Introducción
En este trabajo intentaremos presentar dos géneros literarios afines: el ensayo y la crónica. Pese a sus similaridades estructurales provienen de dos corrientes muy distintas que se fundan en la Antigüedad. En el segundo capítulo veremos las propiedades y la historia del ensayo. Después pasaremos a diferenciar y comparar los tres tipos de crónicas: la historiográfica, la colonial y la periodística. En la segunda parte del trabajo se concretizará esta comparación a base de dos ejemplos concretos. Después de presentar la vida y las obras de los autores mexicanos Octavio Paz y Carlos Monsiváis, se llevará a cabo un análisis de contenido de un ensayo del primero y de dos crónicas del segundo. La comparación estilística se verá acompañada por una investigación de la ideología de los autores. El potencial heurístico consiste en averiguar cómo se influencian mútuamente el género y la obra, es decir por qué Paz se sirve del ensayo y Monsiváis de la crónica y no viceversa.
Índice
1. Introducción
2. El ensayo como género literario
2.1. Características del ensayo
2.2. Desarrollo histórico
3. La crónica y sus variantes
3.1. La crónica historiográfica
3.2 .La crónica colonial
3.3. La crónica periodística
3.4. El nuevo periodismo
4. Dos grandes testigos literarios de México
4.1. La vida y obras de Carlos Monsiváis
4.1.1. Las crónicas urbanas de Monsiváis
4.2. La vida y obras de Octavio Paz
5. Comparación de la crónica y el ensayo a base del ejemplo de Monsiváis y Paz
5.1. Las crónicas de Monsiváis
5.2. El ensayo de Paz
5.3. Notas comparativas
6. Conclusión
7. Bibliografía.
1. Introducción
En este trabajo intentaremos presentar dos géneros literarios afines: el ensayo y la crónica. Pese a sus similaridades estructurales provienen de dos corrientes muy distintas que se fundan en la Antigüedad. En el segundo capítulo veremos las propiedades y la historia del ensayo. Después pasaremos a diferenciar y comparar los tres tipos de crónicas: la historiográfica, la colonial y la periodística.
En la segunda parte del trabajo se concretizará esta comparación a base de dos ejemplos concretos. Después de presentar la vida y las obras de los autores mexicanos Octavio Paz y Carlos Monsiváis, se llevará a cabo un análisis de contenido de un ensayo del primero y de dos crónicas del segundo. La comparación estilística se verá acompañada por una investigación de la ideología de los autores.
El potencial heurístico consiste en averiguar cómo se influencian mútuamente el género y la obra, es decir por qué Paz se sirve del ensayo y Monsiváis de la crónica y no viceversa.
2. El ensayo como género literario
2.1. Características del ensayo
El ensayo se nos presenta como género literario difícil de definir, ya que no tiene límites concretos en cuanto a su temario, recursos estilísticos o extensión. De hecho, cada ensayo establece sus propias reglas acerca de su intención, contenido y enfoque.[1] Lo que se presenta como rasgo común entre todos es la reflexión original sobre un tema, o mejor dicho, sobre un aspecto específico del mismo – el escoger un aspecto concreto forma parte del poder e interés evocados por este género (cfr. ibid., 13). Así el autor nos dirige hacia una nueva perspectiva sobre acontecimientos o hechos que antes no nos parecían dignos de reflexión. Sea un tema ya trillado y viejo o una cosa tan especial y detallada que el filósofo o cientifico nunca se detiene para observarlo, el ensayista se ocupa de tratarlo y enriquecer la sensibilidad y contemplación de sus lectores. (cfr. ibid., 13-15)
Der Essay spricht immer von etwas bereits Geformtem, oder bestenfalls von etwas schon einmal Dagewesenem, es gehört also zu seinem Wesen, daß er nicht neue Dinge aus einem leeren Nichts heraushebt, sondern bloß solche, die schon irgendwann lebendig waren, aufs neue ordnet. Und weil er sie nur aufs neue ordnet, nicht aus dem Formlosen etwas Neues formt, ist er auch an sie gebunden, muß er immer ‚die Wahrheit’ über sie aussprechen, Ausdruck für ihr Wesen finden.[2]
Sin embargo, no se trata sólo de eso. La subjetividad reconocida y usufructada por el escritor y el acercamiento generalista – desde el punto de vista del hombre común – son capaces de llevar la libre indagación más allá que la propia ciencia, puesto que el ensayo no se autolimita a las pautas estrictas de verificar y teorizar lo tratado. Por consiguente, se distingue por su capacidad de observar perspicazmente todo tipo de problemas sociales, económicos y culturales no considerados en las Ciencias.[3] La forma inherente a tal contemplación permite, e incluso exige, ‘vuelos de la fantasía’ por parte del escritor, que se lanza a la aventura de inquirir asuntos que, a veces, le son totalmente desconocidos o ajenos (cfr. Oviedo 1990, 14). Con frecuencia se le encuentra una característica antidogmática e incluso herética, poniendo en duda las autoridades del saber. Este mérito lo popularizaría en Hispanoamérica a partir de la época de su independización (cfr. Heupel 1970, 12).
Alfonso Reyes denominó el ensayo como “el centauro de los géneros” (Reyes cit. por Oviedo 1990, 12) y se refería con ello a la variabilidad de temas: la gama abarca tanto la literatura, filosofía, historia y el arte como las ciencias naturales, la técnica o la vida natural (Oviedo 1990, 12). El aspecto enfocado se pone a prueba mediante la razón y la sensibilidad del autor, lo que implica en palabras de Oviedo, que el ensayo es un “delicado compromiso entre el análisis y la intuición”(ibid.). Para Ortega y Gasset, el ensayo se encamina en el sendero más corto y directo hacia “la plenitud de su significado” y es “la ciencia, menos la prueba explícita”.[4] Un buen ensayo no debe carecer de cierta profundidad y tiene como objetivo convencer al lector. Por tanto, algunos literatos le han adscrito también un valor didáctico, como lo hace Gómez de Baquero, crítico y ensayista. Para él, el ensayo “es un género que le pone alas a la didáctica y que reemplaza la sistematización científica por una ordenación estética.” (Gómez de Baquero cit. por Gómez-Martínez 1992, 20) Según el autor, se sirve tanto de la didáctica como de la poesía y oscila entre las dos.
2.2. Desarrollo histórico
En este capítulo no se pretende dar un resumen exhaustivo de la historia del ensayo. Más bien, nos limitaremos a aportar las informaciones claves para entender el rumbo que ha emprendido este género desde la Antigüedad enfocando también su surgimiento en Hispanoamérica.
El ensayo en sentido específico tiene sus raíces en el Renacimiento y nace a fines del siglo XVI. Su creador, Michel Montaigne, publica en 1580 sus “Essais”, consciente de la novedad e innovación de sus escritos. (cfr. Adorno 1958, 22). En su definición de ensayo, la que se nos presenta en su primer libro y sigue siendo actual, Montaigne resalta el juicio como “instrumento necesario en el examen de toda clase de asuntos; por eso yo lo ejercito en toda ocasión en estos ensayos” (Montaigne cit. por Gómez-Martínez 1992, 23). Da por entender que elige un tema de modo arbitrario, a veces para apoyar un asunto insignificante en hechos solidificados, a veces para buscar un nuevo acceso a un asunto ‘noble’. “De cien miembros y rostros que tiene cada cosa, escojo uno, ya para acariciarlo, ya para deflorarlo y a veces para penetrar hasta el hueso” (ibid, 24). En otro pasaje nos remite lo revolucionario de su invención: “Yo soy el primero en dar a conocer mi ser total, como Michel de Montaigne, no como gramático o poeta, o jurisconsulto” (Montaigne cit. por Oviedo 1990, 15).
Sólo 17 años después, se publican los primeros ensayos de Francis Bacon, el cual inicia una larga y fructuosa tradición anglosajona en la redacción de tales escritos (cfr. Gómez-Martinez 1992, 23). Junto con Montaigne define los márgenes extremos del ensayo moderno, dado que los dos autores se encuentran en una yuxtaposición referente a los estilos cultivados. Donde Montaigne se basa en ‘vivencias’, Bacon se refiere a ‘abstracciones’, el primero describe lo ‘natural’, el segundo lo ‘artístico’, etc. Estas dos opuestas maneras de producir un ensayo lo vinculan claramente con su creador: “el ensayo es inseparable del ensayista” (ibid., 23).
A pesar de que Montaigne es considerado el fundador del ensayo por la clásica crítica literaria, los orígenes se pueden rastrear hasta en la Antigüedad. Bacon enfatiza que los criterios mencionados ya se encuentran en escritores antiguos como Platón, Séneca, Marco Aurelio y Plutarco. Aún así, hay que esperar hasta el Humanismo y las ideas del Renacimiento (cuando surge la importancia del individuo y de la subjetividad) para encontrar la forma del ensayo moderno. (cfr. ibid., 23)
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[1] Cfr. Oviedo, J. M. (1990), Breve historia del ensayo hispanoamericano. Madrid: Alianza ,
p. 11.
[2] Lukács cit. por Adorno, T. W. (1958), Der Essay als Form. En: ibid., Noten zur Literatur. Francfórt: Suhrkamp, p. 10.
[3] Cfr. Heupel, C. (1970), Einführung. Der kulturkritische Essay in Iberoamerika. En: Paz, O., Das Labyrinth der Einsamkeit. Friburgo: Walter-Verlag, p. 9.
[4] Ortega y Gasset cit. por Gómez-Martínez, J. L. (1992), Teoría del ensayo. México: UNAM, p. 18.
- Quote paper
- Dominik Daling (Author), 2004, Comparación de la crónica y el ensayo, Munich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/28026
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