Los estudios teóricos estructuralistas dentro de los ámbitos literario-lingüísticos, pronto se ampliaron por los de una nueva hornada de críticos que completaron, abriendo, las pretensiones de sistematización organizativa que habían buscado los primeros. Evidenciaron que los límites mismos que se imponían a los estudios eran límites poco estables, que las relaciones entre disciplinas debían convertirse en necesarias. Síntoma mismo de este principio de debilitamiento de los inventarios sistemáticos del proyecto estructuralista, es el hecho de que no haya unanimidad acerca de qué autores incluir en cada nómina, e incluso qué obras de un mismo autor colocar en cada clasificación. Antologías como la de Harari han pretendido identificar y poner de relieve los principales pensadores del post-estructuralismo; otros estudios, como el realizado por J. Hillis Miller en "Stevens' Rock as Cure" propuso organizar cada movimiento dividiéndolos en “críticos teóricos” y “críticos intuitivos”. La distinción no es del todo clara, como recuerda Culler . Por ejemplo, autores como Barthes hacen problemática la discusión desde el momento en que hay que decidir qué obras de este crítico son consideradas post-estructuralistas o no, y si hay que considerarlo a él mismo como un estructuralista arrepentido. Philip Lewis (The post-estructuralism Condition ) señala que la obra de los primeros estructuralistas va asumiendo conciencia crítica hacia su propio proyecto. Desde sus orígenes, en el interior de la empresa estructuralista se problematizan algunos puntos de partida del sistema que se pretende organizar, y desde allí, se construye el propio edificio teórico; los post-estructuralistas continuarán sus escritos reconsiderando algunos principios ya estudiados. El trabajo post-estructuralista es un trabajo de continuación, y al mismo tiempo de desautorización; un lugar de posturas reformuladoras del trabajo realizado en la tapa precedente.
ÍNDICE.
0. Introducción
Capítulo 1. Sobre la deconstrucción
1.1. La différance
1.2. Quasi-conceptos
1.3. Práctica deconstructiva
Capítulo 2. Glas y el Libro
2.1. El Libro y la tradición
2.2. Maurice Blanchot y el Libro
2.2.1. El tiempo del libro. El tiempo de la obra
2.2.2. La literatura y la filosofía como espacio
2.3. El Autor y la firma del libro
2.4. El libro lineal
2.5. Tres aproximaciones de Jacques Derrida a la cuestión del libro
2.5.1. El libro y la totalidad
2.5.1.1. El centro
2.5.1.2. Metáforas del texto como totalidad
2.5.1.3. La “archiescritura” y el espacio de la “huella”
2.5.2. El libro platónico
2.5.2.1. La pintura y la escritura
2.5.2.2. Mímesis y signo
Capítulo 3. La doble banda y Glas
3.1. El límite en la doble banda
3.2. El espacio del límite
3.2.1. Bataille y los textos límite
3.3. Philippe Sollers. La experiencia de los límites
3.4. Hegel y el límite
3.5. El marco de la teoría
3.6. La doble columna
3.6.1. La columna y la representación
3.6.2. Deleuze y las dos series
3.6.3. Indecidibles
Capítulo 4. Glas: Trabajo y teoría
4.1. Paul de Man teoría y trabajo
4.2. La teoría como juego
4.3. Teoría especulativa
4.4. Teoría especulativa y retórica
Bibliografía
Entre las cosas más semejantes es ciertamente donde la ilusión miente del modo más bello: pues el abismo más estrecho es el más difícil de saltar.
Nietzsche, Así habló Zarathustra.
Dos pilares que no era difícil, pero tampoco probable, tomar por boababs, se distinguían en el valle, con un tamaño superior al de dos alfileres. En efecto, eran dos torres enormes. Y aunque dos boababs, al primer golpe de vista no se parecen en nada a dos alfileres, ni si quiera a dos torres, se puede afirmar sin temor a equivocarse que, manejando con habilidad los hilos de la prudencia (pues si esta afirmación estuviera acompañada de la menor pizca de incertidumbre, ya no sería una afirmación; aunque un mismo nombre designe a esos dos fenómenos del alma que presentan caracteres demasiado netos para que se los pueda distinguir con ligereza un boabab no difiere tanto de un pilar como para hacer inconcebible la comparación entre estas formas arquitecturales... o geométricas... o una y otra... o más bien formas elevadas y compactas.
Lautréamont, Cantos de Maldoror.
Two things of opposite natures seem to depend
one to another, as a man depends
on a woman, day on night, the imagined
on the real. This is the origin
of the change
Walace Stevens, Notas para una ficción suprema.
0. Introducción
Los estudios teóricos estructuralistas dentro de los ámbitos literario-lingüísticos, pronto se ampliaron por los de una nueva hornada de críticos que completaron, abriendo, las pretensiones de sistematización organizativa que habían buscado los primeros. Evidenciaron que los límites mismos que se imponían a los estudios eran límites poco estables, que las relaciones entre disciplinas debían convertirse en necesarias. Síntoma mismo de este principio de debilitamiento de los inventarios sistemáticos del proyecto estructuralista, es el hecho de que no haya unanimidad acerca de qué autores incluir en cada nómina, e incluso qué obras de un mismo autor colocar en cada clasificación. Antologías como la de Harari[1] han pretendido identificar y poner de relieve los principales pensadores del post-estructuralismo; otros estudios, como el realizado por J. Hillis Miller en "Stevens' Rock as Cure" propuso organizar cada movimiento dividiéndolos en “críticos teóricos” y “críticos intuitivos”. La distinción no es del todo clara, como recuerda Culler[2]. Por ejemplo, autores como Barthes hacen problemática la discusión desde el momento en que hay que decidir qué obras de este crítico son consideradas post-estructuralistas o no, y si hay que considerarlo a él mismo como un estructuralista arrepentido. Philip Lewis (The post-estructuralism Condition[3] ) señala que la obra de los primeros estructuralistas va asumiendo conciencia crítica hacia su propio proyecto. Desde sus orígenes, en el interior de la empresa estructuralista se problematizan algunos puntos de partida del sistema que se pretende organizar, y desde allí, se construye el propio edificio teórico; los post-estructuralistas continuarán sus escritos reconsiderando algunos principios ya estudiados. El trabajo post-estructuralista es un trabajo de continuación, y al mismo tiempo de desautorización; un lugar de posturas reformuladoras del trabajo realizado en la tapa precedente. No quiere decir esto, que los temas tratados por estos teóricos se reduzcan a las ideas primero calculadas por unos y después puestas en cuestión por los siguientes. No se trata únicamente de la negación de los postulados anteriores. Y puesto que no se trata de una simple negación de lo anterior, de igual manera, sería difícil establecer una fecha estable entre los dos movimientos, pero que podíamos convenir en datar, sin querer precisar demasiado, a finales de los sesenta y principios de los setenta. Del mismo modo que esta fecha parece abarcar dos décadas a la vez, los nuevos teóricos post-estructuralistas abren sus campos de estudio de una forma desconocida hasta el momento, y no se limitan a un estudio restringido de una única materia. Jacques Lacan por ejemplo, primero cabeza pensante del primer estructuralismo y más tarde militante de las nuevas filas, anuncia la importancia del lenguaje en la práctica psicoanalítica más allá de lo explicitado por Freud, y por otro lado abre directa o indirectamente, nuevas vías en los estudios literarios; Roland Barthes analiza sistemas de moda como sistemas de signos; Michel Foucault hace arqueología del saber; Jacques Derrida se plantea los límites de las escrituras filosóficas y literarias; François Lyotard empieza a cuestionar la primacía de lo teórico.
Parece resultar consecuencia lógica del post-estructuralismo esta manera de difuminar los lugares de separación con la corriente estructuralista, de forma que una datación cronológica en forma de periodos sirve, únicamente de orientación, de marco donde encuadrar algunos hechos de forma visible. Por otro lado, intentar una distinción temática resultaría igual de problemático, añadiendo el inconveniente de tener que practicar una organización en torno a cada autor, con lo cual la periodización cronológica sería muy inestable. Cabría dirigir la mirada entonces, hacia un replanteamiento de principios dentro de los objetivos internos del movimiento post-estructuralista, hacia un cuestionamiento general del pensamiento metafísico occidental, en palabras de Derrida; hacia posturas que consideran la teoría como algo más que una simple descripción en detalle de la verdad. Si hay algo característico en sí del post-estructuralismo, es esta "nueva" concepción del discurso teórico-crítico como "algo distinto de una teoría de las ideas-copias". Estos autores tratan de adoptar "una postura distante de la teoría del conocimiento espectador", como la llama Rorty (1996:164); en definitiva se proponen, unos planteamientos desde la escritura que no aceptan en algunos casos la idea de que la comprensión de las representaciones constituye el núcleo de la filosofía. Desde estos planteamientos se propone la necesidad de sustituir la "epifanía", en palabras de Rorty, por el texto. Lo cual viene a significar según este autor, que hay que tener presente en todo momento una disminución de la capacidad del "ver a través" de la representación, lo cual implica restar importancia al acceso al conocimiento a través de una representación que en todo momento debe ser clara y diáfana; lo cual implica a su vez, la necesidad de considerar que esta claridad debe manifestarse, debe re-escribirse en forma de texto. En la ciencia madura las palabras con las que el investigador "constata" sus resultados han de ser tan concisas y transparentes como sea posible". En esta dirección es hacia donde se dirige la crítica de Rorty, hacia la ilusión de que el conocimiento es siempre accesible a través de la representación que abandona al texto. Jacques Derrida, como desarrollaremos en epígrafes posteriores, trabajará de pleno sobre este hecho y sus consecuencias. Pero antes de centrarnos en esa custión. En un plano cercano, están los últimos escritos de Roland Barthes, llevados a cabo con un estilo refinádisimo y difícil de deslindar de un uso poético del lenguaje. Escritos como El imperio de los signos, El placer del texto, o Fragmentos de un discurso amoroso, no sólo se escriben para demostrar que con ese brillante estilo se puede hacer también crítica, sino que entre otras implicaciones (no es este el lugar de analizar todas las consecuencias que se derivan de estos textos), el estilo es una forma de cuestionar la claridad de todo escrito teórico, el estilo no se puede desligar de ningún texto. Por otro lado, aparece un sujeto, un Yo textual explícito y subjetivo, que enuncia la teoría desde él. Con esto se pierde el lugar aséptico y neutral que se supone que deben tener necesariamente los estudios críticos teóricos. Otro también, es otro caso el de Jacques Lacan. El propio Lacan reconoce que sus Escritos son difíciles de entender, al igual que en el Seminario XI explicita la necesidad o el derecho a no escribir de una forma clara, y a hacerlo de un modo más próximo a la literatura, desde el momento en el que el significante funciona como deseo del significante. Habría que buscar uno de los orígenes de esta forma de encarar el discurso teórico en Heidegger, quien a través de un nuevo uso de palabras que se habían ido gastando hasta ocultar su verdadero ser busca denunciar el olvido del ser y recuperarlo en forma de lenguaje. De ahí que la poesía[4] sea "la instauración del ser con la palabra[5] ". De ahí el continuo juego de reformación y de variación de palabras por Heidegger, de ahí el continuo juego de sacarlas de un uso "vulgar" para mostrar al ser en su posibilidad propia de devenir, y mostrarlo dentro del lenguaje. Derrida adopta una postura parecida que llama lógica de la paleonimia, como ya veremos.
Habría que situar estos trabajos post-estructuralistas, dentro de lo que corrientemente se ha denominado "el giro lingüístico". Esto recoge una preocupación por el lenguaje que se manifiesta en la clara consciencia de un uso teórico desde el lenguaje. No se trata simplemente, de que estos autores destaquen la función metalingüística en detrimento de cualquier otra, sino de la imposibilidad de escapar del lenguaje para trabajar, esto es, las estructuras del lenguaje ahora pasan a verse desde el lenguaje, el lenguaje es el que abre mundo, en palabras de Gadamer. Foucault en Las palabras y las cosas muestra este camino del lenguaje y la representación, que no es ajeno tampoco a la organización del trabajo o a las ciencias naturales.
La deconstrucción como corriente de pensamiento que habría que situar dentro del post-estructuralismo ha repercutido a su vez, en distintos y diferentes ámbitos, que van desde los estudios literarios hasta la arquitectura, la filosofía o la pintura entre otros. Pero la pretensión de esta pequeña introducción es ubicar la deconstrucción en un marco crítico, y por ello, no tiene pretensiones de un estudio exhaustivo del contexto en el que nace y se desarrolla.
Capítulo 1. Sobre la deconstrucción.
La deconstrucción, se ha repetido muchas veces, no es ni una filosofía, ni una teoría literaria, ni un programa político, ni una nueva materia académica. Entonces, ¿en qué consiste? Vamos a detenernos en algunos aspectos de la cuestión. Durante el siguiente trabajo, aunque nuestro propósito sea poner de relieve el funcionamiento de Glas, no obstante, desarrollaremos algunos lugares fundamentales de la deconstrucción, por la referencia indudable que tienen con esta obra.
En la "Carta a un amigo japonés" (1989), Jacques Derrida comenta algunas ideas sobre la palabra deconstrucción.
"Para ser muy esquemático, diré que la dificultad de definir, y por consiguiente también de traducir la palabra deconstrucción procede de que todos los predicados, todos los conceptos definitorios, todas las significaciones relativas al léxico e incluso todas las articulaciones sintácticas, que por un momento, parecen presentarse a esa definición y a esa traducción son asimismo desconstruidos o desconstruibles, directamente o no, etc (Derrrida, 1989:88).
Cualquier intento de definición definitoria, o de traducción del concepto serían deconstruidos o deconstruibles desde el momento de su utilización. Toda definición o traducción que no tenga en cuenta el momento dentro de las diferencias que la constituye, estará olvidando que, como definición o traducción, no es más que un juego de efectos que no es posible controlar; que en ese juego de diferencias siempre hay algo que escapa, que funciona como resto, y que además funciona como condición de posibilidad; que, entonces, su propia deconstrucción está operando desde dentro, configurando su indecibilidad. Y ¿por qué la palabra deconstrucción?
La palabra deconstrucción, al igual que cualquier otra, no posee más valor que el que le confiere su inscripción en una cadena de sustituciones posibles (Derrida, 1989:88)
Esta palabra es sólo una entre otras, una palabra que funciona en un contexto de sustituciones posibles. Pero esas palabras con las que se relaciona son a su vez quasi-conceptos, que funcionan en el sistema general de las diferencias, y entre los cuales hay una relación de mutua suplementariedad. De ahí una de las primeras dificultades de traducir dicha palabra:
"De hecho habría de haber citado frases y encadenamientos de frases que, a su vez determinan, en algunos de mis textos estos nombres." (Derrida, 1989:86)
Porque además, estos quasi-conceptos han sido extraídos de diversas lecturas realizadas sobre algunos textos fundamentales.
Cuando he utilizado la palabra "deconstrucción", rara vez, al principio muy rara vez, una o dos veces —y aquí es donde la paradoja de los destinatarios que viene a transformar el lenguaje juega a fondo-- tenía la impresión de que era una palabra entre otras muchas, una palabra secundaria del texto [...] Ocurre —y ello merece ser analizado-- que esta palabra que he escrito una o dos veces, ni siquiera me acuerdo muy bien donde, ha saltado de pronto fuera del texto y otros se han apoderado de ella y le han otorgado la importancia que ya saben ustedes y respecto a la cual yo he tenido que justificarme, explicarme, bandearme; pero esta palabra, por las connotaciones técnicas y, cómo decir, negativas que podía tener en ciertos contextos, por sí misma me molestaba. [...] Cuando he utilizado esta palabra, tenía la impresión de traducir dos términos de Heidegger en un momento en que me fue preciso en este contexto. Estos dos términos son Destruktion y Abbau. (1989:86)
[...]
[1]. Harari, Josué V. Textual Strategies, perspectives in post-structuralist criticism. Cornell University Press 1979.
[2]. Culler (1982). Advierte que, ni siquiera es recomendable la oposición sistemático asistemático con la que se califica cada periodo, puesto que puede ser utilizado también para descalificar cualquiera de los dos, como hace Hartman llamando al trabajo de Derrida "derridadaísmo", o llamándole también Boa-deconstructor con todo su sentido del humor. Comenta Culler también, la dificultad de ubicar la teoría feminista dentro del marco de esta discusión, y propone en otro sentido una nueva vía de aproximación al estudio de la deconstrucción como parte del post-estructuralismo. "La distinción entre estructuralismo y post-estructuralismo es muy escasamente fiable y en lugar de elaborar un comentario del post-estructuralismo en el cual se identificaría la deconstrucción como fuerza principal, parece preferible intentar otra aproximación, que pueda permitir una disposición de las conexiones más enriquecedora y pertinente".
[4]. Paul de Man en un artículo titulado "Revisión de Heidegger" (1996:194), dice sobre el lenguaje poético y la vinculación con Heidegger: "el lenguaje poético interesa a Heidegger porque no es sino más riguroso que el del filósofo, porque tiene una consciencia más clara de su función interpretativa. Dado que el hombre se define como animal filosófico, como el ser que se interpreta a sí mismo a través del lenguaje, los poetas verdaderos suelen llegar más lejos que los filósofos en el proyecto esencial del ser humano, no porque estén más cerca de la naturaleza (como dice Barret), sino porque están más cerca del lenguaje".
[5]. Martin Heidegger, Arte y Poesía, México, F.C.E. 1980.
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