[...] Ya hemos dicho que el método filosófico de avanzar por "aproximaciones concretas" empleado por Marcel como antípoda de todo idealismo desencarnado implica tomar como punto de partida de sus reflexiones la existencia humana. En sus escritos sobre la esperanza parte de alguna de las dos experiencias fundamentales relacionadas con ella; así, en su obra "Homo Viator, Prolégomènes à une métaphysique de l espérance" partirá desde la experiencia del "yo espero", mientras que en "Position et approches concrètes du Mystère Ontologique" lo hace desde aquellas situaciones de nuestro mundo que llevan a la desesperación.
En el presente trabajo preferiremos comenzar reflexionando acerca de la desesperación o desesperanza como experiencia de malestar sufrida por el hombre a quien «le falta el sentido ontológico, el sentido del ser, o, más exactamente que ha perdido el sentido de poseerlo» . Analizaremos primero aquello que la favorece (capítulo 1) e iremos "sumergiéndonos" en ella (capítulo 2,1) para luego explorar la "puerta" que nos lleva a superarla (capítulo 2,2); atravesada ésta nos aproximaremos al "misterio de la esperanza" e intentaremos dejarnos iluminar por él (capítulo 3).
I - Introducción
En las puertas del siglo XXI podemos dirigir nuestra mirada al siglo que termina y descubrimos que durante su transcurso se ha dado un admirable progreso científico y tecnológico, a pesar del cual -o por el cual- el hombre se ha visto golpeado por dos guerras mundiales, genocidios, toda clase de situaciones de injusticia y alienación, grandes desórdenes en el uso de sus recursos y técnicas que hacen peligrar la integridad de nuestro planeta y por una infinidad de situaciones en los que él mismo se ha convertido en "lobo del hombre". De esta manera poco a poco se ha ido quebrando el mito del progreso indefinido a cuyo servicio muchos dedicaban sus esfuerzos y proyectos.
En medio de la oscuridad provocada por tantas incertidumbres y fracasos el hombre se pregunta ¿Qué cabe esperar? ¿Porqué esperar? Nuestro tiempo siente la llamada -cuando no la nostalgia- de la esperanza como única luz capaz de dar sentido al presente y abrirnos al futuro.
En este trabajo recogemos los ecos de esta llamada captados por un filósofo, poeta y dramaturgo que vivió y pensó en el corazón del siglo XX.
Gabriel Marcel (1889-1973) nació en París y desde joven se dedicó a la filosofía; al principio se adhirió a los sistemas idealistas alemán e inglés (especialmente a Schelling, Bradley y Royce) pero muy pronto fue tomando distancia crítica de ellos.
Su pensamiento filosófico está Indisolublemente unido a su método: es acercamiento al ser por "approches concrètes"[1] ; implica el rechazo de todo idealismo desencarnado y de cualquier modo de empirismo reductivista; es filosofía del ser y de la vida que parte de ella y hacia ella se dirige proclamando activamente la prioridad absoluta de la existencia[2]. Él mismo nos lo dirá:
«sigo persuadido que es en el drama y a través del drama, donde el pensamiento metafísico se entiende a sí mismo y se define en concreto»[3]
Marcel es conciente de que su método provocará reticencias; por esto lo reafirma diciendo que la tendencia y el riesgo de la filosofía no es la de quedar reducida a lo trágico -como opina su amigo Jaques Maritain- sino la de volatilizar lo humano con el "pensamiento abstracto" como sucede en muchos idealismos contemporáneos; ellos:
«ignoran a la persona y la sacrifican a no se qué verdad ideal, a no se qué principio anónimo de interioridad pura, y se revelan incapaces de abrazar estos datos trágicos de la vida humana... »[4].
Lo mismo nos dice categóricamente en su obra "filosofía concreta", la filosofía debe partir de la existencia concreta o la existencia se le escapará indefectiblemente:
«Al principio de la investigación habrá que colocar un indubitable, no lógico sino existencial; si la existencia no está en el origen, no estará en ninguna parte; creo que no hay paso a la existencia que no sea escamoteo o trampa»[5]
La filosofía deberá partir del sujeto real existente, del universal concreto, no de la pura abstracción objetivante; en ella, por afán de poseer lo inaferrable, despojamos a la realidad de su ser singular, de su existencia, para adecuarla a nuestra inteligencia y así disociamos lo que en la realidad no puede sino estar unido:
«Lo que importa hacer observar ante todo es que cuanto más se ponga el acento en el objeto como tal, en los caracteres que lo constituyen como objeto, y en la inteligibilidad de que debe estar provisto para dar asidero al sujeto que se le enfrenta, tanto más nos veremos inducidos, por el contrario, a dejar en la sombra su aspecto -no diremos su carácter- existencial»[6].
De lo dicho se desprenderá que no debemos buscar en su pensamiento nada parecido a un sistema compacto de ideas[7], al cual él mismo rechaza como un modo de querer reducir la realidad a categorías intelectuales que la traicionan. Esta asistematicidad generará el vértigo y la inseguridad de ser permanentes "caminantes"[8] que nos aproximamos a aquello que sabemos que jamás podremos abarcar y nunca podremos instalarnos en un conjunto de supuestas verdades cerradas en sí mismas ya que en ese caso renunciaríamos a abastecernos del ser, que porque nos supera, no agotará su riqueza:
«el error del sistema consiste en que, en lugar de aprehender simpáticamente la inteligencia no se deja reducir más que si se la confunde con sus productos... Una filosofía concreta es una filosofía del pensamiento pensante; sólo puede constituirse a favor de una a modo de peligrosa y perpetua acrobacia... el pensamiento pensante no se constituye más que por una especie de abastecimiento incesante que asegura su perpetua comunicación con el Ser mismo»[9]
Dicho esto podemos por fin presentar el problema que nos planteamos y cuya respuesta también aproximativa intentaremos presentar en este trabajo: ante la experiencia de desesperanza presente en el mundo (en el de Marcel y en el nuestro) nos preguntamos sobre el enigma o "misterio" de la esperanza según lo vislumbró este autor; ¿qué es para él la esperanza? ¿en qué se fundamenta? ¿cuál es su objeto? ¿cuales serían las formas deformadas de la misma? ¿Qué implica vivir en esperanza? y, como contrapartida ¿Qué es la desesperación? ¿qué nos lleva a ella? ¿qué nos libera de sus cadenas? Estos interrogantes junto a los que irán surgiendo tendrán como campo de búsqueda de respuestas obras filosóficas de Gabriel Marcel en las que trata especialmente estas cuestiones.
Antes de sumergirnos en ellas es conveniente hacer dos aclaraciones:
La primera, en coherencia con su método, es que nos encontramos, según expresa el autor, en el ámbito del "misterio", por lo que todo lo que podemos hacer es aproximarnos a las respuestas sin esperar soluciones dogmáticas definitivas[10]
La segunda se refiere a algunos términos utilizados -como "misterio", "trascendencia", "Ser Infinito" entre otros- ante los que podrá surgirnos la siguiente pregunta: ¿los fundamentos del tema como se plantea, no pertenecen más a la teología que a la filosofía? El mismo Marcel intenta aclarar esta cuestión diciendonos, por un lado, que es impensable un filósofo que haga abstracción de toda situación histórica, religiosa o cultural:
«no podemos pensar como si antes de nosotros no hubiera habido siglos de cristianismo»[11].
Por otra parte, estas nociones, nos dirá, no dependen de la revelación cristiana ni la suponen aunque sí están fecundadas por ella; la revelación cristiana las favorece, las impulsa en su desarrollo sin que para sostenerlas sea indispensable la fe, es decir sin que la filosofía se asiente en la teología:
(La teología cristiana) «favorece en nosotros la eclosión de ciertos pensamientos a los cuales de hecho no habríamos llegado quizá sin ella. Esta fecundación puede efectuarse en lo que yo llamaría zonas peri-cristianas, y, personalmente, encuentro la prueba de ello en el hecho de que se produjo en mí mismo casi veinte años antes de que yo tuviera la más lejana idea de convertirme al catolicismo»[12].
II - Hacia una
"Metafísica de la Esperanza"
Ya hemos dicho que el método filosófico de avanzar por "aproximaciones concretas" empleado por Marcel como antípoda de todo idealismo desencarnado implica tomar como punto de partida de sus reflexiones la existencia humana. En sus escritos sobre la esperanza parte de alguna de las dos experiencias fundamentales relacionadas con ella; así, en su obra "Homo Viator, Prolégomènes à une métaphysique de l× espérance" partirá desde la experiencia del "yo espero", mientras que en "Position et approches concrètes du Mystère Ontologique" lo hace desde aquellas situaciones de nuestro mundo[13] que llevan a la desesperación.
En el presente trabajo preferiremos comenzar reflexionando acerca de la desesperación o desesperanza como experiencia de malestar sufrida por el hombre a quien «le falta el sentido ontológico, el sentido del ser, o, más exactamente que ha perdido el sentido de poseerlo»[14]. Analizaremos primero aquello que la favorece (capítulo 1) e iremos "sumergiéndonos" en ella (capítulo 2,1) para luego explorar la "puerta" que nos lleva a superarla (capítulo 2,2); atravesada ésta nos aproximaremos al "misterio de la esperanza" e intentaremos dejarnos iluminar por él (capítulo 3).
Capítulo 1:
Algunas circunstancias que favorecen la desesperación
Nos detendremos especialmente en cuatro circunstancias que influyen decididamente en la proliferación de la desesperación existencial característica del mundo moderno continuamente mencionadas en los diversos escritos de Marcel. Estas son el haber identificado al hombre concreto con la función que desempeña, el fracaso de la técnica, la negación del ser por parte de algunas filosofías y la pérdida del sentido del misterio.
1- El hombre reducido a la idea de función
Cuando el hombre pasó a ser parte del engranaje de un sistema dominado por la técnica perdió su dignidad de sujeto para convertirse en un objeto reducido a la función que desempeñe; en nuestro mundo existen infinidad de trabajos y actividades en las que nos vemos empujados a esta identificación entre el hombre y sus funciones[15]:
«La época contemporánea creo que se caracteriza por algo que podría llamarse, sin duda, desorbitación de la idea de función... El individuo tiende a aparecer ante sí mismo y también ante los demás como un simple haz de funciones.»[16]
El ser humano a sí degradado queda herido en su mismo ser, frustrado en su vocación, despersonalizado y por lo tanto expuesto a una asfixiante tristeza y desesperación:
«Apenas es necesario insistir en la impresión de asfixiante tristeza que se desprende de un mundo cuyo eje central es la función»[17]
« En un mundo centrado en la idea de función, la vida está expuesta a la desesperación, desemboca en la desesperación, porque en realidad este mundo está vacío, porque suena a hueco»[18]
Según el razonamiento de cualquier hombre contemporáneo medio, por ejemplo ante el suicidio de un hombre o mujer, la angustia y desesperación que lo llevaron a tal determinación bien se justificaría por alguna dificultad económica para desempeñar su actividad, llevar adelante su empresa o simplemente para vivir dignamente. El pensamiento de Marcel va al fondo del problema; iluminados por sus reflexiones podemos reconocer que la clave de la desesperanza, aún en estos casos, está en esa destructiva "identificación" que lleva a considerar en paralelo el fracaso o la quiebra de la empresa, profesión, o actividad con el quiebre y destrucción de la vida misma.
2.- El fracaso global de la técnica
Esta causa de desesperación se manifiesta como una consecuencia de la anterior; sostiene Marcel que el hombre transformado en "haz de funciones", desprendido de su ser, tiende a poner su esperanza en su poder, y de modo particular en el de las técnicas; es por esto que al manifestarse claramente, especialmente luego de la guerra mundial, que la técnica globalmente a fracasado el hombre queda sumido en la desesperación:
« El mundo funcionalizado... es el mundo donde reinan las técnicas... la desesperación consiste en reconocer la ineficacia última de las técnicas.»[19]
Ante la dolorosa experiencia de las guerras mundiales y del poderío bélico que puede llevar a la autodestrucción del hombre se manifiesta que la técnica no sólo ha fracasado en su capacidad de prodigar felicidad sino que incluso ha demostrado cómo su poder puede volverse peligrosamente contra el mismo hombre:
«el fracaso global de la técnica es tan claramente discernible como lo son sus triunfos parciales. A la pregunta ¿Qué puede el hombre? aún respondemos: el hombre puede lo que puede su técnica; pero al mismo tiempo, tenemos que reconocer que esta técnica se revela incapaz de salvarle a sí mismo, e incluso se muestra capaz de pactar con el enemigo que el hombre lleva dentro de sí las más temibles alianzas.»[20]
Marcel no critica a la técnica en sí misma sino al uso que se le da como expresión de poder o como fin en sí misma, sin límite ni marco de orientación más que su propia capacidad; esta concepción imperante se vuelve contra el hombre y lo lleva a la degradación, a la pérdida de lo ontológico, al repliegue sobre sí mismo y a la desesperación.
Existe por el contrario la posibilidad de que la técnica se vuelva creativa, lo cual significa en Marcel capaz de renovar al hombre en su ser, por ejemplo cuando ayuda a la curación de enfermedades o a combatir el hambre:
«Donde hay creatividad no hay ni puede haber degradación, y en la medida en que la técnica es o implica creatividad en modo alguno es degradación; la degradación comienza en el momento en que la creatividad se repliega o se hipnotiza sobre sí, se crispa sobre ella misma.»[21]
3.- Pérdida del sentido del ser
Afirma el autor que en el mundo moderno imperan líneas de pensamiento filosófico -como toda forma de agnosticismo, idealismo, empirismo o positivismo- que llevan al abandono de lo ontológico e influyen así decididamente en la pérdida de la esperanza; estas filosofías, nos dirá, han marcado la tendencia dominante del mundo moderno:
«es posible una filosofía que se niegue a tener en cuenta la exigencia ontológica: y justamente hacia esta abstención es hacia donde ha tendido el pensamiento moderno en su conjunto»[22] ;
y distingue dos actitudes diversas:
«es necesario distinguir dos actitudes que a veces uno está tentado a confundir: una, consistirá en mantenerse sistemáticamente en reserva, será la actitud agnóstica bajo todas sus formas... Tiene un sentido exclusivamente negativo; corresponde en realidad a una comodidad de la inteligencia... otra mucho más osada, más valiente, más coherente, tenderá a ver en la exigencia ontológica la expresión de un dogmatismo caduco del que la crítica idealista ha hecho justicia de una vez por todas... pretende apoyarse en una teoría positiva del pensamiento »[23].
Desde el momento en que la filosofía pretende manejarse con el paradigma de las ciencias positivas e instala la verificación como criterio de verdad renuncia a las experiencias más profundas de lo humano que nos conectan con el ser. Marcel criticará a estas filosofías por tender hacia un relativismo o hacia un monismo de lo universalmente válido que ignora lo personal, niega lo trascendente y reniega del ser:
«El ser es aquello que se resiste - o sería aquello que se resistiría- a un análisis exhaustivo sobre los datos de la experiencia y que tratara de reducirlos progresivamente a elementos cada vez más desprovistos de valor intrínseco o significativo»[24]
En definitiva, toda filosofía que intentara encerrarse en lo verificable terminará siendo ignorante la presencia del ser que es en todo lo que existe:
«acaba ignorando esta presencia, esta realización interior de la presencia en el seno del amor que trasciende infinitamente toda verificación concebible, ya que se ejerce en el seno de lo inmediato situado más allá de toda mediación pensable»[25]
Esta pérdida del ser no queda circunscripta en el ámbito de los sistemas filosóficos sino que llega al hombre común sumergido en el mudo del tener y del hacer, incapaz de asombrarse, encerrado en sí mismo; las mismas condiciones de la existencia llevan a ello:
«En un mundo así, la exigencia ontológica, la exigencia de ser, se ha extenuado en la medida precisa en que por una parte, la personalidad se fracciona y por otra, triunfa la categoría de lo enteramente natural y donde se atrofian, por consiguiente, lo que habría que llamar quizá las potencias del asombro.»[26]
Y agrega:
«creo que sólo un acto arbitrario, dictatorial, mutilador de la vida espiritual en su raíz misma, puede reducir al silencio la exigencia ontológica. Esto siempre es posible, nuestras condiciones de existencia son tales que podemos afirmar realmente que lo hacemos»[27].
Más adelante, en nuestro capítulo sobre la esperanza, se aclarará debidamente porqué esta pérdida del sentido del ser lleva a la desesperanza; por ahora diremos simplemente que la esperanza tiene como base o fundamento una confianza ilimitada en "el ser" como aquél que tiene solvencia absoluta para liberar de toda experiencia de cautividad; perdido éste, la vida se reducirá "a una historia contada por un idiota" y toda esperanza se hundirá en las arenas movedizas de lo intrascendente y puramente subjetivo:
« Es necesario que haya - o sería necesario que hubiera- ser; que no todo se reduzca a un juego de apariencias sucesivas e inconsistentes - esta última palabra es esencial- o, como diría Shakespeare, a una historia contada por un idiota; en este ser, en esta realidad yo aspiro ávidamente a participar de alguna manera; y quizá esta misma exigencia sea ya, en cierto grado, una participación por rudimentaria que sea»[28]
4.- Reducción del "misterio" a "problema"
Este es también un aspecto clave en todo el pensamiento filosófico de Marcel; habiendo dicho ya que no estamos acá en el ámbito de lo teológico sino de lo estrictamente filosófico, podremos intentar entender esta distinción tan iluminadora entre "problema" y "misterio", o entre "lo problemático" y "lo meta-problemático".
El autor constata esta pérdida del sentido del misterio que envuelve todo lo humano; reducir el "misterio" a "problema" significa tomar como "enteramente natural" todo acontecimiento de la existencia y reducirlo y degradarlo a los límites de una razón que pretenda abarcarlo todo y a la vez negar todo aquello que la sobrepase:
(nuestro mundo) «está animado por la voluntad de no hacer lugar al misterio... eliminar o tratar de eliminar el misterio, es, en el mundo funcionalizado del que hemos hablado, poner en juego, en presencia de acontecimientos que rompen el curso de la existencia, como el nacimiento, el amor, la muerte..., esta categoría psicológica y pseudocientífica de lo enteramente natural que merecería un estudio particular. Se trata, en verdad, del residuo de un racionalismo degradado, para el cual la causa explica el efecto, es decir da cuenta de él plenamente»[29]
Cuando el hombre se plantea por el ser no está planteando un problema del que pueda situarse "fuera - más acá o más allá" -como el científico de laboratorio que extrae datos de un objeto que tiene en frente- ya que el planteo sobre el ser conlleva en el fondo una pregunta por él mismo en cuanto que es o no es[30]:
«Mi interrogación sobre el ser presupone una afirmación en la que yo estaría en cierto modo pasivo, y de la cual yo sería el objeto antes que el sujeto. Pero esto no es más que un límite, y un límite que no puedo realizar sin contradicción.»[31]
Reconocer el misterio significa entonces descubrir que me encuentro íntegramente comprometido en el ser, participo de él, por lo que « Yo soy se plantea como un todo indivisible»[32] ; la pregunta por el ser no es pregunta por un objeto sino por un sujeto:
«Me oriento, pues, hacia la posición o el reconocimiento de una participación que posee una realidad de sujeto; esta participación no puede, por definición misma, ser objeto de pensamiento, no podría hacer las veces de una solución, porque se encuentra más allá del mundo de los problemas: es meta-problemática... suponer un metaproblemático es dar la primacía al ser respecto al conocimiento (no del ser afirmado sino más bien del ser que se afirma); es reconocer que el pensamiento está envuelto por el ser, que le es, en cierta manera, interior... Desde este punto de vista... hay en realidad un sublime misterio del conocer.»[33]
[...]
[1] Aproximaciones concretas.
[2] MARCEL GABRIEL, "Existencia y Objetividad" (publicada al final de su obra "Diario Metafísico", Ed. Losada, Bs. As., 1956) página 319, párrafo a (En adelante: EO 319a).
[3] MARCEL, GABRIEL, "Aproximación al misterio del ser", Ed. Encuentro, Madrid, 1987, página 50, párrafo a (en adelante PA 50a). Cfr. EO 309-319.
[4] Idem, Ibid.
[5] MARCEL, GABRIEL, "Filosofía Concreta", Ed. Castilla, Madrid, 1959, página 26, párrafo b (en adelante RI 26b); las cursivas en las citas son mías, lo que estaba en cursiva en la edición aparecerá con subrayado y cursiva.
[6] EO 309.
[7] « No he pensado de manera sistemática » confesará a su amigo Paul Ricoeur ("Entretiens Paul Ricoeur-Gabriel Marcel", París: Aubier 1968, página 102; Citado por José Luis Cañas en "Gabriel Marcel: Filósofo, dramaturgo y compositor", Ed. Palabra, Madrid 1998, página 159).
[8] Cfr. MARCEL, GABRIEL, "Prolegómenos para una metafísica de la esperanza", Ed Nova, Bs As, páginas 7 a 9. (Título Original: "Homo Viator, Prolégomènes à une métaphysique de l×espérance"). En adelante Cfr. HV 7-9.
[9] RI 23; cfr. Idem 21-23.
[10] Cfr. PA 77-78.
[11] PA 79b; Cfr. Idem 78-80.
[12] Idem 80a; cfr. Idem 78-80.
[13] "de nuestro mundo": durante el proceso de elaboración del presente trabajo me he preguntado muchas veces si al referirme a situaciones concretas históricamente situadas que llevan a la desesperación debería describirlas como "de nuestro mundo" o "del mundo de la época de Marcel". Me he permitido optar por la primera posiblididad considerando la actualidad de los planteos realizados por el Autor.
[14] PA 23a; cfr. HV 219b.
[15] Cfr. PA 25a.
[16] Idem 23b-c.
[17] Idem 26c.
[18] Idem 27b.
[19] Idem 56b.
[20] Idem 56b - 57a.
[21] Idem 61c - 62a.
[22] Idem 31b.
[23] Idem 31b - 32a.
[24] Idem 30c.
[25] Idem 32a. Cfr Idem 31-32.
[26] Idem 29b.
[27] Idem 32b.
[28] Idem 30a.
[29] Idem 28b.
[30] Cfr. Idem 33b.
[31] Idem 36b.
[32] Idem 34a; cfr. MARCEL, GABRIEL, "Los Hombres contra lo humano", Ed. Hachette, Bs As, 72a a 74b (en adelante HCH 72a - 74b).
[33] PA 36b - 37b.
- Quote paper
- Licenciado en Filosofía, Bachiller en Teología Martín Carranza (Author), 2000, La Esperanza en Gabriel Marcel, Munich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/117110
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