. Roberto DaMatta11, en un estudio sociológico del carnaval en Brasil, da cuenta de diferentes elementos que no sólo se observan en los “carnavales de elite” de ese país sino en la gran mayoría de los celebrados en el resto de América. Igualmente, el texto de Javier Tovar12, facilita un acercamiento antropológico desde la actividad festiva desarrollada por un grupo étnico del putumayo, llamado los Kamentsá, donde realizan una actividad compleja a la hora de celebrar el carnaval como método del perdón, en el que se puede encontrar algunos elementos heredados por los ibéricos. O, Antonio Gramsci, autor retomado y analizado en el texto de Jorge González Sánchez13, en el que se estudia el papel de los individuos que componen la fiesta, los elementos retomados de la “clase hegem ó nica ” de la sociedad, como un medio de resistencia de la cultura popular, donde surgen ambigüedades reaccionarias y progresistas.
Así, este trabajo pretende demostrar no sólo el desarrollo de una actividad cultural en Cali por 14 años, sino, comprender como se iba construyendo esa idea de ciudad conforme se erigía cómo una de las más importantes del país en materia de industria y progreso, o mejor, como ese desarrollo ayudó a que se generara el proceso carnavalesco como medio publicitario en la ciudad; relacionando conceptos tales como: fiesta, carnaval, elite, cultura popular, identidades, representaciones, industria, resistencia, violencia, modernización, inclusión…, para lograr un amplio entendimiento a la hora de analizarlo.
Contextualizando el tema de investigación para este trabajo, se expondrán cuatro divisiones en el texto, que abordaran el tema desde una visión mucho más globalizada para relacionarla con el objeto de estudio en la región de Cali. Así mismo, se expondrá el problema central de fondo que ayudará a “aterrizar” esta investigación, analizando el proceso del carnaval en sus diferentes manifestaciones espaciales y temporales con el celebrado en la ciudad. Por esto, es pertinente llegar al tema de estudio preguntándonos, ¿Cómo era observado este fenómeno por la propia sociedad en conjunto de la región, y de qué manera fue incluido como parte de la vida cultural de los caleños en la primera mitad del siglo estudiado?, en un momento donde se empezaba a deslumbrar conflictos sociales de consideración, como lo fueron por ejemplo las protestas de los diferentes centros de comercios en la primera década del siglo XX, extendiéndose por varios años y en diversos lugares14.
Inicialmente se estudiará los ritos festivos que han perdurado desde la Europa medieval y renacentista entre ellos el carnaval y la feria; la aproximación que han tenido a la hora de celebrarse, que incluso han llegado a confundirse o a relacionarse erróneamente como la misma actividad de celebración. Estos eventos se enmarcan dentro de los procesos festivos macros de la FIESTA. Por tanto, se realizará una definición desde el ámbito etimológico de cada uno de estos conceptos dentro de la relevancia que requieren en el estudio académico. Autores como Miguel Camacho15, en su artículo sobre la Feria de Cali, puede dar cuenta de esta discrepancia existente, definiendo sutilmente, la primera en términos económicos y la segunda como un espacio creado por cualquier individuo dentro de su propia comunidad, donde se establecen imaginarios y representaciones sociales.
Más adelante, se podrá observar el papel de la sociedad europea para llevar a cada lugar de conquista sus diversas prácticas culturales. Este continente se propone como el más indicado a la hora de hablar de actividades lúdicas, ya que en las diferentes manifestaciones de diversión traídas a América, se resaltaban como sus actividades principales. La celebración de las acostumbradas carnestolendas nacen de la idea de transgredir el orden, puntualmente el eclesiástico, manifestando una visión en “donde todo se podía”, pues en algunos casos contaron con el mismo aval de la iglesia. Poco a poco, diversos sectores de la sociedad europea se van insertando en la lógica de lo festivo, encontrando en el espacio de los carnavales, el medio más recurrente para la diversión. Al lado de la cultura popular y de la iglesia, aparecen los nobles y las familias aristocráticas, que le dan un ¨ viraje decisivo ¨ al espectáculo, retomado más adelante en el siglo XIX y XX, no sólo en Europa sino especialmente en América.
Posteriormente, el origen de los carnavales “aristocráticos europeos”, llegan en un momento determinado a ser tan relevantes para sus participantes, que actúan en detrimento de los realizados tradicionalmente, convirtiéndose en fastos majestuosos y a su vez privados. Empero, los realizados por los ibéricos en plena conquista y el desarrollo de la colonia, lograron manifestarse como parte de la vida popular europea. La llegada de los conquistadores a la región amerindia trajo consigo no sólo la civilización en términos políticos o sociales, las actividades lúdicas (entre ellas el carnaval); sirvieron para explorar, reconfigurar y complementar las realizadas por los negros e indígenas. Algunos rituales festivos de los americanos y africanos, permanecieron o se permitieron debido a la mala experiencia de suprimir estas propias actividades en el viejo continente; los ibéricos y en especial los clérigos, lograron adaptarse, obteniendo un importante control sobre la población.
Las diferentes fiestas celebradas en este territorio durante la colonia, acudían básicamente a legitimar el orden que se establecía desde la Corona, por lo cual se debía guardar orden y respeto hacia sus autoridades. Aunque pasado el tiempo de la celebración se podía dar rienda suelta a la diversión en general. Diversión no tan materializada como se pensaba, pues a diferencia de los festejos en Europa, estas contaban con un alto grado de restricción como lo afirma Ángel López:
Sus actuaciones estaban impregnadas de una buena dosis de populismo (españoles). Provocaban una especie de pseudocamaradería, descendiendo al nivel de los inferiores, pero no como iguales, sino como un regalo que graciosamente ofrecían y que era recibido con infinito agradecimiento por parte de la plebe, que de antemano conocía las intenciones de esa falsa familiaridad. Muy pocas veces se extralimitaron. Siempre aguardaron la distancia y el respeto y el acatamiento fueron normas que nunca rompieron16
En el siguiente capítulo, se abarcará el proceso festivo durante el siglo XIX en nuestro país, donde se modificaron las estructuras del poder, con lo que el ambiente social y político tomó un nuevo rumbo, variando a su paso las diferentes formas de representación de las regiones a nivel nacional, sin haber olvidado la herencia del legado español. Por tanto, es importante señalar la importancia de este siglo en términos de festividades específicamente, para señalar su “nuevo” funcionamiento; es decir, ¿qué se iba a celebrar? y ¿cómo se iba a realizar? Al modificarse la vida política en el poder, las diversas manifestaciones también se reestructuraron; por tanto, las actividades culturales sirvieron como medio para reivindicar y reforzar el papel político de los lideres en este periodo. La entrada a final del siglo XIX del período de la regeneración, trae consigo una serie de medidas y transformaciones importantes en distintos ámbitos, entre ellos el festivo. El papel de la iglesia, acompañado de la autoridad conservadora, determinó la forma de realizar fiesta, enfocando un objetivo en los diferentes festejos cívicos y religiosos, en el que el orden y la decencia acompañaran las diversas procesiones. Marcos González17, desarrolla ampliamente este aspecto, especialmente investigando el proceso de la fiesta direccionada en cambiar o acrecentar el poder político de las autoridades, las cuales reconfiguraban las actividades “des-ordenadas” de la comunidad, en fiestas patrióticas, donde se reforzaba el imaginario de heroísmo, de victorias militares y lealtad a la nación.
Sin embargo, este tipo de acontecimientos no lograron modificar las actividades lúdicas desarrolladas por la “cultura baja”: conservaron sus propias festividades al lado de las oficiales, corriendo el riesgo como era visto en la prensa de la época, de acabar en la cárcel, castigado, o con una fuerte multa económica. El proceso transformación de la fiesta celebrada durante el siglo XIX, trajo consigo marcadas transformaciones materializadas en el siglo XX donde cada región mantenía (y aún mantiene), un tipo identitario autónomo.
En el siguiente punto, es importante resaltar el papel de algunas ciudades colombianas que recrean sus propias festividades llegado el siglo XX, con la carga o herencia del siglo anterior; debido a esta situación, se analizará la forma de celebrar en este nuevo período, donde las fiestas patrióticas continuaban su labor central en la sociedad a guisa de legitimar el statu quo, al lado de las fastuosas celebraciones del pueblo en general. La puesta en escena va configurando un estilo a la hora de celebrar, con lo cual el avance en materia económica va de la mano con el progreso en territorios que alcanzan una cierta prosperidad en materia de modernidad, tan en boga del discurso europeo y estadounidense. Las celebraciones en recintos privados y exclusivos de la elite en las regiones colombianas empiezan a llamar la atención de un sector de la sociedad. La elite, acompañada de extranjeros que empezaban a ver en el país un buen espacio para los negocios. Estos lugares (clubes), cobran importancia, no tanto para las transacciones económicas sino, para las diversiones o celebraciones con ciertas particularidades. En este sentido, el imaginario popular del carnaval, empezaba a cambiar por la llegada de “ carnavales aristocr á ticos ” como los llama Renán Vega 18 ; “ carnavales de peque ñ a sociedad ” , por Mirtha Buelvas19 ; o,
“ fiestas ofrecidas ” , por Michel Vovelle 20. La popularidad de este tipo de fastos no tardó en llegar las diferentes ciudades y municipios del país, aún, sin importar que fueran lugares con una economía débil.
En ese sentido, el tercer y último capítulo está orientado a observa la forma en la cual se instituyó el carnaval en la ciudad de Cali, analizando los diferentes elementos descritos anteriormente, que hicieron parte de la programación durante los años realizados, entre ellos: los respectivos permisos a las autoridades departamentales, el papel de la población, las actividades lúdicas de mayor relevancia, la conducta asumida por las mujeres (especialmente las reinas), las restricciones o prohibiciones, la ambientación en los clubes y el comercio, entre otros elementos del entramado o de la puesta en escena.
La ciudad se erigía como una de las más importantes en el territorio nacional, desarrollaba internamente una economía fuerte en producción, intentando abrirse al mercado mundial, además de contar con la posibilidad de entrar a consolidarse como la capital del Valle. Con estos argumentos, las elites vallecaucanas buscaron diferentes maneras de divertirse en los momentos festivos de la ciudad, construyendo un espacio donde hicieran parte central los propios sectores dominantes. Aunque cabe resaltar que la fiesta no era disfrutada internamente, sino que se utilizaba como publicidad para la población en general; construyendo limitados espacios para el disfrute público, con altos grados de restricción, con lo cual se desarrolló desde la propia génesis del proyecto, un ambiente hostil entre lado y lado de la sociedad, que va a acabar en hechos negativos en la propia región.
Dentro de este punto se tendrá en cuenta el papel de la mujer como parte central de las actividades carnavalescas desarrolladas, su incidencia en los regocijos como en la vida cotidiana, lo que expresaba el sentir de la dama vallecaucana (especialmente de la elite), en las primeras décadas del XX; realizando además, un trabajo comparativo con las que eran elegidas en otras regiones y el tipo relaciones que lograron establecer.
Siguiendo el orden estructural, se describirán los hechos de violencia que estaban emergiendo de forma acelerada. 1923, se convierte en el año crucial para determinar el futuro de los regocijos, ya que, con este acontecimiento las actividades dentro de la población tuvieron un cambio notable posteriormente; el espectáculo se debilita por algunos años hasta desaparecer por un largo tiempo. Pero, ¿fue relevante este suceso, para que la actividad decayera rápidamente? Se podría afirmar positivamente, aunque hubo otros elementos de consideración que ayudaron a que no se siguiera festejando en Cali como lo fueron por ejemplo, las fuertes multas a las personas que infringían las normas establecidas durante los regocijos, el alto costo que se debía pagar a las autoridades para disfrutar del evento, o las importantes prohibiciones que se generaban en un espacio que había sido construido para expresar las pasiones reprimidas en la cotidianidad.
Sin embargo, el papel de la población caleña no actuaba de forma pasiva como se pensaba, y por el contrario en la década de los años treinta lograron continuar con la preparación de la actividad carnavalera, realizando esfuerzos para ser tenidos en cuenta por un gobierno que se declaraba “ fraternal ” y paternalista con las clases populares, y que daba pasos firmes en la construcción de un país con mayor inclusión. Los carnavales en el país habían dado un relevante giro como se observará al final, consolidando al pueblo en general, como el nuevo actor central de esta puesta en escena, y aunque la elite mantuvo su importancia dentro de la conformación de los fastos, lo cierto era que las actividades centrales regresaban a las plazas públicas y a las incipientes calles.
Finalmente, el evento carnavalesco no sobrevivió en la segunda mitad del siglo XX, y rápidamente fue estructurándose otro tipo de actividades que posteriormente lo reemplazó, ya que el carnaval no demostraba el empuje y avance de una región, sino que se encontraba desde el propio concepto, un signo de atraso y de salvajismo de los seres humanos. El olvido del carnaval, como lo afirma Camila Aschner21, era reflejo de lo cambiante que resultó ser la sociedad colombiana durante casi todo el siglo XX.
El resultado de este trabajo, se consolidó con la visita a distintos centros culturales en los cuales se buscó la mayor información necesaria para ese fin. Se consultó la prensa tradicional de Cali, El Relator y El Correo del Cauca, periódicos que reposan en el Centro de Documentación del Banco de la República, en la Biblioteca Centenario y en la Biblioteca Departamental, respectivamente. Otro tipo de fuentes primarias como los documentos de las autoridades departamentales, se encontraron en el Archivo Histórico de Cali; así como los diferentes periódicos y revistas de la Biblioteca luís Ángel Arango, y de la Biblioteca Nacional en la ciudad de Bogotá. Finalmente, la fundación del Patrimonio Fílmico Colombiano (Bogotá), fue relevante para encontrar las imágenes que se encuentran plasmadas al final del presente trabajo, con el fin de orientar y de complementar los diferentes temas que van a ser presentados. Aunque, hay que resaltar que estas imágenes sirven para mostrar un poco el contexto del punto que se va a tratar, con lo que no se va a tener un análisis exhaustivo de este tipo de fuente, dentro de la estética de las representaciones fotográficas que realiza un experto; sin embargo, la importancia se va a ver reflejada para entender la pertinencia de las imágenes, no sólo en la transformación del carnaval caleño sino de la ciudad en general. Es decir, se utilizará como lo describe Pierre Bordieu, no sólo en “… recuperar las significaciones que proclama (es decir en cierta medida, las intenciones explicitas de su autor), es también, descifrar el excedente de significaci ó n que revela, en la medida en que participa de la simb ó lica de unaépoca, de una clase o de un grupo artístico22
1. FIESTA: FERIA Y CARNAVAL: MANIFESTACIONES LÚDICAS EN EUROPA Y AMÉRICA (XIV-XIX)
Carnaval: representa el elemento m á s antiguo de la fiesta popular, y podemos asegurar sin riesgo a equivocarnos, que es el fragmento mejor conservado de ese mundo inmenso y rico. Esto nos permite utilizar el adjetivo “ carnavalesco ” , en una acepci ó n m á s amplia, que incluye no s ó lo las formas del carnaval en el sentido estricto y preciso del término, sino también la vida rica y variada de la fiesta popular en el curso de los siglos y bajo el Renacimiento, a través de sus rasgos específicos representados por el carnaval en los siglos siguientes cuando la mayoría de las formas restantes habían ya desaparecido o degenerado
Mijaíl Bajtin
Para el desarrollo de este capítulo se tendrá en cuenta el proceso por el cual se llegó a concebir un espacio festivo en América, el cual trajo consigo una nueva forma de comprender la vida entre los habitantes de las poblaciones que se estaban re-configurando en el continente. Así, se mostrará -en un primer momento, cómo se fue constituyendo este espacio en Europa (occidental), analizando las características que lo hicieron posible. En este sentido, se hace necesario examinar cómo diferentes elementos de la ideología popular europea se constituyeron en una actividad -que hoy llamamos cultural, la cual retoma elementos de otras prácticas sociales. Los espacios festivos, que ubicamos en diferentes lugares del mundo han llamado la atención de intelectuales, dedicados a estudiar el fenómeno festivo como un proceso de importancia en la construcción de imaginarios e identidades, no como formas de representaciones aisladas sino, como funciones integrales en el desarrollo de la cultura. Se hace necesario en este sentido, analizar y contextualizar el papel de los diferentes actores del proceso y su protagonismo en la construcción de espacios alternativos.
El interés por analizar la llegada de los diferentes eventos festivos a América, radica en que a través de estos se pueden estudiar cambios significativos de la puesta en escena de estos procesos fastuosos, que posteriormente darían lugar a un entramado de actividades substancialmente diferentes, sobre todo a las realizadas por los ibéricos. Se considerará igualmente, la forma cómo se fue materializando un espacio para la diversión entre los pobladores del Nuevo Mundo; donde, indígenas, negros y españoles, desempeñaron un papel protagónico en los espacios festivos, con un sistema de representaciones que se manifestaban en el día a día en las múltiples celebraciones realizadas.
Así mismo, se estudiará el proceso de transformación de estos espacios culturales transpolados desde Europa, observando los cambios y permanencias que tuvieron en el territorio americano, pero también se hará un acercamiento a la forma cómo se percibieron estas formas de regocijo entre los pobladores de América, pues como veremos más adelante, los elementos característicos de la ideología popular tradicional, después del “contacto inicial”, se vieron alterados por los acontecimientos que se daban en Europa, cambios que obedecían a factores sociales, políticos y económicos, implicando un cambio en el rol de los diferentes actores sociales.
Los espacios festivos son, en cualquier lugar del mundo, parte del patrimonio cultural intangible, bienes culturales que si bien es cierto tienen su permanencia y trascendencia, se van adecuando de acuerdo al contexto que le es propio. Ellos contribuyen a la construcción de imaginarios en la sociedad, que día a día está en la exploración de su identidad, constituyéndose en un elemento de diferenciación. Y es que el hombre (dentro de su comunidad), está en la constante búsqueda de estos espacios, en los cuales puede compartir con sus coetáneos símbolos y significados que lo ayuden a entenderse a sí mismo y a sus semejantes. Mediante el camino de la expresión festiva, se va más allá de la individualización y personalidad reflejada en la cotidianidad, para llegar a un estado de “inconsciencia social” como lo llama Le Bon, donde “ la masa ” se convierte en un sistema homogéneo, en el que los individuos constituyen una “multitud poderosa”, el individuo siente dentro de su colectividad una sensación de potencia o fuerza invencible que en los momentos oficiales se reprimirían o limitarían. Esta sensación de llegar a una embriaguez festiva en un “espacio construido”, crea un alma colectiva donde surgen las ideas y los sentimientos de un pueblo que se consolidan conforme se va constituyendo la multitud23.
Sin embargo, se hace necesario en primer lugar distinguir cada uno de estos espacios construidos por la propia sociedad, cada uno con características bien delimitadas. La “fiesta”, “es un término que presenta diversas definiciones dependiendo de la disciplina en que se trabaje, viene del latín festa, que significa reunión para expresión de alegría”24. Como actividad macro, encierra diferentes espacios en los cuales el individuo puede mantener una conducta paralela a la que vive oficialmente; en ella se puede encontrar desde la creación del carnaval hasta la feria, pasando por las tradicionales procesiones religiosas o los festejos patrios que hicieron parte importante en la construcción de las identidades nacionales. En este sentido, la fiesta se convierte en el concepto que define las diferentes actividades lúdicas de cualquier sociedad, y de las que se desprenden otros tipos de acciones que se relacionan con el festejo.
La feria, hace referencia a un espacio en el que se espera conseguir algún tipo de beneficio económico, tiene una connotación comercial. Miguel Camacho analiza este tipo de eventos, y plantea que en la Edad Media europea se realizaban ferias de larga duración, de periodicidad regular y espaciada, con la concurrencia de numerosos mercaderes llegados de regiones lejanas. Las ferias se constituyeron en esta época, en eventos que buscaban un tipo de organización económica, pero no estaban ajenas al regocijo -durante su desarrollo-, de las personas que negociaban o asistían como espectadores, y a su vez permitían - lógicamente con la autorización de las autoridades, que estuvieran acompañadas de festejos relacionados con representaciones teatrales, danzas y música, lo que las convertían en motivo de diversión.25
En Italia, por ejemplo, el carnaval “remitía a carnelevare, que significaba quitar la carne”26, y hacía referencia al último martes del carnaval27 -anterior al miércoles de ceniza, lapso temporal en el que se debía mantener un profundo respeto. En los días del carnaval se preparaba abundante comida, y la carne era el símbolo esencial para su realización (además del licor). No sólo se hablaba de la carne en sentido nutricional, sino que hacía referencia al ámbito corporal y sexual. “Don Carnal representa el triunfo de la carne humana, la desnudez sudorosa del ayuntamiento. Don Carnal y su praxis fornicadora le confieren donaire y sabor a un fruto popular sazonado por una edad aplicada a las delicias del cuerpo antes que al arrepentimiento de las almas”28.
El acto sexual se convertía en un aspecto natural al lado de las pantagruélicas comilonas. En la Francia del siglo XVII, relacionaban caro que significaba carne en latín, con avale, “engullir la carne”29. Y en Alemania, su significado variaba un poco respecto a los otros, pero seguía teniendo los elementos populares que caracterizaban al festejo; “tomaría su etimología de Karne o Kart, “Lugar Santo” (es decir la comunidad pagana, los dioses y sus servidores), y de val (o Woll, “muerte”, asesinado). Carnaval significaría así: “ procesi ó n de los dioses muertos ” 30. La muerte en este sentido, se constituyó en un elemento esencial en su proceso, relacionado con la vida en un mundo donde lo bajo o “corporal”, se unía con lo alto o “material”, lo bello con lo feo, lo femenino con lo masculino, el cielo con la tierra (esta última entendida como el lugar del infierno) etc., en una constante renovación de la sociedad, donde era permitido demostrar la capacidad de transformación que difería del mundo cotidiano31.
En el transcurso del tiempo, se pueden observar cambios en el desenvolvimiento del carnaval, su ritmo dependerá de los contextos en el que se lleva a cabo. Especialistas en el tema, lo consideran un “método” cultural eficaz a través del cual se descubre y redescubre cualquier sociedad a los ojos del mundo, ya que en él convergen diferentes acciones que transgreden la línea de la vida oficial, creando un mundo simbólico y significante. Así, “el signo indica el objeto y lo recuerda. Carece de valor propio. El símbolo hace las veces de objeto. No lo muestra, lo representa. No lo recuerda, lo imita. Posee una figura, tiene por sí mismo una realidad y una significación”32. En una sociedad en constante cambio y renovación se puede observar mediante este universo, “una segunda vida”, que no hace distinciones estratificadas durante el desarrollo del “ritual cósmico”. El estudio de las carnestolendas, llegó a convertirse en un tema tan importante, que incluso el autor Mijaíl Bajtin las consideraba como actividades culturales en las que se descubría la verdadera esencia de la cultura popular, esencia que para él, no se podían analizar en otro tipo de espacios33.
El significado del carnaval es mucho más amplio, y no tiene un alcance uniforme o único. En varias regiones del mundo se concibe de forma diferente y al mismo tiempo su significado puede variar de una u otra manera sin la exclusión del elemento principal, el que ha sido fundamental desde la Edad Media y el Renacimiento, hasta la actualidad: el pueblo o la “cultura popular”. En este sentido, el pueblo es el componente dinámico de este universo regocijante, es el actor central, que no sólo le da importancia sino vigencia -aún en la actualidad, con los diferentes cambios que dentro de su ritual se realizan.
La feria y el carnaval34, corresponden a actividades festivas desarrolladas en casi todas las sociedades, son situaciones en las que diferentes grupos sociales comparten espacios y temporalidades de diversión diferentes a los cotidianos. Estas categorías (feria-carnaval), tienen cierta relación entre ellas, pues cualquier acción que convoque a una u otra, va a compartir elementos similares. Se distinguen por ser eventos que se desarrollan en ámbitos que difieren unos de los otros; es decir, una feria puede desarrollarse dentro de la constitución de un carnaval y viceversa. En el carnaval y la feria, los individuos participan de diversas maneras, el pueblo europeo, por ejemplo, podía llegar a participar de este espectáculo pero sólo con fines que iban desde la compra o venta de bienes, o como observadores de los diferentes espectáculos que se realizaban35.
El papel del carnaval a diferencia de la feria o de cualquier otro tipo de actividad cultural - como ya se esbozó, implica en su realización, una serie de elementos mucho más complejos. Es por esto que el “carnaval” será la categoría conceptual de análisis central para este trabajo, ya que a través de él se pretende realizar un acercamiento a las implicaciones que tuvo en un contexto especifico, como es Cali, a principios del siglo XX.
1.1 CELEBRACIÓN DEL FASTO EN EUROPA: MÁXIMO ESPLENDOR DEL MUNDO “AL REVÉS”
El estudio de la vida popular Europea en la Edad Media y Renacimiento (Momentos históricos en los cuales la “cultura popular” alcanzó su máximo esplendor), nos ayudará a comprender el campo simbólico de los carnavales. En una sociedad fuertemente estratificada y jerarquizada como la europea, nacía una expresión que no pertenecía propiamente a esta región, pero que debido a su desarrollo, lograba romper “la oficialidad” y la opresión, para dar rienda suelta a un movimiento sin precedentes en el que el pueblo se transformaba en el principal actor de esta puesta en escena.
Los carnavales, o saturnales como eran llamados por los romanos, obedecían a tipos de fiestas en donde el máximo placer estaba presente no sólo en esta sociedad sino en los orígenes de la cultura griega o egipcia, en el que se le rendía culto al dios Saturno y,
[…] Marcaban el período de ruptura con el invierno y se fijaba para el diecisiete de diciembre siguiendo los ciclos del año lunar. Ellas perpetúan un antiguo culto dedicado a Saturno dios de la agricultura y de las semillas. Es el dios del mito latino de una época donde todos los hombres eran iguales y donde reinaba la abundancia. Se trata de una fiesta, en un principio de una sola jornada, pero luego ampliada a tres días de regocijos donde, festejando el recuerdo de una edad de oro material, moral y social se disolvían las diferencias sociales y las relaciones de autoridad o jerarquía. En esta fiesta, la crítica era un elemento central de la puesta en escena que se acompañaba con la elección de un rey burlesco, el rey de las saturnales, actos muy propios de los carnavales36
A partir de estos antecedentes, este tipo de festividades que posibilitaban el quebrantamiento de las jerarquías sociales, se fueron adoptando en otras regiones. La cultura popular se convirtió en la protagonista, al menos por un lapso corto de tiempo. Por primera vez, se lograba una cierta igualdad social imaginada, donde pueblo, “amos”, e institución eclesiástica, compartían el mismo espacio. Allí, en el aspecto carnavalesco se resaltaba el papel del pueblo, con una serie de elementos que lo convertían en un espectáculo único. La utilización de máscaras que ayudaban no sólo, al no reconocimiento del otro, sino a mostrarse en una faceta alterna, aquella en donde los sentimientos de las personas afloraban sin ningún tipo de restricción:
El tema de las máscaras es más importante aún. Es el tema más complejo y lleno de sentido de la cultura popular. La máscara expresa la alegría de las sucesiones y reencarnaciones, la alegre relatividad y la negación de la identidad y del sentido único, la negación de la estúpida auto-identificación y coincidencia consigo mismo, la máscara es una expresión de las transferencias, de las metamorfosis, de la violación de las fronteras naturales, de la ridiculización de los sobrenombres; la máscara encarna el principio del juego de la vida, establece una relación entre la realidad y la imagen de la vida individual, elementos característicos de los ritos y espectáculos más antiguos37.
Así mismo, los disfraces a través de su poder de transformación, servían de catalizadores de lo que se odiaba o de lo que se quería. También la ropa, utilizada en momentos festivos, rompía con los límites impuestos por la oficialidad para entrar en el mundo de lo ideal:
[…] En este caso, los personajes son figuras periféricas del mundo social. Los reyes, duques, príncipes y otros nobles; los fantasmas, las calaveras, los diablos y otros personajes del mundo de las sombras; los griegos antiguos, romanos, escoceses y chinos, de los confines del mundo conocido, los ladrones, payasos, prostitutas marginales, malandros, presidiarios y otras figuras extremas que lo cotidiano sólo revela dolorosamente […]38
Los principales símbolos en el ámbito del carnaval, estaban determinados lógicamente por estos elementos, sin embargo permanecían otros que no habían perdido relevancia: los gestos, especialmente en momentos de mayor efervescencia durante el evento; el lenguaje popular, caracterizado por la familiaridad en el trato con el resto de miembros de la colectividad; pero, también estaban inmersas las groserías, los juramentos, las parodias y todo aquello que en el momento subvirtiera el orden existente, pues, era en ese lapso de tiempo donde el hombre podía desinhibirse de los sentimientos que “normalmente” tenía que reprimir. Las imágenes grotescas, contribuyeron así mismo, a dar un toque de diversión en detrimento del miedo impuesto por la iglesia, y se convirtieron en símbolos claves en la constitución de cualquier festividad carnavalesca, entre otras imágenes representadas durante la celebración medieval, está el de las mujeres ancianas embarazadas, las cuales representaban la dualidad de la muerte “dando a luz” una nueva vida. De alguna manera muchas de estas manifestaciones perviven en el carnaval actual.
El aspecto ambivalente y dicotómico estaba presente en el ambiente que rodeaba al individuo dentro de la sociedad, es decir en el aspecto natural. Así, para el propio cuerpo, se establecía lo “malo y bueno”, la parte superior corpórea era lo recto y honesto, debía protegerse; y la inferior, la pecadora y nociva del ser humano, y por lo tanto era fuertemente reprimida. El clero cumplió un papel fundamental en esta dicotomía, asociando la parte baja con la satisfacción de los placeres “grotescos”, y con la acción de excretar las sustancias inservibles.
De esta manera, las partes “inferiores materiales” se transformaron en las zonas en donde ya no sólo estaban situadas las zonas del pecado, sino en donde se daba vida a un nuevo ser [...] Así, los excrementos y la orina se constituyeron en símbolos ambivalentes, era una degradación concebida como destrucción y sepultura [...], pero todas las actitudes degradantes de esta clase son ambivalentes, la tumba que cavan es una tumba corporal, la zona de los órganos genitales, es lo que fecunda y da a luz. Esta es la razón por la que las imágenes de la orina y los excrementos guardan un vínculo sustancial con el nacimiento, la fecundidad, la evocación y el bienestar.39
De igual manera, la imagen del diablo cumplió un papel fundamental como imagen grotesca40, logrando desmitificarse como un ser sobrenatural al que se debía temer, para convertirse en un elemento integral que hiciera parte de la cosmovisión del ritual, “pero el diablo del misterio no es solamente una figura extra-oficial, es también un personaje ambivalente y se parece, desde este aspecto, al tonto y al bufón. Representa la fuerza de lo “bajo material” y corporal que da la muerte y regenera. En las diabladas, los personajes de diablos se daban aires carnavalescos.”41
Así, se logró atenuar el miedo ejercido por la iglesia, situándolo en un espacio ambivalente que permitía, mediante los ritos carnavalescos, ridiculizar los temores y pasarlos a un plano de lo burlesco: la gula, el temor a Dios, la risa, el pecado, la oscuridad, la intolerancia, la intimidación y las hogueras eclesiásticas entre otras, fueron transferidos al plano popular, para convertirse en acciones alegres e irónicas. La imposibilidad de la iglesia por detener este movimiento se hizo tan evidente que en un primer momento trataba de controlar e incluir dentro del carnaval, conductas religiosas que ayudaran a los individuos a la “salvación de sus almas”, adoptando imágenes y oraciones para retornar al respeto que se había debilitado. En este sentido, el proceso del carnaval logró mantener elementos sacroprofanos, sin que se impusieran uno sobre los otros, hubo una correlación en la cual, el acontecimiento pudo reconocerse y celebrarse en su total dualidad.
[...] se juraba en especial por diversos objetos sagrados: “por el cuerpo de Dios”, por la sangre de Dios”, por las fiestas religiosas”, los santos y sus reliquias, etc. en la mayoría de los casos, los “juramentos” eran supervivencias de antiguas formulas sagradas. El lenguaje familiar estaba lleno de “juramentos”. Los diferentes grupos sociales, e incluso cada individuo en particular tenían un repertorio especial o juramento favorito que empleaban regularmente42
No hubo mayor opción para las autoridades, que celebrar y dejar celebrar al libre albedrío, suprimiendo las fronteras de la prohibición que le servía a la sociedad como válvula de escape, donde la propia iglesia más adelante actuaba con mayor permisividad. Así mismo, algunos clérigos realizaban sus propias actividades carnavalescas dentro de los monasterios o, eventos en las diferentes poblaciones; se divertían en un primer momento dentro de los sus propios recintos en días de carnaval, con el permiso de sus superiores podían cantar, bailar, organizar juegos de pelota, representar comedias43 y tocar diversos instrumentos entre otras diversiones:
Incluso a las monjas se les permite participar en las fiestas disfrazadas de hombres [...] Era bastante común que los sacerdotes cantasen, bailasen, u organizasen mascaradas en la iglesia, con ocasión de las festividades señaladas, y eran los clérigos más jóvenes los que organizaban el festín de locos, una de las fiestas más importantes en algunas partes de Europa44
La iglesia por su parte, tuvo que integrarse al momento de esparcimiento y diversión, junto no sólo a la cultura popular sino también a los nobles y los burgueses, y se incluyeron a un tipo de regocijo que no estaba clasificado para una sola clase en particular. Además, al tener la experiencia de lograr representar el mundo social en un plano distinto, las instituciones, aprovecharon la oportunidad para incluir mecanismo de control a la población en momentos de crisis. De ahí, que si las autoridades permitían que se estableciera un gran número de carnavales en casi todas las regiones de Europa, se debió a que este tipo de distracción iba más allá de lo popular, en él estaba implicado el campo de lo político.
Los gobiernos europeos encontraron en este espectáculo la mejor manera de llevar a cabo un control social de sus ciudadanos. No se podía insultar al Rey o al monarca en la cotidianidad, pero en los carnavales se buscaba la manera en que los individuos sacaran a flote todas las pasiones encontradas a raíz de las injusticias que éste tenía con sus súbditos, “.es como si éstas fueran conscientes que una sociedad como la suya- con profundas desigualdades en la riqueza, el poder y el estatus, no podría sobrevivir sin una válvula de seguridad, a través de la cual las clases subordinadas purgasen sus resentimientos y viesen recompensadas sus frustraciones“45.
Sin embargo, a medida que se realizaban los tradicionales festejos, se mantenían las restricciones en el ideal de la “fiesta popular”; se prohibía el uso de armas, al igual que la fuerza desmedida. Pero era normal que la violencia se aplicara sin ninguna restricción entre las personas que asistían a su programación. Los tres pilares fundamentales del carnaval después del siglo XIV, fueron, el sexo, la comida y la violencia, convirtiendo esta última, en el arma fundamental para preparar algún tipo de plan en contra de un gobierno, o para preparar algún tipo de revolución46 ; lo que hacía que las autoridades permanecieran alertas en caso de presentarse focos de violencia durante los días de celebración:
Los motines y las rebeliones se producían frecuentemente durante la celebración de las fiestas más importantes. En la ciudad de Basel, durante mucho tiempo se recordó la masacre que tuvo lugar el martes de carnaval de 1376, conocido como böse Fastnacht, “mal carnaval”; los londinenses también recordaban el “mal primero de Mayo” de 1517, que se convirtió en un motín contra los extranjeros47
Incluso, ya para la época algunos sectores de la población afirmaban que el papel del carnaval continuaba su degradación, pues ya no se encontraban en él, los símbolos tan característicos de antaño, como lo fueron las plazas, las calles, la diversión y el éxtasis general, sino, un ambiente donde esta festividad se había convertido en una celebración netamente privada. Se afirmaba que después del siglo XVI, el papel del carnaval se había transformado substancialmente, y el pueblo empezaba a perder protagonismo. Algunos elementos se estaban suprimiendo, otros alternando, modificando las estructuras que hasta el momento habían sido creadas por la misma ideología desde lo popular.
[…] Aunque Montaigne desaprobaba el carnaval romano, lo cierto es que tanto él como muchos extranjeros seguían asistiendo a su celebración; de hecho, incluso podríamos aducir que los carnavales de Roma o Venecia durante los siglo XVII y XVIII estaban destinados tanto a la población local, como a los visitantes, ya fuesen peregrinos o turistas. Estas fiestas contribuían en gran medida a la economía de ambas ciudades, y un contemporáneo llegó a estimar que unas 30.000 personas habían visitado Venecia para asistir al carnaval de 1687. En pocas palabras se estaba produciendo un cambio gradual en el que aquellas formas de espectáculo más espontánea y participativas, estaban siendo sustituidas por otras mejor organizadas y por deportes públicos comercializados; en cambio, que, desde luego, llegó mucho más lejos después de 180048
Pero el evento se resistía a desaparecer, empezó la tarea de rescatar el carnaval como una invención del pueblo, en el que este debía ser el actor principal de su propia invención. Goethe, disfrutaba de las figuras carnavalescas de la época, rescataba al carnaval constituido por la cultura cómica y popular. “Nada de brillantes procesiones ante las cuales el pueblo deba rezar y asombrarse: aquí uno se limita a dar una señal, que anuncia que cada cual puede mostrarse tan loco y extravagante como quiera y que, con excepción de golpes y puñaladas, casi todo está permitido”49. Se pedía que las tradicionales carnestolendas dejaran de ser un espectáculo sólo complaciente a los turistas, que contrataban profesionales para su realización, y volviera a ser ese momento de jolgorio tan evocado. Las calles se habían cambiado por los grandes y majestuosos palacios en donde se dificultaba el ingreso a individuos que no pertenecieran a la aristocracia; la elegancia y las buenas costumbres habían degenerado por completo, el festejo de un movimiento que por siglos se había caracterizado por su majestuosidad popular.
Ya no se determinaba el carnaval de forma auténtica, sus elementos, sus símbolos y sus características se habían individualizado y separado del ritual que cada vez estaba más alejado de sus inicios; ahora, existían actos carnavalescos para referirse a las prácticas que habían emergido e individualizado el regocijo, ya no estaban cargados de esa vida y de esa ambivalencia que daba dinamismo al pueblo.
El carácter popular intentaba ser retomado de nuevo debido a la poca importancia que se les prestaba a los eventos de la aristocracia; se convocaba a las plazas públicas, como lugares centrales para el regocijo, para que las imágenes de lo grotesco se manifestaran de nuevo: la risa, la muerte, el infierno terrenal, la imagen del diablo y en sí, todos los pilares del universo cósmico, se trataban de mantener en esa cierta ambivalencia que regeneraba y daba vida; se volvía a invertir el orden establecido, lógicamente por medio del individuo inmerso en esa colectividad de “demencia”. Volvía a reinar la locura de los hombres salvajes materializados en el bufón, en ese espacio llamado carnaval que simbolizaba la verdadera naturaleza del hombre, “en términos freudianos- al subconsciente”, donde los sucesos se vuelven mucho más individuales, “y como momentos en que la sociedad se descentraliza”, para ingresar a un nuevo orden50.
1.2 TRASLADO DE BUFONES, HÉROES Y MALVADOS A LA AMÉRICA ESPAÑOLA
“ El carnaval en América es un trasplante del Viejo Mundo. Y no de todo el Viejo Mundo sino del Occidente europeo, donde la Edad Media Consolid ó y dio sentido org á nico a una serie de ritos y ceremonias relacionadas con el solsticio de invierno, si se atienden las raíces paganas, y con los fastos de la Iglesia, si se tienen en cuenta los componentes cristianos. ” Daniel Vidart
En este aparte se resaltarán los diferentes eventos festivos que estuvieron presentes en el territorio americano durante el tiempo de Conquista y Colonia, que permitieron crear las bases sociales y culturales de las diversas regiones que empezaban a consolidarse con la llegada de los ibéricos; manteniendo relaciones con procesos culturales anteriores, pero también creando representaciones en las diferentes comunidades que se empezaban a gestar.
En la Colonia, se manejaron diferentes matices en el ámbito de lo festivo, no sólo se tuvo el aporte del europeo sino que la llegada de la cultura africana y la consolidación de la indígena, creó un tipo de representaciones y de identidades en las que se intentaba idealizar el mundo de lo cotidiano. En el espacio construido del continente americano, se crearon una serie de relaciones que permitieron a sus actores, un reconocimiento y una autodiferenciación en medio de unas características particulares.
La llegada de la cultura española y la africana al continente americano, transformó la estructura territorial y mental de los habitantes, se rompieron las antiguas tradiciones para conformar un nuevo sistema en lo político, económico, social y lógicamente, cultural. En ese proceso de reconocimiento mutuo, se empiezan a crear y consolidar relaciones sociales. La cultura europea occidental poco a poco se va integrando a este continente y, es aquí donde se configura un “nuevo” estilo parecido al entrujo español. Con los antecedentes de la cultura popular europea, en este territorio se empiezan a formalizar una serie de eventos en los que los individuos amerindios organizan festividades “extrañas” a las que estaban acostumbrados a celebrar, ya que en el período precolombino se celebraban los ritos festivos en agradecimiento a los dioses de la naturaleza que daban prosperidad a toda la comunidad.
Los rituales propios de la cultura indígena y africana, rápidamente empezaron a restringirse por parte de los ibéricos, pues se pensaba que el adorar a falsos dioses en las celebraciones iba en contra del respeto no sólo hacía Dios, sino hacía sus semejantes. La idolatría se castigaba fuertemente, y sólo se permitía la práctica de la religión cristiana, evitando no sólo el sacrificio de la vida, ritual común para algunas poblaciones, sino la mayoría de rituales realizados hasta el momento, entre ellos la antropofagia51.
No sólo la tradición cristiana impuesta por los europeos, mantuvo una eficaz forma de controlar a la población en los territorios que se estaban descubriendo. Hernán Cortés en México, daba la orden para que por medio de lo religioso y festivo, “se gobiernen los vecinos, moradores, estantes y habitantes de las villas pobladas y además que en adelante se poblaran"52. La idea de llevar a cabo un tipo de control por medio de los regocijos estaba seduciendo a las nuevas autoridades, pues en ellos podían observar la poca resistencia de los habitantes de este territorio (entre ellos, la cultura africana), al momento de entrar en confianza para imponer fuertes trabajos, ya que la experiencia de la utilización de violencia había diezmado a la población.
Las máscaras, los disfraces, las bombas de agua y los confetis entre otros, se convirtieron en un modo de expresión que la institución eclesiástica no terminaba de aprobar por completo, pues no sólo iba en contra de las reglas para honrar a Dios sino que incitaba a la violencia. Se presentaban casos en los cuales estos regocijos se prestaban para que, aprovechando la máscara y el disfraz, los indígenas cometieran atentados en contra de sus patronos.
Para la población era cada vez más atrayente este tipo de celebraciones, convirtiéndose en un medio que sirvió para que los nuevos pobladores no sólo disfrutaran del regocijo sino, para que se olvidaran de los fuertes trabajos que pasaban en el día a día. Las existentes relaciones culturales, “engendraron” un tipo de fasto con características bien particulares, en el que el indígena, el negro y el español, crearon un espacio y una cronología en la cual intentaban romper las jerarquías sociales establecidas, invirtiendo el orden cotidiano.
La iglesia permitía con gran recelo la organización del carnaval, disponiendo una serie de limitaciones para que no se perdiera el respeto, que las almas no fueran contaminadas y no se cayera en el pecado de la carne: tanto de la gula como de lo corpóreo. Sin embargo, aunque el control era latente, los habitantes desarrollaban sus actividades festivas según estaba establecido por los cánones del carnaval. Las calles se inundaban y aglutinaban de cientos de individuos que “ perdían su estatus social ”. Las plazas constituidas, mantenían la relación principal con las europeas al momento de festejar, imponiéndose como los centros de inicio, para dar rienda suelta a la locura y el hartazgo, y las imágenes del mundo americano se establecían en los diferentes sitios de las villas o pueblos:
En 1747, el padre comendador de la Merced de la ciudad de La Paz, después de presenciar una de estas batallas, escribió: "El carnaval del diablo ha sido muy pecaminoso, los hombres, con pretexto de untarles con harina la cara y los pechos a las hembras, cometían tratamientos que conducen al pecado. ¡Jesús! He visto a casi seis mocetones apoderarse de una mujer, embadurnarla hasta el extremo de dejarla pura harina y que otras quedan muy contentas y satisfechas53
La sociedad americana se descubría en un ritual que manifestaba lo que en la vida oficial no lograba, y es que la llegada de los europeos a este continente amerindio no dejaba de tener importancia al momento de la celebración. Emulando similares características y elementos tradicionales desarrollados en ese continente, por primera vez el ibérico podía tener un contacto corporal con el esclavo sin utilizar la violencia, al contrario, lograba compartir sus tristezas y alegrías en una temporalidad y espacialidad que no dejaba de ser imaginada.
La iglesia, consideró la idea de introducir dentro de estas celebraciones elementos para ejercer un mejor control de la población. Se estimó, la inclusión de símbolos cristianos en la constitución de las festividades para recordarles a los peregrinos la actitud que debían llevar durante los días de regocijo, paralelo a esto, se insistía en la perdición si llevaban a cabo acciones en contra de la ley divina. Sin embargo, en poco tiempo se entendió que las conductas negativas de los habitantes también hacían parte de la vida festiva, y no tardaron en asimilar el papel de las imágenes con carácter ambivalente (similar al de la cultura popular europea). Así, como se debía guardar respeto por la iglesia cristiana, el papel de la diversión de forma libre, era considerado parte de integral de su cosmovisión.
El pueblo americano, consciente del papel dinámico en la sociedad que vivía, logró considerar que el bien y el mal hacían parte de su propio mundo y que, al igual que la “cultura popular” europea, lo que se considera inferior y degradante tenía el mismo significado para los actores de las tradicionales carnestolendas. Así, se fue entendiendo el verdadero fin del constituido e institucionalizado carnaval, asumiéndolo ya no, como una propiedad de los ibéricos sino como una invención propia, donde el pueblo americano debía ser ahora el actor dinámico en su constitución y desarrollo.
[…] Siendo así que en algunos lugares el nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesucristo son considerados el mito creador de esta celebración, lo que permite entender la presencia entre el bien y el mal, representado en muchos casos por el diablo del carnaval, aunque concebido en su ambivalencia de bondad y maldad. En esencia es la “fiesta del malo”, del “demonio” que, como personaje central, representa las fuerzas del mal que durante el carnaval participan pero con un sentido purificador, dado que al final traen bienestar para la comunidad, o como en el carnaval Otomí, concebida la fiesta como la celebración al “dios del mal”, deidad ambivalente que puede hacer daño o por el contrario brindar prosperidad y abundancia a quienes lo celebran54
Teniendo en cuenta los elementos que lo constituían55, se siguieron realizando diferentes festividades en el continente americano, las cuales fueron cambiando de escenarios y de actores. Los indígenas, la cultura negra y los ibéricos fueron diferenciando sus diversiones festivas, constituyéndose en campos infranqueables que no podían ser transgredidos, por lo menos no, para los últimos.
Algunos elementos traídos por los europeos se incorporaron, como el toro y la vaca, que eran generalmente motivo central para los disfraces, aunque también se realizaban eventos de toros o encierros, como parte de los programas carnavalescos, y que fueron de uso frecuente en la América española entre los siglos XV y XVIII. De igual manera se utilizo “la llamada “vaca loca” también llamada según la región, “vaquilla”, “morena”, “maravaquilla”, “toro de varillas”, “toro blanco” o “toro saco”, una especie de armadura en madera que, simulando el lomo de un animal, le agregaban unos cuernos con teas encendidas y conducida por un hombre que perseguía indiscriminadamente a los transeúntes56.
[...]
1 BAJTIN, Mijaíl. La Cultura en la Edad de Media y el Renacimiento, El contexto de François Rebeláis. Madrid: Alianza Editorial, 1997
2 Ibíd. Pág. 7
3 BURKE, Peter. La cultura Popular en la Europa Moderna. Madrid: Alianza Editorial, 2001
4 4 ARROYO, Jairo Henry. Historia de las Prácticas Empresariales en el Valle del Cauca Cali 1900-1940. Cali. Universidad del Valle, Programa Editorial. 2006
5 BAJTIN. Op., Cit.
6 LÓPEZ CANTOS, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Madrid: Colección Mapfre, 1992
7 OCAMPO LÓPEZ, Javier. Las Fiestas Religiosas y las Romerías Populares. En: GONZÁLEZ PERÉZ, Marcos. Fiesta y Región en Colombia. Bogotá. Magisterio. 1999
8 ARBOLEDA, Gustavo. Historia Contemporánea de Colombia. Bogotá. Banco Central Hipotecario. Tomo III, 1990
9 GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. Carnestolendas y Carnavales en Santa Fe y Bogotá. Editorial Visuales: Bogotá: 2005 P. 17
10 CUNIN, Elizabeth y GUTIÉRREZ, Edgar J. Compiladores. Fiestas y Carnavales en Colombia: la Puesta en Escena de las Identidades. : Medellín: Editorial La Carreta, 2005.
11 DAMATTA, Roberto. Carnavales, Malandros y Héroes: Hacía una Sociología del Dilema Brasileño. México: Fondo de Cultura Económica, 2002
12 TOVAR, Javier y GÓMEZ, Herinaldy. Perdón Violencia y Disidencia. Colombia: Universidad del Cauca, 2005
13 GONZALEZ SANCHEZ, Jorge A. Dominación cultural: expresión artística, promoción popular. México, Edición Aguilar. 1980
14 ARROYO, Jairo Henry. Historia de las Prácticas Empresariales en el Valle del Cauca Cali 1900-1940. Cali. Universidad del Valle, Programa Editorial. 2006. Pág. 38
15 CAMACHO A., Miguel G., La Feria de Cali de 1958 a 1970. En: GONZÁLEZ PERÉZ, Marcos. Fiesta y Región en Colombia. Bogotá. Magisterio. 1999
16 LÓPEZ CANTOS, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Madrid: Colección Mapfre, 1992.
17 GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. Fiesta y Nación en Colombia. Santafé de Bogotá, D.C.: Colección Aula Abierta, 1998
18 VEGA CANTOR, Renán. Gente Muy Rebelde, Artesanos y Protestas Civicas, Tomo III. Bogotá: Edición Pensamiento Crítico, 2002
19 BUELVAS, Mirtha. La fiesta contemporánea. En: CUNIN, Elizabeth y GUTIÉRREZ, Edgar J.Compiladores. Fiestas y Carnavales en Colombia: la Puesta en Escena de las Identidades. : Medellín: Editorial La Carreta, 2005
20 VOVELLE, Michel. De la sociedad tradicional al Estado moderno: la metamorfosis de la fiesta en Francia. En: GONZÁLEZ PERÉZ, Marcos. Fiesta y Región en Colombia. Bogotá. Magisterio. 1999
21 ASCHNER RESTREPO, Camila. Sacrificio y olvido del carnaval en Bogotá. En: CUNIN, Elizabeth y GUTIÉRREZ, Edgar J. Compiladores. Fiestas y Carnavales en Colombia: la Puesta en Escena de las Identidades. : Medellín: Editorial La Carreta, 2005
22 PIERRE, Bourdieu. Un arte medio. Ensayo sobre los usos sociales de la fotografía. Barcelona. Editorial Gustavo Gily, 2003. P. 44
23 LE BON, Gustave. Psicología de las masas. Estudio sobre la psicología de las multitudes. La editorial Virtual. Buenos Aires. 2004
24 GÓNGORA BEDOYA, Gloria Solangel y PÉREZ VAQUERO, Rafael, Festejos y Festividades en Santiago de Cali 1915- 1930. Universidad del Valle. Tesis de Grado de la Facultad de Humanidades. 1996
25 CAMACHO A., Miguel G., La Feria de Cali de 1958 a 1970. En: GONZÁLEZ PERÉZ, Marcos. Fiesta y Región en Colombia. Bogotá. Magisterio. 1999
26 VIDART, Daniel, El espíritu del carnaval. Editorial Graffiti: Montevideo Uruguay 1997. P. 35
27
(Mardi Grass o el martes de grasa) concepto abordado por Mijaíl Bajtin, el cual hace referencia al
último día de carnaval en donde el exceso de la grasa era aún mayor. En: BAJTIN, Mijaíl. La Cultura en la Edad de Media y el Renacimiento, El contexto de François Rebeláis. Madrid: Alianza Editorial, 1997
28 VIDART, Op. cit., P. 29
29 Vidart, Op. cit., P. 31
30 BAJTIN, Mijaíl. La Cultura en la Edad de Media y el Renacimiento, El contexto de Francois Rabelais: Editorial Alianza Editorial: Madrid: Primera edición 1987. Tercera reimpresión en 1997. P.355
31 Bajtin, Op. cit., P. 126
32 FRANCE, Anatole, El Jardín de Epicuro. En Dominación Cultural. GONZÁLEZ S., Jorge. Edición Aguilar S.A.: México, Centro de Estudios Ecuménicos: 1985 P. 34
33 BAJTIN, Op. cit., P. 32
34 Se realiza el análisis en un primer momento a estos tipos de celebraciones por ser las más comunes en Europa de la Edad Media. Más adelante se hablará de otro tipo de eventos festivos importantes para el continente americano-.
35 BAJTIN, Mijaíl. Op., Cit. P. 133
36 GONZÁLEZ PÉREZ, Marcos. Carnestolendas y Carnavales en Santa Fe y Bogotá. Editorial Visuales: Bogotá: 2005 P. 17
37 BAJTIN, Op. cit., P. 42
38 DA MATTA, Roberto. Carnavales, Malandros y Héroes: Hacía una Sociología del Dilema Brasileño: Fondo de Cultura Económica: México 2002. P. 99
39 BAJTIN, Op. cit., P. 134
40 El concepto grotesco, no hace alusión al sentido negativo que tiene en la actualidad este concepto, sino a la deformación como un medio de expresión por parte de la cultura popular, de donde proviene el universalismo y optimismo de un sistema de imágenes en la fiesta del pueblo.
41 BAJTIN, Op. cit., P. 240
42 Ibid., P. 170
43 BURKE, Peter, La cultura Popular en la Europa Moderna: Alianza Editorial: Madrid: 2001. P. 65-66
44 Ibid., P. 65-66
45 Ibid. Pág. 287
46 Ibid. Pág. 287
47 Ibid. Pág. 290
48 Ibid. P. 350
49 BAJTIN, Op. cit., P. 221
50 FREUD, Sigmund. Más allá del Principio del Placer: Psicología de las masas y análisis del yo y otras obras (1920-1922). Buenos Aires: Amorrortu editores, 1984. P. 22
51 LÓPEZ CANTOS, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española". Madrid, Colección Mapfre, 1992. P. 47
52 Ibid. P. 46
53 Ibid. P. 45
54 GONZÁLEZ PÉREZ, Op. Cit., P. 37
55 Por ejemplo, las fechas de realización siguieron siendo las mismas: tres días antes del inicio de la cuaresma o miércoles de ceniza; máscaras, comida, licor (en este caso la chicha), vestimenta, imágenes y figuras. En fin, la composición en el universo del carnaval.
56 GONZÁLEZ PÉREZ, Op. Cit., P. 30
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- Juan Bernardo Montoya Mogollón (Author), 2010, El Carnaval del Poder, El Poder del Carnaval, Munich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/302846
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