Este libro es un resultado de las permanentes reflexiones sobre las problemáticas por las que ha atravesado Colombia desde hace décadas y que resultan desafiantes y son prioridad para las instituciones estatales, como el caso del Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación – MinCiencias. En el año 2020, esta entidad abre una convocatoria que buscar facilitar espacios para una mayor comprensión del conflicto armado en el país, desde la línea de las Ciencias sociales y desarrollo humano con equidad.
A partir de este panorama, se identifica la necesidad de implementar proyectos que identifiquen y analicen las acciones de memoria que se han enmarcado en el conflicto armado; en esa medida, realizar una revisión sistemática de la bibliografía existente en torno a las hipótesis sobre el conflicto armado.
TABLA DE CONTENIDO
Prólogo
Introducción
Fundamentos conceptuales: ¿Qué es memoria? perspectivas teóricas
¿Qué entendemos cuando hablamos de memoria?
¿Qué entendemos cuando hablamos de historia
Fronteras difusas: Memoria histórica, memoria individual y memoria colectiva.
Memoria y olvido
Cierre de capítulo
Comprensión de la memoria en Colombia.
Estrategias estatales para la construcción de memoria: El enfoque diferencial
Acciones de memoria desde el enfoque diferencial
Cierre de capítulo:
Panorama general de la memoria en clave la educativa, el caso de Colombia
1. La memoria dentro de la enseñanza de las ciencias sociales en la escuela
2. La memoria como actividad política/ la necesidad de políticas de la memoria
3. La memoria y la pedagogía de la memoria.
4. La memoria y los lenguajes artísticos
5. La memoria en la formación especializada
Cierre de capítulo
Conclusiones
Bibliografía
ÍNDICE DE FIGURAS
Figura 1. Registro de frecuencias en búsquedas relacionadas con memoria y educación- Colombia.
Figura 2. Interés subregiones, temas y consultas relacionadas con memoria y educación- Colombia.
Figura 3. Intersecciones de la memoria histórica, memoria colectiva y memoria individual
Figura 4. Nube relacional de categorías vinculadas a la memoria
Figura 5. Articulación de memoria e historia en Colombia.
Figura 6. ¿Para qué es el enfoque diferencial? -perspectiva Estatal
Figura 7. Líneas generales de trabajo en Colombia para memoria y educación
Prólogo
Este libro es un resultado de las permanentes reflexiones sobre las problemáticas por las que ha atravesado Colombia desde hace décadas y que resultan desafiantes y son prioridad para las instituciones estatales, como el caso del Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación - MinCiencias. En el año 2020, esta entidad abre una convocatoria que buscar facilitar espacios para una mayor comprensión del conflicto armado en el país, desde la línea de las Ciencias sociales y desarrollo humano con equidad.
A partir de este panorama, se identifica la necesidad de implementar proyectos que identifiquen y analicen las acciones de memoria que se han enmarcado en el conflicto armado; en esa medida, realizar una revisión sistemática de la bibliografía existente en torno a las hipótesis sobre el conflicto armado. Necesidad a la que se responde desde la Facultad de Educación de la Corporación Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO con un programa de investigación que recoge las iniciativas de tres grupos de investigación.
El programa de investigación, titulado “Entretejiendo memoria, historia y cultura”, ofrece una aproximación a una documentación en torno a dicho conflicto y considera los principales argumentos que las soportan. En ese sentido, se busca responde a las necesidades del país en relación con las implicaciones que ha traído el tránsito a un periodo de postguerra, en donde se evidencia en desarrollo de estrategias e iniciativas focalizadas en las regiones, pero que pueden ver sesgadas por ideologías e intereses particulares.
Por consiguiente, los autores de este libro retoman las concepciones de memoria e historia para convocar a una reflexión sobre las acciones de memoria que se han generado en el país, ya que estos procesos que convocan a la memoria histórica no están exentos del riesgo de generar discursos o relatos hegemónicos que, en consecuencia, pueden devenir en exclusión y generación de nuevos fenómenos de violencia.
Introducción
En las últimas décadas Colombia ha enfrentado un momento clave en su historia. La apuesta por la paz ha marcado unos retos importantes para los distintos campos del conocimiento de la nación y para todos aquellos que han querido ser partícipes de tareas declaradas como fundamentales encaminadas a la reparación, la resignificación social, el esclarecimiento histórico, la búsqueda de la verdad y la reconstrucción de las memorias del conflicto.
En este proceso, la educación se ha identificado, desde las esferas institucionales, comunitarias y estatales, como uno de los mecanismos más pertinentes para llevar a cabo las actividades de diálogo, de confrontación y de construcción alrededor de los procesos de memoria. Sin embargo, pese a que en nuestro país circulan distintas iniciativas educativas oficiales, comunitarias, grupales e institucionales entre otras; estas pueden ser consideradas como fragmentarias y dispersas, pues no parecen tener un nodo de conexión, ni un proceso de sistematización y mucho menos se desarrollan en escenarios homogéneos. En consecuencia, el propósito de este documento es presentar un panorama general de los trabajos de memoria en Colombia vinculados al ámbito educativo entre los años 2005 y 2020.
En ese sentido, las siguientes páginas recogen parte de las experiencias de uno de los proyectos que estructuran el programa de investigación1 intitulado “Entretejiendo memoria, historia y cultura”, que se fundamentó en un método cualitativo basado en la investigación documental y la investigación creación. En este se formuló y se implementó una propuesta de interpretación y reflexión en el contexto educativo, a partir de la producción cultural de la comunidad como recurso para la comprensión de los fenómenos sociales y la expresión de los imaginarios enmarcados en el conflicto armado en Colombia.
Dicho programa está conformado por tres proyectos; el primero de ellos, bajo el nombre de “Narrativas audiovisuales como estrategia de apropiación social de la ciencia y la tecnología para la reconstrucción de la memoria histórica del conflicto armado en San Martín (Meta)” fue implementado en el 2018 en la Convocatoria 775 de Jóvenes investigadores e innovadores - Colciencias y se desarrolló como un ejercicio de Apropiación Social de la CTeI, estableciendo una relación entre ciencia, tecnología y sociedad para la construcción de paz. Este proyecto se llevó a cabo con los estudiantes adolescente de la Institución Educativa Iracá.
El segundo proyecto, denominado “Narrativas audiovisuales y los lenguajes artísticos como estrategia didáctica para la reconstrucción de la memoria histórica del conflicto armado desde el enfoque diferencial en San Martín (Meta)”, partió de la experiencia del primero y de un análisis documental sobre las acciones relacionadas con la memoria reconocidas por el Centro Nacional de Memoria Histórica - CNMH. A partir de ello, el propósito de este proyecto se centró en analizar dichas experiencias en relación con el conflicto armado, en pro de socializar y visibilizar las voces colectivas y consolidar las prácticas sociales y educativas.
Por último, el tercer proyecto, denominado “Promoción de entornos protectores, fundamentados en las prácticas pedagógicas y la creación artística y cultural, como apropiación social del conocimiento para la interpretación y la reconciliación en torno a los fenómenos sociales relacionados con el conflicto armado en Iracá (Meta)”, tiene el propósito de consolidar los esfuerzos de la comunidad y los grupos de investigación, por legitimizar las voces colectivas de las víctimas del conflicto y crear un espacio que permita reconocer y reconstruir la memoria histórica de la región del Ariari en el departamento de Meta, con la participación de la comunidad de artesanos de la región, los estudiantes adolescentes, sus familiares y los profesores de las instituciones educativas de San Martín. En esa medida, la consolidación de este programa de investigación contribuye a una mayor comprensión del conflicto armado, la posición de las víctimas y la historia reciente de Colombia desde una perspectiva colectiva. La intención de crear un programa con estas características se justifica en la medida en que la ejecución de los tres proyectos permite la implementación del enfoque diferencial de una manera más acertada y pertinente a las necesidades de la comunidad.
Los resultados presentados en estas páginas se centran en el segundo de los proyectos mencionados, específicamente lo relacionado con el análisis documental de las experiencias que vinculan el trabajo con la memoria. Esta investigación se fundamentó en una metodología documental para identificar las acciones de memoria desarrolladas en el país que se relacionaron con el ámbito educativo, para ello reconocemos que “la investigación documental es la búsqueda de una respuesta a partir de la indagación en documentos” (Baena, 2018, p. 68). De acuerdo con ello, las fuentes consultadas para esta investigación fueron: documentos online avalados por el Centro de Nacional de Memoria Histórica, archivos documentales físicos, periódicos y revistas de los archivos personales de agentes vinculados a los fenómenos sociales relacionados con el conflicto armado. El análisis de estas fuentes consistió en una constante referencia hacia el contexto histórico y social, lo que permitió la identificación de algunos datos relevantes sobre el conflicto armado.
Así, este producto recoge una serie de perspectivas que permiten aproximarse a la memoria en relación con el ámbito educativo, también esta indagación permite delimitar algunos rasgos particulares del abordaje de este fenómeno en el país, comprender las distintas caracterizaciones de la memoria y recoger los tratos más sobresalientes. Para la presentación de lo anterior, el libro comienza con una contextualización del trabajo de la memoria actualizada para el momento de la construcción de este texto, identificándose fundamentos conceptuales y perspectivas teóricas que abordan la noción. A continuación, se sitúa la comprensión de la memoria en Colombia y se detalla parte de las estrategias estatales para la construcción de memoria en nuestro país. Finalmente, se presenta un panorama general de la memoria en clave educativa, se identifican líneas de trabajo sobresalientes, metodologías e investigaciones que abordan el fenómeno en un ejercicio de reconocimiento que posibilita entrever la riqueza de las experiencias e identificar la necesidad de su reconocimiento mutuo.
Fundamentos conceptuales: ¿Qué es memoria? perspectivas teóricas
Antes de presentar algunas ideas y reflexiones que vinculan la memoria y la educación en Colombia, es necesario realizar un alto en el camino para atender una de las principales categorías que trabaja este texto: la memoria.
El sociólogo norteamericano Jeffrey K. Olick (2007) realizó una búsqueda de referencias en Google sobre el tema de la memoria y encontró que antes del año 1998 existían menos de 500,000 resultados, cifra que aumentó a 1,070,000 referentes en todo el mundo en los primeros siete años de la década del 2000. Los investigadores Colombianos Villa et.al (2018), por su parte, realizaron la misma búsqueda vinculando la categoría a los estudios sociales y encontraron 1,950,000 referencias al investigar el tema de memoria colectiva, 8,440,000 para memoria histórica y 1,300,000 para memoria cultural. Para el año 2020, Google mostraba cerca de 96,100,000 referencias al buscar memoria y Colombia, y más de 148,000,000 al rastrear memoria y escuela. Lo que daba cuenta de una proliferación de la categoría en los últimos años.
Con el apoyo de Google Trends en el año 2020, pudimos evidenciar que en Colombia el tema de la memoria vinculado a la categoría de educación registraba búsquedas constantes con distintos intervalos de frecuencia que aumentaron entre los años 2015 - 20162. Dichas búsquedas se mantenían hasta el mes de noviembre del año en mención y se concentraban en subregiones tales como: Bogotá, Cundinamarca, Santander, Caquetá, Nariño, Casanare y Tolima. Además, encontramos que los temas y las consultas más reiterativas se relacionaban con palabras como: paz, conflicto, historia, reconciliación, perdón y Estado.
Figura 1 . Registro de frecuencias en búsquedas relacionadas con memoria y educación-Colombia.
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Fuente: Google trends. Termino de búsqueda: Memoria. Intervalo de tiempo: últimos 5 años. Localización: Colombia. Categoría: Educación. Fecha: 28 de noviembre 2020.
Figura 2. Interés subregiones, temas y consultas relacionadas con memoria y educación-Colombia.
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Fuente: Google trends. Termino de búsqueda: Memoria. Intervalo de tiempo: últimos 5 años. Localización: Colombia. Categoría: Educación. Fecha: 28 de noviembre 2020.
Con lo anterior, podemos señalar un evidente interés en Colombia por la memoria y su vínculo con lo educativo, pero ¿a qué hace referencia aquella categoría que muestra un aumento puntual en las búsquedas de la web?
Como sabemos la memoria no es un concepto desconocido para la mayoría de nosotros, circula cotidianamente y de forma natural en varias de las actividades que realizamos a diario. Practicamos la memoria cuando pensamos en la ruta que nos llevará a casa, en la tarea pendiente a entregar, incluso cuando hablamos con otros y les contamos nuestras anécdotas del pasado; no obstante, al intentar definir o explicar qué es la memoria, es común dudar y no encontrar las palabras precisas para conceptualizarla. Sabemos que la memoria es un aspecto que por años se ha considerado clave en la e ducación, esta se articula con la capacidad de recordar, de retener información y de recuperarla. Reconocemos que es un proceso cognitivo y biológico atribuido en su mayoría a los seres humanos. Sin embargo, en las últimas décadas también nos es posible identificar que la memoria es tanto un fenómeno humano y social como un objeto de estudio interdisciplinario.
Por lo anterior, este apartado tiene como propósito abordar algunas nociones y perspectivas teóricas alrededor de memoria; así mismo, delimitaremos su trato al campo de las Humanidades y las Ciencias Sociales. Cabe destacar que este texto no pretende ser un escrito completo que abarque todos los posibles tratos frente a la memoria, más bien, es una pretensión por abordar algunas líneas generales que posibilitan su comprensión, su teorización y su trabajo desde lo educativo. Reconociendo de antemano las problematizaciones que implica de otorgar una definición unívoca.
Este abordaje lo consideramos necesario al reconocer el crecimiento masivo de trabajos, monografías, clases, investigaciones, diálogos, apuestas pedagógicas, simposios etc. alrededor de la memoria, que en ocasiones nombran y tratan este fenómeno casi de forma naturalizada. De tal manera, el trato teórico que sigue a continuación pretende, en primer lugar, dar algunas orientaciones para la comprensión del concepto de memoria; pero también intenta dar cuenta de la complejidad que implica describir y tratar la memoria desde el campo pedagógico. Del mismo modo, esta es una invitación para que las personas interesadas en el tema puedan conocer, problematizar, dialogar y tensionar las perspectivas tratadas.
¿Qué entendemos cuando hablamos de memoria?
Para el filósofo y antropólogo Paul Ricoeur (2000), cuando hablamos de memoria nos referimos a:
La cualidad que tiene aspectos cognitivos y pragmáticos cuya materia prima son los recuerdos, los cuales se expresan desde los lugares de la “mneme (el recuerdo como algo pasivo, descrito tal y como aparece ante la condición humana) y anamnesis (cuando este recuerdo ha sido elaborado y expuesto a un proceso de configuración y trabajo mental, cuando se asocia a una búsqueda consciente para completar el trabajo de constitución de la identidad o subjetividad de la persona). (p. 117)
La descripción que Ricoeur hace de la memoria permite entenderla como un elemento que tiene un vínculo estrecho con los recuerdos experimentados en un tiempo pasado y que permiten una creación para el presente o una proyección para el futuro. De allí su importancia para los hombres y para las sociedades en donde estos cohabitan. Sin embargo, los estudios sobre la memoria han trascendido su comprensión más allá de la dinámica psíquica e identitaria de las personas. Para autoras como Elizabeth Jelin (2002) y Ana Guglielmucci (2020), el recordar y las huellas que este proceso conlleva hacen parte un mundo simbólico, que no construye por sí mismo un proceso de construcción de memoria, es solo hasta que dicho recordar es evocado y ubicado en un contexto particular que cobra sentido. Es por esto, que los trabajos alrededor de memoria han cobrado mayor significancia en comunidades que se han permanecido contextualmente situadas, y en los últimos años en grupos que han enfrentado y superado distintas formas de conflictos3.
En Colombia, por ejemplo, cuando hablamos de memoria en la mayoría de las ocasiones nos remitimos a los escenarios de violencia armada que han marcado nuestra sociedad por años. De este modo, cuando nos referimos a acciones, prácticas, trabajos de memoria etc. -en especial en los contextos educativos, académicos o institucionales- aparece un común denominador, la guerra y con ella las víctimas. Para investigadores de este campo como Elizabeth Jelin (2018) este hecho está dado porque la memoria en la época contemporánea se centra en acontecimientos y procesos de orden social y político que tienen lugar en situaciones límite y de violencia política extrema (p. 78). Son en estos escenarios en donde la memoria aparece como protagonista, ya que son las prácticas violentas las que marcan “el recordar” constante de las personas a través de sus cuerpos, sus pérdidas, sus territorios y las transformaciones de sus dinámicas de vida. Además, de otros vestigios continuos que deja la guerra y que se temen repetir. Por lo cual, se considera necesaria su reconstrucción y su estudio.
No obstante, aunque la historia de las sociedades está marcada por escenarios de violencia y de guerra, las indagaciones alrededor de la memoria dentro de un campo académico vinculado con las disciplinas sociales son recientes. La memoria como área de trabajo empieza a sobresalir en la segunda mitad del siglo XX y en la primera mitad del siglo XXI, principalmente desde el ámbito historiográfico. Dos posturas principales intentan explicar este hecho. La primera, liderada por autores como Kammen (1997) Shwartz (1996), asegura que los estudios de la memoria tuvieron mayor relevancia desde los años ochenta gracias al multiculturalismo de las sociedades modernas y el abordaje de las actividades colonialistas. Estos fenómenos, para los investigadores, convocaron a que la memoria fuera entendida como una forma de crear identidad colectiva en las comunidades y de recuperar valores y tradiciones ancestrales que estaban siendo amenazados por el avance de fenómenos como el liberalismo. La segunda postura, trabajada por autores como Bustos (2010), Erell (2012), Pasol (2014), entre otros, explica que, con el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, se reforzó la necesidad de reconstruir memoria, específicamente haciéndose alusión las actividades del Holocausto, puesto que existía temor entre los historiadores que, ante la inexistencia de evidencia sobre los hechos, se construyeran nuevas historiografías que ignoraran los acontecimientos sucedidos.
Las anteriores preocupaciones fueron transmitidas a Latinoamérica en donde sobresalió una necesidad por hacer memoria para documentar y no repetir los horrores vividos durante el fenómeno de las dictaduras. Para Andrea Huyssen (2002), lo anterior convocó al fortalecimiento de una globalización de memoria que llevó a las naciones del mundo a adoptar mecanismos educativos y jurídicos para resarcir los daños a las comunidades y para fortalecer los procesos identitarios. Aquí se pueden destacar los trabajos de autores como Jelin y Kaufman (2006), Lira (2010), Win (2014), Vallejo (2015) entre otros, que han abordado la perspectiva desde el cono sur.
Con lo anterior, parafraseando al investigador Gonzalo Sánchez (2018), podríamos manifestar que el interés por la memoria y su reconstrucción parece surgir de una época marcada por las desilusiones de la no revolución y los vestigios de las guerras (p. 15). No obstante, es importante aclarar que, tanto en Europa como en América Latina, pasaron varios años después de los fenómenos de conflicto para comprender las prácticas que permiten la rememoración del pasado violento y traumático.
Yes que volver al pasado no es un proceso sencillo, más aún si se trata de un pasado contextualmente situado en un ambiente violento, pues este no solo incluye una serie de huellas psicológicas, contextuales y físicas; en algunos casos también vincula marcas comunitarias y territoriales que son importantes para comprender lo que se vivió; entonces ¿cómo trabajar los procesos de remembranza y de reconstrucción de la memoria? Distintas perspectivas teóricas se han ocupado de explicar, tratar o comprender los procesos de rememoración existiendo gran multiplicidad de posturas lideradas en su mayoría por instituciones académicas, aunque no exclusivamente. Para Elizabeth Jelin (2002) en la época contemporánea: (...) hay una tensión entre preguntarse sobre lo que la memoria es y proponer pensar en procesos de construcción de memorias, de memorias en plural, y de disputas sociales acerca de las memorias, su legitimidad social y su pretensión de «verdad». En principio, hay dos posibilidades de trabajar con esta categoría: como herramienta teórico-metodológica, a partir de conceptualizaciones desde distintas disciplinas y áreas de trabajo, y otra, como categoría social a la que se refieren (u omiten) los actores sociales, su uso (abuso, ausencia) social y político, y las conceptualizaciones y creencias del sentido común. (p. 17)
Por tal razón, en las siguientes páginas buscaremos avanzar en algunas líneas conceptuales que intentan abordar la memoria desde las dos posibilidades identificadas por Jelin (2000), reconociendo también, que en medio de la multiplicidad que rodea el elemento hay un aspecto común en el que las distintas vertientes señalan la memoria como un proceso sociocultural con varios agentes involucrados y distintas formas de comprensión. Por ello, también presentaremos algunas nociones importantes para el caso de Colombia.
¿Qué entendemos cuando hablamos de historia
Para hablar de historia debemos hacer énfasis en la diversidad de significados a los que este término puede conducir. Como lo ha precisado Hegel y otros filósofos e historiadores, la ambigüedad del vocablo conlleva la confusión de distintas instancias. En términos generales, la historia se define como la disciplina que tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad y, así mismo, la práctica intelectual en torno a ese pasado, cuyo resultado consiste en un discurso escrito. En este sentido, el historiador Michel Certeau (1978) entiende por historia “esta práctica (una «disciplina»), su resultado (el discurso), o su relación bajo la forma de una «producción». Ciertamente, en el uso ordinario el término historia connota a la vez a la ciencia y a su objeto - la explicación que se dice y la realidad que ya pasó o está pasando” (p. 35).
Desde este punto de vista, la historia se ha centrado en la descripción de los acontecimientos del pasado. Esta concepción de la historia, entendida como la exposición de sucesos del pasado, tiene sus orígenes con Herótodo, Tucidites y Jenofonte. Este carácter obedecía a un principio de respeto por la verdad e implicaba que, para ser fiable, el escritor debía haber tenido un acercamiento directo a los hechos históricos que pretendía describir, lo que obligaba a tener una actitud prácticamente testimonial por parte del autor. Siendo así, el criterio del historiador se regía por una visión inmediata de los acontecimientos que involucraba la percepción y el conocimiento.
Para Le Goff (2005) esta concepción de la historia, vista como fuente esencial de conocimiento, lleva a la idea de que «el que ve» es también el que sabe (p. 21). En el mismo sentido, Jorge Lozano (1987) afirma que “el yo he visto se sitúa, entonces, como garante de verdad y como autor fiable tanto de los hechos que cuenta como del decir mismo; no es cualquiera el que habla, sino alguien que fue testigo” (p. 19); por lo tanto, la escritura de la historia se asume como un reflejo fiel de los hechos reales. Por otro lado, el mismo Lozano nos recuerda que el avance de la filosofía sobre la distinción entre percepción y conocimiento, dado mediante un proceso intelectual, abrió camino a la idea de acceder al conocimiento del pasado sin la necesidad de una experiencia directa de los hechos reales. Esta transformación cultural dio lugar a un concepto de historia como proceso de lectura de fuentes históricas, en palabras de Lozano:
Una vez adquirida la idea de no coincidencia entre conocimiento y percepción, idea derivada de la revolución científica de los siglos XVI y XVII, comienza a ser concebible la idea de un conocimiento mediato y, por lo tanto, el problema de una justificación de una historia del pasado se plantea necesariamente en términos diferentes. x.x Se trata de buscar una vía hacia los acontecimientos del pasado a partir de las trazas, huellas e indicios que dichos acontecimientos han dejado y que subsisten en el presente bajo formas de documentos y de monumentos (p. 40).
Por consiguiente, la historia empezó a desarrollar técnicas y métodos de indagación e interpretación de documentos, tanto así que la historia se transformó “en un discurso justificado a su vez en la validez de técnicas y métodos, aplicados a los monumentos y documentos, que consientan la aprehensión del pasado” (Lozano, p. 40). Una de las consecuencias de los cambios expuestos anteriormente es que en el siglo XIX la historia obtuvo más autonomía respecto de las otras disciplinas y comenzó a adquirir la categoría de ciencia, así, “en este siglo se definió la historia como un conocimiento científico y, perfeccionando sus métodos técnicos, se independizó de la literatura y creció como disciplina científica” (Rama, C., 1981, p. 45).
Por otra parte, al respecto de la producción intelectual, la historia heredó de la Antigüedad el espíritu de la verdad. Este sentido de lo verdadero contribuyó al desarrollo de la disciplina gracias al método sustentado por el historiador alemán Leopold Von Ranke, quien defendió una objetividad distante a prueba de cualquier interferencia basado en la consigna metodológica de sujetarse a los documentos y presentar el pasado tal y como sucedió. Ranke estaba convencido de que los hechos del pasado podrían ser expuestos en las fuentes históricas y luego reflejados en un discurso cercano a la objetividad. Este historiador entendía la narración como una expresión objetiva en la que la tercera persona establecía una omnisciencia narrativa que podía presentar los hechos como si estos hablaran por sí mismos, ajenos a la subjetividad y a la mirada del historiador.
El criterio de objetividad defendido por Ranke fue criticado por otros historiadores y, posteriormente, sustituido por la interpretación. El historiador británico Edward Hallett Carr, crítico de la “postura rankeana”, afirmaba que “ante todo, los hechos de la historia nunca llegan en estado «puro», ya que ni existen ni pueden existir en forma pura: siempre hay refacción al pasar por la mente de quien los recoge (1983, p. 30). Para Carr, un acontecimiento llega a ser considerado como un hecho histórico mediante un acuerdo, cuando es aceptado como tal por los historiadores; es decir, cuando existe cierto consenso alrededor de la valoración del presunto hecho, por lo tanto “su condición de hecho histórico dependerá de una cuestión de interpretación. Este elemento interpretativo interviene en todos los hechos históricos” (1983, p. 17). Por consiguiente, el pasado se observa desde el presente y cada presente tiene su propia perspectiva de pasado. Así, para Carr, la noción de historia se define como “un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado” (1983, p. 40), por tal razón “la función del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de él, sino dominarlo y comprenderlo como clave para la comprensión del presente” (p. 34).
El historiador británico Peter Burke considera la «historia rankeana» como el paradigma tradicional de la historia, el cual desvela el sentido común de los acontecimientos del pasado. Para Burke este paradigma tradicional es una forma más de abordar el pasado entre otras varias posibles, el cual se queda rezagado y da paso a una nueva forma de abordar los hechos históricos: “la nueva historia”. “Esta nueva historia es una historia escrita como reacción deliberada contra el «paradigma» tradicional” (1999, p. 13). Para describir los principios de este nuevo paradigma y sustentar sus diferencias con el modelo tradicional, Burke resume en seis puntos la oposición entre historia vieja y nueva historia.
Para empezar afirma que, aunque el paradigma tradicional no excluía del todo otros tipos de historia -como, por ejemplo, la historia del arte o la de la ciencia- estos sí eran relegados en el sentido de considerarlos periféricos a los intereses de los “auténticos” historiadores. Por su parte, la nueva historia se ha interesado por casi cualquier actividad humana. Para la nueva historia todo tiene un pasado que, en principio, puede reconstruirse y relacionarse con el resto del pasado; siendo así, el fundamento de la nueva historia es la idea de que la realidad está social y culturalmente constituida.
Por otra parte, el autor asegura que los historiadores tradicionales piensan fundamentalmente la historia como una narración de acontecimientos, mientras que la nueva historia se dedica más al análisis de estructuras.
En tercer lugar, argumenta que la historia tradicional presenta una vista desde arriba, en el sentido de que siempre se ha enfocado en las grandes hazañas de los grandes hombres, estadistas, generales y, ocasionalmente, eclesiásticos. Al resto de la humanidad se le asignaba un papel menor en el drama de la historia. De otro lado, la nueva historia se enfocaba en la historia de las mentalidades colectivas o a la de los discursos o lenguajes.
En ese mismo sentido, el historiador británico afirma que según el paradigma tradicional la historia debería basarse en documentos, lo que llevó al olvido de otros tipos de prueba. El movimiento de la «historia desde abajo» corroboró las limitaciones de este tipo de documentación. Según Burke, para la nueva historia los registros oficiales expresan el punto de vista oficial, pero para reconstruir las actitudes de los herejes y rebeldes, tales registros requieren el complemento de otras clases de fuentes.
De acuerdo con Burke, el paradigma tradicional no consigue dar razón de la variedad de cuestiones planteadas por los historiadores, ya que estos interrogantes se limitaban a los acontecimientos. En la nueva historia se plantean cuestiones que van más allá de los acontecimientos, incluso hasta se obtienen respuestas en torno a aspectos cotidianos de la vida.
Por último, escribe que, con el paradigma tradicional, la historia es objetiva y, citando a Ranke, afirma que la tarea del historiador se centraba en contar “cómo ocurrió realmente”, lo que se vio posteriormente como un orgulloso manifiesto a favor de una historia no sesgada. En cambio, desde la nueva historia ese ideal se considera quimérico, por lo tanto, por más que se pretendan evitar los prejuicios asociados al color, el credo, la clase social o el sexo, no es posible evitar mirar al pasado desde una perspectiva particular. Retomando a Bajtín, Burke expresa que en estos estudios se ha pasado del ideal de la voz de la historia a la heteroglosia como conjunto de «voces diversas y opuestas». Concluye aludiendo a los estudios de los Annales, donde se han demostrado cómo las historias económica, social y cultural pueden estar a la altura de las exigentes pautas establecidas por Ranke para la historia política (1999, p. 13-19).
Por lo tanto, la noción clásica de historia como sucesión lineal de acontecimientos políticos y diplomáticos singulares e irrepetibles ha cedido su lugar a la noción de historia total. Bajo la idea de historia total quedan involucrados todos los acontecimientos, hechos institucionales y procesos masivos de cualquiera de las capas de la sociedad, así como sus múltiples relaciones. En consecuencia, “la historia es el estudio, científicamente elaborado de las diversas actividades y de las diversas creaciones de otros tiempos, captados en su fecha, en el marco de sociedades extremadamente variadas, y, sin embargo, comparadas unas a otras” (Febvre, L. 1980).
Fronteras difusas: Memoria histórica, memoria individual y memoria colectiva.
Para llevar a cabo el abordaje de la memoria como categoría y metodología de trabajo, acudiremos a los conceptos de memoria e historia, memoria individual y memoria colectiva. Estas nociones comparten elementos de vinculación y de diferenciación, teniendo en cuenta aspectos particulares como la experiencia subjetiva individual o colectiva, los contextos, la especificidad de los acontecimientos y los matices que estos poseen para entender las experiencias de rememoración.
Sin embargo, las anteriores bifurcaciones generan a una confusión entre conceptos, por ejemplo, existen algunas tensiones en lo que se ha denominado memoria histórica. Parafraseando a el ex director del Centro Nacional de Memoria histórica en Colombia, Gonzalo Sánchez Gómez (2006) vincular las categorías de memoria y la historia convoca a confusiones, sobre todo sí se entiende la historia definida como un cumulo de conocimientos objetivos del pasado que se producen para ofrecer veracidad sobre unos hechos en específico (p. 22). De este modo, hablar de memoria e historia implicaría partir de datos y evidencias en pro de la construcción de una verdad indiscutible que a su produce un discurso oficial. Por lo que Sánchez propone una concepción de la memoria en donde se ''resalta la pluralidad de relatos. Inscribe, almacena u omite y a diferencia de la historia es la fuerza, la presencia viva del pasado en el presente (2006, p. 22)'', así en los procesos de reconstrucción de memorias entrarían a significar todas las representaciones y versiones de los acontecimientos desde distintas voces, pero en especial cobrarían fuerza las enunciaciones de los actores del presente que se han visto afectados por los sucesos del pasado.
Este mismo postulado de Sánchez se vincula a las nociones propuestas en años anteriores por Maurice Halbwachs, uno de los primeros autores en tratar la temática. Para Halbwachs (2004) hablar de memoria e histórica implica centrarse en la reconstrucción de los hechos y datos provistos por el presente, pensando en una proyección hacia el pasado reinventado. Sin embargo, el autor señala que la categorización memoria histórica no es pertinente, por lo que sugiere que la mejor forma de nombrar los procesos de construcción social de memoria es con la noción memoria colectiva, que dista de una concepción histórica. Este distanciamiento esta dado porque desde la perspectiva del autor:
Nuestra memoria no se basa en la historia aprendida, sino en la historia vivida. Así pues, por historia hay que entender, no una sucesión cronológica de hechos y fechas, sino todo aquello que hace que un periodo se distinga de los demás, del cual los libros y los relatos nos ofrecen en general una representación muy esquemática e incompleta. (Halbwachs, 2004, p. 60)
Así, Halbwachs hace referencia a la construcción de la historia a partir de unas líneas cronológicas de separación trazadas en cada época de la mano de cierto grupo de personas privilegiadas que seleccionan, editan y realizan un compendio de contenidos ofrecidos como veraces y adecuados; calificados, además, como sensatos para persistir en el tiempo. En este sentido, para el autor, la historia se basa en documentos y datos que conforman discursos y representaciones homogéneas que vinculan el presente y el pasado sin dar paso a otras historias mientras que, la memoria se vincula directamente a unos propósitos comunales, políticos y públicos más heterogéneos. De allí sus diferencias.
Por lo anterior, en la actualidad hablar de la memoria histórica para autores como Alfredo Gómez-Muller (2018) es concebido como sumergirse a un campo conflictual, puesto que las líneas que diferencian a la una de la otra pueden ser bastante difusas desde el campo del conocimiento desde el que se aborden. Así, algunos autores se han sumado a la propuesta de Halbwachs para trabajar la memoria colectiva como categoría más propicia puesto que reestructura el pasado, no solo desde datos o documentos de épocas anteriores sino también, a partir de recuerdos que se remiten a la experiencia común que experimento un grupo y que puede heredarle a un individuo o a otro grupo de individuos para ser socializada.
Desde la memoria colectiva, para Halbwachs, es posible reconocer los recuerdos atesorados y destacados por determinada sociedad, mediante un proceso comunal de reconstrucción del pasado vivido y experimentado. Reconstruir este pasado es distinto a reconstruir la historia, puesto que no solo se pretende dar cuenta de las transformaciones de la sociedad a través del tiempo, sino que también se realizan esfuerzos por asegurar la permanencia del tiempo de lo recordado y vincular el pasado al presente. También, este tipo de memoria aporta a la coexistencia de grupos diversos en cuanto a sus condiciones sociales, puesto que las personas van tejiendo distintas relaciones en el proceso de remembranza. En la memoria colectiva se rememora con códigos culturales compartidos, se remontan fechas, palabras, lugares con los recuerdos de los otros y con sus formas de conciencia del pasado. Las identidades individuales de las personas que allí se unen se presentan adheridas a condiciones como la edad, el género y la clase social; y a partir grupos de interacción como la religión, la familia, las instituciones que se modifican a través del tiempo.
No obstante, el concepto de memoria colectiva también conlleva a ciertas dudas, puesto que, tal y como nos indica Jelin (2000), puede entenderse como una entidad propia y ''reificada'' por encima de la existencia de los individuos, apartada de estos. En algunas ocasiones, esta memoria también puede confundirse con creencias colectivas que no necesariamente implican un trabajo de rememoración o puede referir a representaciones comunales del pasado que son mediadas por fenómenos culturales como: las modas, las creencias, entre otros.
A la anterior inconformidad se le suma que para Halbwachs la memoria colectiva, ''retiene del pasado sólo lo que aún está vivo o es capaz de vivir en la conciencia del grupo que la mantiene'' (1968, p. 213-214) es decir, no atiende a recuerdos ocultos o remembranzas habituales que pudieron ser naturalizadas. Como si esto fuera poco, en la memoria colectiva, lo colectivo surge de la vinculación de memorias individuales, tradiciones y registros en diálogo, que en algunas ocasiones en un proceso jerárquico dan mayor prevalencia a ciertas voces por sus posiciones sociales. En ese caso las memorias se comparten, pero también se superponen y se insertan en relaciones de poder.
Al respecto, Halbwachs (1968) aporta a esta discusión al complementar la diferenciación entre memoria e historia dando cuenta de la memoria individual y la memoria social. Para el autor, la primera complementa a la segunda, la memoria individual es una condición suficiente para llamar al reconocimiento de los recuerdos colectivos, se concentra en lo personal y se ayuda de otras memorias individuales (p. 26). De esta forma, la memoria individual ancla lo personal y lo subjetivo, pero Halbwachs no reconoce que la memoria individual siempre está enmarcada socialmente y vinculada a las representaciones que circulan en el mundo, así, responde a las necesidades, a los valores comunales y a las interacciones sociales que condicionan las experiencias vividas o percibidas, de este modo, está condicionada por los fenómenos sociales y no es una base sólida para reconstruir el pasado. Tal y como la memoria social que es compartida, transmitida y construida por el grupo o la sociedad desde unas influencias socioculturales e históricas.
Sin embargo, para el autor ambos tipos de memorias se mueven entre la memoria colectiva qué busca trabajar en medio de la construcción individual y social. No obstante, como describimos hay elementos importantes que quedan fuera de su propuesta, autores contemporáneos como Pollak (1986) y Jelin (2017) señalan este hecho, para estas dos investigadoras es necesario tener en cuenta otras vertientes de la memoria colectiva como las jerarquizaciones dentro de los grupos, el rol de los grupos subalternizados, el género, la edad, etc. Estos elementos permiten trabajar con la memoria, no solo como datos estudiados a partir de un grupo, sino también centrar la atención en la construcción de dicha información, teniendo en cuenta que la construcción de memoria es un proceso selectivo.
Lo interior permite dar cuenta de la memoria como un elemento móvil que se transforma según el punto de vista que la aborde. También esta cambia dependiendo del tiempo, se reactualiza y no permanece sedimentada. Las distintas representaciones y remembranzas que se construyen se entienden al ser producidas en unos marcos temporales/espaciales específicos, dependientes de subjetividades marcadas a procesos identitarios y contextuales.
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Figura 3. Intersecciones de la memoria histórica, memoria colectiva y memoria individual
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Fuente: 4 Elaboración propia con base en los postulados de Halbwachs (1968)
Así, en Halbwachs (2004), la memoria se reconoce como un producto de las representaciones sociales que crean los seres humanos y que están moldeadas por las estructuras sociales como las leyes, las instituciones, los aprendizajes históricos; pero también la memoria es reconocida desde la conformación de distintos grupos con identidades específicas y vivencias propias. En el trabajo del autor, es posible encontrar una reflexión crítica acerca de los métodos de investigación de Ciencias como la historia, además es clara la integralidad propuesta entre la individualidad y la colectividad para comprender la memoria dentro de un todo social.
Este último punto es importante para otros autores como Lucien Goldmann (1971), para quien la memoria se configura a partir de las experiencias vividas en la interacción social. Goldmann denomina a esto estructuras significativas, estas experiencias conforman la visión de mundo que comparte un grupo respecto a cualquier cambio en la comunidad en la que habita. En ese sentido, las estructuras significativas tienen un orden social. Para el autor, el grupo social elabora los elementos constitutivos de esta visión cuando intenta modificar una situación dada en un sentido favorable o desfavorable a sus aspiraciones (p. 132). La propuesta de Goldmann se puede considerar como un instrumento que contribuye a la construcción de la memoria, en la medida en que sirve como instrumento de trabajo para descubrir los esquemas mentales que regulan la conciencia colectiva de un grupo social (1971, p. 435) y que le permiten pensar en un futuro comunitario. Esta consciencia se estructura a partir de las experiencias del mismo grupo. En este sentido, la aportación de Goldmann coincide con la noción de experiencia desarrollada por E. P. Thompsom (1981). Para él, todo proceso de construcción de la memoria tiene una estrecha relación con la experiencia, en sus dos momentos específicos: la experiencia vivida y la experiencia percibida. La primera se relaciona con los acontecimientos históricos que los sujetos y los grupos sociales han asimilado en sus dinámicas cotidianas, lo que contribuye en la configuración de su visión de mundo.
De otro lado, la experiencia percibida se centra en los hechos históricos que los grupos sociales y los individuos han conocido gracias a los discursos religiosos y políticos divulgados por los medios, lo que se considera como la experiencia (Thompsom, 1981, pp. 16-20). La experiencia surge ''espontáneamente'' en el ser social, lo hace debido a que los sujetos razonan y reflexionan lo ocurrido personal o colectivamente, ya que ''dentro del ser social se produce una serie de cambios que dan lugar a la experiencia transformada; dicha experiencia produce presiones sobre la conciencia social, generando nuevos y mejores cuestionamientos'' (Thompson, 1981, pp. 16-65). No obstante, la construcción de la memoria no se puede limitar a las experiencias personales o a relatos aprendidos de otros, debe priorizar los hechos concretos que ha experimentado una comunidad. La experiencia adquiere importancia en este tipo de procesos siempre y cuando exalte lo que se recuerda y no se restrinja al sujeto que lo hace. Sin embargo, Jelin (2000) nos propone cuestionarnos por aquello que concebimos como memorable. Para la autora existen memorias habituales, que han pasado a un segundo plano en los individuos por no considerarse hechos importantes o significativos para la vida sino más bien parte de las rutinas y el habitar diario.
Al respecto, Paul Ricoeur afirma que al momento de reconstruir la memoria se presentan dos interrogantes, el primero es ¿Qué se recuerda? Y el segundo es ¿De quién es la memoria? El mismo autor se inclina por resolver la primera pregunta, debido a que esta se acerca a la memoria colectiva. A este proceso, Ricoeur lo denomina Fenomenología de la memoria, que consiste en el acto de la conservación y el recuerdo de lo que ha ocurrido, en vez de la psicología, la emotividad o biografía del evocador (2000, pp. 125-130). Con esto, Ricoeur pretende ir más allá de la pretensión pasiva del encuentro casual con los actores de los hechos históricos y propone una búsqueda de los hechos para aproximarse a la verdad. Para él, la construcción de la memoria y de la historia no es un proceso que deba acercarse a quién recuerda, puesto que entre el propósito de definir “quién recuerda” y “el qué se recuerda” hay un recorrido muy largo, esta distancia se denomina “cómo se recuerda”. En este “cómo” interviene la narración que ''configurar el pasado narrativamente es algo inherente a nuestra comprensión de este como pasado humano, cualquier otra configuración lo convertiría en algo extraño'' (Ricoeur, 2000, p. 72). Postura que también destacó Halbwachs (1986) al señalar que el pensamiento humano era capaz de convertir cada momento en un proceso de elaboración narrativa.
Desde esa misma perspectiva, Hayden White (2003) destaca el valor de la narrativa en la representación de la realidad, este autor prioriza el contexto sobre el texto para ofrecer una explicación histórico-contingente de la asociación entre el conocimiento del pasado y su expresión en forma narrativa, asociación que él llama narrativización (2003, p. 27). En concreto, White afirma que ''[el] valor atribuido a la narratividad en la representación de los acontecimientos surge del deseo de que los acontecimientos reales revelen la coherencia, integridad, plenitud y cierre de una imagen de vida que es y solo puede ser imaginaria'' (2003, p. 28). Así, la narrativa histórica comprueba la capacidad de las ficciones para construir los relatos de los hechos del pasado. En esa medida, White y Ricoeur concuerdan en que el referente último de la memoria es la configuración de las experiencias vividas y las reglas de esta configuración se construyen en las narrativas que son simbólicas o literarias,
De otro lado, autores como Tzvetan Todorov (2002) señalan que en las narrativas y en las acciones de recordar el pasado, existe un proceso de selección y jerarquización personal que pasa por los procesos subjetivos de los individuos. De esta manera, para la reconstrucción de memoria o el acercamiento a la verdad no es suficiente dar cuenta de los hechos, narrar y testimoniar. Según Todorov, las labores de remembranza deben realizarse en servicio de acciones para el presente y el futuro de las comunidades. Elemento
compartido por Jelin (2000) para quien ''el pasado que se rememora y se olvida es activado en un presente y en función de expectativas. Tanto en términos de la propia dinámica individual como de la interacción social más cercana y de los procesos más generales o macrosociales'' (p. 2) Así, es necesario apropiar, cuestionar y entender las vertientes de lo que se narrativiza o no4, puesto que de la transmisión y construcción de sentidos con base en los discursos construye conocimiento e interpretaciones morales que inciden en la identidad comunal.
No obstante, conocemos que el discurso no limita todo y mucho menos el trabajo alrededor de la memoria, si bien las narraciones y sus interpretaciones permiten entender lo ocurrido en un tiempo y espacio determinado estás se inscriben en '' una multiplicidad de hechos que las inserta'' (Gómez-Muller, 2008, p. 13). Así, para investigadores como Enzo Traverso (2007), la memoria es un proceso filtrado por condiciones emocionales, éticas, culturales y políticas que se encarnan en el presente de los individuos y que les permiten seleccionar a qué y a quiénes recordar. Así como también identificar qué actos extraer o qué lugar destacar. Este filtro, según Traverso esta mediado ''por los conocimientos posteriormente adquiridos, por la reflexión que sigue al acontecimiento, o por otras experiencias que se superponen a la primera y modifican el recuerdo'' (p. 73). En la línea, Jelin (2000) asegura que estos filtros son claves en las actividades de activación de las memorias en donde se suelen interpelar desde estrategias expresivas y performativas.
Es así como para los trabajos de la memoria también inciden varios elementos, nosotros nos acercaremos a dos de ellos que han tenido un fuerte trabajo en Colombia. El primero de ellos es el lugar, porque según Pierre Nora (2008), es allí donde se cristaliza la memoria. En los lugares existen recuerdos de los individuos que transitan en referentes situados que se convierten en símbolos de un pasado común. De este modo para el autor existen lugares ''en los tres sentidos de la palabra, material, simbólico y funcional, pero simultáneamente en grados diversos'' (p. 33). que permiten una dispersión de los recuerdos de las identidades de las personas y se convierten en una especie de sonar natural para la remembranza. Nora abrió un campo historiográfico para reconstruir la historia nacional alrededor de los ''lugares de memoria''.
De acuerdo con Natalia Gómez (2018):
Nora (1984) señala la existencia de una des-ritualización del mundo que hace que aparezca la noción de lugar de memoria y se mantiene por la voluntad de las colectividades, quienes se comprometen y transforman los mismos. Entre estos se encuentran, museos, archivos, cementerios, colecciones, fiestas, aniversarios, tratados, causas judiciales, monumentos, santuarios, asociaciones, testimonios de otra edad, entre otros. La razón de ser de los lugares de memoria es que son un intento por bloquear el trabajo, el olvido, fijar sentidos, inmortalizar, materializar lo inmaterial, viven en contante cambio de significaciones. (p. 49)
Desde lo anterior, se puede decir que los lugares de memoria están abiertos a significaciones otorgadas por los actores sociales, por ende, se puede encontrar que las diferentes crisis sociales que han desencadenado en guerras o conflictos armados a nivel mundial han dejado víctimas pertenecientes a la población civil, ataques a poblaciones completas y muertes de los actores armados que merecen reconocimiento y recordación con el ánimo de no recaer en circunstancias o acciones como las vividas; por esta razón, se acude a la elaboración de diferentes mecanismos que permitan recordar lo sucedido y rendir homenaje a los protagonistas de cada época.
El sitio verdadabierta.com (2020) recuerda algunos de los ejemplos más sobresalientes en el mundo. En Alemania, en el 2005, después de 60 años de terminada la Segunda Guerra Mundial, fue entregado un monumento en honor a los judíos asesinados en Europa. En Washington, en 1982, develaron dos paredes en granito de 75 metros de largas por tres metros de altura, en la que se escribieron los nombres de los 58 mil soldados muertos en la Guerra de Vietnam entre 1959 y 1975. En España, hasta el 2010, lograron inaugurar un monumento en homenaje a 3543 víctimas de la Guerra Civil Española (19361946), en la que forjadas en placas de metal están grabados sus nombres, la edad y la fecha de la ejecución. En Ruanda es mundialmente conocido el Memorial Center de Kigali, donde son exhibidos los huesos y cráneos de algunas de las 800 mil víctimas que dejó el genocidio en ese país, en 1994 (http://www.verdadabierta.com). Justamente, en el marco de la etapa de posconflicto que se adelanta en Colombia, luego de la desmovilización de las FARC como grupo insurgente y la firma de los acuerdos de paz, se comienzan a escuchar discursos sobre justicia transicional, verdad, justicia y reparación y proyectos sobre la construcción de paz y democracia, entre otros, con el fin de generar propuestas que reincorporen a los actores armados y se reconozcan y legitimen a las víctimas del conflicto más largo en la historia del país.
En este sentido, surgen iniciativas como la recuperación de archivos, creación de museos o centros de memoria, renombramiento de instituciones educativas, conmemoraciones públicas, proyectos audiovisuales, y otros, con el objetivo de visibilizar las realidades vividas por la población civil y con la idea de posibilitar un espacio para el reconocimiento, la reparación y la reconstrucción del tejido social. Algunas de estas iniciativas nacieron de forma particular por parte de líderes u organizaciones sociales, en donde el Estado en el momento del conflicto no tenía presencia, es el caso de La Casa de Memoria de El Salado. Por parte del Gobierno Nacional, desde el año 2011, se estructuró la propuesta para la creación del Centro de Memoria Histórica como establecimiento público de orden nacional, tal como lo expresa el Decreto 4803 del 20 de diciembre de 2011, el cual tendrá jurisdicción a nivel nacional con sede en Bogotá y su objetivo, como se manifiesta en el Artículo 2 del mismo decreto, será: [...] la recepción, recuperación, conservación, compilación y análisis de todo el material documental, testimonios orales y por cualquier otro medio, relativo a las violaciones ocurridas con ocasión del conflicto armado interno colombiano, a través de la realización de las investigaciones, actividades museísticas, pedagógicas y otras relacionadas que contribuyan a establecer y esclarecer las causas de tales fenómenos, conocer la verdad y contribuir a evitar en el futuro la repetición de los hechos (2011). La creación del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) busca ayudar a comprender los sucesos en el marco del conflicto armado, mediante la posibilidad de esclarecer los hechos, las responsables y las condiciones que posibilitaron dichas acciones. Asimismo, restablecer la verdad para las víctimas y propender por la no repetición; estrategias que conducen a legitimar la presencia del Estado en zonas en que se carecía de este. En conclusión, lugares tangibles de trabajo de la memoria.
No obstante, es importante rescatar que en el trabajo con la memoria no solo los lugares tangibles son importantes en algunos casos también existen marcas y materiales importantes para comprender lo que se vivió, estas marcas permiten atender ''las experiencias de los que lo vivieron y las experiencias de los que recibieron sus múltiples relatos y las reinterpretaciones que unos y otros siguen haciendo a lo largo de toda su vida'' (Abad & et. al, 2014, p. 11).
Algunas marcas ayudan a que la memoria sea evocada en el mundo (fotos, canciones y videos, entre otros) son esenciales para la conformación y consolidación del recuerdo, ya que tanto como niños, niñas, mujeres y hombres localizamos nuestros recuerdos en situaciones específicas que requieren de un dónde, un quiénes y cuándo a lo que común mente se llama en los estudios sobre la memoria marcos que en su mayoría están acompañados de unos objetos materiales o no que condensan y canalizan la memoria, estos en su mayoría dan forma al pasado y sostienen a través del tiempos lo que usualmente solemos recordar, y que a su vez conforman varios aspectos culturales de nuestra historia tales como las historias, los ritos, los mitos e las ideologías.
Así, la memoria no se sitúa en un solo espacio o en un tiempo determinado, sino que mantiene unos recorridos entre el espacio-tiempo que se van construyendo en la medida que se comparte en colectividad y cambian las generaciones, algunos recorridos persisten intactos, pero en su mayoría se trasforman en el tiempo.
Según el Centro Nacional de Memoria Histórica (2013) los recorridos conducen a paisajes y a lugares que habitan la memoria entre estos se destacan:
- Lugares visibles de memoria que son invisibles: hacen referencia a la denominación del espacio y su composición tales como los nombres de las cuadras, barrios, calles, monumentos, entre otros que en ocasiones pasan por ser desapercibidos en el cotidiano vivir
- Lugares invisibles de la memoria que son visibles: hacen referencia a todos los espacios que conscientemente identificamos, aunque paradójicamente todos sepan su significado, como aquellos lugares que fueron afectados por la violencia que de una manera u otra dejaron de existir, pero su forma de habitar es decir su función sigue siendo el mismo (lugar donde quedaba la iglesia posterior a un derrumbe)
- Lugares visibles de la memoria: que son visibles son aquellos lugares que cobran sentido por la comunidad y son reconocidos por los mismo, el estadio o la iglesia y que por su sentido contienen una gran carga emocional
De este modo, en las labores alrededor de la remembranza es importante cuestionarse otra serie de conceptos como espacio, territorio, no lugares, zonas de paso etc. que complejizan el entendimiento del trabajo alrededor de la memoria. A lo anterior se le suma un factor vital que se vincula a la memoria, el olvido.
[...]
1 Para el Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación - MinCiencias, un programa de investigación se define como “un conjunto articulado de mínimo tres (3) proyectos de CTeI, que orientan las capacidades de diferentes actores en diferentes disciplinas y campos del conocimiento, para generar conocimiento o dar respuesta a una necesidad, a un problema identificado, a una oportunidad de aplicación o a la validación de una teoría o hipótesis planteada”.
2 Fechas en las que dio la fase de diálogos y la clausura de las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano encabezado por el presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP)
3 Aclaramos que los trabajos de la memoria van más allá de el abordaje de fenómenos violentos y pasados traumáticos no se limitan de forma exclusiva a estos. Existe una pluralidad de memorias.
4 Elizabeth Jelin (2000) categoriza como memorias heridas, lo no narrativizado por cuestiones traumáticas o de duelo citando el trabajo de Ricouer y su noción de olvidos evasivos.
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