La teoría sobre la libertad de Leibniz intenta unificar la posibilidad de la voluntad libre con un cierto determinismo. La definición de la libertad no basta en la ausencia de coacción externa, sino también hay que poder exluir la necesidad absoluta (metafísica). La alternativa a esa necesidad muchas veces se ha considerado la indiferencia del equilibrio, pero esto no es la posición que defiende Leibniz – el parte del concepto de los motivos suficientes para la voluntad humana libre. Para él, el principio de la razón suficiente es el primer principio de todos los razonamientos de los seres humanos.
La Libertad en Leibniz
Fuente: Concha Roldán Panadero: Estudio preliminar de los Escritos en torno a la libertad, el azar y el destino de Gottfried Wilhelm Leibniz
La teoría sobre la libertad de Leibniz intenta unificar la posibilidad de la voluntad libre con un cierto determinismo. La definición de la libertad no basta en la ausencia de coacción externa, sino también hay que poder exluir la necesidad absoluta (metafísica). La alternativa a esa necesidad muchas veces se ha considerado la indiferencia del equilibrio, pero esto no es la posición que defiende Leibniz – el parte del concepto de los motivos suficientes para la voluntad humana libre. Para él, el principio de la razón suficiente es el primer principio de todos los razonamientos de los seres humanos. Le parece imposible el estado de la indiferencia del equilibrio: cuando todas las condiciones son dadas siempre existen diferencias, no puede haber dos cosas idénticas, tanto como no puede haber un equilibrio perfecto porque entonces habria que poder dividir el universo en dos partes iguales. Además, asumir un posible estado de indiferencia de equilibrio contradice a toda la monadología de Leibniz y al principio de continuidad.
Leibniz muestra que no hace falta que conozcamos a nuestros motivos para que exista este motivo (teoría de las pequeñas percepciones). Parte del concepto de una racionalidad universal que se estrecha también al hecho que todas las acciones de los seres humanos tienen una razón determinante.
En vez del – según él – imposible estado de la indiferencia del equilibrio Leibniz propone otra forma de indiferencia que es la contingencia, es decir, un concepto que no incluye la necesidad porque deja abierto la opción de las acciones opuestas. Forma parte del concepto de la libertad que existe alguna forma de indiferencia que deja abierto una cierta variedad de caminos posibles, y esa es la contingencia, la no necesidad, que pertenece a todas las sustancias inteligentes, así que las razones que tienen sus acciones no las determinan completamente, sólo las inclinan, y en el caso de Dios o del sabio perfecto es la inclinación hacia lo más perfecto y el rechazo cada vez más fuerte con el grado de sabiduría que uno alcanza, de lo imperfecto.
Hay una gran diferencia entre lo que muchos filósofos entienden como consecuencia, la necesidad absoluta y metafísica, y la postura de Leibniz que habla de consecuencias fundadas sobre razones que a su vez se fundan en la inclinación por lo que uno considera lo más ventajoso. La diferencia entre la necesidad metafisica y la contingencia es que en caso de la segunda su opuesto sería lógicamente posible, mientras la necesidad absoluta excluye sin excepción todas las acciones o acontecimientos que no sean los que se han realizados, serían lógicamente imposible. Es un entendimiento de libertad todavía bastante limitado, porque en realidad la inclinación individual y la siguiente acción ya están contenidas en el concepto de la esencia individual de la persona. Hablar de contingencia aquí sólo hace referencia al hecho de que una acción contraria a la realizada no sería lógicamente imposible.
Leibniz distingue entre cuatro tipos de necesidad: 1. La necesidad absoluta que lo es por sí misma, 2. la necesidad hipotética que tiene lugar en la cadena causal de un dado acontecimiento, 3. la necesidad lógica, metafisica o matemática que se define por la imposibilidad de su contrario que implicaría contradicción, y 4. la libertad moral que tiene que ver con la intencionalidad del ser humano inclinado a elegir lo mejor. En otros escritos distingue Leibniz entre la necesidad absoluta/metafísica/matemática y la necesidad hipotética y moral que supone la voluntad y la elección. Esta segunda forma la llama también necesidad para mostrar que siempre hay que haber buenas razones para que algo sea como es. La determinación y el orden se estrechan también a las acciones que no considera necesarias en el primer sentido sino contingentes.
Nos encontramos con un problema cuando analizamos necesidad y contingencia en el caso de la libertad de Dios. Si todo lo futuro ya puede ser previsto por Dios, ¿cómo pega eso con la supuesta contingencia del mundo? Leibniz defiende la previsión divina – que forma parte de la omnisciencia de Dios – pero esta no es contraria a su concepto de contingencia, porque, aunque todo es previsto por Dios no sería lógicamente imposible que ocurriese el contrario. Para explicar esta forma de libertad, Leibniz habla de la naturaleza de la verdad: “era ya verdadero hace cien años que yo escribiria hoy, lo mismo que será verdadero dentro de cien años que he escrito”. Lo que ha pasado, ha pasado con la misma seguridad que lo futuro va a pasar. Lo verdadero es en sí mismo inmutable aunque fuese dirigido hacia lo futuro. Existe una determinación que se basa en el hecho que Dios puede prever estos acontecimientos que hay que considerar por eso verdaderos, pero no se trata de necesidad absoluta sino hipotética que no excluye la contingencia y así tampoco la libertad según Leibniz. La previsión divina no cambia la naturaleza de lo posible, quedan contingentes y “libres” las cosas. Todo lo que es contingente, lo es por la decisión divina, Dios elegió crear lo contingente (y los mundos posibles podemos llamar contingentes porque Dios ha elegido el mejor mundo para llegar a ser existente merced a su propia naturaleza). Dios mismo es un ser necesario, no puede elegir algo que no sea lo mejor y mas perfecto, y de este ser necesario depende todo lo contingente.
Se puede criticar que lo que Leibniz llama contingente en realidad no es libertad ni contingencia en el sentido estricto, porque las cosas no tienen la posibilidad real de suceder de otra manera en su mismo mundo.
Otra tesis acerca de la libertad del individuo encontramos en el artículo 13 del Discurso de la Metafísica y encontró una reacción fuerte sobre todo por parte de Arnauld: Dice “que la noción individual de cada persona encierra de una vez por todas lo que le va a suceder”. Esto le parece a Arnauld como el establecimiento de una determinación fatal de las acciones humanas y también como negación de la libertad divina, porque lo que es un ser ya determina totalmente lo que va a hacer y lo que le va a pasar. Esto significaría para Dios que Él sólo tuvo la decisión de crear Adán o no y después sucedió todo por su determinación interna. Pero para Leibniz no es así porque la voluntad de Dios no sólo se estrecha a la creación particular de un Adán, sino – como vimos antes – con esa creación Dios ya ha previsto todo que va a suceder con la descendencia de Adán y todos los demás seres humanos y acontecimientos en el mundo.
Arnauld no puede rechazar la omnisciencia de Dios que se muestra en su posibilidad de previsión pero cree que esto es un hecho mucho más allá del conocimiento y entendimiento humano. Leibniz, por otro lado, no puede aceptar esta restricción porque la proposición “Dios conoce el porvenir” tiene sentido y es concebible.
Leibniz demuestra que la conexión intrínseca entre la noción individual y un acontecimiento no reviste una necesidad absoluta recurriendo a los decretos libres de Dios y a la contingencia-libertad de las acciones de los individuos. La esencia del individuo contiene como ser posible las circunstancias existenciales que va a desarrollar convertiéndose de un individuo posible a un individuo real actual. Explica que los decretos tomados por Dios ya forman parte de la esencia individual de cada individuo; hay una diferencia entre las nociones abstractas y eternas que dependen totalmente del entendimiento de Dios, y por otro lado, las nociones individuales que están relacionadas con espacio y tiempo y que constituyen las verdades contingentes y por eso envuelven los libres decretos de Dios que Él ha tomado como posibles.
Por lo tanto podemos concluyir acerca de los problemas que puede causar el articulo 13 que lo que le va a ocurir a cada individuo durante su desarrollo histórico no impide para nada el concepto de libertad que defiende Leibniz, porque los decretos de Dios tomados como posibles por un lado, ya se encuentran en la esencia del individuo, y por otro lado porque los seres humanos son dotados con la voluntad y la razón que les posibilitan, más allá de actuar, querer hacer algo y pensar cómo hacerlo.
La capacidad humana para elegir y actuar según la razón suficiente a su vez depende de que no existiese un determinismo absoluto ni una indiferencia de arbitrariedad expresada en la voluntad de Dios, y necesita un fundamento teológico que supone la perfección de Dios que se muestra en su elección de lo mejor siempre. Cuando se trata de Su elección de los mundos posibles está claro, por eso, que va a elegir el mundo mejor entre un número infinito de mundos que Él ha visto anteriormente. En este mundo mejor posible las cosas suceden también por el principio de lo mejor, pero quedan contingentes porque su contrario no sería lógicamente imposible. En el caso de los seres humanos se puede hablar de libertad porque, aunque su noción individual ya determina todos los acontecimientos futuros, tienen la capacidad crítica racional que les permite pensar sus decisiones y elegir voluntariamente.
Dios, pues, sigue el principio de la mejor elección que ya está en Su noción individual, o sea, en la esencia divina, y su razón suficiente para la creación es la conveniencia, es decir el grado de perfección que alcanza cada mundo posible. Si no fuese así, si no se hubiese dado un mundo que destaca por un máximo de esencia o perfección, entonces Dios no habría tenido una razón suficiente para crear un mundo y no lo habra creado, porque no puede obrar sin una razón y tampoco puede elegir lo menos perfecto en vez de lo más perfecto.
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- Citation du texte
- Theresa Marx (Auteur), 2010, La libertad en Leibniz, Munich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/180456
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