La antropología hoy es abordada desde distintos puntos de vista, algunos de ellos conservadores y otros más desafiantes. Sin embargo, cada postura tiene su aparente virtud y justificación. En este sentido el concepto antropológico queer, muy relacionado con la identidad de género, está siendo usado por grupos de lesbianas y homosexuales para sostener la práctica sodomita dentro del cristianismo de forma aceptable y loable. Debido a ello, esta investigación estudia el desarrollo histórico del concepto antropológico queer, junto a los descubrimientos científicos que lo respaldan, con el propósito de identificar sus bases filosóficas. Luego se evalúan y se enfrentan las bases filosóficas queer con la filosofía bíblica, todo ello con el objetivo de mostrar si la práctica sodomita es una forma aceptable y loable dentro del cristianismo bíblico.
Problema y metodología
La antropología hoy es abordada desde distintos puntos de vista, algunos de ellos conservadores y otros más desafiantes. Sin embargo, cada postura tiene su aparente virtud y justificación. En este sentido el concepto antropológico queer, muy relacionado con la identidad de género, está siendo usado por grupos de lesbianas y homosexuales para sostener la práctica sodomita dentro del cristianismo de forma aceptable y loable. Debido a ello, esta investigación estudia el desarrollo histórico del concepto antropológico queer, junto a los descubrimientos científicos que lo respaldan, con el propósito de identificar sus bases filosóficas. Luego se evalúan y se enfrentan las bases filosóficas queer con la filosofía bíblica, todo ello con el objetivo de mostrar si la práctica sodomita es una forma aceptable y loable dentro del cristianismo bíblico.
Preámbulo
A fines del siglo XIX e inicios del XX, el médico y periodistade ascendencia judío alemana, Magnus Hirschfeld(1868-1935), desarrolló la teoría del tercer sexo.[1] En 1897 fundó el Comité Científico Humanitario para defender los derechos de los homosexuales y para ello reunión más de 5000 firmas. Entre los signatarios estaban Albert Einstein, Thomas Mann, Martin Buber, Eduard Bernstein, entre otras importantes personalidades.[2]
Así, se daría inicio a la novedosa teoría del tercer sexo, que llegaría a tener directa conexión con el quehacer de la antropología humana. Sin embargo, es necesario reconocer que detrás de cada teoría y porque no decirlo, detrás de cada firma recogida por Hirschfeld, existen, complejas historias humanas,[3] que unidas a filosofías antiguas y nuevas darían lugar a teorías nuevas, que con el pasar del tiempo desean convertirse en ideologías, que según Marx (1818-1883),
Deshumanizan a las personas (las cosifican) porque las obligan a servirlas, o sea, a servir a las ideas, que de acuerdo a Marx, son ahora tratadas como “personas”. Es el bienestar y larga vida de las ideas el que se impone sobre el bienestar y larga vida de los seres humanos. Al final, la ideología es siempre una idolatría que nos obliga a servirla a costa de muchos sacrificios humanos.[4]
Frente al pensamiento marxista, que identifica al hombre como prisionero de su propia ideología, renombrados filósofos del mundo, creadores de paradigmas humanos, dan origen al posmodernismo. Teoría que hecha ideología, se constituyó, como bien lo Señala Gergen, en la libertadora de una sociedad, que según algunos se encontraba oprimida por diversas ideologías,[5] él dice:
La posmodernidad se instaura entonces con un sentido liberador, de forma tal, que invita a los individuos a apartarse de todas las tradiciones, y a hablar cualquier lenguaje atractivo. De este modo, a medida que las expresiones de la comprensión se democratizan, no queda nadie que pueda otorgarse autoridad. La vida del posmoderno se vuelve entonces más rica y expresiva si se suspenden las demandas de coherencia personal, de reconocimiento o de enfoque determinante, y simplemente se narra en el curso de las relaciones con los demás.[6]
No obstantes es importante aclarar que aún Gergen, reconoce que “la situación posmoderna es de crisis, una crisis de nuestras verdades, de nuestros valores, de las certezas que más apreciamos; una crisis que debe su origen, su necesidad y su fuerza a la reflexividad”.[7] Es pues en medio de esta crisis de nuestras verdades que han surgido un sin número de enfoques antropológicos posmodernos, que abordan al hombre desde distintos puntos de vista. Una de estas es la antropología de género, y dentro de ella la antropología queer,[8] desprendida de la Teoría Queer[9] y su particular concepto sobre sexualidad.
Trasfondo del asunto
- , no es una palabra poco común en nuestro mundo posmoderno. Queer es una palabra que representa a un grupo de personas cuestionadas, poco aceptadas y sin embargo escasamente abordadas en el círculo adventista. Queer es la palabra, pero representa a seres humanos, con los que diariamente nos chocamos aunque muy pocas veces nos relacionamos. Queer, que puede ser traducido al español como “extraño” o “raro”, nos habla del grupo de homosexuales, lesbianas, travestis, y de todo lo que es sexualmente heterodoxo en general,[10] si existe alguna posibilidad de hablar en esos términos respecto a lo sexual.
Es así que a partir del siglo pasado, este grupo de personas queer (raras) han dejado escuchar su voz, proponiendo teorías, que fueron acompañadas por sus respectivas ideologías teológicas, como la Teología de la Liberación Gay, las Teologías de la Sexualidad, las Teologías Sexuales, entre otras. Sin embargo, a pesar de los grandes logros sociales obtenidos por los grupos queer , no consiguieron que la gente queer deje de sentirse queer (rara) en el sentido estricto de la palabra.[11]
Frente a esta desilusión, el movimiento queer vislumbró una esperanza de solución a su problema, en una nueva forma de hacer teología, y junto a ella, en una nueva forma de hacer antropología teológica, que en términos de Pannenberg podría llamarse “antropología teológico-fundamental”.[12] Esta antropología intenta liberarse del llamado dogmatismo religioso – a la que acusa de tomar la Biblia y partir de ella para identificar y conceptuar al hombre como tal –, y presenta un nuevo enfoque teológico, cambia el orden, parte de la realidad del hombre para tratar de entender a Dios, su palabra, su voluntad y también para entenderse a sí mismo.
Es así que partiendo de este nuevo enfoque, la novedosa antropología teológico-fundamental, critica a teólogos como Paul Tillich y Karl Barth, por iniciar sus estudios en la Biblia y no en sus propias y particulares experiencias. Estos estudios los condujeron a conclusiones que en algunos casos fueron incoherentes con aspectos de su vida práctica, en esta investigación y debido al tema de estudio, se hace referencia únicamente al comportamiento sexual de ambos. Hechos que condujeron a que Althaus-Reid se pregunte,
¿Qué hubiese pasado si ellos hubiesen roto el silencio y hubiesen desarrollado una teología pertinente en temas de sexualidad, basados en sus experiencias? Hubiese sido ésta no sólo una teología honesta, sino pionera, visionaria con relación a la problemática sexual, económica y social en la que vivieron. Hubiera sido una teología indecente, “anormal” ideológicamente y basada en un diálogo existencial más auténtico y menos hipócrita. Sin duda, si lo hubieran hecho, no estaríamos todavía en pleno siglo veintiuno discutiendo cuestiones de género (roles de conducta apropiada o decente) en nuestras iglesias, ni buscando justificar en la Biblia el valor y sabiduría de las mujeres campesinas de Palestina milenios atrás, para indicarnos cómo debemos vivir hoy. Y ya habríamos superado la penosa conciencia ingenua de la iglesia muchos años atrás. Ya no estaríamos perdiendo el tiempo en una agenda de ángeles-hombres y un lugar para nosotras en el cielo.[13]
A estas incoherencias entre práctica y predicación y a los ya mencionados adelantos en las ciencias filosóficas, se suman los estudios realizados en diversas áreas. Entre los estudios socio culturales relacionados al género y sus funciones sociales, se encuentra uno que fue significativo en el mundo científico, el realizado por la Dra. Margaret Mead, en las tribus Arapesh, Mundugumor y Tchambouli.[14] Los resultados de su investigación, publicados por primera vez en 1935, la llevaron a concluir que los llamados roles masculinos y femeninos no se basan fundamentalmente en la diferencia de sexo, sino que, son el reflejo de las condiciones culturales de las diferentes sociedades.[15] Partiendo de este punto, se han sumado otros estudios que intentan demostrar que el género, es una cuestión social y psicológica más que biológica.[16]
A todo lo mencionado y en aparente apoyo a los mismos, han surgido nuevos descubrimientos en el mundo médico biológico sobre la sexualidad humana. Pues hoy se conoce que no solo existen XX y XY según sean mujeres o varones, sino que pueden existir XXY (síndrome de Klinefelter en varones), XO (síndrome de Turner en mujeres) y otras combinaciones cromosómicas aún más complicadas de definir, como son las personas que presentan dos líneas celulares distintas, XX/XY, XY/XO, XXY/XXXY, entre otras, que pueden dar lugar en ocasiones a un auténtico hermafroditismo, donde coexisten testículos y ovarios en un mismo individuo.[17]
Frente a todo lo mencionado, y gracias a la aparición de filósofos como Derrida y Foucault, quienes favorecieron la idea de que la identidad del sujeto se produce en un marco histórico, cultural y discursivo – Derrida llega a decir, que la identidad es una trampa social[18] –, es que, “a diferencia del discurso filosófico tradicional, la teoría queer intenta reconstruir el sujeto sin caer en esa trampa de la identidad. La teoría queer enseña que la identidad es una construcción cultural”.[19] Sin embargo, Morris mismo señala que “es prácticamente imposible determinar con exactitud cómo se construyen las identidades, porque su mera formación es profundamente ambigua”.[20] Todo ello dio como resultado un giro profundo y sobresaliente en la teoría queer, sobre ello escuchamos decir a Moro Abadia,
[...]
[1] “Hirschfeld developed the theory of a third, intermediate, sex between women and men (which included people who would now be called trans, intersex, lesbian, gay and bisexual)”. Victoria Clarke et al., Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Queer Psychology: An Introduction (Cambridge University Press, 2010), 7.
[2] Juan A. Herrero Brasas, La sociedad gay: una invisible minoría (Madrid: Foca Ediciones y Distribuciones Generales 2001), 248-260.
[3] En una reciente biografía de Charles Darwin se relata la muerte de Annie, su hijita de once años, lo curioso de esto es que allí se puede notar que la teoría evolucionista (hoy una ideología) es pensada en el contexto de la muerte de una niña en la familia, y en el año en que Marx enviaba a Darwin un ejemplar de su obra. Véase. Keynes, R., Annie’s Box, Charles Darwin, his Daughter and Human Evolution (London: Fourth State, 2001), 14.
[4] Althaus-Reid, Marcella, “Sobre teologías feministas y teologías indecentes: panorama de cambios y desafíos”, en Cuadernos de teología n° 22, (2003): 124.
[5] K. Gergen, Realidades y relaciones: Aproximaciones a la construcción social (Barcelona: Paidós, 1996). Kenneth Gergen, Ph.D, es considerado el padre del construccionismo social.
[6] Estrada Mesa, Ángela María, et al., “¿Se nace o se hace? Repertorios interpretativos sobre la homosexualidad en Bogotá”, en Revista de Estudios Sociales n°. 28 (Diciembre 2007): 60.
[7] Idem.
[8] “La neonata Antropología queer, una corriente antropológica de solo 15 años de edad floreció en los años 90 marcada por el impacto del postmodernismo”, Aurelia Martín Casares, Antropología del género: Culturas, mitos y estereotipos sexuales (Madrid: Ediciones Cátedra, Grupo Anaya, S.A., 2006), 278.
[9] “Entre teóricos y teóricas fundamentales del movimiento queer anglosajon, podemos citar a Eve Kosofsky Sedgwick (2002), Nicholas Bradford (1998) y Judith Butler, cuyo libro Gender Trouble (1990) supuso una intervención provocativa en las investigaciones de género, además de ser considerado uno de los textos fundadores de la teoría queer. En el ámbito francófono destaca Marie-Helene Bourcier (2001), y en el mundo hispano Beatriz Preciado (2002), José Antonio Nieto (1998) y Rafael Merida Jiménez (2002). En cuanto a la antropología queer, sobresalen investigadores como Ellen Lewin (2002), William L. Leap (2003), Will Roscoe (1998), o Serena Nanda (2000)”. Aurelia Martín Casares, Antropología del género , 280,281.
[10] “El vocablo inglés “queer”, cuya definición básica se traduce al español como “extraño”, “excéntrico”, “misterioso”, “sospechoso” o, en su uso más común “raro”, se ha empleado desde principios del siglo veinte para referirse también a la homosexualidad, o más bien a lo sexualmente heterodoxo en general”. Robert Mckee Irwin,”Teoría Queer” en Diccionario de Estudios Culturales Latinoamericanos, ed. Mónica Szurmuk y Robert Mckee Irwin (Madrid: Siglos XXI de España editores, S.A., 2009), 266. “Los queers de Queer Nation representaban toda categoría de los sexualmente marginados, los heterodoxos, los no convencionales, los anormales”. Idem.
[11] Evidencia de ello, son las constantes luchas y protestas protagonizadas por los grupos de lesbianas, homosexuales o transexuales con el objetivo de conseguir su aceptación social.
[12] Wolfhart Pannenberg, Antropología en perspectiva teológica (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1993), 28.
[13] “Leyendo la biografía de Paul Tillich escrita por su viuda, Hannah Tillich (1974) descubrimos por ejemplo cómo el teólogo alemán admirado por su notable reflexión ontológica, tenía una problemática sexual oculta”. Althaus-Reid, Marcella, “Sobre teologías feministas y teologías indecentes: panorama de cambios y desafíos”, en Cuadernos de teología n° 22, (2003): 132; “Karl Barth… vivía abiertamente con las dos mujeres que amaba en la misma casa” .Idem.; Véase también, Hannah Tillich, From Time to Time (London: Allen and Unwin, 1974).
[14] Estas tribus que todavía existen en la actualidad, se ubican a orillas del rio Sepik en Papua, Nueva Guinea.
[15] Margaret Mead, Sex and temperament in three primitive societies (New York, NY: Harper Collins Publisher, 2001)
[16] “«la biología no es destino» sino que las diferencias sexuales son siempre elaboradas simbólicamente, de manera que concepciones acerca de lo que es ser «hombre» y «mujer» en una cultura están cargadas de significados que trascienden los puros «hechos» de la biología humana”. Verena Stolke, Antropología Del Género: El cómo y El porqué de las mujeres (Biblioteca Virtual de las Ciencias Sociales), 2. “Desde el punto de vista de la corporalidad, el concepto de “sexo” no puede entenderse sólo respecto a las características externas y somáticas de la persona. Por el contrario, el sexo es un conjunto que incorpora las características externas del individuo, una actitud psicológica, una vivencia y una opción personal”. Beatriz Espinosa Pérez, ed., Cuerpos y diversidad sexual: Aportes para la igualdad y el reconocimiento (Bogotá, D.C.: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2008), 131.
[17] Teresa Audesirk, Gerald Audesirk y Bruce E. Byers, Biología Ciencia y Naturaleza (Mexico: Pearson Prentice Hall, 2004)222-231; J. Gafo, “Biología de la sexualidad humana; ¿tradición o salto?, en Marciano Vidal, et. Al., Homosexualidad: ciencia y conciencia, (Santander: Editorial Sal Terrae, 1981), 22
[18] Derrida, Escritura y diferencia,; M. Foucault, The history of sexuality. Voumen one: An Introduction (New York: Vantage, FUSS, D., 1991)
[19] M. Morris, “El pie zurdo de Dante pone en marcha la teoría queer”, en Pensando queer: Sexualidad, cultura y educación, ed. Susan Talburt, Shirley R. Steinberg, trad. Begoña Jiménez Aspizua (Barcelona: Editorial GRAÓ, 2005), 37.
[20] Idem.
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