[...] El primero representa los intentos de Miguel Miranda (1946-49) de construir un sistema socioeconómico basado en un proteccionismo nacionalista. En este sistema el Estado estaba legitimizado de intervenir drásticamente en los procesos económicos y sociales a fin de crear una industria y un mercado nacional que ya no dependían ni de exportaciones – tampoco de las tradicionales ventas agropecuarias – ni de importaciones extranjeras. A la vez que aseguraba la independecia nacional garantizando cierta autarquía también regulaba la redistribución salarial para evitar los desvios capitalistas o comunistas – y fundamentar el poder de Perón. El segundo modelo se anuncia en la gestión de Martínez de Hoz (1976-81) que con sus medidas dejó vislumbrar muchos rasgos de posteriores gobiernos puramente neo-liberales. En comparación con el modelo de Miranda el suyo representó en gran medida la liberalización e internacionalización radical de la economía argentina. Ya no la protección sino la eficacia y las “ventajas comparativas” eran rasgos fundamentales de sus ideas y su praxis – lo que significaba la revitalización del modelo agroexportador. La apertura brusca a la competencia internacional y a la ilimitada fluctuación de capitales extranjeros deberían reorganizar el sector socioeconómico y al mismo tiempo garantizar el flujo de divisas para desarrollar la industria. Asumiendo dos posiciones radicalmente opuestas los modelos, sin embargo, se semejan. Esto – como afirma este trabajo - no se debe sólo a su caracter extremo sino también al hecho que ambos modelos puros fracasaron. Ni el proteccionismo nacionalista ni el liberalismo auto-entregador son modelos socioeconómicos que ayudaron al país. En vez de aspirar a estos caminos hay que reconocer en los sistemas presentados polos extremos que ambos ofrecen ciertas ventajas y de esta manera buscar una solución ecléctica, racional y democráticamente controlada. Este trabajo quiere realizar una comparación entre los sistemas extremos, que sobre todo por su extremidad excluyente y antidemocratica fracasaron. Para este fin primero se describirá el sistema ideado por Miranda, concentrádose en el espíritu nacionalista, las políticas y medidas redistributivas, industrializadoras y crediticias del gobierno. A partir de esta base en la parte siguiente será analizado el modelo socioeconómico bajo el régimen militar del 1976, para mostrar la oposición radical de ambos modelos.
Índice
1. Introducción
2. Las políticas socioeconómicas durante la primera presidencia de Perón: la teoría y sus protagonistas
2.1 Nacionalismo y nacionalizaciones: el extremismo como callejón
2.2 Las medidas redistributivas: metas y resultados
2.3 Las herramientas del cambio: el IAPI y el Banco Central
2.4 La redistribución y el desarrollo industrial nacionalistas: sus problemas integrales
3. La dictadura militar del 1976 y el Proceso de Reorganización Nacional: la teoría socioeconómica y sus protagonistas
3.1 La reconcentración del ingreso nacional
3.2 El liberalismo destructivo: la remodelación de la industria nacional
3.3 El extremismo neo-liberal: el papel de la política finaciera
3.4 La reorganización como destrucción: resultados y legados de la política socioeconómica de Martínez de Hoz
4. Conclusión
5. Bibliografía
1. Introducción
Las políticas socioeconómicas en la Argentina de la segunda mitad del siglo XX son marcadas característicamente por dos modelos que constituyen a la vez dos polos extremamente opuestos. El primero representa los intentos de Miguel Miranda (1946-49) de construir un sistema socioeconómico basado en un proteccionismo nacionalista. En este sistema el Estado estaba legitimizado de intervenir drásticamente en los procesos económicos y sociales a fin de crear una industria y un mercado nacional que ya no dependían ni de exportaciones – tampoco de las tradicionales ventas agropecuarias – ni de importaciones extranjeras. A la vez que aseguraba la independecia nacional garantizando cierta autarquía también regulaba la redistribución salarial para evitar los desvios capitalistas o comunistas – y fundamentar el poder de Perón. El segundo modelo se anuncia en la gestión de Martínez de Hoz (1976-81) que con sus medidas dejó vislumbrar muchos rasgos de posteriores gobiernos puramente neo-liberales. En comparación con el modelo de Miranda el suyo representó en gran medida la liberalización e internacionalización radical de la economía argentina. Ya no la protección sino la eficacia y las “ventajas comparativas” eran rasgos fundamentales de sus ideas y su praxis – lo que significaba la revitalización del modelo agroexportador. La apertura brusca a la competencia internacional y a la ilimitada fluctuación de capitales extranjeros deberían reorganizar el sector socioeconómico y al mismo tiempo garantizar el flujo de divisas para desarrollar la industria.
Asumiendo dos posiciones radicalmente opuestas los modelos, sin embargo, se semejan. Esto – como afirma este trabajo - no se debe sólo a su caracter extremo sino también al hecho que ambos modelos puros fracasaron. Ni el proteccionismo nacionalista ni el liberalismo auto-entregador son modelos socioeconómicos que ayudaron al país. En vez de aspirar a estos caminos hay que reconocer en los sistemas presentados polos extremos que ambos ofrecen ciertas ventajas y de esta manera buscar una solución ecléctica, racional y democráticamente controlada.
Este trabajo quiere realizar una comparación entre los sistemas extremos, que sobre todo por su extremidad excluyente y antidemocratica fracasaron. Para este fin primero se describirá el sistema ideado por Miranda, concentrádose en el espíritu nacionalista, las políticas y medidas redistributivas, industrializadoras y crediticias del gobierno. A partir de esta base en la parte siguiente será analizado el modelo socioeconómico bajo el régimen militar del 1976, para mostrar la oposición radical de ambos modelos.
2. Las políticas socioeconómicas durante la primera presidencia de Perón: la teoría y sus protagonistas
A los principios del año 1946 cuando el coronel Juan Domingo Perón estaba realizando su campaña electoral y propuso a los argentinos la elección entre “Braden o Perón”, no se trataba sólo de un lema propagandístico. Utilizando el nombre de Spruille Braden - un ex-embajador de E.E.U.U. en Buenos Aires quién intentó de influir en las elecciónes argentinas publicando un libro con supuestas revelaciones respecto al pasado nacista de Perón[1] – Perón anunció diversos rasgos de su futura política. No se trataría sólo de un camino estrictamente nacionalista en cuanto a las políticas económica y exterior. Su propio nombre debería tener, al lado de su conotación de independencia y soberania nacional, el cariz de una política de justicia social en el marco del progreso económico mediante una industrialización empujada. Perón prometió una modernización a través de la tercera vía - sin los peligros de un capitalismo salvaje e imperialista representado por Braden o un comunismo revolucionario.
En realidad la justicia social y el nacionalismo económico eran dos elementos de una sola estrategia socioeconómica y de esta manera inseparablemente ligados uno al otro. Mientras el nacionalismo para Perón significaba la independencia económica y política, la justicia social con su importante redistribución de ingresos por un lado debería garantizar la protección contra movimientos de la izquierda revolucionaria.[2] Por el otro lado ella creaba un mercado de consumo interno bastante fuerte para poder substituir la dependencia de exportanciones y a la vez fortalecer una industria nacional que debería substituir las importaciones. En todo este cambio el Estado, aplicando en gran medida un modelo keynesiano de la economía, desempeñaba un papel central fungiendo como protector, redistribuidor, empresario y regulador. Así las pautas generales de la política económica del Peronismo eran a) la importancia del mercado interno; b) el nacionalismo; c) el estatismo; d) la industrialización por substitución de importaciones, y e) la justicia social.[3]
El alma de este programa socioeconómico era Miguel Miranda.[4] Si bien nunca haya sido el ministro de economía en el gabinete de Perón y ni siquiera un economista profesional – era un empresario exitoso – en su función de presidente del Banco Central argentino, del Instituto Argentino para la Promoción de Intercambio (IAPI) y del Consejo Económico y Social, Miranda desempeñaba un papel de la mayor importancia. Apodado más tarde el “zar” de la economía argentina, Miranda era una especie de ministro-secretario de Estado, que superaba a todos los ministros regulares en su poder y “era responsable de casi todas las operaciones en las que intervino el Estado [...].”[5] Como diría Perón, el encabezó el “equipo de asalto” de su política.[6]
2.1 Nacionalismo y nacionalizaciones: el extremismo como callejón
Una de la primeras y más sobresalientes características de la política peronista constituyeron las nacionalizaciones a partir de 1946.[7] En la voluntad política de crear una Argentina política y económicamente independiente y soberana esta repatriación de sectores elementares de la infraestructura, la electricidad, los recursos naturales y la comunicación parecían centrales. De esa manera el Estado, a partir de 1946, empezó de comprar grandes partes de dichos sectores que anteriomente habían estado en manos de empresas extranjeras, sobre todo inglesas y norteamericanas. Después de haber adquirido el sistema telefónico de la empresa nortemamericana ITT, el Estado compró los ferrocarriles británicos, nacionalizó el sector del suministro de gas y se hizo dueño de las instalaciones portuarias. Una publicación oficial que comentaba sobre la adquisición de los puertos muestra con claridad el espíritu detrás de estos procesos:
“Los puertos en manos extranjeras eran un eslabón de la cadena de explotación de los capitales internacionales. [...] Hoy esos puertos son argentinos y la firmeza de nuestro paso dice con elucuencia del sentimiento de orgullo que nos domina al haber reconquistado esos pedazos de suelo criollo. Los beneficios de la explotación de esos puertos iban al exterior; hoy quedan acrecentando el bienestar de nuestro pueblo. [...].”[8]
En el concepto de autarquización de la economía argentina estas “reconquistas” eran sumamente importantes. Además los planteos estatistas correspondían en gran medida a políticas aplicadas en vastas zonas del mundo después de la Guerra Mundial.[9] Así el Estado no sólo tendría que garantizar la autonomía de sectores vitales de la vida económica nacional. Al nacionalizar estos sectores también entraba directamente en el proceso ecomómico para jugar un papel destacado como empresario que por un lado defendía interéses económicos del país y, por otro lado, podía actuar como promotor (en el caso argentino de la industrialización).
En cuanto a las nacionalizaciones la política peronista ha creado grandes polémicas muy polarizadas. Una parte de los autores subraya la necesidad y utilidad de esa política para poder influir activamente en el proceso de substitución de las importaciones (por ejemplo regulando la tarifas de transporte favorablemente).[10] Además destacan que esa política tenía una coyuntura internacional, sobre todo en la Europa de posguerra. Otros, sin embargo, la critícan agudamente. Para ellos es más significativo que el Estado solía pagar precios irresponsables para instalaciones que en gran medida estaban en malas condiciones, anticuados y desde hacía mucho tiempo sin nuevas inversiones y añaden que los contratos a menudo tuvieron como consecuencia una nueva dependencia respecto al suministro de tecnología.[11]
En cada caso hay que mencionar que las nacionalizaciones (y la repatriación análoga de deudas externas) significaron el desgaste de gran parte de las divisas y del oro que la Argentina había acumulado durante la contienda mundial. De los 1697 millones de US$ en 1946 – la tercera parte de todas las divisas en Latinoamerica - a finales de 1948 quedaron sólo unos 721 milliones para agotarse casi completamente en los años siguientes.[12]
Pero en el marco de una comparación con las políticas de Martínez de Hoz parece más importante analizar el papel del Estado empresario que era una consecuencia de las nacionalizaciones. Los servicios que el Estado había monopolizado o en los cuales iba a actuar como un poderoso competente de empresas privadas, en el planteo peronista deberían asegurar la independencia de la economía argentina y a la vez adelantar el progreso económico-industrialista del país. Si por un lado el discurso nacionalista tendía a asociar la inversión y la participación de capitales extranjeros con un capitalismo imperialista, por el otro lado el Estado intentó en muchos casos crear empresas mixtas (con capital nacional privado) para procurar una base de capitales bastante amplia. Pero las inversiones del sector privado eran muy escasas mientras las inversiones extranjeras se redujeron drásticamente a la vista de las medidas y la rétorica nacionalista del gobierno.[13] Esto pronto llevó a muchas empresas estatales a un déficit continuo y además impidió, sobre todo en el caso del petróleo, una explotación mas intensa, que era necesaria para una Argentina en plena industrialización.[14] Pero, si bien en este caso Perón haya secretamente intentado atraer capitales extranjeros, el clima político en Argentina – razón y a la vez también resultado del poder y los discursos de Perón – lo impedía. De alguna manera, Perón se hizo prisionero de su propia propaganda.[15] Además las políticas de nacionalización y del empresariado estatal han sido criticados por su falta de eficiencia. De hecho, en muchos casos crearon servicios públicos que sí estaban en la mano del país, pero que por un lado eran inmensos productos burocráticos que no se podían modernizar por falta de capitales. Por otro lado, devoraron grandes partes de los gastos públicos del Estado porque los servicios públicos sirvieron “más como fuentes de trabajo que como actividades productoras de bienes y servicios.”[16] Según estimaciones el número de empleados públicos creció de 324.400 en 1939 a 683.000 en 1949 y a 883.000 en 1954.[17] Además hubo un importante aumento de los sueldos tal que durante el periodo de 1945-1949 el 40-50% del gasto público se concentraron sólo en las remuneraciones de empleados del Estado.
2.2 Las medidas redistributivas: metas y resultados
En cuanto al aumento de los sueldos esa política generalmente correspondió con la lógica peronista y tuvo importantes impactos en todos los sectores de trabajo.[18] Como hemos dicho antes, la política peronista al intentar acelerar la industrialización se concentraba en el mercado interno.
[...]
[1] Rock, David, Argentina 1516-1987. Desde la colonización española hasta Alfonsín, Madrid 1988, pag.328ss.
[2] Rapoport, Mario y colaboradores, Historia económica, política y social de la Argentina 1880-2000, Buenos Aires ect. 20032 (Ediciones Macchi), pag.373ss.
[3] íbid., pag.380.
[4] Gambini, Hugo, Las presidencias peronistas. La primera presidencia de Perón. Testimonios y documentos, Buenos Aires 1983 (Centro Editor de América Latina S.A.), pag.78; Rock, pag.338; Luna, Félix, Perón y su tiempo. Tomo 1: La Argentina era una fiesta, Buenos Aires 1984 (Editorial Sudamericana), pag.194s.
[5] Luna, pag.195; Rapoport, pag.368.
[6] Gerchunoff, Pablo y Atúnez, Damián, “De la bonanza peronista a la crisis de desarrollo”, en: Polotto, Federico (ed.), Nueva Histora Argentina. Tomo 8: Los años peronistas. Director de tomo: Juan Carlos Torre, Buenos Aires 2002 (Editorial Sudamericana), pag.140.
[7] Rapoport, pag.386ss.; Luna, pag.147ss
[8] citado en: Gerchunoff, pag.153.
[9] Rapoport, pag.385; Gerchunoff, pag.132s.
[10] Por ejemplo Rapoport.
[11] Así argumentan Luna y Rock.
[12] Luna, pag.201.
[13] Luna, pag.161; Rock, pag.352.
[14] íbid., pag.169ss.
[15] Rock, pag.337.
[16] Luna, pag.200.
[17] Rapoport, pag.397.
[18] Halperín Donghi, Tulio, La larga agonía de la Argentina peronista, Buenos Aires 1994 (Compañia Editoria Espasa Calpe Argentina S.A.), pag.26ss.
- Quote paper
- Christopher Wertz (Author), 2004, El fracaso de los extremos: las políticas socioeconómicas de Miranda y Martínez de Hoz, Munich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/36924
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